domingo, 27 de junio de 2010

El jardín



Los Fronterizos - Serenata del 900 (1)


A Marta, que entiende que me pasen estas cosas.

Cuando se tienen seis años un jardín llega a ser tan grande como el mundo. Sobre todo un jardín de la sierra de Madrid, que en unos pocos cientos de metros cuadrados en cuesta acumula senderos, escaleras, cancelas, terrazas, setos, balaustradas de granito, encinas, acequias, porches y pinos en infinitas posibilidades de recorridos en torno a la casa. Un mundo maravilloso en el que jugar eternamente a policías y ladrones -la eternidad es una tarde de verano de la infancia- leer innumerables tebeos o dejar pasar el tiempo charlando y embriagándote de sol y olor a pino.


No llegué a pasar un día entero en aquel jardín y no sé cuántas de mis tardes, no más de dos o tres, supongo, transcurrirían en él. Visitas de un día a la casa que alquiló mi tío en el lejano verano del 64, excursiones desde Madrid a El Escorial para charlar los padres y jugar los primos al aire libre. Sé que nunca entré en la casa, que para mí se limitó siempre a su exterior, una parte más del jardín, su límite y su núcleo: muros de piedra con contraventanas verdes metálicas siempre cerradas y una puerta abierta a un vestíbulo oscuro y fresco, del que salía mi tía con la merienda. Pero el jardín quedó para siempre en mi memoria como el paradigma de los jardines, como la personificación de la sierra, como la quintaesencia de El Escorial. Y también como uno de mis emblemas privados del verano, las vacaciones, el juego, la aventura. La felicidad.


He estado luego en El Escorial incontables veces, y alguna, pasados los años, traté de localizar la casa y el jardín, pero siempre sin éxito. Nunca más lo encontré después de aquel verano. Sus senderos, sus recovecos, sus plantas, sus escaleras, sus terrazas y sus árboles, o más bien mis recorridos de niño que jugaba en el pequeño universo que todo ello formaba, así hurtados del mundo real, cuajaron entretanto en mi memoria como un escenario privado, casi onírico que, como muchos otros, -no sé si a alguien más le pasa esto que me pasa a mí:  los recuerdos, emociones, sensaciones y estados de ánimo me cristalizan en paisajes mentales, de cuya permanente y discreta presencia en mi cabeza soy apenas consciente- me ha acompañado desde entonces, catalizando calladamente, a modo de inadvertido pero luminoso telón de fondo, buena parte de mis pensamientos, sentimientos y vivencias. Buena parte de mi vida.


No es fácil, por eso, explicar mi impresión cuando hace unos días, tras deambular un rato por el laberinto de caminos flanqueados de jardines que se extiende entre la Herrería y el Horizontal, en la falda sur de Abantos, me encontré de repente frente al murete de granito. No era muy alto y tras él se elevaba, ofreciéndose a mi mirada en exacta materialización de mi impreciso decorado mental, todo el jardín en pendiente. Todo estaba allí, idéntico a mi recuerdo, cada escalera, cada seto, cada sendero, balaustrada y árbol colocándose obedientemente en su sitio a medida que mi vista y mi memoria iban constatando su asombrosa coincidencia en un único lugar real, al cabo de cuarenta y seis años de buscarlo cada una por su cuenta.


La casa parecía cerrada y vacía. Me subí al muro y, ya a punto de poner el pie en aquella mágica materialización de mis recuerdos más remotos, caí en la cuenta de que no es conveniente allanar moradas ajenas, por propias que sean en nuestro ánimo; menos aún con mi hijo mirando escandalizado cómo por una vez era yo el infractor. Me contuve, pues, y me conformé con mirarlo desde fuera. Lo rodée y pasé un largo rato acodado en el muro del otro lado, el que dominaba el jardín desde arriba, sumido en la fascinada contemplación de aquella irrupción del pasado, súbita y arrasadora. (Se me revivió, incluso -y me llevó un tiempo identificarla- una leve sensación de ansiedad que sin duda tenía -pero nunca había vuelto a recordarlo conscientemente- aquel lejano mes de agosto: la inminencia de mi primer curso de colegio, que yo sabía que iba a empezar poco después, a primeros de octubre.)


Es muy raro que se produzcan estos encuentros, tan completamente coincidentes y tan inopinados, entre nuestros recuerdos y la realidad recordada. A mí me ha ocurrido, con esta, en dos ocasiones, y en ambas me ha supuesto una experiencia intensa y algo catártica, una especie de aglutinación  y renovación repentinas de la propia personalidad, que tiende a diluirse y a atenuarse al  irse extendiendo a lo largo del tiempo y de improviso se encuentra reunida consigo misma en un momento concreto y olvidado del pasado. No es posible provocarlos, claro. Deben su potencia, su enorme y reveladora capacidad de trastornarnos, precisamente a que son incontrolables, por completo inesperados y muy poco frecuentes. Revulsivos, enriquecedores y, desde luego muy recomendables, si de algo sirviera recomendarlos.

(Imagino que la célebre magdalena no supuso para Proust una experiencia muy distinta de esta mía.  Pero mientras que el sabor y el tacto de unas pocas migas de bollo en una taza de té bastaron para desencadenar en la cabeza de Marcel su prodigiosa búsqueda del tiempo perdido, en la mía la aparición de todo un jardín no ha alcanzado a provocar -en  lo que a escribir se refiere, quiero decir- más que este modesto post. Es duro ver tan patentemente resumida en esa diferencia la distancia que me separa del genio. Mirémosle, no obstante, el lado bueno: esos siete tomos que nos hemos ahorrado todos.)

 * * * * * 


(1) La música elegida no parece tener gran relación con el texto, pero la tiene, y mucha. Es una canción que aquel verano cantábamos incansablemente mis hermanos y yo, traída a casa por nuestra particular y musical Cigarra, que la había aprendido no sé si en el colegio o con las guías. La cantábamos con otro ritmo y con letra ligeramente distinta, sin la menor idea de que fuera argentina. Muchos años después, recopilando con fervor de coleccionista por tiendas de segunda mano viejos vinilos de zambas, chacareras y vidalas, encontré en uno de ellos esta versión de Los Fronterizos, cuyo título no me dijo nada de entrada pero en la que, al oírla, reconocí con sorpresa la casi olvidada canción de mi infancia. Está aquí doblemente indicada, porque fue también alguno de aquellos veranos de los sesenta cuando entró en casa y en mi vida, de la mano esta vez de mi hermano Ricardo, la pasión que aún me dura por el folclore argentino.

Las fotos las he hecho en una visita posterior, más sosegada y ya no bajo los efectos del primer reencuentro. Tampoco esta vez me resolví a invadir el jardín, y tuve por tanto que hacerlas desde fuera. La fotografía nunca ha sido mi fuerte, y no me han salido muy allá. Pero permiten hacerse una idea.

46 comentarios:

  1. Un viaje en el tiempo menos obvio y banal, más real que los consabidos de la SF. Confrontar el fragmento del mundo recordado –un mundo en sí- con él mismo años después, (o reencontrase con una persona a la que se quiso mucho y dejaste de ver, o que te asalte un olor de tu infancia cuando menos lo esperas), tu jardín en El Escorial, todos esos son los verdaderos viajes en el tiempo que la física einsteniana da por imposibles y no lo son, como se comprueba en tu post. Y claro, ese tipo de viajes no le dejan a uno indemne, no logra uno reingresar en la atmósfera del presente sin volver contaminado por aquella del pasado. Somos “Eternautas” de nuestra propia vida. Muy bonito chaval (Me estoy dirigiendo al niño del jardín, no exactamente a ti)

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  2. Yo creo, efectivamente, que las verdaderas "máquinas del tiempo" somos nosotros. Con la poderosa ayuda de algunas músicas y de algunos olores, y la más infrecuente de "encuentros" como este mío, somos capaces en ocasiones de retroceder en el tiempo y, ciertamente, no volvemos ilesos, sino felizmente heridos, -"bienheridos"- afianzados en lo más permanente, lo más eterno -lo más ajeno al tiempo- de nosotros mismos.

    (El niño del jardín está ahora ocupadísimo en algún juego misterioso y absorbente. Le daré tu recado en cuanto esté disponible.)

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  3. ¡Me puedo morir ahora mismo! ¡Has encontrado Villa Almina! Mira que habré dado vueltas por El Escorial buscando aquella casa...!

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  4. Yo no tuve la ocasión de visitar aquella casa. Mientras tú la explorabas, yo andaba ya en otros afanes.
    Me ha sorprendido que no te pareciera, en tu reencuentro, que era todo mucho más pequeño. Al menos no lo reflejas en tu entrañable post. Cuando yo he tenido alguna vivencia similar, desde luego nunca tan intensa, he tenido esa sensación (Villa Margarita, en Comillas....). Te envidio tu capacidad de expresar, y hacerlo bien, lo que sientes. Que te dure.

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  5. ¡Qué encuentro más emocionante y qué bien lo transmites!.

    Me ha encantado saborear este post.

    Un beso, Carmen

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  6. A mí también me ha extrañado que no me pareciera todo más pequeño, Ricardo. Me imagino que se debe a que no he podido confrontar mi visión directa y desde dentro de entonces con otra similar actualizada, me he tenido que limitar a verlo desde fuera y relativamente lejos.


    Este post, Delsa, está directamente inspirado en las magníficas rememoraciones de tu infancia que haces en tu blog, de manera que me siento especialmente orgulloso de que te haya gustado.

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  7. Otro espléndido post, tan cierto, tan bien relatado, tan evocador.

    Algo que nos debe haber ocurrido a tod@s: la búsqueda y el reencuentro con una casa donde pasamos algún verano inocente y feliz de nuestra infancia,(jardín, patio, muros de piedra, persianas verdes cerradas, ventanales, árboles, pinos, ardillas etc.)

    Y qué razón tiene Rirado: ahora todo nos parece que cobra un tamaño 'pequeño'. Creo que es nuestro recuerdo lo que lo magnificó - aparte de que nuestra pequeñez física nos hacía verlo desde una perspectiva 'chica'.

    Qué alegría leerte; cuántos recuerdos no tan remotos agazapados en nuestro cerebro: colores, olores, detalles, rostros... etc.

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  8. Mi infancia me consta que existió pero más por frías pruebas racionales que por mantener esa conexión emocional que en tantas personas ocurre. Apenas guardo recuerdos del niño que fui y los que tengo me parecen de otra persona, como ajenos a mi yo íntimo (sea eso lo que sea). Supongo que esta disociación emocional respecto a mi pasado debe obedecer a alguna compleja patología psicológica; mi ex, por ejemplo, me decía que tenía que hacer terapia para sacar a la luz todos los traumas infantiles que mi subconsciente había enterrado (y yo le contestaba que para qué, si no me molestaban).

    Como indudablemente he tenido infancia y emociones durante aquellos años, debe ser verdad que en algún recoveco del disco duro están los recuerdos. Y ciertamente en algunas (pocas) ocasiones algún estímulo externo ha conseguido disparar esa sensación de revivir escenas pasadas, no como recuerdo ajeno intelectual, sino como vivencia integral, con toda su carga emotiva, como si volviera a ser el niño que fui. Es, en efecto, lo mismo que la célebre magdalena de Proust; así que te entiendo perfectamente. De hecho, en los inicios de este blog, conté una de mis particulares escenas magdalenienses (http://desconciertos3.blogspot.com/2007/09/tintn-fue-mi-magdalena-de-proust.html).

    Por cierto, muy cerca de esa casa en la que jugaste en el verano del 64 está la de una muy buena amiga mía, con un jardín que también habría hecho tus delicias.

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  9. Yo creo, Grillo y Miroslav, que en nuestro cerebro está almacenada toda la información que ha llegado a él desde que nacimos, o quizás incluso desde antes. Como en esas cajas guardadas en los altillos en los que se amontonan cartas de hace años, títulos académicos y otros miles de papeles que nadie recuerda ni sabe dónde están, pero están. Un buen día alguna casualidad nos hace abrir una de ellas y salen a la luz facturas de electrodomésticos desaparecidos hace décadas, cartas de amigos olvidados, boletines de calificaciones de Parvulitos... Nuestro cerebro no tira ni un papel, se limita a sepultarlos en elguno de sus innumerables y enormes desvanes.

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  10. Pues yo mi jardín particular fui a buscarlo hace unos cuatro años a mi tierra natal. Italia. Que, aunque ya no esté en el mundial, es muy bonita... Y me fui a Lavinio, una "villa", como dicen allí, en la que pasé muchos veranos y algún que otro invierno. Nosotros también cantábamos canciones y jugábamos a ser exploradores saltando muros e invadiendo todas y cada una de las villas vecinas. Y las no tan vecinas también.
    Me pasé la vida recordando Lavinio y nunca pensé volver a verlo. Pero mis recuerdos, como tú dices, permanecían intactos. Cada rincón, cada esquina, todos los detalles estaban ahí. Las perspectivas de una mirada de niña, los ángulos, siempre desde abajo, los ruidos, los olores, los colores, y hasta los sabores.
    No sabes, o sí..., lo que supuso para mí el reencuentro con mi infancia (además de muchas lágrimas). Por eso me ha encantado leerte, una vez más. Porque yo también entiendo que te pasen estas cosas.

    Un beso muy muy grande

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  11. Estoy con Vanbrugh, nuestros cerebros no tiran ni un papel, pero...los traspapelan.

    Hagamos votos para que también lo hayan traspapelado las autoridades urbanísticas municipales y autonómicas y siga indemne Villa Almina, porque la belleza, lo tengo dicho, cada vez es más algo que se queda milagrosamente "olvidado" del "progreso" (atentos a las comillas)

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  12. Es la 'memoria remota', (de la que digo algo de pasada en otro post que colgaré pronto.)
    Me parece fantástico. Y fantástico también eso de que nuestra memoria no tira ni un papel.

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  13. Es evidente que me entiendes, Zaffe. Me alegro de que pudieras volver a tu Lavinio, aunque estos regresos pueden dejarnos, si no los manejamos bien, una impresión un tanto amarga: podemos recuperar lo que entonces mirábamos, pero no -o solo durante unos momentos breves y mágicos- nuestra mirada de entonces.

    Un beso para ti.

    Lansky, por lo que pude ver en la zona son mayoría las casas y jardines con aspecto de llevar los últimos cincuenta años sin transformaciones importantes (a Villa Almina, me pareció, le habían añadido una discreta piscinita en lo que yo recordaba como una terraza trasera, nada grave). No sé si esta resistencia se debe a que es una zona de ricos, que tienen ya todo el dinero que desean y prefieren conservar su bienestar de años a ganar más, o a que, por una vez, hay una normativa urbanística sensata velando por la conservación de lo que debe ser conservado.

    Grillo, espero tu post. A mí también me fascina pensar en toda esa información almacenada en mi cerebro. Algún día me haré hipnotizar, o algo así, para tratar de recuperarla.

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  14. Y dale con la jodida magdalena de Proust. ¿Es que no hay otra imagen a la que recurrir? Que sí, que Proust y tú sentisteis lo mismo...
    Lo más conmovedor es como os coméis las pirolas tú y Lansky.

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  15. Hola, Sness. Imagino que era mucho pedir no tener ningún troll. Ahora que ya has dejado tu simpático testimonio, quizás seas tan amable de no volver. Con toda confianza, como si no estuvieras en tu casa. Intentaremos no echarte de menos. Ea, a seguir bien.

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  16. Tranqui, tío, no vuelvo, que si no te da algo. Pero es que te has pasado, ya podías buscar una referencia más original.
    Eso sí, diez a uno a que mañana hay aquí unma nueva listeza de Lansky...

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  17. Pues para lista yo...
    Las magdalenas de Proust no se venden por aquí, pero las de cualquier otra marca también tienen una imagen deliciosa. Hay quien prefiere los churros...! En fin, sea lo que sea, yo siempre repito magdalenas.

    Besote y que aproveches el desayuno!

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  18. Las magdalenas de Proust las venden en el Gadis, pero hay que saber encontrarlas.

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  19. Me imagino que a más de un 'gracioso' cuando se quita los calzoncillos los debe tener como el papel de las magdalenas...

    Vanbrugh, cuéntame qué tal si te dejas hipnotizar 'o algo'... para probar también, a ver qué pasa.
    Yo por ahora me auto sofronizo; (sofrología), una vez que aprendí a hacerlo, y se descansa una jartá.

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  20. Un graciosillo (que rima con Grillo)3 de julio de 2010, 17:01

    Muy bueno, Grillo del Hogar (as usual). Las magdalenas de Proust las venden en todos los supermercados, sección "pedantes poco originales".

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  21. Ya sé que no hay que dar importancia a lo que no la tiene (aunque yo a menudo no predico con el ejemplo), pero ¿no piensas limpiar con lejía?, porque te han dejado varias cacas en el post

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  22. Lo sé, Lansky. Es un experimento. Pido disculpas a mis lectores decentes por no eliminar las cagadas, -y especialmente a ti y a Grillo, a los que os han caído un poco más cerca- pero de momento, y a menos que lleguen a oler muy mal, las vamos a dejar ahí. Rogaría, eso sí, aplicar la vieja máxima de "no echar de comer al troll", hacer como si no estuvieran y ver si se aburren ellos solitos. Disculpas de nuevo a todos y gracias por la colaboración.

    (Si realmente te molestan, por supuesto, no tienes más que decirlo y no las vuelves a ver. La comodidad de mis invitados es más importante que ningún experimento.)

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  23. Has hecho bien en no fumigar después del paso del troll. Los contrastes sirven para valorar mejor las cosas. El hecho de que haya bostas de vaca nunca me ha estropeado el paisaje de Asturias.
    Y no pongas mas músicas de esas que me hacen llorar, que estoy en el curro y se me nota mucho. Mil besos.

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  24. Entiendo lo que quieres decir, Cigarra, y me alegro de que apruebes mi decisión. Pero el ejemplo que pones no me parece adecuado. Las vacas cagan sin mala intención, y sus bostas forman parte del paisaje por derecho propio. En mi olfato, incluso, su discutible aroma se ha asociado inseparablemente al verdor de los prados y al dulce perfume del heno, y lo echaría de menos si no estuviera. No puedo decir otro tanto de las singulares aportaciones de algunos visitantes de este blog; no obstante, de momento las dejaremos ahí.

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  25. Habla el troll, y se revoluciona el gallinero.

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  26. He entrado otra vez tan seguido a tu blog para hacer leer a mi madre tu fascinante post sobre los políticos y de paso, me he leído este post y sus comentarios, al principio sin mucho interés, (con esa sensación impaciente que se siente a veces de "bueno, vale, me miro esto un poco por encima, pero a mí el que me interesa es el otro". Y el caso es que no me ha llamado mucho la atención tu post (quizá soy un pelín joven para sentir tanta emoción por esos reencuentros por el pasado o quizá el pasado es algo con lo que no me apetece reencontrarme). Y después, me he sorprendido muchísimo con los comentarios porque me he visto extrañamente identificada con Miroslav (¡por Dios!, cuántos traumatizados debemos andar por ahí sueltos) y me he sentido asqueada por Grillo, con su arroba de mierda. Sobre el troll, nada que decir, tampoco ha sido para tanto, si parece un troll bueno tipo Shrek.

    Besitos,
    Isabel Vera

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  27. Caramba, Isabel, qué susto me has dado. Al leer tu comentario no recordaba el de Grillo, y he interpretado lo de "arroba de mierda" como "gran cantidad de excrementos". No imaginaba qué podía haber dicho mi pobre amigo Grillo, cuyos comentarios suelen ser amables y oportunos, para merecerte un juicio tan severo. Luego me he dado cuenta de que te refieres -me imagino- al simbolito @ que emplea para referirse a la vez a "todos" y "todas", ignorando sin duda que en español, y mal que les pese a los que prefieren la corrección política a la gramatical, el masculino plural cumple esa función sin necesidad de recurrir a fantasías tipográficas. En fin, sí, es una excesiva claudicación ante la estupidez reinante, pero tanto como para dar asco... Perdonémosle la debilidad en honor a sus muchas virtudes. (A Grillo, digo, no a la arroba de mierda).

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  28. Leyendo cosillas aquí y allá, me divierte mucho lo previsible de las entradas: dime un tema polémico y te diré sin margen de error lo que va a escribir el viejo V. Al que imagino no como Clooney con barba o Connery de papá Jones, sino como David el gnomo en grande (aunque con la minga igual de pequeñita). Me pregunto qué suma de circunstancias, azares, complejos, lecturas mal asimiladas, certezas, culturilla y vivencias han dado lugar a un elemento como Vanbrugh.

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  29. ¡Ja, ja, ja! La expresión "arroba de mierda" entendida como tú al principio es graciosa. No se me habría ocurrido nunca de manera consciente. Y desde luego que no la usaría nunca referida a nada relativo a tu blog ni a tus visitantes. Soy criticona por naturaleza, pero mis críticas no se dirigen a las personas sino a ciertos actos suyos, cuando creo que son estúpidos. Ojalá que Grillo recapacite y vea la luz, sobre todo, si, tal como dices, es buena gente.

    Y por cierto (a todos), supongo que no os afecta lo más mínimo que alguien os acuse de pedantes poco originales, es una bobada que solo os puede causar risa. Precisamente visitar este blog sirve de vacuna contra la pedantería. A mí de los trolls lo que me disgusta no es tanto que insulten al personal como que publiquen como anónimos. Por eso voy a procurar identificarme a partir de ahora con el perfil de google, pa que veas que soy yo.

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  30. Vera, ese "sólo" lleva tilde.

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  31. Isabelilla, no canta ni ná que tu nombre es un pseudónimo...

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  32. Punkera, todos tenemos faltas de ortografía, incluso yo. No tengo ningún problema con eso. No sé a qué "solo" te refieres, pero de todas formas que sepas que está admitido como adjetivo y como adverbio, sin tilde.

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  33. sólo sé que no sé ná (ná de ná)

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  34. La cigarra & la hormiga4 de agosto de 2010, 3:48

    "Has hecho bien en no fumigar después del paso del troll. Los contrastes sirven para valorar mejor las cosas":las dos frases más hilarantes que he leído in such a long time.

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  35. Hey there, Van. Vuelvo de una breve pasadita por la mar. Estupendo. ¿Qué tal vos?

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    Isabel Vera: "Punkera, todos tenemos faltas de ortografía, incluso yo."

    Ese INCLUSO YO... suena al poderío (podría decir prepotencia) propio de la juventud = fantástico.

    'Vera' Isabel: "...(quizá soy un pelín joven para sentir tanta emoción por esos reencuentros por el pasado o quizá el pasado es algo con lo que no me apetece reencontrarme)"

    Sin conocerte me atrevo a sospechar que además de joven como dices, eres también animosa. Espero, deseo, una de dos: que con los años te reencuentres con tu 'pasado' o que aún tan joven te apetezca reencontrarlo. Es tu disyuntiva para elegir a corto plazo; porque hacerse mayor es una realidad para muchos y queda sólo en futurología para bastantes.

    Si esto no te parece bien o decides que te caen mal mis comentarios, no te prives; porque otra de las cosas buenas de la edad es la imperturbabilidad ante algunas críticas halagüeñas o negativas.

    También es cierto que a algunos se nos va un poco la pinza con lo del añaje...

    Tienes un nombre o un nick bien bonito.

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  36. Grillo, a tus años...

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  37. Sí, 'Anónimo', a mis años...

    Ya dije una vez que aunque fui al parvulario con la abuela de dios sigo encantado con la repetición de manubrio y con algunas novedades curiosas del blogueo.

    Tú también a este buen rollito ¿no?. Me alegro - venga o no a cuento. Créeme.
    Un saludo.

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  38. Lo digo aquí porque en los otros blogs me censuran: CC, ¡no te tragooo!!!

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  39. ¡Hola Vanbrugh! He tenido un verano fantástico, ¿qué tal vos?

    Grillo, no era consciente de que me habías hecho el psicoanálisis, ¡y encima gratis! No tengo nada que objetar a lo que dices sobre mí. Lo del sentido prepotente de ese "incluso yo" me ha gustado mucho. Las cosas hay que verlas dentro del contexto, verás, lamento haberte dado la impresión de que soy prepotente, los que me conocen saben que no lo soy casi nada. Sin embargo no está claro que la prepotencia sea mala intrínsicamente (tú mismo lo dices con ese "= poderío". A mí me parece horrorosa pero para otros es lo adecuado, consiste en "hablarles en su propio idioma" e incluso puede que piensen al leer algo así: "¡hey! qué tía tan inteligente, se parece mucho a mí". Como ese comentario era una respuesta a otro que yo consideraba impertinente, en ese contexto, me pareció muy apropiado ese matiz, prepotente, poderoso, chulesco o como lo quieras llamar. Por favor, entiende que no iba dirigido a ti, a no ser que seas el autor de los comentarios impertinentes que pueblan este post.

    No me disgustan tus comentarios, Grillo, me disgusta el uso de la arroba y también las frases tipo "los españoles y las españolas". Entiendo que hayan podido lavarle el cerebro a la gente con poco criterio personal o con una formación muy pobre en lengua española, pero cuando veo a alguien "culto" usar este estilo, me siento desvalida. Entonces, ¿qué?, si me siguen gritando al oído repetitivamente las consignas, ¿las acabaré aceptando yo también?

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  40. Isabelita Vera.

    No problem, de verdad. Sólo pequeños malentendidos o cuestiones de contexto dentro de la brevedad de un comentario bloguero.
    Si de verdad quisiese molestar/denigrar a alguien supongo que lo haría con mala leche - al margen de cuánta razon pudiera tener.

    No es el caso.

    Nunca cuelgas tus propios posts ni tiene 'perfil'. Seguro que serían interesantes y jugosos.

    Saludos

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  41. Pues yo no se si tendrá que ver con la edad, porque me considero bastante jovencilla y tuve esta primavera una experiencia muy parecida, pero menos bonita.
    Soñé con la casa de mi tierna infancia, donde habia vivido toda mi familia desde mamá Mila y papá Lalo, mis tatarabuelos, hasta que se vendió cuando yo tenía 6 años, si llegaba.
    Más tarde casi dibujé la planta de la casa con ayuda de mi hermana que tenía 8 años cuando se vendió. Aunque eramos muy pequeñas conseguimos recordar detalles como el pajarito de tela que colgaba de la lámpara, las baldosas sueltas del pasillo del hostal, el primer escalón de piedra en la escalera de madera, dónde no se podía pisar en el desván porque se hundía el suelo, la mesa del patio que pesaba un quintal, el olor de la hierbaluisa, el rincón del pasillo con un velador y mil detalles más.
    Cometí el error de volver a Aranjuez para ver si era capaz de encontrar la casa.
    Aún sabiendo que la casa ya no iba a estar, que la habian tirado 20 años atrás, me hizo muchísima impresión ver todas las placas de abogados y notarios en una fachada vulgar de ladrillo. Me dió una pena infinita. Quizá tenga razón mi hermana y si hubiera vivido allí más años mis recuerdos o percepciones de niña pequeña se hubieran borrado, pero no puedo evitar sentir rabia al pensar que no podré comprobar nunca si había 2 ó 3 escalones de bajada a la cocina.
    Me alegro mucho de que puedas volver de vez en cuando a visitar Tu jardín, aunque sólo sea desde el muro.
    Clarita

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  42. Tanto hablar de casas y jardines y lo que más rememoras son las pajas que te hacías, fantasmón.

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  43. Mis disculpas, Grillo. Pero la higiene acaba imponiendo sus exigencias.

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  44. Nunca más me habría acordado de aquel jardín, ni de aquella casa si no hubieras puesto las fotos. Es más, mi recuerdo del jardín y de todo lo demás es muy vago, a pesar de las fotos. Pero ¿no fue en aquella casa donde se quedó María José, que era pequeñita, enecerrada en el baño? Nosotros la oíamos desde el jardín, por la ventana. No sé cómo la liberaron al final. ¿Y no fue volviendo de una tarde en esa casa cuando el taxi que nos llevaba a la estación perdió una rueda?

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  45. Hola, Anónimo que no lo es tanto. Es normal que no te acuerdes, tú eras aún más pequeño que yo.

    Sí, fue en aquella casa donde María José, más pequeña aún, quedó encerrada en el baño, y clamaba, en el mejor estilo lírico de la familia: "¿Cuándo, cuándo cuándo saldré de aquíiii?". En cambio el episodio de la rueda del taxi, del que me sorprende que te acuerdes porque es de un verano anterior, no sucedió volviendo de esa casa, sino de la de A. B., el miembro mas prominente de la familia política de nuestra tía J. Si no recuerdo mal, nuestros mayores podrán confirmarlo.

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  46. Este post es ya viejo, pero tengo que entrar otra vez. Me ha gustado muchísimo el comentario de Clarita, y no has acusado recibo. Mª José salió de su encierro porque su hermano Luis entró por una ventana de la habitación, trepando por la fachada. Del episodio del taxi me acuerdo, pero ni muerta podría decir de dónde veníamos. Muy antigua debe ser la fecha si no teníamos coche.
    Y ya que estamos le diré a Saltamontes que es materialmente imposible que la "suma de circunstancias, azares, complejos, lecturas mal asimiladas, certezas, culturilla y vivencias que han dado lugar a un elemento como Vanbrugh" quepan en el infimo caletre de un miserable insecto. Que no intente entenderlo porque nunca lo conseguirá.

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