domingo, 14 de diciembre de 2008

Adviento para una crisis


J. S. Bach - Suite para violoncello solo nº 1 en Sol Mayor BWV 1007 - Menuetto I y II - Anner Bylsma, cello

En este Adviento, tiempo de espera de la inminente Navidad, cedo el blog y la palabra a mi amigo Diego y reproduzco un texto que escribió como editorial de la revista Vida Nueva en el que, personalmente, he encontrado expresado, como yo no soy capaz de hacerlo, lo que creo que es el modo cristiano de entender y vivir la Navidad, el que quisiera que fuera el mío. Feliz Navidad a todos.

ADVIENTO PARA UNA CRISIS
Diego Tolsada S. M.

Cuando llegan estos días de Adviento ¿hacia dónde dirigimos nuestra mirada? Tradicionalmente a Belén y a los acontecimientos que Lucas y Mateo nos cuentan. Y ¿por qué a Belén? Tal vez por un momento de enternecimiento del corazón, por un avivamiento de la tenaz ternura que no nos abandona definitivamente por más que se mantenga debilitada y silenciosa el resto del año. Ternura acompañada en bastantes ocasiones de nostalgias de la infancia, cuando creíamos que era posible la bondad.

Esa ternura y esa nostalgia, junto a la familia, la vuelta "a casa por Navidad", los regalos, la mesa más abundante y más compartida... son, en el mejor de los casos, los grandes valores vividos por la mayoría de nosotros. Eso, si no lo son el consumo desenfrenado, el simple ocio y las vacaciones para alejarnos de la realidad, o el comer, beber y divertirse sin límites.

Los cristianos seríamos otra cosa. Dicen que en Adviento nos preparamos para hacer memoria de los inicios de la presencia liberadora de Jesús. Pero la historia se ha ido encargando de quitarle aristas a lo que comenzó siendo una historia de rechazo, pobreza y marginalidad, y por ello de subversión en la manera de entender cómo es el esperado Salvator mundi. Allí hubo un niño y no un emperador; allí había una pareja en estado irregular y de clase humilde, y no una familia "de las de toda la vida y como Dios manda"; allí hubo exterioridad y exclusión "fuera de las murallas", porque "no había sitio para ellos" en la ciudad, ni los medios necesarios para acoger con la seguridad e higiene adecuadas a un nuevo ser humano; allí hubo la impureza legal de un establo, y no la pureza ritual del Templo; allí hubo excluidos del culto por impuros, los pastores, que fueron los primeros en reconocer a Dios presente en todo esto, y no los "pastorcitos de Belén" con"requesón, manteca y vino"; allí hubo unos sabios extranjeros, y no los maestros de la Ley, que se habían quedado en la Corte asesorando a su señor; allí hubo mucha pobreza y debilidad, mucha violencia y mucha cruz (los inocentes), y la amenaza del poder político establecido, que desde el principio -siempre tan inteligente- se sintió amenazado y actuó como suele cuando así se siente: violentamente, matando al débil; allí hubo, finalmente y por todo lo anterior, una familia que tuvo que emigrar buscando un mínimo de seguridad.

En pocas palabras: Adviento es hacer la memoria subversiva de un resumen de lo que luego sería la vida adulta de Jesús. ¿Qué Adviento celebramos cuando encendemos las velas de la corona y decimos que nos preparamos a la Navidad? ¿No corremos el riesgo, si es que no hemos caído ya en él, de edulcorar todo sin hacerlo desaparecer (¡faltaría más!), pero quitándole todo mordiente, lo más profundo de esa radical subversión de valores que es el Evangelio, para poder continuar considerándonos felices, tranquilos, seguros y ¡cómo no!, cristianos ante todo?

Pero si ya sería mucho renovar nuestra vivencia del Adviento para recuperar la memoria subversiva de Navidad, hay un segundo aspecto aún más importante. Adviento quiere también que miremos hacia el futuro, a un futuro que encierra una promesa, la utopía de que los seres humanos podemos vivir ya como si Dios mismo, en persona, fuera el rey esperado y llegado. A eso Jesús lo llamó el Reinado de Dios. Adviento no es tanto una mirada a Belén, a la primera venida de Jesús, cuanto dirigir nuestros ojos y oídos, "todo nuestro ser y todo nuestro corazón", a la promesa de su segunda llegada. Es el tiempo oportuno, el kairós, para soñar despiertos y avivar la esperanza de que los talentos pueden fructificar mientras el Señor llega. Es el momento de creer en la práctica, el tiempo de la "ortopraxis", del comportamiento evangélicamente adecuado. Es el momento de avanzar por los caminos de la paz, la igualdad y la justicia, de ir allanando en nuestra historia concreta los caminos para la llegada del Señor y para tantos otros hermanos, que van a sufrir -están sufriendo ya- la crueldad inaudita y feroz generada por un sistema económico también cruel y feroz, de modo que la situación les resulte, al menos, algo más llevadera y menos dolorosa.

Adviento este año nos llama muy especialmente a la memoria subversiva de Belén, pero para mirar al futuro, de manera que cada cristiano, cada comunidad y la Iglesia entera salgamos de nuestra auto-referencialidad casi autista y seamos capaces no solo de abrir las puertas de nuestras "posadas" si llama el Señor, sino de mantenerlas permanentemente abiertas para que todo el que lo necesite, sin pedir permiso y sin condiciones previas de ningún tipo, pueda pasar a la sala común, acogedora y cálida, para sentarse a la mesa abundante y compartida del Reino. Incluso, tal vez tengamos que salir a los caminos para invitarlos. Iglesia de Jesús, ¡buen Adviento!

lunes, 8 de diciembre de 2008

Más problemas del tío Guillermo


Eduardo Falú - La Tempranera
Para mi Magistrada favorita,
con el deseo de unos felices Reyes

De todos los problemas de mi tío Guillermo, -de todos los que he resuelto, quiero decir, que son la cuarta parte de los que me han llegado- “Los hermanos Benavides” es probablemente mi preferido. Creo que no tanto por méritos suyos como porque su solución, al menos la que yo encontré, incluye dos de mis ocupaciones favoritas: la chapuza y la geometría aplicada. Aunque Guillermo clasificó sus problemas como “exactos al margen de las matemáticas”, este, paradójicamente, a mí me parece tan puramente matemático como inexacto. Mi solución es un tanteo geométrico muy satisfactorio, y con esto ya les estoy dando una buena pista, casi dos. No me importa, porque el autor asegura que la solución, rigurosamente única, puede buscarse por dos caminos distintos, de manera que ustedes siempre pueden dar con el otro, que yo no he sido capaz de encontrar.

Aquí les va:

LOS HERMANOS BENAVIDES

Al morir en Salónica el ilustre sefardita Benavides, tan famoso por sus virtudes como por su talento preclaro, sus seis hijos emigraron al Nuevo Mundo y se radicaron en seis países diversos. El docto ELÍAS se estableció en TORONTO, el rígido AARON en CHICAGO, el caritativo JOSUÉ en TEGUCIGALPA, el jovial ISAAC en GUAYAQUIL, el honesto DAVID en SAO PAULO y el valeroso JACOB en BUENOS AIRES.

Pasados algunos años, el más joven de los Benavides le escribió al segundo una carta redactada en la lengua de sus antepasados (los sefarditas jamás la olvidan) y concebida en los términos siguientes:

“21 de diciembre de 19...
“Querido hermano:
“Siempre fuiste mi predilecto y voy a anunciarte algo terrible que tú comunicarás después a nuestros cuatro hermanos. No escribo al mayor porque, pese a su máxima proximidad geográfica, no es él, ni mucho menos, el más cercano, sentimentalmente, a mi. Como primogénito, no sólo heredó el nombre de nuestro viejo, sino también su talento y su carácter alegre, su generosidad y su audacia. Sin embargo, su tenacidad y dureza asombrosas me lo hicieron poco simpático.
“Debo confesarte que soy un miserable, a pesar de mi fama - falsa - de sensatez y probidad. Todos vosotros recibisteis algo bueno del espíritu paterno. Yo, fruto postrero de aquel árbol admirable, sólo obtuve las peores gotas de su savia. Incluso el nombre que me adjudicaron parece un símbolo sarcástico (Observad que está formado con las letras iniciales de las cinco virtudes que más típicamente os caracterizan a vosotros. Es todo lo que me ha tocado en suerte.)
“Hace mucho tiempo que deseo concluir. He comprado una casa de tres plantas con la fachada principal orientada al Norte, como era en Salónica la de nuestros padres ¿la recuerdas? Enfrente de la puerta, a cuatro metros del umbral, había una lápida en la que papá hizo grabar nuestros nombres a medida que nacíamos. Delante de la puerta de mi casa, a cuatro metros de distancia, existe también una losa de granito. Yo he grabado en ella vuestros cinco nombres. Sólo el mío falta. Mañana será mi cumpleaños. Subiré a la azotea de mi casa y me asomaré a contemplar la lápida. Justamente a las 12 mi sombra se proyectará sobre vuestros nombres honrados, y entonces, para libraros de ella, me arrojaré desde la altura.
“Perdonadme y olvidadme”

Para que el lector no diga que siempre le proponemos enigmas demasiado difíciles, hoy nos limitamos a preguntar:

¿CÓMO SE LLAMABA EL PADRE DE LOS HERMANOS BENAVIDES?

(Debemos advertir que la solución, rigurosa e inconfundible, puede ser buscada por dos procedimientos distintos).


Los Reyes Magos nos traerán la solución. Excepto a algunos de ustedes, a los que tengo entendido que será la solución la que les traiga los reyes.