domingo, 20 de junio de 2010

Lo mejor de cada casa


Lluis Llach - Companys, no és això

No les reprocho que sean chorizos, ni siquiera creo que, como tanta gente afirma, lo sean mayoritariamente. Los hay que roban, es evidente. Probablemente más que en otras profesiones, porque tienen mucho más dinero a su alcance que casi todo el mundo, y muchas más facilidades para disponer de él, bien o mal. Pero estoy seguro de que los hay también escrupulosamente honrados, y hasta puedo admitir que la mayoría de ellos lo sea. El problema, pienso, es que manejan demasiado dinero, con demasiado poco control y con criterios demasiado fuera del alcance de los ciudadanos. Y que ya sé que éticamente no es lo mismo, pero quien emplea estúpidamente el dinero público, aunque no distraiga ni un céntimo, no causa un daño objetivo menor que quien lo trinca por las bravas para su provecho personal.

No les reprocho que sean mala gente, que olviden deliberadamente el bien común o que tengan de él una idea disparatada desde mi punto de vista. De algunos –de muchos, si soy sincero- me resulta difícil no pensarlo, pero es claro que mi criterio no es el único, que existen opiniones para todos los gustos y que hay ciudadanos, muchos, a los que parecen estupendas cosas para mi gusto aberrantes o absurdas; y nada prueba que la razón la tenga yo y no ellos. La cuestión no es tanto que las ideas o las conductas de muchos de ellos no me gusten como que casi ninguno acaba nunca de enunciar unas ideas ni de mantener una conducta que sean consecuentes y razonablemente predecibles, bien de acuerdo con mis preferencias, bien en contra de ellas. La claridad y la coherencia lógica son, probablemente, las cualidades que más aprecio en los comportamientos públicos, incluso aunque persigan objetivos opuestos a los míos, y son, precisamente, las que más echo en falta en los políticos. Parecen rehuirlas, de hecho, con tanto afán como yo las persigo. Ni para hacer lo que yo querría que hicieran ni para hacer lo contrario dan nunca los motivos que yo sería capaz de entender, compartiéndolos o no. Su especialidad, la de prácticamente todos, es decir a la vez una cosa y la contraria -no decir nunca claramente nada- y su pretensión caer bien a la mayor cantidad de gente posible. No hay discurso que más me irrite ni medio más seguro de caerme irremediablemente mal a mí. Para bien o para mal, la impresión que me dan es siempre la de una indefinición aleatoria con la que me molestan mucho más que que si decidida y francamente me llevaran la contraria o me perjudicaran.

No les reprocho que no sean muy inteligentes, aunque temo que pocos de ellos lo son. Estoy seguro de que su trabajo exige una clase específica de inteligencia, la que permite influir en la gente y predecir y dirigir su conducta, de la que yo carezco y que ellos, en cambio, tienen en grandes cantidades; y me libraré muy bien de desdeñarla porque sin duda es muy necesaria para gobernar con eficacia. Pero no puedo evitar pensar que a un gran número de ellos les faltan de modo alarmante las competencias básicas que a los ciudadanos normales nos permiten manejar nuestros asuntos, desenvolvernos en nuestro medio con cierta soltura y desempeñar nuestro oficio con solvencia al menos pasable. A la mayoría no es fácil imaginarlos haciendo otro trabajo útil y remunerado que el de la política, al que tantos parecen haberse dedicado en exclusiva desde su juventud y que, sin embargo, tan pocos hacen ni medianamente bien. En cambio son demasiadas las torpezas manifiestas y las estupideces mayúsculas que a diario les veo cometer desde el Gobierno, los gobiernillos, la Oposición o las oposicioncitas, y que no puedo explicarme de otro modo que atribuyéndoles una capacidad mental significativamente inferior a la media.

No les reprocho que tiendan a ser poco escrupulosos y que no parezcan tener mucho inconveniente en faltar a la verdad y a su propia palabra. Manejan -y tienen que dar la impresión de que controlan- una realidad que en gran medida no conocen ni entienden, compleja, cambiante y considerablemente ingobernable. Quizás sea excesivo, por tanto, exigirles que no se desdigan cuando son los propios hechos quienes les desdicen a diario, sin que por su parte puedan hacer otra cosa que poner cara de póquer y asegurar que eso que ha pasado no ha pasado en realidad, o que es exactamente lo que ellos dijeron que iba a pasar, o que eso que se han visto obligados a hacer es precisamente lo que siempre han afirmado que debía hacerse.

No les reprocho que sean prepotentes, vanidosos y ávidos de poder y de reconocimiento. La responsabilidad de los asuntos públicos me parece un engorro insoportable, que personalmente no asumiría nunca, y entiendo por eso que quienes, al contrario que yo, están dispuestos a echársela encima, lo hagan porque obtengan de ello unas compensaciones que yo ni deseo ni puedo siquiera imaginar. No me gusta el poder, solo hay una cosa que me moleste más que tener que ejercerlo sobre otros y es tener que soportar que otros lo ejerzan sobre mí. Y no me gusta nada, en general, la gente a la que le gusta. Pero comprendo que no es posible organizar una sociedad sin un mínimo ejercicio del poder y que, desde el momento en que alguien tiene que hacerla, es inevitable y hasta deseable que, como cualquier otra tarea, esta quede a cargo de quienes sientan inclinación por ella.


No les reprocho, digo, ninguna de estas cosas, ni alguna otra que se me esté olvidando, porque reprochárselas me parecería tan poco razonable como reprocharle al tigre que tenga rayas o como quejarse de que broten ajos en un campo donde se han plantado ajos, por utilizar la expresiva imagen de mi amigo Lansky.


Quiero decir con esto que los políticos son una casta que se cría y reproduce en un medio muy específico, los partidos políticos. Instituciones, por cuanto de ellas sé, cuyo funcionamiento requiere y fomenta que nadie pueda sobrevivir en su seno, ni mucho menos medrar hasta alcanzar la codiciada situación que permite figurar en las ejecutivas y en las listas electorales, sin las dosis adecuadas de determinadas cualidades entre las que sobresalen esas, precisamente, que no les quiero reprochar. Sin provisión suficiente de vanidad, arrogancia, falta de escrúpulos, desinterés por la especulación teórica, el razonamiento abstracto y la cultura en general, dedicación obsesiva y exclusiva a la propia promoción, obsequiosidad sumisa hacia quien manda, agresividad prepotente hacia quien no, conformismo con lo mayoritario y lo conocido, ostracismo contra las minorías y las innovaciones y despreocupada alegría para gastar el dinero ajeno, por no citar más que las condiciones más importantes, no creo que nadie pueda llegar, en ningún partido político español de ahora mismo, a otra cosa que a militante de base que pega carteles y corea consignas. ¿Cómo voy a quejarme  entonces de que sean como son, si todo el proceso de su selección, formación y promoción parece específicamente diseñado para asegurar que no puedan ser de otro modo?

(Posiblemente piensen ustedes que el post me ha salido excesivamente amargo, que exagero. Y hasta es posible que tengan razón. Ojalá. Si por ventura los hechos vinieran a demostrar que es así, les aseguro que yo sería el primero en celebrarlo.)

34 comentarios:

  1. ¿Largo? Qué va: te quedas muy corto. ¿Exagerado? Yo diría que demasiado ecuánime. Y sí, me temo que los políticos que tenemos, los que "triunfan", son -como no podía ser de otro modo- los que cuentan con las cualidades más adaptadas a ese absurdo ecosistema en el que viven.

    De todos modos, sería cuestión de ir proponiendo algunas medidas que, en vez de premiar tan desagradables comportamientos, los fueran corrigiendo, aunque fuera modestamente. Pero eso es utopía ingenua.

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  2. Hola, Miroslav. Si tú, el hombre ecuánime por excelencia, encuentras que mi post lo es en exceso, entonces es que las cosas están todavía peor de lo que yo creo.

    Proponer medidas: el problema es que son ellos los únicos que tienen en su mano adoptar medidas que corrijan sus propios defectos, y no sé por qué, pero me da que no van a hecerlo. Siento ser tan negativo, pero la que yo propongo es la única a mi alcance: no votar.

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  3. Elije el santo que más te guste, ¿San Jorge, que mataba dragones? Pues tienes más razón que el matadragones. La propia selección "natural" de medrar en un partido selecciona esas 'cualidades/defectos que tu no quieres reprocharles, de ahí que se deban más a sus partidos que a sus supuestos electores, esto es, votantes, como se deben al dictamen de los especuladores mal llamados mercados. Ahora bien...

    Regreso a tu primer párrafo: es preferible a veces robar que utilizar los fondos para lo que estaba previsto, porque, en el caso al que me refiero, es preferible siempre robar que matar, y Roldan levantándose para sus juergas los fondos reservados, reservados precisamente para ejecutar asesinatos de estado, debió ahorrar alguna vida, aunque eso de robarles también a los huérfanos de la guardia civil...

    Por cierto, ya que estamos y aprovechando que nadie nos oye, ¿tú a quién vas a votar?

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  4. Pues me extraña que hagas semejante comparación, alguien que robo nunca puede ser igual a alguien que se equivoca en el cumplimiento de sus funciones. Y me extraña mucho después del post de "deliberadamente obtusos". No hay correlación ni comparación posible en lo que acabas de decir. Y por ponerte un ejemplo simplemente piensa en dos políticos del mismo partido, uno que ha metido la mano en la saca para vivir mejor y otro que el cumplimiento de sus funciones ha errado disponiendo de un dinero público en partidas innecesarias. Creo que al segundo no le gustaría que le compararas con el primero por muy compañeros de partido que fueran. La incompetencia (caso del segundo) nunca es comparable con la delincuencia (caso del primero).

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  5. Si Amaranta, es muy de alabar la eficacia con que asesinaron en cumplimiento de sus funciones, aunque se equivocasen un par de veces y le atizaran al que no es.

    Te lo explico sencillito, para mi y para muchos, asesinar es infinitamente peor que robar

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  6. Lansky: Sí, es posible que el díscolo sinvergüenza de Roldán ahorrara alguna vida, dedicando a inocuas francachelas de putas el dinero destinado a la cal viva. Por eso el probo funcionario Vera le odia tanto, y se siente muy ofendido cada vez que le comparan con él: Vera, salvo algunos arreglillos en la ferretería de su suegro, sí que destinaba escrupulosamente todos los fondos reservados a asesinar, como está mandado. Yo, con permiso de Amaranta, hijo de puta por hijo de puta me quedo con el que no mató ni torturó, que se sepa: el imbécil de Roldán.

    (A tu pregunta privada ya la he contestado en mi respuesta a Miroslav: me temo que, salvo arrebato savateriano de última hora, no votaré a nadie).

    Amaranta, me temo que no has leído atentamente mi post. Hago la clara salvedad de que ya sé que éticamente no es lo mismo y comparo únicamente el daño objetivo que causan quienes roban del erario y quienes lo usan mal. Como contribuyente me da igual perder un millón de euros en la ferretería del suegro de alguien que en la erección de un obelisco conmemorativo de la Vuelta al Mundo por Magallanes. La conciencia del culpable del obelisco estará más limpia que la del yerno del ferretero, pero eso a mi bolsillo le da igual.

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  7. Realmente no pensaba que hablabais de esas partidas. Creía que hablabais por ejemplo de dedicar partidas sanitarias al cambio de sexo o a realizar abortos, cuando a causa de estos gastos y otros se está resintiendo la sanidad en general.

    Esas partidas de las que habláis sí que son comparables, son tan juzgables como las otras.

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  8. Espléndido. Lamentablemente pesimista, amargo pero meridianamente claro, realista, y bastante ponderado en el fondo y la forma, Júbilo.

    Sospecho que, como dices en el paréntesis final, hay pocos indicios de que tengas motivos para celebrar tu visión negativa de unos políticos y unos hechos machaconamente indecentes - por error, dejadez o mala voluntad.

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  9. Pues fíjate, Grillo, que a pesar de mi paréntesis final, que es una mera precaución intelectual, yo no creo ser pesimista. Me consideraría pesimista si atribuyera los defectos de la clase política a error, dejadez o mala voluntad, es decir, a circunstancias fortuitas que habrían podido salir bien pero por alguna clase de mala suerte han salido mal. Pesimista, en resumen, me parece quien piensa que las cosas tienden a salir mal por causas incognoscibles e ingobernables. Pero mi tesis es que las cosas son como son porque están organizadas de manera que no pueden ser de otro modo. El mal -la dañina mediocridad de los políticos- tiene en mi opinión una causa claramente diagnosticable: la dañina organización de los medios por los que llegan a serlo. No hay pesimismo alguno en comprobar que cuando se plantan ajos, salen ajos. Que dejar de plantar ajos, si no son ajos lo que se desea obtener, sea más o menos difícil, es otra cuestión.

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  10. Pesimismo o no... Pesimismo pasivo o activo...
    Te parece entonces que el MAL radica en el modo como llegan a ser políticos/gobernantes. También ahí estoy de acuerdo. (Antes hacía voto nulo, ahora no pienso votar.)

    Supongo que te refieres a que son unos trepas y además prometen lo que no pueden ni saben ni quizás quieran conseguir; lo cual tampoco me parece inteligible, cognoscible.

    Creo que también el sistema electoral es perfectible: la ley D'hont; listas abiertas, etc.

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  11. Solo me queda agregar "de acuerdo" y dejar pendiente la pregunta de que funciona algún otro tipo de sistema político.
    Un beso

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  12. El “Mocus verde” perdió en Colombia, en Polonia la oposición gana por un “Kachinski”, y se podría decir que actualmente los rusos son unos “hijos de Putin”. Dicho lo cual, podría parecer que menosprecio la política, pero no es así. Bromas aparte, creo en la política y sus protagonistas. Sin la política no habrían venido los tiempos de la defensa de los derechos humanos, la conquista de lo que se ha llamado la sociedad del bienestar, y la paz. Lo que creo más preocupante, es que quizás llevamos demasiado tiempo viviendo de prestado, disfrutando de los frutos que otros obtuvieron en el pasado y que nos hemos dormido en los laureles. El otro día oí por casualidad en la televisión, un diálogo escalofriante que se desarrollaba en el tercer mundo entre un marido y su esposa enferma, y que decía más o menos así: - Yo soy pobre, mujer, así que tendrás que aguantar el dolor y si puedes sobrevivir, sobrevive… De golpe, me di cuenta de la enorme trascendencia de eso que llamamos seguro médico, del que nosotros ya gozamos, el que Obama está intentando conseguir, y el que le falta a la mayor parte de los seres humanos de este planeta.

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  13. Querido Júbilo matinal: gracias por un soberbio post que compensa tu pertinaz sequía.

    Me ha encantado volver a encontrar esa asombrosa combinación de compasión por las debilidades humanas e intransigencia más estética que ética ante las que calificas algo así como ¨indefiniciones aleatorias¨.

    Deberías hacer más caso al inefable Pepiño, que espetaba a los populares: ¨Tolerancia, tolerancia: el PP ignora el significado de ese adjetivo¨...

    No sé si lo has hecho a propósito, pero la simple exposición de las fotografías dice ya tanto sobre sus protagonistas.... En la foto de Camps, por ejemplo, sólo veo un traje. Y qué decir del rictus glotón de Blanco, la calculada ambición del casco de Gallardón o la frialdad de la mirada de doña Espe.... Vaya plantel.

    Coincido también en reconocer los procesos en que se fragua la selección perversa por la que estos personajillos llegan al manejo de lo público.

    Salvando las distancias, me recuerda la típica escena en que un conocido te pregunta: ¿Qué harías en mi lugar¨? y tú respondes que nunca podrías estar en su lugar, porque para ello habrías que haber tomado antes una serie de decisiones ajenas a tu forma de ser...



    Y sin embargo, otra política es posible: supongo que mi vivencia en USA de la elección de Obama me devolvió cierta fe en la humanidad.

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  14. Grillo, creo que hay un malentendido muy extendido con la ley del pobre d’Hondt. Él era un honrado matemático, y su ley, a la que convendría no llamar así –dejémoslo en regla- un simple mecanismo aritmético, bastante útil e ingenioso, para asegurar que el reparto de escaños sea lo más proporcional posible al reparto de votos que trata de traducir. Las estipulaciones de nuestra Ley Electoral que no nos gustan nada tienen que ver ni con d’Hondt ni con su regla, vienen de fases anteriores -asignación del número de escaños de cada circunscripción, listas cerradas- o posteriores –eliminación de los que no lleguen a un porcentaje mínimo de votos-. Creo que llamar Ley a su regla matemática, asimilándola así en el subconsciente colectivo con la Ley Electoral que la emplea; y la propia sonoridad rotunda y mnemotécnica del apellido, que a todo el mundo le encanta ser capaz de recordar, han facilitado el equívoco, haciendo que se les eche la culpa de fenómenos en los que no tienen ninguna responsabilidad.


    Hola, Alicia. No soy tan ambicioso como para desear otro sistema político. Me bastaría hacer en este algunas correcciones, fundamentalmente sobre el funcionamiento de los partidos y sobre el modo en que eligen a sus dirigentes y, especialmente, a sus candidatos. Y también, claro, sobre la composición del Legislativo y sobre el sistema electoral mediante el que se designan sus miembros. Pero yo mismo no soy político –Dios lo haga mejor- y no me considero capaz ni de formular sugerencias. Soy solo un ciudadano que constata lo que creo evidencias sobre lo existente.


    Yo también “creo en la política”, Atman. Por eso escribo estas cosas. Y hasta creo en sus protagonistas, entre otras cosas porque pretendo ser uno de ellos. Por ciudadano, quiero decir, no por profesional. Soy muy consciente de las cosas buenas que tiene nuestra sociedad, como la Seguridad Social a que te refieres, y no creo haber escrito nada contra ellas, ni directa ni indirectamente. Solo pasa que no me gustan mucho quienes la dirigen, y trato de averiguar a qué se debe el que sean mayoritariamente tan poco de mi agrado.


    Hola, Raleigh, mi pirata favorito. No sabes qué alegría me da cada aparición tuya por esta tu casa.

    Ya sabes que la ética y la estética me parecen indisolublemente unidas. No porque crea, como Aranguren, que sin ética no hay estética, sino porque creo exactamente lo contrario: que sin estética no hay ética. Hay cosas que, antes de llegar a merecernos ningún juicio ético, nos dan directamente un asco puramente estético.

    A cuento de lo cual nos viene muy bien el señor Blanco. No conocía esa frase suya, pero le retrata. Quizás haya quien crea que decir que “tolerancia” es un adjetivo no es especialmente grave, pero para mí resume muy eficazmente la enorme gravedad de los defectos del sujeto en cuestión.

    En cuanto a la elección de fotos, algo la he cuidado para obtener ese efecto que dices, sí. Pero no me ha costado mucho trabajo. A falta de otras virtudes, estos individuos son bastante transparentes y van posando de sí mismos las veinticuatro horas del día. Casi basta con hacerles una foto para conseguir una foto “malvada”.

    Lo de Obama no estuvo mal, sí, y me gustaría que aquí pudiera suceder algo parecido. Pero no olvidemos el papel que el dinero juega en las elecciones USA. No olvidemos que Obama no estaría ahí sin el apoyo de quienes lo han puesto, ni durará mucho tiempo ahí si no hace lo necesario para seguir teniéndolo.

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  15. Joder, Vanbrouh: me aclaras lo de la regla del tal D'hont.
    Tienes razón, nunca lo había considerado así.

    Siempre he sido desastroso para las contarriñas de la 'mates'y no se me había pasado por la cabeza que ese reparto podría estar cargado de buena intención.

    Ya he comentado por aquí que no soy apolítico porque eso es una bobada, es imposible, un escudo, un tapujo hipócrita y cobardica; pero creo necesario añadir que mi juicio político es tan peculiar, tan individual como la piel o el aliento.
    En cualquier caso tengo el corazón político tan del lado izquierdo como el corazón anatómico (que no está TAN a la izquierda como la gente suele creer.)

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  16. Qué está pasando últimamente con los embutidos? Lansky con las salchichas, tú con los chorizos... Yo me quedo con el jamón serrano, que tiene muchas sales minerales.

    Un beso muy grande...

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  17. Es una inquietud por la industria charcutera que está en el aire, Zaffe. Cada uno le damos salida a nuestra manera.

    Y no vayas a creerte, algunos de estos chorizos son también muy salados...

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  18. Esta mañana veo en la lista de blogs habituales de mi blog que aparecía un nuevo post tuyo (de hecho, ahí sigue, como podrás comprobar). ¿Cómo? Me asombré, Júbilo publicando con sólo tres días de diferencia; algo grave le debe estar pasando, me alarmé. Pero no, cuando todo aprensivo yo pincho el enlace, llego de nuevo a este post. Ya no sólo tenemos gatillazos urinarios, sino también blogueros. Ay, ay, que nos hacemos mayores.

    En todo caso, quedo a la espera de ese post jardinero que (te has delatado) ahora sé que tienes en la cocina.

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  19. Vaya por Dios. Estaba haciendo experimentos y se me disparó no sé por qué el misil que guardaba en la trastienda. Lo paré a tiempo, pero no de evitar el chivatazo en al menos tres blogs que tenéis la amabilidad de incluir el mío en vuestras listas de novedades.

    Lo tenía programado para el lunes 5, pero en vista de la filtración lo adelantaré al lunes 28. Va contra mis principios publicar en viernes.

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  20. Miroslav,

    ¿un gatillazo urinario...? ¿Disuria?

    A ver si sé poner en mi blog los nombres de todos los otros (vuestros) que visito.

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  21. Grillo, puedes encontrar más detalles de los puntuales (más bien impuntuales, en realidad) desarreglos mingitorios del Sr. Panciutti en este esclarecedor documento.

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  22. ¿Amargo el post? Quizá, pero mientras lo estaba leyendo estaba pensando "qué mesurado, qué suave, qué poco agresivo en comparación con lo que a mi me suscitan todos estos títeres de las multinacionales, el FMI y el Banco Mundial, que en el fondo no son otra cosa"
    Bravo, esplendido post, que voy a recomendar ahora mismo en mi blog.

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  23. Por no mencionar la oportunidad de las fotos, y lo bien colocados que están los párrafos en relación con las imágenes.

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  24. Tu post refleja lo que muchos sabemos. Acabo de leer un libro (extenso libro), obra de AYN RAN, escritora de origen ruso pero americana, que en 1957 (fecha de publicación de la obra) ya realizaba una magnífica panorámica de la clase política, en una situación temporal imaginaria, pero muy real. Si prescindimos de aspectos excesivamente propios del capitalismo salvaje, hay muchos conceptos que se vierten que hacen pensar, y mucho.
    Se lo recomiendo a todo el mundo, al margen de no compartan esta filosofía racionalista que se destila en la obra.
    Arsvocis

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  25. Muchas gracias por la recomendación, Cigarra. Ya sabía yo que la foto de tu adorado Gallardón, al que tanto favorece esa cosa que se ha puesto en la cabeza, colocada junto al párrafo en el que se habla de la poca inteligencia de los políticos y de su aparente incapacidad para hacer de otra cosa que de políticos, te iba a llegar derecha al corazón.

    Bienvenido, Arsvocis, y gracias por tu comentario. No he leído nada de Ayn Ran y te confieso que lo que acabo de encontrar sobre ella en la Wikipedia no me la ha hecho muy apetecible. (Alguien que le gustaba mucho, al parecer, a Alan Greenspan no es fácil que me guste mucho a mí.) En cualquier caso me da la sensación de que su crítica era más radical que la mía y se dirigía a cambiar la propia idea del Estado. Yo soy más modesto, me conformaría, como le contestaba líneas arriba a Alicia, con cambiar algunas características de sus representantes.

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  26. Ya están hechos todos los elogios que tu post merece. Me sumo a ellos y no tengo nada más que añadir.
    Bueno, Sí. Darte las gracias por la hermosa canción de Llach que lo acompaña.
    Para que todos la aprecien en lo que vale, os copio la letra. Por cierto, no estaría mal una traducción de las tuyas para el público en general. Y no es porque no entienda el catalán (ya sabes que duermo a diario con un ampurdanés con el que hablo en la intimidad…) pero es que me gustan tus versiones.

    NO ERA AIXÓ
    No era això, companys, no era això
    pel que varen morir tantes flors,
    pel que vàrem plorar tants anhels.
    Potser cal ser valents altre cop
    i dir no, amics meus, no és això.

    No és això, companys, no és això,
    ni paraules de pau amb garrots,
    ni el comerç que es fa amb els nostres drets,
    drets que són, que no fan ni desfan
    nous barrots sota forma de lleis.

    No és això, companys, no és això;
    ens diran que ara cal esperar.
    I esperem, ben segur que esperem.
    És l'espera dels que no ens aturarem
    fins que no calgui dir: no és això.

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  27. Hola, Alas. Con gusto lo traduzco, desde luego, aunque es fácil de entender y seguro que tú lo harías mucho mejor. De lo que no me siento capaz es de hacer una versión cantable; es demasiado seria la canción para que me atreva con ella.

    No era esto, compañeros, no era esto
    por lo que murieron tantas flores, por lo que lloramos tantos anhelos.
    Quizás tengamos que ser valientes una vez más
    y decir: no, amigos míos, no es esto.

    No es esto, compañeros, no es esto,
    ni palabras de paz con garrotes
    ni el mercadeo que se hace con nuestros derechos,
    derechos que son, que no hacen ni deshacen
    nuevos barrotes en forma de leyes.

    No es esto, compañeros, no es esto.
    Nos dirán que ahora hay que esperar.
    Y esperamos, ya lo creo que esperamos.
    Es la espera de los que no nos detendremos
    hasta que ya no haga falta decir: no es esto.

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  28. ¡QUÉ OPORTUNA LA CANCIÓN, AHORA CON LA SENTENCIA DEL ESTATUT RECIÉN PARIDA!

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  29. ¡Qué oportuna ahora la cancioncita, con la sentencia del Estatut recién parida¡ O con la reciente parida del Estatut o con la parida de sentencia.
    Digo yo que ya les vale a los del TC. Cuatro años para dictar semejante bodrio que cualqueir juez con un mínimo de sentido común habría hecho en un par de días.

    A esos los quería ver yo pasando treinta juicios a la semana y sin coche oficial.

    Pero es que son, también, lo mejor de cada casa.

    En este caso la casa del "Joder Judicial"(*).

    (*) sic: BOE 14 de septiembre de 1984

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  30. Cuando oigo hablar de la independencia del Poder Judicial, Alas, me da casi tanta risa como cuando me entero de que las FA de FIFA y UEFA corresponden a Fútbol Amateur. Tan independientes los señores del TC como amateurs las estrellas de nuestra liga, lo mismo. Lo peor de nuestra casta política es, efectivamente, que consagra sus defectos como virtudes y los contagia y los extiende al resto de la sociedad. Lo de los políticos es el cáncer, lo de sus ahijados judiciales una de las numerosas metástasis.

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  31. Has escrito una joya retórica, un discurso perfecto desde el punto de vista de la elocuencia y desde todos los demás puntos de vista que se me puedan ocurrir. Un texto que explota al máximo el principio de enseñar deleitando que se codearía sin ningún menosprecio con los discursos de los mejores oradores que hayan existido. (Porque yo me lo imagino en voz alta y ante un público aplaudiente, aunque ya sé que tú no.)

    Lo que dices de la mediocridad me sugiere muchas cosas que no tengo tiempo de desarrollar ahora (aparentemente, ni ahora ni nunca), pero que se resumen en una frase que me gusta mucho "a little knowledge is dangerous". Y una que añado yo de mi cosecha: la estupidez es mucho más peligrosa que la maldad sin más.

    Admirada,
    Isa

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  32. Te aseguro solemnemente, Isa, que me gratifica mucho más un comentario tuyo como este, por ejemplo, que los aplausos enfervorizados de ningún público, de los que quiera Dios librarme muchos años. Muchas gracias por tu comentario y por la alegría que me da siempre verte por aquí.

    Siempre he pensado, yo también, que la estupidez es mucho más dañina que la maldad. Aunque solo sea porque, como decía creo que Ortega, el malvado, a veces, descansa. Y, sobre todo, porque el malvado actúa por propósitos discernibles, sigue un camino que es posible prever y esquivar, y a veces hasta aprovechar; mientras que el asolamiento que el estúpido siembra a su paso es completamente aleatorio y no hay modo de precaverse contra él.

    Y sí, uno de los mecanismos más peligrosos mediante los que actúa la estupidez es ese "little knowledge" del que hablas, orgullosísimo de ser knowledge y perfectamente ignorante de su pequeñez. Esa dañina cultureta de bolsillo, por ejemplo, que permite a nuestros políticos y a sus secuaces más fervorosos creer -erróneamente, desde luego- que no son analfabetos.

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  33. Todo esto que tú explicas de una manera tan completa y matizada, con tanta moderación, para mí se resume en el principio de que cualquiera que desee aunque sólo sea un poco de poder, por ese mismo y único motivo no es digno de ostentarlo. El poder es una responsabilidad tal y una maldición tan ingente que sólo lo pueden querer los que son tan tontos o tan ingenuos que nunca serán capaces de ejercerlo dignamente o los que son tan sinvergüenzas y desaprensivos que es mejor que estén en la cárcel, o por lo menos lejos del poder.

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  34. Entiendo tu postura, Anónimo, a mí me pasa algo parecido. No me gusta nada la gente a la que le gusta el poder, y no por manía irracional, sino porque, casi invariablemente, ese gusto va naturalmente asociado con determinadas características personales que me parecen bastante detestables. Pero, objetivamente, hay que reconocer que no puede organizarse la convivencia civilizada de más de cincuenta personas, -y eso siendo optimista, y siempre que se trate de cincuenta personas bien elegidas- sin que se haga necesario que alguien ejerza alguna clase de poder. Y una vez que alguien debe hacerlo, no parece razonable imponérselo a los que no lo desean, aunque la verdad es que sería bastante bueno poder vetárselo a los que sí...

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