martes, 29 de mayo de 2007

Metáforas

Las metáforas son objetos peligrosos, rebosantes de contenido equívoco, tan difíciles de manejar como armas cargadas o cacharros de cristal, susceptibles de estallarnos entre las manos, engañarnos como a chinos o llevarnos a donde de ningún modo deberíamos querer estar.

Así, por ejemplo: cada vez que hay unas elecciones podemos leer, durante días después, noticias y análisis sobre su resultado en los que se dicen cosas como: “Los electores han decidido...”, “El electorado ha preferido...”, “Los votantes se han inclinado por...”

No está mal, de algún modo hay que decirlo. Pero nunca deberíamos olvidar que estas frases no són más que metáforas, formas de hablar. Aluden al fenómeno, resaltan determinados aspectos suyos meramente formales, visuales, exteriores, pero no son el fenómeno mismo. Se trata de manejarlas, no de creérselas. Igual que usamos un plano para entender una casa o una ciudad, pero no tratamos de vivir en él, ni de pasear por las calles dibujadas como si fueran las calles reales. No deberíamos olvidarlo, pero lo olvidamos.

Con los planos de verdad sabemos mantener las distancias, pero estos otros "planos" verbales acaban engañándonos. Nos acostumbramos a usarlos, perdemos de vista que no son más que metáforas, y empezamos a creernos que estamos hablando de la realidad cuando solo hablamos del artefacto aproximativo que hemos dispuesto para referirnos a ella. Manipulamos nuestros grandes paquetes mentales sirviéndonos de asas, y acabamos confundiendo el asa con el paquete, olvidándonos del paquete porque el asa es mucho más cómoda, fácil y vistosa de manejar.

Si tomamos al pie de la letra cualquiera de estas expresiones o sus equivalentes, tendremos que imaginar al cuerpo electoral reunido en sesión deliberativa durante dos o tres días y llegando al final a la conclusión: “Lo mejor es que el PSOE obtenga un xx % de los votos, el PP el yy %, IU el zz % y a los nacionalistas les dejamos el ww%. Así no tendrán más remedio que pactar estos con aquellos, y los de más allá se convertirán en la bisagra clave...” Tras de lo cual todos, con ese resultado claro en la cabeza y bien aprendido su papel, se van a votar cada uno lo suyo para que pase lo que “el electorado” “ha decidido” que tiene que pasar...

Evidentemente nada de todo esto ha pasado, porque esas frases no deben ser tomadas al pie de la letra. Pero se nos olvida, y hablamos como si las cosas fueran así. Y acabamos creyéndonos que son así.

Pues bien, no son así. “El electorado” NO EXISTE . No decide nada, no prefiere nada, no elige nada, y afirmar que lo hace, usarlo siquiera como sujeto, es estúpido y engañoso. No hay nadie que haya decidido que el partido A gane pero poquito, para que así tenga que pactar con el B, y los del C se queden en una tranquilizadora oposición. Nadie ha elegido que pase eso, aunque sea eso lo que pase. Nadie elige el resultado de unas elecciones. Nadie es “el electorado”. Estos sesudos análisis de los resultados electorales tienen tanto sentido como decir: “La montaña se derrumbó parcialmente a fin de obstruir el lecho del río de modo que las grandes lluvias pudieran luego inundar la zona de un modo completo.”

Esta frase es estúpida ¿verdad? Bueno, pues esta otra: "Los votantes han demostrado no desear la formación de mayorías absolutas..." no lo es menos, y todos la leemos, y muchas otras igualmente memas, como si fueran análisis inteligentes del fenómeno electoral.

¿Y por qué digo que es peligroso decir cosas así? Tonto, desde luego. Engañoso, sin duda. Pero ¿peligroso?

Ya lo creo, mucho. Se empieza afirmando que el electorado ha decidido no sé qué y se acaba asegurando que el pueblo... x (tibetano, francés, vasco, occitano, mongol...) tiene derecho a... la autodeterminación, sin ir más lejos. El proceso mental es el mismo, el razonamiento igual de vicioso, la falsedad, si nos paramos a pensarlo, igual de palmaria. "El pueblo" tiene exactamente la misma clase de existencia que "el electorado". Pero tales afirmaciones llevan colando, con una u otra formulación, y con las felices consecuencias que todos conocemos, cosa de siglo y medio.

Y si eso no es peligroso, ya me dirán ustedes qué sí lo es.