domingo, 26 de septiembre de 2010

Habanera Triste: la solución


La Internacional

(Este post es la respuesta al acertijo del anterior)

Como su propio nombre indica -no siempre se puede fiar uno de los nombres para estas cosas, pero en este caso parece ser que sí- la habanera es una forma musical de origen cubano. Tal y como está Cuba en los últimos tiempos, parece bastante inevitable que una habanera sea triste. Y si tenemos en cuenta la considerable parte de responsabilidad que en el estado actual de Cuba tiene el régimen comunista que la gobierna desde hace cincuenta años, resulta también bastante apropiado que la melodía de esa Habanera Triste sea la de La Internacional, himno comunista por excelencia. Una Internacional cansada y melancólica, que ha sustituído su brioso tono mayor original por otro menor, tristón y resignado. Como si estuviera ya preparándose para dejar de sonar de un modo definitivo, al menos allí y al menos como repertorio único y obligatorio.


(Pero esto son elaboraciones posteriores, sugeridas por las consideraciones de algunos comentaristas perspicaces. Lo cierto es que escogí La Internacional porque me parece un buen himno, que todo el mundo ha oído en alguna ocasión y puede reconocer fácilmente; y que decidí transformarla en una habanera porque me gustan las habaneras.)

Así que las respuestas a las dos primeras cuestiones que plantée en mi acertijo de hace unos días son:
  • La melodía enmascarada es la de La Internacional.
  • La modificación fundamental que le he hecho sufrir, aparte de cambiarle el ritmo -esto es, la distribución y duración relativa de notas y silencios- para convertirla en una habanera, es la de cambiarle el modo mayor, convencido y enardecedor, en el que como buen himno está el original, por otro menor, más meditativo y escéptico. Lo cual, como ustedes saben -y, si no lo saben, ya se lo expliqué yo aquí: repasen, repasen- consiste básicamente en bajar medio tono algunas, no todas, elegidas sabiamente, de las notas de la melodía original.
(Repasemos juntos: si en el verso inicial, por ejemplo: "Arriba, parias de LA TIErra", bajamos medio tono a las dos notas correspondientes a las sílabas LA y TIE que he puesto en mayúsculas, y dejamos igual todas las demás, el resultado es que la frase entera pasa de estar en tono mayor a estar en tono menor -y, de paso, que tenemos la primera frase de mi habanera, sin más que cambiarle un poco el ritmo.- Ello sucede -si yo mismo no lo he entendido mal, que, por otra parte, es lo más probable- porque cada una de esas dos notas es la tercera mayor de la tónica del acorde del pedazo de frase a que pertenece, -el acorde, por entendernos, que debe acompañar a ese pedazo para que suene bien - y esta bajada la convierte en su tercera menor. Con cuya transformación se produce la de todo el acorde, que pasa de ser un acorde mayor a ser un acorde menor.)


Y en eso ha consistido, básicamente, mi transformación: en bajar medio tono cada una de las notas que coinciden con la tercera mayor de la tónica del acorde correspondiente a su pedazo de melodía.




Aunque esto, claro, es la explicación teórica y a posteriori. En la práctica no ando buscando cuál es el acorde de cada pedazo, ni cuál la tónica de ese acorde, ni cuál la tercera mayor ni menor de esa tónica: me limito a ir poniendo, según tarareo, las notas que veo que hay que poner para que aquello suene como yo quiero que suene.


Una vez así obtenida la nueva melodía en tono menor, basta redistribuir la colocación y duración de las notas para que encajen lo más convincentemente posible en un ritmo de habanera, añadir algunas pocas que resultan necesarias para que la melodía sea coherente con el nuevo ritmo, suprimir algunas otras pocas que no acaban de ajustarse a él e inventarse un acompañamiento que dé al conjunto una armazón rítmica y armónica o, por decirlo de otro modo, que lo barnice con cierta apariencia de música de verdad.

Hasta aquí es tarea puramente mental y ligeramente obsesiva, y puede hacerse, y de hecho se hace, mientras se trabaja en otra cosa, se pasea, se conduce, se come o se juega al pádel. A condición, claro está, de que no suene otra música que nos distraiga e interfiera con el silbido constante, unas veces más audible y otras menos, pero ininterrumpido y tenaz, en que van cuajando nuestras cavilaciones; porque hay que silbar, silbar o tararear todo el rato, aunque solo sea mentalmente, para que lo que vamos estableciendo se nos quede en la cabeza hasta que podamos sentarnos a escribirlo con el Finale Notepad y no suceda que se nos olvide y haya que volver a empezar, lo que sería una lástima y un desperdicio. Y a condición también de que nuestros allegados sean pacientes y comprensivos, y nosotros mismos prudentes, y nadie acabe por pedirnos cortésmente si por favor podemos dejar un ratito de silbar esa cosa. Cumpliéndose todo ello, esta parte no tiene por qué ocuparnos más que una mañana de Domingo.


Luego hay que ponerse a transcribir lo hallado a una partitura, con ayuda del ordenador  y del Finale. Es decir, tratar de atrapar las notas que suenan alegremente en nuestras neuronas para fijarlas sobre el papel, o más bien sobre la pantalla, con esos signos abstrusos y herméticos que, oh milagro, sirven sin embargo para que podamos oirlas de verdad, nosotros y los demás. Al tiempo que tratamos de averiguar de qué notas exactamente, distribuídas cómo y escritas de qué manera, se compone ese acompañamiento con que soñamos, que tiende a convertirse en un chin chin pum ruidoso y obvio cada vez que tratamos de plasmarlo en corcheas y semicorcheas concretas.




Para esto último los legos prudentes, como yo, que conocemos nuestras limitaciones, tenemos un método que suele funcionar muy bien en este y otros campos: aprender de los maestros, valga decir, copiar.






Buscamos, pues, una habanera que nos guste de un autor que nos merezca respeto, por ejemplo Solace, de Scott Joplin (aunque, curiosamente, él no la llamó habanera, sino Mexican serenade; los norteamericanos nunca han sido capaces de distinguir un hispano de otro) y oímos una y otra vez la versión de, por ejemplo Joshua Rifkin, que la toca que da gloria oírlo, tratando de aislar las notas que acompañan la melodía principal en los primeros compases de la segunda parte, y de fijarlas en nuestra sesera hasta estar razonablemente seguros de sabérnoslas de memoria.


Scott Joplin - Solace, 2ª parte (Piano: Joshua Rifkin)

Como resulta que casualmente también este pedazo de Solace está en tono mayor, las cambiamos a menor -es decir, bajamos medio tono las que coincidan con las terceras mayores de... etc, etc...- calibramos qué tal encajan con las primeras notas de nuestra habanera, encontramos que no mal del todo y nos aplicamos a escribirlas en nuestra partitura, lo cual nos sirve, además, para empezar a vislumbrar cómo funciona el acompañamiento de Joplin y, en la escasa medida de nuestras posibilidades, tratar de imitarlo a lo largo de los treinta y dos compases de habanera que laboriosamente hemos logrado escribir.

Enseguida descubrimos lo que temíamos desde el principio: que La Internacional y Solace tienen muy poquito que ver y que, por tanto, lo que en el caso de Joplin suena evidente -mayormente porque ya lo ha escrito él- en el de nuestra habanera tiene que ser trabajosamente reinventado -¡por nosotros!- para adecuarlo a sus numerosos subeybajas, más bien inopinados, armónicamente hablando. Recaemos un rato en la fase obsesivo-mental y recorremos de nuevo buena parte del camino que ya habíamos recorrido para la melodía.

Pero algo de tranquillo ya le hemos cogido al asunto, así que no nos lleva tanto tiempo acabar por obtener eso que todos ustedes han oído, espero, y que, naturalmente, dista enormemente de parecerse, siquiera de lejos, a la grácil música de Joplin. Escúchenlo, escúchenlo de nuevo. ¡Si están deseándolo..!


Júbilo Matinal - Habanera Triste


Suena mazacote y arbitrario, parecen sobrarle un montón de notas  por todas partes y en cambio, aquí y allá, le faltan precisamente las que, pensamos, elevarían el conjunto y le darían esa gracia y ligereza de las que escandalosamente carece. Pero estamos ya lanzados, así que decidimos que la culpa no es solo de que nosotros no seamos Scott Joplin, sino también de que el Finale no es un piano de verdad, ni lo toca Joshua Rifkin. Y además queremos publicar el post ya, hemos hecho imprudentemente una prueba que ha disparado las alarmas en tres o cuatro blogs amigos, llevamos un montón de horas con ello y ya casi no queda Domingo. De modo que, si no está bien, tendrá que ir mal.


Y en esto que se nos ha pasado el fin de semana como el que no quiere la cosa.



En fin...   ¿Por dónde íbamos?    Ah, sí.   Pues eso, que

ahí está la respuesta a la tercera pregunta de mi acertijo:
  • El acompañamiento de los primeros compases está directamente inspirado en el de la segunda parte de Solace, de Scott Joplin. (Y el del resto también, pero como la melodía coge enseguida otros derroteros, el acompañamiento se ve obligado a seguirla, preguntándose -y fallando estrepitosamente en la respuesta- qué habría hecho Joplin en su lugar.)
El Lunes trae su recompensa. Comienzan a llegar los comentarios y en ninguno de ellos se propone el linchamiento sumario del autor. (Aunque sí hay quien sugiere alguna clase de amputación traumática. La envidia es muy mala.) En general, son bondadosos.

¡Y HAY ACERTANTES!
  • Cigarra, excelente bloguera y lectora fiel, que para algo canta en un coro, escribe en un primer comentario mañanero su respuesta acertada a la segunda y tercera preguntas:
    Partamos de la base de que no tengo ni idea de qué música es, pero como dice Miroslav, "me suena". Una vez sentada esa premisa empiezo a contestar por el final: 1. el acompañamiento recuerda (por no decir que es el mismo) al de "Solace" pieza lenta de ragtime de Scott Joplin. No tiene mérito porque la hemos debido escuchar juntos unas 15.000 veces,sin exagerar. 2. la modificación sustancial, puede ser en mi opinión,un cambio de tonalidad en algunos momentos. Usease, que lo que en la pieza original era tono mayor aquí se ha vuelto menor (o a la vizconversa) A esa conclusión llego por lo abrupto de algunos finales de estrofa, que le han salido algo forzados al maestro. Después de decir tanto para no decir nada, vuelvo a la escucha porque sigo sin saber cual es la pieza original. Pero no desisto.
    Es de señalar su sagaz observación sobre el final de algunas estrofas, aunque deje algo malparadas mis actividades de arreglista aficionado.

  • Una hora después Cigarra ya ha dado también con la respuesta a la primera pregunta:
    ¡Creo que lo tengo! Y es de lo más propio convertirlo en habanera, habida cuenta de los aires políticos que corren por la Habana. Increíble, cómo funciona la cabeza por su cuenta. Lo he estado escuchando y he escrito el comentario anterior, sin tener ni idea de lo que era. Y me he ido a tomar el café de las 11, como buena funcionaria. Según bajaba se me ha venido a la cabeza, sin relacionarla, una música archiconocida, y no me he vuelto a acordar. Y a la vuelta me siento a escucharla otra vez, y ¡se ha hecho la luz! ¡Por eso bajaba yo cantando "Arriba, parias de la tierra"! Asombroso, cómo la memoria por su cuenta ha encontrado la música en cuestión y me la ha hecho tararear de un modo inconsciente. Si es que yo todo lo hago mejor si lo hago de un modo inconsciente, si es que soy el Inconsciente Colectivo con patas, materialmente!
    Huelgan los comentarios, ella solita se lo dice todo.

  • Al rato Raleigh aventura un par de respuestas sobre los autores del tema enmascarado y del acompañamiento inspirador, pero no acierta con ninguna de ellas. Sí acierta, en cambio, con su hipótesis de que la modificación sustancial haya sido convertir un modo mayor original en el menor en que está la habanera. Incomprensiblemente este acierto no le ayuda a dar con La Internacional, cosa que hubiera logrado con solo hacer él el cambio inverso y echarle un poco de imaginación. Atribuye este cambio armónico a la perversidad de mi mente. Teniendo en cuenta que somos amigos desde hace treinta y siete años -supe de Joplin por primera vez gracias a él- y me conoce como poca gente, por algo lo dirá.

  • Un lector que prefiere permanecer Anónimo acierta a primera hora de la tarde cuál es el tema transformado, y como no lo nombra, sino que lo da a entender con una elegante elipsis, publico el comentario. Abunda en las consideraciones sociopolíticas de Cigarra y tiene la amabilidad de alabar con desmesura mi cambio de tonalidad. Tanto más agradezco sus elogios cuanto sé no merecerlos.

  • A eso de las seis, Zafferano, también bloguera -buenísima, aunque casi tan intermitente como yo- lectora asidua y concursante pertinaz, acierta la primera y principal pregunta:
    Para mí que La Internacional...! Ahora voy a volver a escucharla para las demás respuestas. Demasiadas preguntas para un oído tan sordo como el mío!
    En otros dos comentarios responde las otras dos cuestiones, ya sin acertar, aunque su hipótesis de que la haya bajado medio tono no va tan descaminada. ¡Qué constancia la de esta chica, y cuánto se la agradezco!

  • Luis, que dice no responderme en un comentario porque no sabe cómo diantres se hace eso, me responde el Martes por la tarde, en correo privado:
    Es la Internacional (Arriba, parias...), pasada de mayor a menor. El autor del acompañamiento es (no sé cómo se escribe) Scott Joplin (el de la música de El golpe).
    No se puede ser más certero con menos palabras. Lo de que atribuya la totalidad del acompañamiento a Joplin, con el trabajo que me ha costado inventármelo, me causa cierto sobresalto, pero se entiende lo que quiere decir. Hago mención de su acierto, aunque no haya sido público, para que su nombre figure en estos egregios anales.

  • Dejo en ellos constancia, asimismo, de que esa noche mi amiga Mercedes me cuenta por teléfono que Víctor, su jefe, ha diagnosticado tras oir las primeras notas de mi habanera: "Es La Internacional". Pero Víctor es músico profesional, compositor, chelista y el único ser humano con oído absoluto que he tenido el honor de conocer personalmente, de manera que lo suyo tiene menos mérito...

  • El Jueves Ricardo responde, con el laconismo que le caracteriza:
    La Internacional
    Cambio de tono mayor a tono menor
    3ª Me recuerda a uno de los rag-time de "El Golpe".
    Como en el caso de Luis, hay que considerarlo acierto triple, aunque no recuerde el nombre de Joplin ni dé exactamente con la obra plagiada. Pero tengo que rectificar lo que dije sobre la respuesta de Luis: Sí se podía ser igual de certero con aún menos palabras.

A la vista de cuyas respuestas, concluyo que las aptitudes musicales de los lectores de este blog son excelentes. Doy de nuevo la enhorabuena a todos los acertantes, que pueden contar con mi Certificado Oficial de Buen Oído, y las gracias más sinceras a todos los que han participado de algún modo, por hacerlo y por aguantar estas expansiones de mi mal natural. Si les consuela saberlo, estos pretextos tan complicados que me busco para poder escribir mis larguísimos posts me hacen pasar, como habrán visto, unos ratos de lo más entretenido...

domingo, 19 de septiembre de 2010

Otro acertijo musical



Habanera Triste - Júbilo Matinal (acertijo musical)


Eso que suena al apretar el botón es una habanera triste. Lo dice el título, pero además basta escucharla para darse cuenta. También se aprecia a simple oído que es bastante mala -puedo decirlo con tranquilidad, la he compuesto yo-. Y quizás sean ustedes capaces, además, de distinguir unas cuantas cosas más. Sobre ellas trata el acertijo que hoy les propongo.

Como en ocasiones anteriores, mi aportación musical se ha limitado a cambiar unas cuantas cosas de un tema previamente existente -y, creo, conocido de todos ustedes- e inventarle un acompañamiento adecuado a la melodía resultante. Sirviéndome del Finale Notepad y de mis rudimentarios pero entusiastas conocimientos de solfeo, he escrito la partitura de una pieza que otro compuso antes que yo, y ese programa maravilloso hace sonar la nueva partitura casi, casi como si alguien la tocara en un piano de verdad. Pero al reescribirla la he sometido a una sistemática variación en algunos aspectos importantes. Por ejemplo, les diré que el original no era una habanera. Es decir, que le he cambiado el ritmo. He hecho también otros cambios, pero esos ya los dejo a su buen oído e intuición. Nada tan drástico como invertir el orden de las notas, no se preocupen; en realidad son unas variaciones muy sencillitas, y creo que les resultará bastante fácil reconocer el tema original. 

Así que propongo a ustedes que, si les interesa el juego, me digan:

- ¿Cuál era la pieza original?


- ¿Qué modificación sustancial le he hecho sufrir, además del cambio de ritmo y del subsiguiente añadido/supresión de lo que podríamos llamar notas de relleno?


- Y ya para nota: en los primeros compases mi arreglo ha tratado, probablemente sin éxito, de imitar un pasaje de una pieza musical -no la original del acertijo, otra-. La cita (plagio) se refiere a unas cuantas notas con que la mano izquierda acompaña al tema principal, dispuestas de modo semejante y con el mismo ritmo que ¿qué obra de qué pianista y compositor americano de mi predilección?
 Ahí se lo dejo, pues. Para evitar que el primer acertante eche a perder las oportunidades de los siguientes, y siguiendo el sabio ejemplo del último acertijo de Cigarra, pondré moderación en los comentarios mientras dure el concurso e iré publicando solo los que no acierten -si es que hay alguno-. Suerte, y gracias por participar.