jueves, 6 de noviembre de 2008

Como todo el mundo


Vainica Doble
- El rey de la casa


Dios me libre de leer el libro de la Urbano sobre la reina. Y Dios me libre de ocuparme en este apacible blog de esa cosa pringosa y de mal gusto que es “la actualidad”. Sentados estos principios generales, y ahora que ya han pasado unos cuantos días, déjenme que les comente lo sorprendido que me quedé al ver que a nadie parecían escandalizar las opiniones de la reina sobre la monarquía hereditaria. Lo que dijo del aborto y de las bodas gays lo ha comentado todo el mundo –¿es que alguien esperaba que le parecieran bien?– pero en cambio no he visto que nadie diga nada del tranquilo aplomo con que defiende el derecho del rey a legar el reino a su hijo con el argumento de que también los republicanos, “cuando son ricos”, dejan a sus hijos sus negocios o sus propiedades. Para esta buena señora España es una propiedad de su marido, una finca. Patrimonio familiar, del que puede disponer con el mismo derecho que yo de mi piso. Semejante muestra de sensatez y de cultura, concepción tan esclarecida del papel de la monarquía por parte de uno de sus titulares, ha pasado casi desapercibida, como lo más natural. Igual es que está en lo cierto. Voy a investigar si figuro en el inventario de la propiedad heredable, entre los enseres.

Lo grave, claro, es que se siga hablando de la libertad de expresión de esta señora, de su derecho a opinar. Como se habló del derecho de su hijo a casarse con quien quisiera, y no solo se habló, sino que se aplicó, y ahí tenemos a la consorte, con todo y esa estúpida Z en mitad del nombre, estigmatizando a la corona –y con ella a España, mientras la una siga representando a la otra– con la misma marca infamante de papanatismo estúpido y hortera con que tantos padres españoles han marcado a sus pobres Vanessas y Joshuas…

Es sorprendente oir tanta insistencia en que los miembros de la familia real tienen los mismos derechos que todo el mundo, justo en boca de los defensores de la monarquía, institución que se basa en que sus titulares NO tienen los mismos derechos que todo el mundo. Si fuera yo el que lo dijera… Claro, que yo lo llevaría hasta el final: que declaren lo que quieran, como todo el mundo, que se casen con quien quieran, como todo el mundo… que cobren un salario normal por un trabajo de verdad, como todo el mundo… que se consigan el puesto de trabajo por méritos propios y no por derecho de nacimiento, como todo el mundo… que no vivan a cuerpo de rey a costa del erario, como todo el mundo… que si quieren ser Jefes de Estado se presenten a unas elecciones, como (más quisiéramos) todo el mundo…

Si han de ser como todo el mundo, que lo sean del todo, abdiquen y venga la República. Mientras sigan siendo reyes, lo menos que se les puede pedir es que se aguanten y no sean como todo el mundo. Que se casen con quien le convenga al Estado, se callen cuidadosamente las estupideces que puedan pensar, procuren molestar lo menos y adornar lo más que puedan (yo los tendría todo el día en corona y manto de armiño, como a las mascotas de los parques temáticos, que es lo que vienen a ser, solo que muy bien pagados) y, sobre todo, que no hagan desagradables ruidillos de succión mientras chupan del bote.

11 comentarios:

  1. ¡Ya me has hecho reir en voz alta en mitad del despacho! Cualquier día me echan y va a ser por tu culpa. ¡Pero es que me he imaginado vívidamente el ruido de "succión del bote", y me ha dado la risa, claro!
    Totalmente de acuerdo en todo lo que dices, por otra parte. Y anda que son pocos, no hacen más que procrear, claro, como se los mantenemos entre todos, vivan las familias numerosas!
    Por cierto, hablando de Pilar Urbano, busca en Google imágenes a Linda Hunt. ¿Has visto el parecido?

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  2. Para mi es tan obvio el sinsentido de esa institución hereditaria que no me ha parecido de mayor interés comentarlo, pero claro, tienes razón, hay que volver sobre lo obvio, qué se le va a hacer, es una obligación penosa por lo reiterada pero obligación.

    Otro asunto que tampoco se ha comentado mucho de los dimes y diretes de esta buena señora es sus opiniones, con una fatua resignación, sobre la libertad de expresión; venía a decir la Sofi que dado tan sacrosanto derecho (versión supuestamente irónica y desde luego monárquica) tenía que aguantarse con que se metieran con ellos: pues sea usted una ciudadana normal, usted y su marido y sus hijos, y entonces, pero sólo entonces acójase al derecho a la defensa de su intimidad frente al de la expresión.

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  3. A mí tampoco me interesa demasiado ocuparme de la actualidad, y menos cuando la actualidad son los comentarios de doña Sofía. Tanto es así que procuro ni enterarme de ellos, y por eso, de los únicos que me entero son de los que escandalizan lo suficiente para que resulte casi imposible no enterarse. Digo esto para que sepas que, como no se han escandalizado de la defensa sofiana de la monarquía hereditaria, pues no me he enterado de que también haya aportado perlas análogas sobre tal asunto. Ahora, gracias tu post, me entero y no tengo nada que añadirte, salvo coincidir de pe a pa en tus opiniones, aunque has de admitir que no es éste un asunto que dé mucho de sí. Y nada más, salvo el tradicional deseo: Salud y República.

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  4. Qué barbaridad! Esperemos que ahora que España está en crisis no se les ocurra empeñarla en el Monte de Piedad! Total...! Me parece tan absurdo que a estas alturas todavía existan personajes como éstos, propios de un museo de cera... Soberanos no, soberana tontería!

    Un besote!

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  5. Qué brillante post! Que Dios le bendiga.

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  6. Hola querido Vanbrugh, vengo para agradecerte tu visita y, de paso, me leí el post.
    La adhesión a la monarquía no se basa en argumentos de la razón sino que es una cuestión de voluntad. Los seres humanos hacemos muchísimas cosas que no se sostienen por las leyes de la razón, nos gusta la arbitrariedad. A mí me da igual que haya reyes o no. Tiendo a pensar que a la monarquía le quedan cuatro días, pero ¡quién sabe!
    Desde luego es muy chocante la comparación de la reina acerca de los derechos hereditarios. A mí no me parece que ningún derecho hereditario se pueda argumentar por medio de la razón, tanto si se heredan posesiones materiales como si son títulos nobiliarios.
    Por otra parte, no creo que de las palabras de la reina se deduzca que para ella "España es una propiedad de su marido, una finca". Pienso más bien que ella está comparando dos derechos establecidos por tradición y costumbre, el derecho de cualquier padre a legar sus posesiones a sus hijos, y el derecho de los reyes a legar el título de rey a los suyos. Por supuesto que una cosa no sostiene a la otra, podría existir una sola o ninguna, pero la reina se defiende así (o eso me parece a mí, que ni siquiera me he leído el libro ni me interesa).
    En qué berenjenal me he metido, por Dios.
    Saluditos,

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  7. Qué alegría verte por aquí, Isabel. Gracias por tu visita. Lo de que España, para esta señora, sea una finca de su marido es una exageración retórica, evidentemente. Creo que ni su acreditada cerrilidad sería capaz de mantener una cosa así. Lo que hace, efectivamente, es comparar dos derechos. Pero lo desatinado de la comparación sigue pareciéndome alarmante. Si uno no es capaz de diferenciar entre el Derecho Público y el Derecho Privado, entre dos instituciones tan alejadas y disímiles como la propiedad y la jefatura del estado, en primer lugar uno no debería ocupar un cargo público. Pero si, por evidentes defectos de regulación legal para el acceso a ese cargo público, uno/a ha llegado a ocuparlo, debe callarse, cuidadosa y prudentemente. Como hasta ahora había venido haciendo. Porque, en eso sí que no he cometido exageración retórica alguna, los reyes NO TIENEN libertad de expresión. En absoluto. A duras penas les concedo la de opinar lo que quieran, pero de ninguna manera la de decirlo. Si quieren seguir siendo reyes, calladitos. Si quieren hablar libremente, abdicación. Al pan y a las tortas, es mucho pedir.

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  8. Supongo que no tienen derecho a opinar sobre nada a excepción de que opinaran que quieren abdicar.
    No termino de entender por qué es tan importante que estén calladitos, por favor, no te lo tomes a mal. Hay que tener en cuenta que ya son unos abueletes (los reyes), y la discreción no es una virtud que suela acompañar a la vejez.

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  9. Trataré de ser breve, Isabel, porque la cuestión no da para mucho más (y claro está que no me lo tomo a mal): la monarquía, que hasta sus partidarios más acérrimos tienen que reconocer como una anomalía desde el punto de vista de la democracia, y una llamativa excepción, por no decir contradicción, del principio constitucional según el cual todos los españoles son iguales y no puede haber discriminaciones por ningún motivo (y aquí se trata de una enorme discriminación positiva por motivos de nacimiento), la monarquía, digo, justifica esta excepcionalidad suya con el argumento de que gracias a ella se encuentra por encima de las divisiones partidistas y ejerce un papel de árbitro que le permite representar a TODOS los españoles más adecuadamente que lo haría, por ejemplo, un Presidente de la República, votado por unos sí y por otros no, y adscrito a un partido determinado. No es un argumento que nunca me haya convencido, pero es el único que hay a su favor y el que con más fervor esgrimen sus defensores. Y para que puedan usarlo con un mínimo de credibilidad, evidentemente, los titulares de la monarquía deben mantenerse escrupulosamente al margen de cualquier división de opiniones entre españoles. En el momento en que dejen de hacerlo así y se inclinen, como cualquier otro ciudadano, por una u otra de las opciones que son objeto de discusión política, pierden el único vestigio de apariencia de justificación del gran conjunto de anomalías que constituye su mera existencia. De modo que insisto: si quieren ser reyes, que no opinen, y, si quieren opinar, que no sean reyes. Personalmente, claro, como deseo que todo el mundo pueda opinar libremente, prefiero con mucho esta última opción.

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  10. Es muy extraño, Vanbrugh. Totalmente de acuerdo con lo que me has explicado, es razonable que los reyes no puedan opinar sobre cuestiones políticas, al igual que no les está permitido votar. Sin embargo no me parece lógico que no puedan expresar ningún tipo de opinión, (el problema ahora es determinar qué es una opinión política, ya que los programas de los partidos incluyen cada vez más cuestiones de tipo moral sustituyendo la ideología) ¿qué deben ser los reyes? ¿una especie de espantapájaros mudos? No hay nada tan políticamente correcto como el silencio, ni nada tan aburrido.
    Que sepas que estoy de acuerdo contigo, es sólo que me divierte hacer de abogada del diablo (la sal de la vida). Y eso de que permanecer callados les otorga la imparcialidad que justifica su capacidad de representar a todos los españoles, ¡menuda chorrada! La imparcialidad es otra cosa, eso otro se llama guardar secretitos.

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  11. Claro que es una chorrada. No hay nada que justifique, en mi opinión, su pretendida representación de todos los españoles. No representan a nadie. Hablo solo de lo que dice la teoría monárquica, porque, al menos ellos, deberían tratar de tener un comportamientio coherente, al menos con ella. No quiero que se comporten de acuerdo con mis ideas -para eso tendrían que abdicar- sino de acuerdo con las suyas.

    ¿Qué deben ser los reyes?- me preguntas - ¿Una especie de espantapájaros mudos? No tengo respuesta para esa pregunta, o solo tengo una: los reyes NO DEBEN SER.

    Espantapájaros ya son, por su propio oficio de reyes. Mudos es lo que yo quiero que sean, por obligación constitucional, en tanto sigan siendo reyes. No respecto de las cuestiones políticas solo: respecto de todo. Si les gustan los Beatles, las patatas fritas o la filatelia, no deben decirlo tampoco. Y como a nadie, ni a ellos, le deseo la mudez, que dejen cuanto antes de ser reyes. Yo creo que está claro, Isabel querida.

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