Imagino que, como todo el mundo, los traductores de inglés se pondrán pantalones vaqueros en alguna ocasión. Incluso los que no, seguro que tienen algún trato con esta prenda, tienen hijos o parejas o amigos que los usan, y de vez en cuando tienen que hablar de, o al menos pensar en, pantalones vaqueros. Y, naturalmente, al hacerlo los llamarán así, utilizarán la palabra que en España emplea todo el mundo, desde hace cincuenta años, para referirse a estos pantalones: unos vaqueros.
Pero no es más que un ejemplo de un fenómeno que a mí no deja de intrigarme cada vez que abro un libro traducido, y que me permitiría en muchísimos casos saber que es traducido aunque ignorase el título y el autor. Un fenómeno por el cual muchos libros están escritos en un idioma que solo existe en sus páginas y que presenta diferencias sustanciales con cualquier castellano que alguien real haya hablado alguna vez.
Este “used” suena como un clarín en la conciencia de nuestros traductores, los encabrita notablemente. Acuden diligentes a su diccionario, físico o mental, depende de cuánto sepan (de cuánto sepan de inglés, de español siempre saben más bien poquito). “To use: Soler”. ¡Ah! “Ella solía decir que yo era su amigo”, traducen concienzudos, dispuestos a no ignorar ni un matiz del texto original. Y ya los tenemos otra vez hablando de “tejanos”.
“Soler + verbo en infinitivo”, en español no traducido - en español de vaqueros - es, efectivamente, realizar la acción del infinitivo con frecuencia. Y como el propio pretérito imperfecto ya proporciona, él solito y sin necesidad de ningún verbo auxiliar, ese significado de costumbre o frecuencia, "She used to say me to be..." debe traducirse, ahora sí, como “Decía que yo era...”, y el “solía” sobra por completo.
Y menos mal cuando se limita a sobrar, como en este caso, pero sin estorbar demasiado. Porque “soler”, en realidad, significa hacer con frecuencia o a veces la acción a que se refiere el verbo a cuyo infinitivo acompaña, no hacerla habitual, constante y regularmente. “Suele venir los martes” significa “Viene la mayoría de los martes” o “Casi siempre que viene es en martes”. Pero excluye la habitualidad indefectible. No se dice que “suele ocurrir” de algo que ocurre siempre, matemática e inexorablemente, ni tampoco de algo que ocurre de modo constante, ininterrumpido y permanente. No decimos “Dos y dos suelen ser cuatro”, porque en “soler” va implícita la idea de algo que sucede muchas veces, pero no todas las veces. Ni decimos “Mi hijo suele estudiar Arquitectura” cuando no es que se interese de vez en cuando por la materia, sino que está matriculado como alumno oficial en
Eso a estos traductores no les importa nada, y así todos leemos con frecuencia frases como: “Solía ser amigo mío” o “Solía ir a mi colegio”, en vez de “Era amigo mío” o “Iba a mi colegio”. Y nos tenemos que imaginar al ciudadano declarando su amistad los lunes, miércoles y viernes para negarla los martes, jueves y fines de semana; o haciendo visitas esporádicas al colegio, hombre, Johny, qué te trae tanto por aquí.
Tampoco les importa que el español, al contrario que el inglés, omita salvo en contados casos el sujeto cuando es un pronombre personal. Ellos trabajan un texto inglés, en el que antes de un verbo siempre hay un “I”, un “you”, un “he”, un “she” o un “they”, y su compromiso de fidelidad a ese texto les prohíbe suprimir información tan sustancial como la que dan estos pronombres. Ni les importa que los adjetivos, que en inglés van inevitablemente antes del sustantivo, en español deban ir tras él, salvo en el caso específico y más bien raro de los epítetos. Las manías de los que hablamos español no les incumben. Lo que ellos saben es inglés, por eso lo traducen. Con el idioma de llegada ya nos apañaremos los lectores, que, como no sabemos inglés, podemos ocuparnos de esas tonterías.
Digo que no les importa, no que no lo sepan, y eso es lo que constituye para mí el misterio. Porque aquí no estoy hablando de los innumerables horrores que esas traducciones comparten con otros muchos textos escritos originalmente en castellano. No pienso ahora en los gerundios mal usados, en los “detrás suyo” ni en ninguna otra de las barbaridades comunes que muchos traductores, como mucha otra gente, escribe y dice por simple ignorancia. Todas ellas son espantosas, sí, pero no características de este idioma especial que podríamos llamar “español traducido”, porque desgraciadamente las podemos encontrar prácticamente en cualquier texto, traducido o no.
De lo que hablo ahora, lo que me intriga tan profundamente, son estas otras barbaridades específicas, que a veces no son ni siquiera eso, solo peculiaridades inexplicables, como los tejanos. Las que solo nos encontramos en textos traducidos y que, casi seguro, no tienen nada que ver con el idioma que usan normalmente, cuando no traducen, quienes incurren en ellas.
Si en su vida diaria también hablaran así, si normalmente dijeran “Yo solía ser del Real Madrid” o “Ella solía tener largo su rubio pelo”, lo entendería. Pero no es el caso. Mal o bien, hablan como todo el mundo, saben cómo se habla en español pero, por algún motivo con el que no soy capaz de dar, cuando traducen deciden no usar ese conocimiento y lo dejan cuidadosamente a un lado. Traducen deliberadamente a otro idioma distinto del que hablan, del que se habla. Usan vaqueros, pero ellos suelen traducir “tejanos”.
Les comento este post a mis hijas, y me aseguran que en Cataluña, a los vaqueros les llaman tejanos. Mi conclusión particular es que a los catalanes se les debería prohibir, definitivamente, usar el castellano. Así se acababan los problemas. ¿no les gusta tanto su catalan? Pues que no destrocen el castellano, ea.
ResponderEliminarGenial. He disfrutado mucho leyéndote. Y que conste que suelo hacerlo, pero sólo cuando llevo puestos los tejanos...
ResponderEliminarLlevo media vida odiando el "detrás tuyo", la otra media la viví en Italia. Allí los vaqueros se llamaban, y supongo que se seguirán llamando, blue-jeans, cuya raíz latina queda patente.
Besos
Muchas gracias, Zafferano, yo escribo - poco, como ves - porque disfruto mucho escribiendo, y no puedo imaginar un resultado mejor que reproducir ese disfrute en algún lector. La batalla del "detrás tuyo", y abominaciones similares, está irremisiblemente perdida, pero hay que seguir dándola. En cuanto a los vaqueros, me gusta más la solución argentina, "bluyín". No sé si está generalizada, pero alguna vez se la he leído a Cortázar.
ResponderEliminarCigarra, si lo de los catalanes es verdad, me has hundido medio post. Pero me pregunto: ¿Todos los traductores de inglés son catalanes? Y, como tú bien dices: si es así ¿por qué no traducen al catalán o, si quieren hacerlo al castellano, lo aprenden antes un poquito?
Hola. Vengo porque Miroslaw te ha nombrado y quiero ver lo que cuentas...
ResponderEliminarPara empezar, totalmente de acuerdo con este post.
Por eso desgraciadamente, cada vez leo menos libros que no estén en español. Las traducciones son pésimas, como en las pelis...no es cuestión de saber idiomas para notarlo, basta con que te guste el español para darse cuenta de lo mal hechas que están.
Javier Marías dice que algo tiene que ver las condiciones de trabajo y los tiempos que les dan, no lo dudo, pero eso repercute en el libro y es una pena.
Salud.
He llegado hasta aquí porque un amigo me ha preguntado si yo digo tejanos o digo vaqueros.
ResponderEliminarY digo vaqueros, y escribo vaqueros.
Y soy traductora.
He leído con interés tu entrada y he de decir que estoy de acuerdo contigo en algunos puntos. Es cierto que a diario nos encontramos con malas traducciones pero, en mi opinión, esto se debe a que muchos que saben inglés piensan que están preparados para traducir. Obviamente es importante dominar la lengua de partida, pero más importante aún es dominar la de llegada. Y no sólo eso, también tratarla con mimo y cuidado.
Sin duda pienso que los principales problemas son el intrusismo y la falta de amor por este trabajo.
Lo siento, Sakura. Tienes razón. Uno de mis vicios es el de generalizar. Leo cinco traducciones seguidas que no me gustan y arremeto en bloque contra los traductores. Los hay excelentes, desde luego: pienso, por ejemplo, en Ramón Buenaventura, pero hay otros muchos, cuyos nombres no recuerdo ahora, y que hacen un trabajo fantástico, y a todos ellos les pido disculpas. La retórica es así.
ResponderEliminarYo tampoco querría generalizar, y que no se den por aludidos aquellos que no deban darse, pero lo de los traductores de inglés es tortas y pan pringao si se compara con los que traducen del francés. Que alguien me explique por qué es mucho mas dificil encontrar una buena traduccion del francés que del inglés. Es que hay libros que dan ganas de llorar, la verdad. Hace poco me recomendo una amiga que leyera los "Ejercicios de Estilo" de Raymond Queneau. No puedo decir si me gustó o no, porque la irritación creciente que me produjo el traductor me incapacitó para encontrar la gracia del libro, si es que la tiene. Y reconozco que es un libro dificilisimo de traducir; pues que no lo traduzcan, ea.
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