jueves, 31 de mayo de 2012

Hoy disparatamos sobre... arquitectura


La arquitectura es la única arte que se nos impone. Puedes no ir a ver el cuadro o la escultura que no te gustan, no leer el libro que no te apetece o no escuchar la música que detestas, pero no puedes dejar de sufrir el edificio horrendo que han plantado en tu ciudad. Es, claramente, una imposición –la de ver, quieras o no, la ocurrencia del divo de turno– y, lo que es peor, un expolio –el de "tu" paisaje anterior a la tropelía, el de "tu" ciudad de toda la vida– frente a los que no tenemos ninguna defensa. Porque las únicas existentes –las reglamentaciones urbanísticas, las ordenanzas de edificación, esas cosas– además de ser insuficientes, frágiles y precarias, están en manos de los políticos, aún menos dignas de confianza que las de los arquitectos. Comprendo que hay problemas mucho más graves e injusticias mucho más sangrantes, pero yo esta la llevo muy mal.

Creo que el principal problema de la arquitectura viene del deseo inmoderado de ser genial que aqueja a todos los arquitectos, así acaben de recibir el título. Todos quieren diseñar obras maestras y rompedoras, todos han recibido la inspiración divina, todos se creen llamados a ser quienes reinterpreten, reaviven, iluminen y, por decirlo en corto, jodan irreversiblemente el afortunado pedazo de mundo que será emplazamiento de su obra genial, (y al que no se lo parezca así, que le vayan dando, que para eso los arquitectos son ellos). Muy pocos se proponen, modesta y artesanalmente, contribuir a la creación del bien colectivo y público que es la ciudad –que yo considero el habitat natural del hombre, dicho sea de paso; por lo que es, además, un bien imprescindible y de primera necesidad–.

(Uno de los mejores arquitectos que he conocido en persona alardeaba de no ser más que un albañil ilustrado. Otro gallo nos cantaría si más arquitectos renunciaran a ser Dios y se ciñeran a este modesto y útil papel.)


El aspaviento metalizado de Gehry en Bilbao, por ejemplo, no está mal como escultura, pero considerarlo arquitectura solo porque han aprovechado que era muy grande para meterle cosas dentro me parece a todas luces una exageración. La arquitectura, en mi opinión, supone una ordenación racional de espacios y volúmenes basada, fundamentalmente, en el uso y la función, de la que el Guggenheim no solo carece, a mi juicio, sino contra la que atenta violentamente.

En fin, al menos este no estropea el paisaje urbano. Por lo poco que recuerdo de cómo estaba antes la zona, lo mejora notablemente. No así la que juzgo monstruosidad imperdonable perpetrada por Moneo en la desembocadura del Urumea, el Kursaal de San Sebastián, que me parece el paradigma de los atentados urbanísticos. En una sociedad tan acostumbrada a la violencia y a la imposición como la donostiarra ha sido aceptado con una docilidad lamentable. Yo lo apedrearía sin un titubeo, si consiguiera secuaces en número suficiente. Pero la compulsión identitaria tiene estas extrañas consecuencias.


(Recuerdo de mi remota infancia el antiguo Kursaal, tan decimonónicamente cursi, tan adecuado a la cursilería decimonónica –¡espléndida!– del resto de la ciudad; y la visión del engendro acristalado que lo ha sustituído me corta la respiración y me asoma lágrimas a los ojos. Gros –creo que ya nadie lo llama así– me parece yacer semi aplastado, asomando sus pobres restos bajo el pisotón de la mole. Para mí es una zona devastada. Pero qué se le va a hacer, parece, como digo, que hay hasta a quien le gusta. Yo lo celebro. Como no soy nacionalista, a mí no me consuela que el sufrimiento se socialice.)


Hablando de nacionalistas, si he sacado a colación en este asunto la compulsión identitaria es porque no han sido ni dos ni tres, sino muchos más, los donostiarras que me han confesado que el nuevo Kursaal, a su juicio, "da carácter" a la ciudad, y, aunque no han sido capaces de mencionarme ni una virtud más del edificio, parecían encontrar que esa es suficiente. Al oírlos uno saca la impresión de que les satisface ser "diferentes", aunque la diferencia consista en una enorme verruga en la nariz. (He visto verrugas menos feas que los prismas de Moneo). Es, desgraciadamente, bastante esperable: una sociedad que lleva los últimos cincuenta años aleccionada en las virtudes supremas de ser diferente, aún a precio de terror callejero y de envilecimiento colectivo, es probablemente más proclive que otras menos castigadas a aceptar la erección de aberraciones cristalinas como forma alternativa, menos cruenta que el acoso y asesinato de convecinos, de alcanzar la deseada singularidad.

El nacionalismo, que no tiene más que ventajas.

(¿Cómo haré yo para acabar siempre hablando de lo mismo?)

69 comentarios:

  1. Ay, Vanbrugh, te pierde tu vehemencia, aunque también es un factor que hace atractiva y polémicas tus opiniones. Contradigámoste, pues, pero matizadamente.

    Primero eso de que "la arquitectura es la única arte que se nos impone". ¿Acaso es la arquitectura, per se, un arte? Por más que en la taxonomía clásica así se considerase, su adscripción genérica a este escurridizo concepto (véanse discusiones en el blog de Lansky) me parece a estas alturas bastante aventurada, anacrónica quizá. En todo caso, hasta la revolución industrial, sólo eran "arquitectura" los monumentos (y, por tanto, sólo respecto de ellos se podía predicar de arte), nunca la arquitectura "doméstica", la que conformaba (y sigue conformando) el 90% del patrimonio edificado de las ciudades. Te recomiendo el libro que puede que leyeras en tus años de la ETSAM (porque estaba de moda por entonces) de Aldo Rossi, la arquitectura de la ciudad. Claro que este matización no ataca a tu argumento porque, precisamente, los dos ejemplos que citas, ambos vascos, son eso, monumentos. Pero, ya puestos a lamentar la imposición (de algo feo, se entiende) de la arquitectura, más lamento yo la destrucción de prácticamente la gran mayoría de los inmuebles "indiferenciados" que constituían la base de nuestras ciudades y que, aunque sólo sea por cantidad, son mucho más relevantes que los monumentos. Y, sin embargo, esa imposición continuada, discreta (sin las algarabías de las declaraciones políticas) e implacable en muy poca medida puede explicarse por la pretensión de genialidad de los arquitectos, sino, más bien al contrario, por el servilismo de éstos a un fenómeno que se "disparató" en España a partir de los sesenta y se llama especulación inmobiliaria. Poderoso caballero es don dinero.

    Que la arquitectura, sea o no arte, se nos impone es obvio, ya que al fin y al cabo sus "productos" son uno de los elementos del espacio público, aunque sólo sea en su función de fachadas escenográficas, al estilo de los decorados de cartón piedra cinematográficos. Pero también se nos imponen los restantes elementos de ese espacio urbano y muy en particular los que constituyen la urbanización, que en cambio no forman parte del concepto tradicional de arte. Piensa como han cambiado (para bien) muchos barrios de nuestras ciudades con actuaciones sobre estos elementos y sin tocar la arquitectura. Igual que pienso que es la edificación "indiferenciada" mucho más importante que la de los "monumentos" en la calidad perceptual y vivencial de la ciudad, también creo que hace más por ésta la urbanización que la arquitectura. Me vienen a la cabeza barrios no centrales de muchas ciudades alemanas, cuya arquitectura es bastante anodina (por no decir fea), pero pasa completamente desapercibida gracias a una generosidad envidiable en el diseño del espacio público: amplias aceras, maravillosos árboles, etc.

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  2. Pero vayamos a los "monumentos", que tanto el Guggengheim como el Kursaal lo son. La función urbana de los monumentos es a mi entender ser hitos referenciales en la legibilidad de la ciudad (la exageración de esta concepción se alcanzó con el urbanismo barroco). Cuando a un arquitecto le encargan construir un monumento, y esto es así desde los babilonios, le están pidiendo expresamente (aunque sea de forma implícita) que haga algo que "rompa" la uniformidad de la morfología urbana, de hecho le están pidiendo que sea lo más genial posible. Es verdad que se juntan el hambre y las ganas de comer (no voy a negar que parece consustancial a la profesión tender a considerarse dioses, aunque afortunadamente va decayendo), pero me parece exagerado y algo injusto cargar todas las culpas sobre los hombros de mis colegas. Repasa la historia de cuantos monumentos arquitectónicos quieras, a lo largo de la historia y del planeta, y comprobarás que siempre se exigía al proyectista "ser genial" y, con frecuencia, que se cargara lo que ahí había hasta entonces. La cuestión para mí no es pues si los arquitectos pretenden ser geniales cuando se les encargan monumentos, pues por definición un monumento tiene que ser en sí mismo un objeto "rompedor", el contrapunto que sirve de referencia la melodía urbana. Más interesante me parecería discutir si la ciudad necesita monumentos (yo creo que sí) y en qué proporción y medida (y a este último respecto sí que probablemente coincidiéramos en la valoración de los excesos cometidos en nuestro país durante las últimas décadas).

    Me apetecería referirme a más asuntos, pero temo que Lansky me regañe. En todo caso, como ya sabes, a mí me gusta el Kursaal (y el Guggenheim), en sí mismos y en su aportación al paisaje urbano. Pero me parecería bajar el nivel de tu post llevar la discusión a preferencias estéticas, máxime porque, también casi por definición, los monumentos han sido siempre polémicos en el momento de su erección y lo habitual es que a la mayoría de los contemporáneos les horrorizasen. No tiene mucho sentido desde la óptica urbana (aunque sí, desde luego, desde la historia sentimental de cada uno) comparar lo nuevo con lo que antes había. A la larga, la evolución de la ciudad dirá si el monumento se convierte en parte consustancial de la misma o es un parásito. También yo, que soy donostiarra y de Gros, recuerdo el viejo edificio por el que pasaba antes de cruzar el Urumea por el puente del Kursaal (entonces no se llamaba de Zurriola) para ir desde el Pseo de Colón (casa de mis abuelos) a la parte vieja de San Sebastián, pero piensa que lo derribaron en el 73: ¿haberlo reconstruido, quizá?

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  3. Me he pasado, lo siento, pero es que me has tirado de la lengua. Escribiré trescientas veces en la pizarra de los Simpson que debo mantener a raya mi verborrea. En fin, te animo a que te vengues poniéndome algún comentario en mi blog, que ya veo que te conectas desde tu casa.

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  4. Página recomendable
    http://www.calatravatelaclava.com/

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  5. No hay tal comentario de Vanbrugh, Lansky... Hay un post.

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  6. Es temprano, he trasnochado, vi arquitectura y el post de un amigo, supuse que era el de Miros...mis diculpas.

    No estoy de acuerdo completamente con ninguno de los dos polemistas V. vs M.. Los arquitectos me tienen muy harto tanto por exceso como por defecto, probablemente porque al revés que el común de las gentes, soy muy sensible a sus tropelías y, más raramente, a sus bellos y/o funcionales aciertos.

    O sea, tal como están las cosas mi arquitectura favorita, o sostenible, como dice el 'mantra' de moda es la que no se hace, la que no se construye y, sobre todo la que no se 'apropia' de entornos privilegiados con sus cagaditas ególatras, sean esos entornos los que sean, urbanos o rurales, porque me sobresalta un nuevo cubo cristalino en la Plaza del Obradoiro (¿aún no lo hay, ¿verdad?) o
    en una playa virginal de Almeria. Es decir, soy aún más conservador en este aspecto que el Principe Carlos de Inglaterra, que sólo le gusta la arquitectura eduardiana o vistoriana, conservador s.s.

    Ahora bien, no me gustan las ciudades disecadas, taxidérmicas, y me encantan que sean palimpsestos de diversas épocas, he aqui lo ampliamente contradicotrio que soy. La arquitectura se impone, sí, se NOS impone, pero la mejor creo que es a veces muy discreta.

    (V. No sé porque no actualiza tu margen de enlaces mi nuevo post???)

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  7. Cigarra: A Calatrava lo sufrimos a principios de los noventa en esta islita maltratada. Tuve el honor de conocerlo, ya que entonces trabajaba en el servicio del Cabildo que llevó los encargos de sus dos proyectos tinerfeños (que luego "repetiría" ampliados en Valencia). El tipo es a los arquitectos como el funcionario que refleja en su comportamiento y actitudes todos los tópicos de los chistes de funcionarios. Tiene una vanidad más monumental que sus "monumentos" además de ser, a mi juicio, mal arquitecto. Encaja perfectamente y con creces en la acusación genérica que hace Vanbrugh en este post a los arquitectos. Pero, claro, con esto de los tópicos de los arquitectos ocurre los mismo que con los de los funcionarios, y me remito a un post de Vanbrugh al respecto.

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  8. Tras leer los comentarios, creo que la distinción histórica de Miros en el sentido de que la arquitectura solo incluya los monumentos o bien todos los edificios es muy relevante y pertinente: aclara mucho, así como el comentario de que los nuevos monumentos no suelen gustar al común de sus contemporáneos (aunque eso mismo suele pasar con cualquier imnovación: en literatura, en pintura, etc.). Al respecto, recuerdo una viñeta de Asterix en la que este y su inseparable Obelix miran ocultos en el bosque como los malditos romanos construyen un viaducto sobre un río encajado; el comentario de Asterix es algo así como 'estos malditos romanos, destruyendo nuestro hermoso paisaje galo...'

    Lúcido y apropiado Uderzo, el problema es que a menudo, 'los malditos romanos nos joden, en efecto, y a todos los efectos, el paisaje. In ilo tempore...

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  9. En primer lugar, Miroslav, olvida cualquier consideración acerca de si te has pasado. Cuantos más comentarios y más largos, más contento me pongo. Y si son tuyos, más aún.

    La vehemencia no me pierde, me mueve. Si no fuera vehemente, no tendría un blog. Y esta vez ya desde el título anuncio -como si hiciera falta- que voy a disparatar. Disparatar es mi forma de pensar. Luego ya estais los comentaristas para atemperar o acentuar el disparate de arranque, según gustos.

    Efectivamente, la bendita palabra, "arte" confunde y complica la cuestión como suele hacerlo allá donde aparece. En mala hora la usé, con la manía que le tengo. Olvídala, cambia la frase. "La arquitectura es la única... como prefieras llamarla... que se nos impone." Hecho. Lo que me irrita es que se nos imponga, aunque lo sé inevitable. Que sea o no arte, es decir, que alguien quiera o no llamarla así, me resulta irrelevante. Y, por cierto, que resulte siempre tan difícil establecer qué es arte y qué no -al contrario de lo que dice Lansky, el criterio de que se trate o no de un "monumento" no me resulta especialmente útil- a mí me parece un claro síntoma más de la confusión e inutilidad intrínseca del propio concepto de "arte". Otro día disparataré sobre eso.

    Pero tienes bastante razón, claro, especialmente en todo lo que se te puede dar sin quitármela a mí. Fundamentalmente acepto dos matices: ni todos los problemas de la arquitectura están causados por la vocación de "genio" de los arquitectos, ni de esta vocación son los arquitectos los únicos culpables. Se les fomenta y se les jalea, de hecho incluso se les exige y, lo que es peor, se les paga. Dígalo si no la instructiva página sobre Calatrava que nos enlaza Cigarra (Gracias).

    "No tiene mucho sentido desde la óptica urbana comparar lo nuevo con lo que antes había", dices. Vale. Pero hay un criterio elemental, reñido desde la base con la vocación de genialidad rompedora, sea esta culpa del arquitecto o de su patrono político, que es el de respetar el entorno. Muy interpretable, desde luego. Pero cualquier interpretación que permita construir el Pepinillo de Foster en plena City, o la pirámide de cristal en medio del patio del Louvre, o el engendro de Moneo en la playa de Gros, a mí más que interpretación me parece burla sangrienta, del respeto al entorno y, de paso, de los ciudadanos. Qué le voy a hacer. Por eso hago mía por completo la frase de Lansky: "mi arquitectura favorita es... sobre todo la que no se 'apropia' de entornos privilegiados con sus cagaditas ególatras". Amén. Eso es, exactamente, lo que quiere decir este post. En algo teníamos que estar de acuerdo el príncipe Carlos y yo. (Lansky y yo coincidimos más a menudo, aunque a él no acabe de gustarle.)

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  10. Por cierto, Miroslav, me ha sorprendido que no hagas la menor alusión a mis derivas antinacionalistas. De Cigarra y de Lansky puedo creer que las comparten en lo fundamental y que su silencio es asentimiento, pero de tí me cuesta más trabajo...

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  11. En absoluto puedo estar de acuerdo contigo. Los arquitectos por encima de todo tienen que ser artistas. Remitámonos a Nash o a Haussmann. Londres y Paris son lo que son ¡preciosas! gracias a ellos y otros arquitectos anteriores ¡inmensos artistas todos!. Burgos es lo que es, y no Socuéllamos, gracias a su catedral. La gente va a Paris a ver las obras de Eiffel (sé que era ingeniero pero vale como ejemplo) y no las ciudades dormitorio de los extraradios por muy utilitarista que sea su diseño. Si todos los arquitectos fueran grandes artistas otro gallo nos cantaría. Precisamente, Moneo es el paradigma de los arquitectos albañiles. Es un "cero" como artista, el burdo Moneo. El grupo Crónica, Arroyo, Antonio Lópes, hijos de una época en el que la belleza pretendia tomarse por una excrecencia decadente ¡Viva el barroco, cojones! El edificio del Museo Guggenheim es una maravilla que consigue que cada año se desplacen miles y miles de turistas a Bilbao.

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  12. Hola, Bluff. Ya lo creo que el ingeniero Eiffel vale como ejemplo, al pelo, me viene. Ejemplo de que nadie sabe qué cuernos es un artista, consecuencia natural de que sea imposible determinar qué es arte, empezando porque no sé ni de una definición de "arte" mínimamente inequívoca y respetable y siguiendo por que, adoptes la que adoptes, hay al menos un cincuenta por ciento de posibles candidatas a "obras de arte" de las que no hay modo de saber si la cumplen o no. ¿Es arte la Torre Eiffel? ¿Y el Pirulí de Madrid? ¿Y una antena de telefonía movil, muy grande y muy fea, que hay al lado de casa de mi cuñada? ¿Es arte la lata de sopa Campbell de Warhol? ¿Y una lámina de 1m x 1m que reproduce a todo color una viñeta de Tintín? ¿Es arte "El Coyote"? ¿Y "El Quijote"? ¿Y "El Conde de Montecristo"? ¿Es arte la Maison Ozenfant? ¿Y una vivienda unifamiliar que un amigo mío tiene en El Viso, que se le parece bastante y vaya usted a saber quién proyectó? ¿Es arte La Pedrera? ¿Y un bloque de viviendas de Anibal Álvarez que hay en la calle de Sagasta, metido entre otros diez más o menos iguales? ¿Y cada uno de los otros nueve?

    Ni tú ni nadie puede contestarme esas preguntas. Lo que a mí me viene a decir que los conceptos de 'arte' y 'artista' son perfecta y absolutamente inútiles, enfáticos y huecos, y solo sirven para complicar las discusiones haciendo que, en vez de manejar directamente los objetos de los que queremos hablar, tengamos que manejar el incómodo paquete conceptual "arte" en el que los hemos embutido malamente, que a unos aprieta y en cuyo interior bailan otros alegremente y que a ninguno le viene bien, ni sirve más que de molestia, que impide ver con claridad, irrita los ánimos y crea confusión.

    Pedir que un arquitecto sea ante todo artista me parece como pedir que sea, ante todo, buen esposo, con la desventaja de que este último es un concepto bastante menos equívoco y bastante más fácil de aplicar con exactitud y justicia.

    Sin contar con que sitúo entre las categorías humanas más deleznables la de los que se califican de artistas a sí mismos...

    Decididamente no, Julián, no estamos pero que nada de acuerdo.

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  13. El bueno de Julián...siempre disiente, me alegro de que le veamos por aquí...

    Vanbrugh, ya vale, no sólo no me molesta que coincidamos -como tan a menudo sucede, aunque también me gusta lo contrario: una buena y pública pelea-, sino que me encanta, hombre, ¿hacía falta decirlo? Lo único que me molesta es que me levantes las chicas...

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  14. Bueno... precisamente a eso último es a lo que trataba de referirme con una cierta discreción al decir que 'no acaba de gustarte que coincidamos'... no quería abrir heridas pero ya que tú lo dices claramente...

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  15. Para mí el asunto pasa por cómo crece y envejece la ciudad. Hay personas como tú, Vanbrugh (antiguamente yo también pensaba así), que no soportan los cambios propiciados por la modernidad de la época y el dinamismo de sus habitantes, un poco como los padres que de tan enamorados de sus hijos pretenden que éstos no crezcan. El problema consiste en cómo preservar las ciudades sin detenerlas y eso exige un juego de malabarismos y mucha sabiduría, porque si quieres una cuidad “viva” deberás rehacerla constantemente, de lo contrario obtendrás una bonita pero “muerta” ciudad-museo. Por otro lado, solo una perspectiva histórica a largo plazo demostrará que esos cambios son perfectamente integrables y bellos, pues de lo contrario alguien ya se habría encargado de demolerlos (es la criba del tiempo que fabrica clásicos).

    Yo creo que todo lo que esté hecho con una intención artística y no meramente funcional, es arte. La Torre Eiffel no se hizo como pararrayos ni como antena de comunicación (aunque para eso sirve) sino para ver qué se podía hacer con hierro y remaches, de la misma forma que ahora se prueba a ver qué se puede hacer con los nuevos materiales, siempre buscando lo más alto, lo más etéreo, lo más armónico, lo más bello, lo más poético…

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  16. Hola, Atman. Más o menos, los cambios nos molestan a la mayoría, sí. A mi me entristece cada vez que en mi calle cierra una tienda de toda la vida y aparece en su lugar un locutorio o una frutería de chino. También me entristece si lo que aparece en su lugar es una nueva tienda equivalente, pero menos. Los cambios molestan siempre, pero la molestia de los que son objetivamente a mejor dura menos rato.

    No niego esta tendencia mía y de mucha más gente, pero sí que tenga que ver con lo que digo en el post. Hay cambios que considero un deterioro objetivo, apreciable no solo desde mis adhesiones emocionales a lo anterior. El criterio del que ya he hablado de respetar el entorno me parece fundamental. A los diez años ya me parecían un atentado imperdonable las capillas laterales neoclásicas plantadas en plena catedral gótica. Sigo pensando que lo son, y las actuaciones de las que hablo en el post, y otras muchas, me parecen exactamente la misma clase de cagada ególatra que se adueña sin derecho de un espacio que no era suyo, como bien dice Lansky en su comentario. Y ello al margen de que a mí me guste o no lo nuevo, ni de que me guste o no lo viejo.

    En cuanto a tu definición de arte... buen intento, pero a mi juicio inútil. Entre otras cosas porque la definición no puede contener lo definido, ni es por tanto posible decir que arte es lo que se hace con intención artística... Incluso quitando la palabra clave, decir que es arte lo que se hace con una intención que va más allá de lo funcional excluye de ser arte, en mi opinión, a buena parte de las mejores obras de lo que hasta ahora se venía considerando historia del arte, obras de intención estricta y espléndidamente funcional; y que, si no son arte, hacen que el arte deje de interesarme por completo.

    Que es, en realidad, lo que me viene pasando desde hace ya bastante tiempo...

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  17. Hay que intentar escribir siempre "En busca del tiempo perdido" aunque lo que te salga sea un churro. Porque si lo que te ppropones escribir es "El Código Da Vinci" aunque lo claves, te va a salir un churro.

    Si buscas el arte, la belleza, vas a respetar: entorno, proporciones, estilo, materiales, medio ambiente... porque presisamente en valorar, y dignificar todo eso, se encuentra la esencia misma del arte arquitectónico.

    Esto es tan evidente que casi me resulta grotesco tener que deirlo por escrito.

    Buen fin de semana a todos1

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  18. ¡Aah! Y, por favor, quita de una vez la foto del puto Kursaal que me va a salir un orzuelo en el ojo que acostumbro a guiñarles a las jóvenes muchachas en flor.

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  19. Hay cierta contradicción entre tus dos comentarios, Julián. Una rendijilla, digamos, estrecha pero por la que hay margen de sobra para que se cuele la tesis enterita de mi post. El autor del puto Kursaal cuya foto quieres que quite en obsequio de tu integridad ocular es un manús de lo más artista que se despacha por estas tierras, que busca el arte, la belleza y la madre que los parió a ambos y que, seguro estoy, está a su vez seguro de haber valorado y dignificado de la leche el entorno, las proporciones, el estilo, sea eso lo que fuere, los materiales, el medio ambiente y hasta el otro medio. Vamos, que el chaval es la esencia mismísima del arte arquitectónica, si me permites el femenino, que me cae más simpático. Así que usted me irá diciendo.

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  20. Vuelvo a repetirlo, Moneo es el culmén del garbancerismo arquitectónico patrió. Y tildarlo de genio, puro papanatismo. Y aunque él mantuviera que es un artista -que no es el caso, más bien creo que va del palo de yo soy un obrero es especializado (como si fuese Oiza o el batería de las Aviador Dro)- NO ES UN ARTISTA. Igual que si yo digo que me parezco a Cary Grant eso no me convierte en sosia de este. Los que lo dicen, decían, son algunos de sus amigos del mundillo. Y los ediles de urbanismo y los consejeros delegados de las empresas españolas que le encargaron proyectos. Un grupo no demasiado versado en la materia, que probablemete mantendría hoy, aludiendo al campo de la literatura, que lo más grande que tenemos son Ruiz Zafón y Almudena Grandes.

    Si a eso añadimos -aunque no pienso que la austeridad, la sequez, de Moneo este necesitada de demasiados acicates- que tal vez le sugirieran que dotara a su proyecto donostiarra del espíritu aiztkolari propio del país- el deasastre está consumado.

    Tampoco las tomas de postura del Vanbrugh actual -permanentes, vehementes y consecuentes, lo que es muy de agradecer- me vienen pareciendo tan amables como las de aquel otro joven Vanbrugh con el que, años ha, confraternicé en el blog de Mal-Herido ¡Ay el espíritu de Blandings, cómo se echa a veces de menos!

    Un afectuoso abrazo, Vanbrugh!

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  21. ¿Tus derivas antinacionalistas? Repaso el post y encuentro:

    1. "En una sociedad tan acostumbrada a la violencia y a la imposición como la donostiarra ha sido aceptado con una docilidad lamentable. Yo lo apedrearía sin un titubeo, si consiguiera secuaces en número suficiente. Pero la compulsión identitaria tiene estas extrañas consecuencias".

    Es una frase extraña y hasta contradictoria, aunque no aparezca directamente la alusión al nacionalismo. Me parece contradictoria porque una si sociedad está acostumbrada a la imposición hay que pensar que es dócil; los rebeldes y contestatarios son justamente los que no se acostumbran. Y tu conclusión francamente no la entiendo: ¿cuáles son las extrañas consecuencias de la compulsión identitaria a que te refieres? ¿Aceptar dócilmente la imposición de tan feo edificio? Algo traído por los pelos; relacionas las presuntas compulsiones de los donostiarras con su docilidad ante imposiciones arquitectónicas porque sí (o al menos sin dar ningún argumento). Tu insinuado silogismo sería: los donostiarras aceptan dócilmente la imposición arquitectónica / los donostiarras sufren compulsiones identitarias / los que sufren compulsiones identitarias aceptan dócilmente las imposiciones estéticas (¿por qué no: los que aceptan imposiciones sufren compulsiones identitarias?). Al margen de la discutibles validez de las premisas, no hace falta que señale que la conclusión no obedece a las leyes de la lógica. Pero, repito, el problema no es de lógica, sino que me parece que esa frase no venía mucho a cuento. Tampoco es que le diera mucha importancia en mi primera lectura, se desviaba del tema del post y, además, estabas "disparatando".

    2. "... parece, como digo, que hay hasta a quien le gusta. Yo lo celebro. Como no soy nacionalista, a mí no me consuela que el sufrimiento se socialice.)"

    También, a mi juicio, una digresión que nada tiene que ver con el hilo argumental, aunque creo saber hacia dónde va tu guiño sobre la socialización del sufrimiento (y no estoy pensando en eso mismo aplicado a los terroristas). Pero, en lo que me importa, da la impresión de que sacas a colación el nacionalismo porque te apetece, no porque lo pida tu tesis, más bien la embrollas.

    3. Al final se entiende tu relación, aunque el argumento me sigue pareciendo extremadamente endeble. Como unos cuantos donostiarras (que habrá que suponer que son nacionalistas, lo digo porque a mis primos, que no lo son en absoluto, también les gusta el Kursaal) te han dicho que les gusta porque "da caracter" a la ciudad, concluyes que los nacionalistas (o, al menos, quienes ansían ser singulares) son más proclive a que les gusten los mamotretos con tal de que les hagan diferentes. En mi opinión, sean o no nacionalistas esos donostiarras con los que has hablado, lo que son es rematadamente tontos. Básicamente porque San Sebastián ya era singular y en ese sentido poco carácter le ha añadido el Kursaal. Y, de añadidura, porque el hecho de que te guste algo porque sea "diferente" es tan idiota (más incluso) que lo contrario.

    No obstante, para mí la mayor prueba de la endeblez argumental de esa relación (lo cual no quiere decir que a lo mejor es verdadera) es que ese mecanismo de desear edificios extravagantes en tu ciudad ha sido común en muchísimas ciudades españolas durante las últimas décadas, hubiera o no sentimientos nacionalistas. Lo que pasa es que sólo has puesto dos ejemplos vascos.

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  22. Y me faltaba comentarte que no termino de estar seguro sobre lo que piensas respecto de mis opiniones sobre el nacionalismo. Lo digo al hilo de tu extrañeza, extrañándome yo a mi vez, porque mi posición la he manifestado en mi blog en varias ocasiones y en distintos registros (incluyendo la sátira). En fin, por si tienes alguna duda, te diré que soy radicalmente antinacionalista, y que sobre el asunto he reflexionado durante muchos años (es uno de los temas que me apasionó y sobre el que empollé muchísimo, casi hasta empacharme). Así que, por supuesto, comparto tu antinacionalismo. Cuestión distinta es que comparta (que no) la relación que esbozas entre nacionalismo y arquitectura en este post. Pero este asunto, del que también tengo mis opiniones, daría para otra discusión; no olvides que la arquitectura es también un lenguaje (convencional, claro) que ha posibilitado a lo largo de la historia emplearla para transmitir mensajes, entre ellos, desde luego, los nacionalistas e identitarios.

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  23. No tengo la menor duda sobre tu antinacionalismo, Miroslav, no temas. Te sé inteligente y decente, y no creo que se pueda ser esas dos cosas al tiempo sin ser además antinacionalista. Decente y nacionalista sí. Inteligente y nacionalista, también. Decente, inteligente y nacionalista, no creo, la verdad. No conozco ningún caso, ni me parece que pueda existir.

    De lo que tenía dudas, que acabas de despejarme, es de que te pareciera bien el mío. Ya veo que no, como sospechaba. Demasiado vehemente, arbitrario y poco tolerante para ti. Dices que mi argumento te parece endeble, pero creo que en realidad lo que te parece es, como digo, excesivamente apasionado y partidista. Creo haberlo explicado muy bien, y también que tú lo has entendido igual de bien, aunque no estés dispuesto a aceptarlo. Pero por si acaso: la relación que esbozo NO es entre arquitectura y nacionalismo. Es, en todo caso, entre costumbre de aceptar el nacionalismo -porque no les han dejado otro remedio, de acuerdo- y aceptación igualmente resignada de las arbitrariedades arquitectónicas y urbanísticas, a las que se echa en el mismo saco de las imposiciones inevitables en el que se lleva años echando las innumerables e igualmente inevitables arbitrariedades nacionalistas, santificadas en nombre de la sacrosanta diferencia. Más o menos, algo así.

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  24. Vale, Vanbrugh, me sacas de dudas. La relación que aclaras en el último comentario ya no me parece disparatada. En efecto, parece razonable, de sentido común, que haya una relación entre la aceptación del nacionalismo y de las imposiciones arquitectónicas. Sin embargo, no me atrevería a decir que esa relación sea causal, sino más bien que ambas actitudes sociales de resignación son manifestaciones de lo mismo: que la sociedad ha sido "desarmada", privada de su espíritu crítico. Ciertamente, la propaganda nacionalista es uno de los medios más eficaces para lograr el aborregamiento social, pero no el único. Porque, como te dije en el anterior comentario, al fin y al cabo en todas las partes de España, sean nacionalistas o no, da la impresión de que la ciudadanía es bastante resignada y acepta casi todo lo que le imponen, sean mamotretos arquitectónicos o medidas económicas escandalosa y manifiestamente injustas.

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  25. Lo que yo me pregunto cada vez que, con sobresalto, veo una foto del nuevo Kursaal es por qué no le han quitado los andamios.
    A parte de lo que sea, está claro que hay dos tipos de arte: el arte puro, que crea objetos absolutamente innecesarios desde el punto de vista utilitario, cuya función es cognitiva, expresiva (la pintura, la escultura, la literatura, la música); y el arte decorativo (modernamente confundido con el diseño) cuya función es adornar, exornar, decorar lo útil, es decir, embellecer aquellos objetos cuya función principal no es ser bellos, desde las cucharas de madera hasta los edificios.
    Algunas formas que, a pesar de no ser vehículo de placer estético, se aceptan en el arte puro, a partir del romanticismo, como expresión individual del creador, no deberían, en cambio, ser aceptables en el arte decorativo, cuya unica función es la de embellecer lo útil y que por tanto pierde su sentido si lo hace feo y no bello.
    En arquitectura en particular, una artesanía de gran importancia para la vida cotidiana porque nos proporciona una categoría de objetos entre los más usados e imprescindibles, el arte decorativo es un ingrediente ancilar. (Entre las artesanías utilitarias, la arquitectura se caracteriza además por su inelegibilidad: cuando yo hago un edificio en un sitio para una función, el ciudadano ya no puede elegir entre ese y otro; en cambio puede elegir entre una y otra tetera, entre un coche y otro, etc. Por eso Vanbrugh dice con razón que la arquitectura se nos impone.) Un edificio, a mi juicio, debe ser primero lo más adecuado posible a su función; segundo, bello, por fuera y por dentro, pero el aspecto estético no se debería preferir nunca al funcional. Y justamente por su impositiva inelegibilidad, el arte decorativo aplicado a la arquitectura no se debería permitir nunca el lujo que se permite el arte puro de convertirse en expresión subjetiva y personal de su creador por encima de criterios de utilidad y estética objetivas. En otras palabras, estoy de acuerdo con Vanbrugh: el arquitecto no debería nunca permitirse el lujo de olvidar su condición de artesano y, creyéndose un artista puro, imponer en un espacio público el resultado, quizá antiestético de lo que cree expresión artística de su subjetividad. El espacio es público, el arquitecto no tiene más derecho a ocuparlo con sus productos que el que le da su condición de artesano capaz de cubrir una función. Si yo me pongo a tocar el clarinete en la calle a las tres de la mañana, al cabo de un rato llega la policía y me obliga a dejar de hacerlo. Y eso aunque toque bien, no digamos si encima toco mal, o toco a Stravinski. ¿En cambio Moneo puede tocar su clarinete desafinado día y noche torturando a todos los que pasan por delante de sus obras?
    En cuanto a que la función del “monumento”, como dice Miroslav, esté determinada por el hecho de que “cuando a un arquitecto le encargan construir un monumento, y esto es así desde los babilonios, le están pidiendo expresamente (aunque sea de forma implícita) que haga algo que "rompa" la uniformidad de la morfología urbana, de hecho le están pidiendo que sea lo más genial posible.” El monumento es, de acuerdo, un tipo particular de edificio en el que la función estética externa, artística, decorativa, adquiere casi –solo casi- tanta importancia como la utilitaria. Tiene que ser vistoso; pero tiene que seguir respetando a mi parecer la condición de belleza. Romper la uniformidad de la morfología no implica necesariamente ser feo o contraponerse al entorno agresivamente. Correos, en Madrid (el Ayuntamiento) “rompe” la uniformidad de su entorno, pero es armonioso y bonito.
    Guillermo De Busto (no hago el login porque no tengo ganas)

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  26. Hola, Guillermo. Me das, en lo que me interesa de mi post, tan fundada y brillantemente la razón -singularmente en este impagable párrafo: "Y justamente por su impositiva inelegibilidad, el arte decorativo aplicado a la arquitectura no se debería permitir nunca el lujo que se permite el arte puro de convertirse en expresión subjetiva y personal de su creador por encima de criterios de utilidad y estética objetivas. En otras palabras..: el arquitecto no debería nunca permitirse el lujo de olvidar su condición de artesano y, creyéndose un artista puro, imponer en un espacio público el resultado, quizá antiestético de lo que cree expresión artística de su subjetividad. El espacio es público, el arquitecto no tiene más derecho a ocuparlo con sus productos que el que le da su condición de artesano capaz de cubrir una función." - que puedo pasar por alto discrepancias menores en asuntos secundarios, como cuando hablas de arte puro que crea objetos absolutamente inncesarios. A mi el arte, por el contrario, me parece más pura -esto es, más acorde a su propia naturaleza- cuanto más se aplica a crear objetos necesarios para un fin distinto del de ser bellos, es decir, nunca cuando crea objetos, de verdad, absolutamente innecesarios. Cuando crea objetos de verdad innecesarios, me parece perfectamente innecesaria... Me gusta más, y me parece mejor música -no sé si más o menos arte, ni si más o menos pura; como tengo dicho, el concepto de arte me toca las narices, y su pureza me las unta de cold cream- la música encargada por un rey para una boda o un festejo, o por un obispo para una misa, que la creada por capricho de su autor para demostrar lo listísimo que es. Me gusta más y me parece mejor pintura la que tiene mecenas, modelo y finalidad 'práctica' -aunque sea embellecer una capilla lateral o un gabinete- que la hecha como mera expresión del genio artístico de su autor. Pero en fin, son manías mías. Cada vez me reafirmo más en la intuición de que la belleza, como la felicidad, solo se obtienen como subproductos sobrevenidos en el proceso de tratar de conseguir otra cosa; y que, por tanto, quien busca directamente la felicidad rara vez la consigue, y quien hace "arte puro", sin otro objeto que el de "crear belleza", lo que suele producir son esos truños que tanto nos afligen la vida cuando, como en el caso de los arquitectónicos, no disponemos de la saludable libertad de evitarlos.

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  27. Por otra parte, siguiendo al hilo de mis delirios, también hay que tener en cuenta que el feísmo como elemento identitario no se ha inventado en arquitectura y no se limita a ese campo. En cierto sentido, comparte la actitud de base de aquel Eróstrato, que quemó el templo de Diana en Éfeso para conseguir que se hablase de él, aunque fuese mal (y lo consiguió como estoy demostrando yo en este momento). El feísmo como expresión de desacuerdo, de disconformidad, de diferencia, en último análisis de identidad propia, no hay más qe salir a la calle para encontrarlo en cualquier punk que pase, y todos nos vestimos manifestando un carácter, una alineación, una pertenencia, una ideología o un gusto. Los arquitectos acaban vistiendo sus edificios y el lugar donde los construyen con criterios símilares. Pero yo sigo pensando que no tienen derecho a servirse del espacio público para hacer una manifestación personal de principios, por muy respetables que estos sean, que la gente no ha pedido pero no puede evitar ver cuando pasa por allí. Si no, a ver porqué no puedo yo ponerme a leer, pongo por caso, la declaración de los derechos universales del hombre con un sistema de megafonía en la plaza de la Cibeles, obligando a todo el que pase a escucharme.
    GdB

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  28. A Julian le digo que si el centro de París y de Londres es precioso, es justamente porque los arquitectos que los construyeron tenían la modestia de saberse excelentes artesanos, no artistas y de usar el arte decorativo solo para lo esencial y necesario, con discreción humildad, respeto del entorno y sin ánimo de "romper" con nada y menos de romperle la paciencia y la calma al transeúnte...
    Un arquitecto debe ser tan artista como un constructor de teteras o un diseñador de coches; debe hacer objetos funcionales y bellos, pero sobre todo funcionales.
    GdB

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  29. Ahora, sí que estoy de acuerdo con Miroslav en que la historia sigue su curso y es inútil pretender que nada cambie. A Vanbrugh le pierde un sentimentalismo que le lleva a ser conservador, le gustaría que todo fuese igual a sí mismo siempre, en urbanismo, en lengua, para poder ocultar el paso del tiempo. Pero aunque no deje sus huellas en torno, a través de los cambios, el paso del tiempo es inevitable. El deseo de invariabilidad es un pobre consuelo, un refugio inútil contra la vejez que nos acecha...
    Que las grandes obras de arte no han gustado a sus contemporáneos, después, es verdad solo desde que los artístas se convierten románticamente en "malditos" y el público se hace burgués y conservador. Yo creo que a los burgaleses de entonces les gustaría la Catedral como a nosotros ahora...
    GdB

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  30. Excepto en tu inopinada conclusión sobre mi conservadurismo sentimental y, sobre todo, sobre sus motivos, estoy sorprendentemente de acuerdo contigo en tus comentarios, Guillermo. Hasta en lo de equiparar tocar mal el clarinete con tocar a Stravinski. Y especialmente en esa sagaz observación sobre que lo de que el arte no guste a sus contemporáneos no es una ley universal e inevitable, sino una consecuencia bastante contemporánea del hecho innegable de que los autores del arte se esfuerzan, deliberadamente, en que el arte no guste a sus contemporáneos, ellos sabrán por qué. (En mi opinión, si quieren ustedes conocerla, por ese mecanismo, que oportunamente también citas, del amigo Eróstrato que, incapaz de lograr que se hablase de él por algo bueno, decidió que se hablase de él por lo único que se sentía capaz de hacer.)

    A mí no me gustaría, en absoluto, que todo fuera igual a sí mismo siempre. Soy muy feliz de que el idioma, la música, la arquitectura y todo lo imaginable, cambien, evolucionen y todo lo que haga falta. Mi propia vejez, que tiene además sus ventajas, y más que ha de tener cuando me jubile, si tal cosa llega, me la recuerda el espejo todos los días, sin necesidad de que lo hagan los atentados urbanísticos, musicales ni lingüísticos. Precisamente porque deseo y celebro el cambio y la evolución es por lo que creo que deben ser controlados, vigilados, encauzados y dirigidos. Lo contrario, no me cansaré de decirlo, es tanto como confundir el crecimiento con los tumores, y la flexibilidad con las fracturas óseas.

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  31. Muy interesante la última fase de comentarios con Guillermo, vanbrugh y Miros, más o menos de acuerdo con todos. Y mi disensión también con todos, es menor con el autor del blog.

    Vanbrugh: tu propia vejez...yo me he dado cuenta que mi espejo adelanta, cuando me miro en él, como un puto e inexorable relój.

    (¡Qué listos sois/somos todos, ojalá esa 'listura' no pasará a los hechos consumados sobre el precario territorio también de todos en forma de objetos enormes y feos...al menos de momento, porque los edificios, como las putas adquieren respetabilidad con el paso del tiempo, pero no todos ni todas)

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  32. Hola, Lansky. Precisamente nosotros podemos permitirnos ser tan "listos" porque los resultados de nuestra listeza no se le imponen a nadie ni usurpan espacios públicos para su lucimiento. Y es cierto que los edificios adquieren respetabilidad -que no belleza- con los años, pero fundamentalmente porque acabamos acostumbrándonos a todo, y hasta encariñándonos con lo que siempre ha estado ahí y, por ello, hemos asociado a nuestras emociones y a nuestros recuerdos, a nuestra vida. El engendro que a mí me aflige y me sobresalta cada vez que viajo a San Sebastián, para mi hijo formará por derecho propio parte de su imagen de la ciudad, asociado a todas las emociones positivas que San Sebastián despierte en él. Y si algún día, como merece y deseo, es convenientemente dinamitado, habrá varias generaciones de donostiarras y visitantes, acostumbrados a su vista y encariñados con ella, que lo lamentarán como yo lamenté la desaparición del Kursaal decimonónico. Precisamente por eso, porque sé que cualquier cosa que se edifique acabará siendo integrada y aceptada por la ciudad -por la visión que sus habitantes tienen de la ciudad- es por lo que no quiero que esa cualquiera cosa que se edifique sea "cualquier cosa" sino una cosa verdaderamente digna de ese destino de "respetabilidad" que tendrá de todos modos, lo merezca o no.

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  33. Hombre, no todas las grandes obras de arte nacen por encargo. Los retratos de Velázquez del Bobo de Coria y esas cosas, las hacía él por cuenta propia por que le gustaban, no porque se las pidiesen. Y en cualquier caso también cuadros "oficiales" como las Meninas tienen de genial justamente lo que no es necesario en ellos, la concepción escénica instantánea, tan enigmática (y ática y merlética y peripatética, por seguir con las esdrújulas). Yo no sé si las suites de Bach eran de encargo, pero seguramente no son peores que su música "útil", la sacra, aunque fuesen más inútiles. Por eso prefiero hablar de artesanías utilitarias, embellecidas por un arte (que es intrínseco a la artesanía misma, sea claro) decorativo y de arte "inútil", en el sentido de "no utilitario", no con una función precisa más allá de la estética; si se quiere la forma de creación de los objetos más útiles en absoluto, que son las obras de arte: el Quijote, la Regenta, la 4ª sinfonía de Brahms, el concierto nº 2 para piano y orquesta de Chopin, los cuadros de los impresionistas, objetos sin función ni uso, pero obviamente utilísimos para la humanidad.
    Un edificio no se puede colocar junto a estos últimos, porque si es solo obra de arte, es monumento, pero no edificio. la Estatua dela libertad: vale, se puede entrar y subir hasta la corona, pero es un monumento, no un edificio. Un buen ejemplo de como se ponen en conflicto ambas cosas, si tenéis tiempo de seguir perdiendo el tiempo leyéndome, es la Mole Antonelliana de Turín. (la podéis ver aquí: http://digilander.libero.it/torinofotografie/moleanto6.JPG) Nació para sinagoga, pero cuando ya iba para el final, la misma comunidad judía turinesa se dio cuenta de que no les convenía un monumento tan ostentoso que iba a suscitar y a atraer animadversión de los turineses contra ellos; después de unos años de pausa, se tuvo que hacer cargo el ayuntamiento y durante años y años se quedó como un cascarón vacío, con el que no se sabía qué hacer (justamente porque la dimensión monumental había ahogado la puramente funcional del edificio) hasta que por fin a finales de los 80 se pensó en hacer el museo del cine y en el 2000, más de 120 años después de que se empezase la construcción, se inauguró. Ahora está muy bien, pero no es lógico primero hacer un edificio que sea muy bonito, muy alto y muy particular y después pensar para qué va a servir. Y eso, teniendo en cuenta que por lo menos la Mole, útil o no, es bonita, aunque no se una armoniosamente a su entorno...
    GdB

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  34. En realidad, al atribuirte conservadurismo sentimental por miedo al cambio, que es a la vejez y a la muerte, no hago, como suele suceder, más que proyectar sobre ti mi propia condición, mis limitaciones, mis fobias, mis temores. Es una cosa muy normal, un principio fundante de la dialéctica civil, eso de achacarle al otro los propios defectos.
    GdB

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  35. Lo más práctico es volver a copiar un comentario que hice hace días en un post de mi amigo Lansky que iba de un tema bastante conectado con este:

    "El arte, cuando lo es de verdad, nunca es solo arte." Cien y doscientas veces hay que copiar esta frase en el cuaderno. Pero si nos aburriéramos de escribir siempre lo mismo, podemos probar a decir lo mismo de otras maneras: El arte que pretende ser solo arte y no obecedece a ningún otro propósito no es arte de verdad. Tolstoi no es un ejemplo amañado porque tenga mucho de profeta: es, precisamente por eso, un ejemplo perfecto. El verdadero artista, en mi opinión, siempre tiene mucho de otra cosa, porque siempre está utilizando su actividad 'artística' al servicio de esa otra cosa, que es la que le interesa. De hecho 'arte', creo, es un nombre que solo puede darse desde fuera y a bulto, a actividades que, en el ánimo de sus autores, no son nunca 'arte' sino... la búsqueda, el proyecto o el propósito que cada uno tiene. Otra cosa. El arte, cuando lo es de verdad, es siempre otra cosa.

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  36. Tengo la sensación de que gran parte de la discusión se basa en presuntas (e implícitas) oposiciones que yo no veo tan claras, salvo como caricaturas para ilustrar contundentemente los argumentos. Por ejemplo, de un lado el arquitecto-artista que nos impone edificios monumentales derivados de su propio genio y ajenos al "espíritu del lugar"; de otro, el arquitecto-artesano que no nos los impone porque los que hace "beben" respetuosamente del entorno y, consiguientemente, se integran en él. Cuando yo decía que el "monumento" es, por definición, un hito que "rompe" con las pautas indiferenciadas de la trama urbana, no pretendía afirmar que su autor debe "despreciar" las leyes de ésta. Para hacer algo que se convierta en referencia del espacio urbano es necesario entender y aprender de ese espacio urbano. Para mí, la genialidad del arquitecto "monumentalista" no radica en excretar una forma de su febril imaginación (como, por ejemplo, Calatrava), sino poner su imaginación al servicio de ese espacio urbano. No creo pues que sean incompatibles esas dos actitudes caricaturescas de los arquitectos; al final, como en casi todo, lo que hay son buenos y malos (en sus diversas gradaciones). De otra parte, es curioso que la mayoría de los argumentos que tratan de ligar la calidad (o la actitud) del arquitecto con la obra, partan de una apreciación nada argumentada de su belleza o fealdad. Si hablar de arte es resbaladizo, cuanto más sobre lo bello. Si Moneo es un mal arquitecto porque el Kursaal a Vanbrugh le parece feo, a los que nos parece un buen edificio habremos de concluir que es un buen arquitecto. Es, me temo, una cuestión de gustos.

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  37. También tú, Miroslav, estás mezclando distintas posturas en lo que parece bastante una caricatura de las opniones contra las que argumentas.

    "Si Moneo es un mal arquitecto porque el Kursaal a Vanbrugh le parece feo..." Bien, en primer lugar el Kursaal me parece feo, sí, pero nada en mi argumentación se basa en ese parecer. Lo que me molesta del Kursaal no es su fealdad, sino lo que juzgo su agresión al entorno en el que se sitúa. (Tambien esta falta de sintonía con el entorno es opinable y subjetiva, como la fealdad, pero menos. Es, creo, más fácil coincidir en que el Kursaal desentona violentamente con el lenguaje arquitectónico de las fachadas de Gros a que se enfrenta, con la masa verde de Ulía que le sirve de fondo, hasta con el mar y con la playa sobre las que se alza, que asegurar que es "feo"). Nada tendría contra el feísimo Kursaal construído en otro sitio. Podría llegar hasta a gustarme. Lo que me estremece de él es que esté donde está. De hecho el Guggenheim me parece tan feo o más, pero no me molesta, porque no me parece que agreda a su entorno, sino que lo mejora notablemente.

    En segundo lugar, no pienso, en absoluto, que Moneo sea un mal arquitecto. Mal arquitecto le ha llamado Julián, él sabrá por qué. Yo lo considero, de hecho, un magnífico arquitecto. Mientras que el garabatillo de Gehry que, como he dicho, no me molesta especialmente, me parece, en cambio, mala arquitectura, como también he dicho. De modo que no mezcles lo que no he mezclado yo, para hacerme decir lo que no he dicho.

    Y por último, Miroslav, hay un argumento crucial en el que hemos insistido tanto Lansky, como Guillermo como yo, cada uno formulándolo a su manera y al menos ellos dos, creo, con lo que creo acierto y brillantez, y que tú todavía no has contestado: es el de que el espacio que ocupa la obra del arquitecto es público y, por lo mismo, el arquitecto no tiene derecho a utilizarlo con sus fines privados. "Apropiarse de entornos privilegiados con sus cagaditas ególatras", lo describe Lansky. "Imponer en un espacio público el resultado de lo que cree expresión artística de su subjetividad", dice Guillermo. "Joder irreversiblemente el afortunado pedazo de mundo que será emplazamiento de su obra genial", digo yo, como siempre más ordinario y menos ponderado. Pero todos vamos a lo mismo, y creo que es una cuestión importante, ineludible y central en el post, sobre la que no dices nada. ¿No crees que, como bien dice Guillermo, "el arquitecto no tiene más derecho a ocupar con sus productos el espacio público que el que le da su condición de artesano capaz de cubrir una función"; y que, por lo tanto, "no tiene derecho a servirse del espacio público para hacer una manifestación personal de principios, por muy respetables que estos sean, que la gente no ha pedido pero no puede evitar ver cuando pasa por allí"?

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  38. That is the question: En efecto, de eso se trata

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  39. Creo que esa definición de arte como "otra cosa", Vanbrugh, a fin de cuentas lo que viene a postular es que el arte no existe en sí, que es solo un efecto marginal de actividades humanas destinadas a otras finalidades que no son puramente estéticas. Es, como suele suceder, una cuestión terminológica. Yo no tengo inconveniente en llamar estética la finalidad de esa búsqueda, de ese proyecto que inpulsa a un ser humano a crear obras musicales, literarias o de representación concreta, plástica, aunque reconozco - y lo decía al principio - que la finalidad de esas actividades, el anhelo que empujaba a Tolstoi o a Van Gogh, estaba probablemente más relacionado con una función cognitiva, la satisfacción de una necesidad íntima, un deseo de entender o de saber o de construir un propio ser, algo en cualquier caso difícilmente definible. El caso es que empujados por ese anhelo, hay hombres que componen música, cuadros, libros, esculturas: objetos cuya única función es satisfacer ese deseo íntimo subjetivo pero que una vez en el mundo sirven también a otros, de otra manera para colmar otros deseos, otras ansias, para satisfacer ese necesidad de construcción del yo o lo que sea la cosa, eso que los antiguos llamaron sublime. Y de paso transmiten, muchas veces, aunque no siempre, una sensación de belleza (y no nos metamos a definir lo que es la belleza porque entonces estamos perdidos). A esa satisfacción que experimentamos creando representaciones del mundo - o música, que no representa nada - y a la menor que sentimos cuando apreciamos las obras ajenas, yo creo que no hay porqué no llamarle satisfacción estética. Y a lo que la suscita y la genera, arte. Aunque a lo mejor la estética está verdaderamente más relacionada con las artes decorativas, justamente. Con el torneado en el mango de la cuchara de madera, que no satisface ningún anhelo tan profundo pero nos transmite una sensación de armonía, de justa proporción; con los floreos que adornan los balcones de las fachadas liberty (http://www.aboutmilan.com/it/galleria-fotografica/galleria-immagini/stile-liberty.jpg). De lo que no cabe duda es de que la percepción de proporciones y armonías es algo muy subjetivo: sin ir más lejos, a Miroslav le gusta el nuevo Kursaal, a Vanbrugh y a mí no. Es triste, grave, incumbe sobre el entorno al que contagia su aspecto inacabado, transmitiendo una sensación de solar a todo lo que le rodea. Dan ganas de ponerse el casco y si me apuras mucho la máscara antigás, porque tiene algo de desastre postnuclear, de fin de la civilización occidental, de the day after tomorrow. Pero seguramente se relaciona mejor, en su cubicidad, con las funciones que debe alojar en su interior, que son, a fin de cuentas lo fundamental de un edificio, que la olla a presión (después de reventar) de Gehry en Bilbao.
    Tomé de Burguillos

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  40. Magistral, D. Tomé. Yo mismo no lo habría dicho mejor. De hecho, no lo he dicho mejor. Bastante peor, en realidad. Por eso mismo, le agradezco mucho que lo haya dicho usted así de bien.

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  41. "EL TÉRMINO japonés netsuke nombra a un pequeño objeto que sirve para retener en el cinturón —obi— el cordón de una cajita, en la que se guardan diversos utensilios de uso cotidiano, como medicamentos, tabaco, material de escritura, etcétera. Se empezaron a usar durante el siglo XVI, fabricados al principio con bambú y madera, pero después con otros materiales, como el marfil, la cerámica o el metal. Debían ser ligeros y primorosamente tallados para que no causasen molestias al usuario y su contacto manual resultase grato. Con el tiempo, esta satisfacción funcional que transformando a los netsuke en una sofisticada obra de arte, objeto de un apasionado coleccionismo, que se trasladó a Occidente durante la segunda mitad del siglo XIX, momento álgido de japonismo."

    F.C.S.

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  42. Interesante el post y los comentarios a favor o de refutación.

    Sólo añado, después de leerlo todo, que siempre he pensado lo que aquí dice Vambrugh y me cabrea no haberlo manifestado antes.

    Mi lado iconoclasta está en desacuerdo con todos los edificios aquí mencionados.

    ¡ Bravo !

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  43. Muchas gracias, Grillo. Creeme que tu apoyo me conforta no poco, a lo cual se añade la natural alegría de verte por aquí. Tómate lo que quieras.

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  44. De la Torre Eiffel creo que ya eché todas las pestes posibles en anterior post, y ahora me complace leer que tú y la mayoría denostáis esos monstruos kursales y guggenheimes dispatratados.

    Tengo guardado un escritillo sobre el botarate Gaudí, que podría haber hecho sus obras con cráneos o latas de refresacos, si los hubiera encontrado por millones. Ese también estaba cucurrón...

    ¿Y esas casuchas de dos pisos irregulares con una torrecita arriba que se ven por Madrid con un cartel de 'edificio singular'...? Qué broma de mal gusto.

    Me extrañaba que desde hace tiempo no me apareciese en mi pantalla el aviso de 'post nuevo', tuyo o de quienes suelo leer; te he visitado y me encuentro con éste tan sabroso y lleno de comentarios no menos interesantes. Te invito yo a otra copichuela. La que no pudiste beber el otro día con Emma, Lans y servidor. Coño, ven a la próxima - que ya he dicho de hacerla en una terraza tranquila aunque no sea multiétnica ni haiga lecheras de la pasma en todas las esquinas.

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  45. La verdad, Grillo, es que la Torre Eiffel es fea de cojones y desentona notablemente con su entorno. Si yo hubiera sido contemporáneo de su erección -con perdón- muy probablemente habría militado en las filas de sus detractores y clamado por su demolición. El hecho de que ciento veintitantos años después vaya a verla con devoción y no pueda ni quiera imaginarme París sin ella no prueba, en mi opinión y contra la de muchos, que sus detractores estuvieran equivocados, ni tampoco ese supuesto principio según el cual es normal que los monumentos no gusten a sus contemporáneos. Prueba tan solo que nos acostumbramos a todo y que hasta los monumentos más feos e inadecuados se benefician del mecanismo afectivo por el que los acabamos asimilando a su entorno y asociando con las emociones positivas que este nos suscita. París es una ciudad maravillosa y viajar a París, normalmente, un acontecimiento feliz: ergo la Torre Eiffel es bella. Más o menos así funcionamos, y es bastante conveniente, además, que funcionemos así, porque gracias a ello unas veces disfrutamos y otras al menos soportamos la vida. Como creo haber dicho ya en algún comentario anterior, con el Kursaal pasará algo parecido, y las generaciones que han crecido viéndolo allí lo tendrán asociado a San Sebastián y para ellas no será ya ni feo ni bonito sino, sencillamente, parte ineludible de una ciudad a la que quieren. Precisamente saber que esto ocurre siempre, con los monumentos feos y con los bonitos, con los malos y con los buenos, con los adecuados y con los inadecuados, es lo que me hace desear con redoblado afán que los monumentos sean buenos, bonitos y adecuados, ya que no puedo contar con ningún mecanismo automático que elimine a los que no lo son y sé que todos acabarán constituyendo la ciudad con igual derecho, el único que en definitiva prevalece: el de estar allí.

    No puedo, en cambio, compartir tu opinión de Gaudí. A mí me gusta, mucho, de hecho. El eclecticismo más o menos modernista es una de mis debilidades, qué le voy a hacer.

    Intentaré ir a la próxima. Yo también os eché de menos.

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  46. Yo disiento de Vanbrugh, a mi me gusta mucho al Torre Eiffel en París casi con seguridad por las razones que invoca el propilo Vanbrugh, y no me gusta Gaudí, al que salvo excepciones muy concretas (colonia Güell) veo disparadamente ornamental y excesivo, lo que no me impide reconocer su genialidad. Y es curioso, porque me agrada (sin enloquecerme) el modernismo y me gusta en sitios discretos, mamparas de farmacias o cafés y sitios así, pero le veo responsable , y el injusto en gran parte, o un pretexto, (¡pobre1) de haber convertido a Barcelona en un Parque temático (para japoneses sobre todo) del dichoso Gaudí. En cambio Eiffel, que hizo lo mismo con parís en parte, me agrada, porque siempre me gustó ese toque industrial de acero remachado de la arquitectura. No creo en que para gustos están los colores (me parece un lema tonto), pero…

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  47. Comparto tus derivas nacionalistas en los fundamental y en lo superficial. El nacionalismo me parece una de las enfermedades mentales más dañinas que se pueden paderecer.

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  48. Volviendo a los Arquitectos: una de las gravísimas consecuencias de que se crean dioses es que luego no se puede midificar un punto o una coma de su obra, aunque sea una cagada y esté dejando de servir para lo que fue hecha; O sea, que en la Biblioteca de la Uned no se puede poner iluminación adicional donde hace falta para los puestos de estudio, porque como al arquitecto no se le ocurrió de entrada, ahora no se puede modificar su dieño inicial, y hay grandísimos espacios desperdiciados, porque no tienen la iluminación indispensable en una biblioteca. Otro genio que debiería estar despachando lechugas.
    Y en el nuevo Hospital de Capio en Móstoles, (que parece que vas a coger un avión, en lugar de que te vea un especialista) al arquitecto no se le ocurrió pensar que hacía falta una antena de telefonía para las conexiones de los ordenadores y los móviles. Está todo el hospital informatizado, pero es necesario que haya un vehículo de Telefónica con una antena en el exterior, porque el arquitecto, que Dios confunda, no deja poner una antena, que es imprescindible, en el edificio. ¡Vamos, hombre!

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  49. ¿Es arte la cagada que hay en este momento en el Palacio de Cristal del Retiro, un cubo de cristales lleno de cristales rotos hasta media altura, que se desparraman por el suelo?
    El fulano que lo ha montado (y que se habrá llevado una pasta por ello!)lo explica así:
    "El Palacio de Cristalreconstruye la exposición Piezas de agua y cristal, expuesta en 1991 en este mismo espacio. En ella un criadero de hongos sobre las paredes vítreas ejemplifica el devenir "en estado de ruina" y la participación de agentes colaboradores, que contestan la utopía arquitectónica y el mensaje aséptico de la galería mediante la huella del acontecimiento. Una antiarquitectura, una idea-estímulo, que nace como reflexión sobre la mutabilidad y el uso del tiempo como un material más para la creación."
    ¡¡Lástima de cañón, como decía el tío Alejandro!!

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  50. ¿Se puede saber qué tiene contra Stravinski el Señor del Busto?
    (Que conste que yo me quedé en Chopín, pero últimamente me estoy "modernizando" un poco, y Stravinski es de los que me parecen aceptables)

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  51. Hola, Cigarra. Qué entusiasmo comentador el tuyo, qué bien.

    Imagino que esos principios en virtud de los cuales no puede alterarse la obra del Arquitecto ni para poner una bombilla o una antena donde él no fue capaz de prever su necesidad serán otra consecuencia benéfica más, y van... de la bendita propiedad intelectual, Principio Sacrosanto por encima de cualquier otro, en virtud del cual da lo mismo que te gastes una pasta en creer que compras algo, porque por muchas veces que te lo vendan -y te lo venderán todas las que te dejes-seguirá siempre siendo Propiedad Intelectual de su autor. Cada día estoy yo más contento con ese asunto...

    En cuanto al arte, es difícil en muchos casos saber qué lo es, pero hay otros en los que es sencillísimo, al menos, saber qué no lo es. Esa gilipollez que describes, por ejemplo. De ese género de imbecilidades creo que lo que más me cabrea, más aún que la propia "obra de arte", es la literatura a su alrededor. Ese párrafo que transcribes, por ejemplo. La capacidad de redactar esa bazofia revela, en mi opinión, una mezcla de estupidez y de deshonestidad francamente alarmante.

    No sé qué tendrá contra Stravinski el señor del Busto. Yo, mientras no tenga que oirlo, nada. Ahora, transcurridos cinco minutos de escucha ininterrumpida de cualquiera de sus obras, empieza a crecerme una agresividad que solo desaparece dándole al botón de off. A lo mejor es eso.

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  52. a mi de Stravinsky me gustan sus obras para piano, tarantellas, scherzos y tal que creo que son todas de su primera y más discreta época. también me gustan trozos de sus ballets, como el pájaro de fuego y la consagración de la primavera. En cambio, nada me gusta de sus óperas y su famoso preludio para una banda de jazz demuestra que un músico original y de gran talento puede no entender nada de otras formas de expresión musical. lo mismo que Vanbrugh, que no tiene ni pajolera idea de lo bellas que sone sas construcciones de hierro y acero con remaches, tipo 'Mecano' como la Tour Eiffel

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  53. También a mí me gusta la música de cámara de Stravinski. La de la primera época, la de cuando no parecía Stravinski. Y algún pedazo de la Consagración de la Primavera: la primera mitad del primer compás, concretamente. Luego, ya, me canso.

    (Puestos a oir música discordante siglo XX, mucho mejor Bartok, para mi gusto. Stravinski me parece excesivamente frío e intelectual, lo cual está muy bien si se es Bach y se usan melodías y armonías; pero si se es arrogantemente moderno y solo se está dispuesto a hacer ruido, hay que ponerle al menos un poco de pasión.)

    Y, ahora en serio, sí me gusta, mucho, la arquitectura de hierro decimonónica. Me encantan, por ejemplo, las estaciones de tren y los mercados. Hasta me gusta, ahora, después de haber crecido en el convencimiento de que es maravillosa y parisina, la torre Eiffel. Me gusta, lo que no me impide reconocer que es objetivamente horrorosa -también me gusta la mortadela rosa con aceitunas y pan de ayer- y que si hubiera asistido a su construcción me hubiera espantado. Son cosas distintas.

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  54. Han pasado unos días desde que me pediste que diese mi opinión sobre el presunto derecho del arquitecto a apropiarse para fines privados (lucimiento de su vanidad, manifestación grandilocuente de sus principios estéticos) del espacio público. Reconozco que me es un poco incómodo ser tan tajante como vosotros, en primer lugar por mi condición de arquitecto (de la cual no se deduce que defienda la profesión, más bien al contrario) y, en segundo lugar, porque llevo desde el lunes hospitalizado y sólo dispongo de la i-pad, de tecleo no demasiado cómodo.

    En fin, que contesto: no, no tiene derecho. Por el contrario, tiene la obligación de poner toda su creatividad, su potencialidad artística al servicio de la erección de un monumento (estoy asumiendo que le han pedido que diseñe un monumento) que se convierta en la mejor referencia para ese espacio urbano y hunda sus raíces expresivas (incluso para negarlo) en el genius loci. Por cierto, es lo que pienso que ha hecho Moneo con el Kursaal; vosotros, en cambio, asumís que como el resultado es malo (para vosotros), Moneo ha hecho una manifestación personal de principios no pedidos. Vale.

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  55. Decía M. Delibes "Soy como los árboles, crezco donde me plantan" (...)

    Con las debidas diferencias creo que los arquitectos plantan un edificio, suntuario o práctico, en algunos sitios que más tarde resultan impropios o incluso molestos.

    Sabía muy bien Delibes que un ciprés plantado al mismo borde de una tapia o de un edificio acabaría tumbándolos, o que crecida la higuerita plantada junto al brocal de un pozo se lo llavaría por delante una vez bien crecida.

    La pena es que no haya un terreno descomunal a una distancia prudente de las grandes urbes donde los ganios arquitectónicos planten o erijan sus proyectos más personales. O sea, OTRO parque temático... etc.

    [He olvidado sin son los jueves cuando me toca despotricar de todo o dar la razón sistemática al bloguero de turno.]

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  56. Ay, Miros hospitalizado... Seguro que no es nada grave. ¿Te vale mi ánimo?

    Sé paciente, charla con el de la cama de al lado, tómate las gelatinas que dan, y la medicación sin preguntar demasiado, hazte el dormido con las visitas que no te agraden.

    ¿Sabes usar la puñetera cuña? ¿Te han puesto un camisón de esos abiertos por atrás? Ojo con eso, porque te agachas a coger algo del suelo y viene corrindo uno y te la clava, (la inyección.)

    All the best.

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  57. A los que se dedican a criticar tan alegremente a ciertos artistas y sus obras, habría de advertírseles lo peligroso de dicho comportamiento, ya que pudiera ocurrirles que quedaran como auténticos paletos, pues la crítica funciona en ambas direcciones y muchas veces es la obra la que juzga al observador y no al revés. Creo que se puede decir sin ningún temor que alguna obra no nos gusta o no nos interesa, que no compartimos esa determinada visión del artista o que no alcanzamos a comprenderla, pero es temerario descalificarla sin ningún respeto, máxime si esas obras han sido lo suficientemente importantes como para constar en los libros de historia.

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  58. ¿Hospitalizado, Miroslav? Nada grave, espero. En cualquier caso, mis mejores deseos.

    No veo ninguna diferencia entre lo que dices que hacemos nosotros y lo que haces tú: asumes que, como el resultado es bueno (para tí), Moneo ha logrado la mejor referencia para el espacio urbano en la que se emplaza su Kursaal, que hunde sus raíces expresivas en el genius loci. Vale, también.

    Así planteada la cosa, lo único que cabe concluir es que la discusión se reduce a una cuestión de gustos, irreductiblemente personales y arbitrarios, y que no se puede hacer otra cosa que enunciar cada uno los suyos y mirarse luego fijo a los ojos. También va en esa línea tu planteamiento de que un monumento puede hundir sus raíces expresivas en el genius loci incluso para negarlo, que equivale a declarar que cualquier cosa que haga con su entorno un monumento, afirmarlo o negarlo, enriquecerlo o deteriorarlo, mimetizarse con él o acentuar el contraste, es siempre un enraizamiento en el espíritu del lugar y, por tanto, un modo correcto de relacionarse con él. No hay, pues, nada que discutir. A ti te gusta, a mi no. A mi me parece que agrede al entorno, a ti que se enraiza adecuadamente en él. Para negarlo, quizás, pero bueno, el asunto es que se enraice.

    (Visitemos a papá en el asilo, da igual si es para jugar a la brisca con él o para envenenarle el tazón de leche, ¿quién puede estar seguro qué es lo que más le conviene? El asunto es visitarlo. Enraizarse.)

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  59. Sigo:

    Porque ese es, me parece a mí, el meollo, y, como en el caso de la visita a papá, no me parece que pueda reducirse a una cuestión de opiniones. O, si se puede, habrá al menos que contar también con la opinión de papá, y de los demás hermanos...

    Si un monumento niega, como dices que legítimamente puede hacer, el genius loci de su emplazamiento, lo que está haciendo no es sumar una opinión más, distinta, a las previamente existentes, sino combatirlas activamente y, cuando es del tamaño del Kursaal, de hecho, destruirlas. No se trata de una amable conversación, sino de una batalla, con vencedores y vencidos. Y no estoy hablando en metáforas, tengo en mente batallas y muertos muy reales.

    San Sebastián, y particularmente la desembocadura del Urumea, es, o era antes de que Moneo tomara cartas en el asunto, un entorno burgués, amable, confortable y doméstico. Todo en la zona contribuía a crear ese espíritu risueño, ligeramente cursi y de balneario: las farolas art nouveau, el puente decimonónico, las opulentas fachadas de los bloques de viviendas burguesas, la mole del María Cristina y del Victoria Eugenia, la playa y el río urbano y encauzado... Yo, y como yo imagino que muchos donostiarras y visitantes, disfrutaba positivamente de ese genius loci, que era el motivo principal de que quisiera viajar a San Sebastián y pasear por la Playa de Gros, o de la Zurriola, como creo que se llama ahora.

    El Kursaal, como muy bien expone Tomé de Burguillos unos cuantos comentarios más arriba, es la negación andante de todo ello. "Incumbe -su gravedad y su tristeza- sobre el entorno al que contagia su aspecto inacabado, transmitiendo una sensación de solar a todo lo que le rodea. Dan ganas de ponerse el casco y si me apuras mucho la máscara antigás, porque tiene algo de desastre postnuclear, de fin de la civilización occidental, de the day after tomorrow." No podría, ya lo dije, haber expresado mejor la exacta impresión que me infunde la sola vista de esa mole enorme, gris, torcida, triste y desesperanzada. En mi ánimo -y es allí, y en los de los restantes expectadores, donde existe el genius loci, si es que existe en alguna parte- destruye por completo la risueñez estival y confortablemente burguesa que tanto me complacía. Se acabó Gros, se acabó la playa. Huyamos si aún es tiempo al refugio antinuclear y esperemos lo peor. Moneo, de hecho, por su sola voluntad, con la complicidad de las autoridades urbanísticas, me ha expropiado violentamente uno de mis escenarios vitales y me ha privado de una de mis satisfacciones. Díme, si quieres, que es opinable y que cada cual tiene sus gustos. Vale. Pero yo soy tan raro que prefería a papá jugando a la brisca que estertorando. Y el propio papá diría que también. Manías nuestras.

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  60. Atman, te aseguro que quedar como un paleto es cuestión que dejó de preocuparme hace cosa de cuarenta y tantos años. En cuanto aprendí a pensar por mi cuenta.

    Lo que piense de mí el Kursaal, Moneo o sus admiradores... en fin, para ser cortés diré solo que no me quita el sueño.

    En cualquier caso, la cuestión es que mientras que mi opinión sobre lo que hubiera sido adecuado hacer en la margen derecha de la desembocadura del Urumea no destruye, desgraciadamente, al Kursaal, la opinión de Moneo sobre la misma cuestión sí ha destruido, más desgraciadamente aún, mi Gros. No luchamos con las mismas armas: en mi opinión el arquitecto abusa de su situación y me impone sin derecho y por la fuerza su opinión. Yo, salvo empleo de la dinamita -que no descarto en último término- no puedo hacer otro tanto. De eso va ese post.

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  61. No, Vanbrugh, no digo que moneo haya logrado el mejor resultado posible; fíjate que con tanto apostolado apocalíptico antikursaal, ya empiezo a dudar de que haya logrado siquiera un buen resultado. Y sí hay una diferencia entre lo que asumimos ambas "partes". Yo no asumo que porque me guste el Kursaal, Moneo haya dado con el genius loci, sólo digo que, incluso aunque no lo haya logrado, eso, poner toda sucreatividad, su potencialidad artística al servicio del lugar, es lo que presumo que ha intentado. Podré pareceres ingenuo, pero me parece esta posición mía más verosímil que la contraria.

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  62. Recién ahora comprendo hasta qué punto te ha afectado lo del Kursaal y Moneo. Yo, que no me había pronunciado sobre el particular puedo opinar, por las fotos de tu post, que me parece infinitamente más agradable el ambiente que se desprende de la postal en blanco y negro que la foto de lo que hay en la actualidad.

    Y a Miroslav desearle que se recupere pronto.

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  63. Pienso que el ejemplo del Kursaal es estridente, y que no podrías haber elegido mejor ilustración para apoyar tu argumentación.

    Por el otro lado, ahí está la genialidad de Gehry que supo incluir un museo en una "escultura" (como bien dices).

    ¿ No es democrático nuestro sistema político ? ¡¡¡ A las urnas por los grandes proyectos !!!

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  64. No estoy seguro de saber qué puede querer decir, en este contexto, verosímil. Tampoco de que sea posible establecer cuál sería el mejor resultado posible. Por mi parte no aspiro a tanto (de hecho una de las causas a las que achaco estos desafueros es esa dañina manía de creer que existe "el mejor resultado" y de buscarlo, en vez de perseguir una armoniosa y áureamente mediocre discreción): me habría bastado cualquier resultado que no agrediera violentamente, con resultado de destrucción parcial ireversible, como en mi opinión hacen este y muchos otros, el entorno antes idílico y armonioso y ahora, en mi opinión, devastado en que se emplaza. E ignoro si esta opinión mía es verosímil: me basta con saber que es verdadera, en el sentido de que es lo que sinceramente opino yo, en correspondencia con una no menos verdadera sensación de despojo y pérdida que experimento cada vez que contemplo el lugar, aún en foto.

    Sigo pensando que es injusto y absolutamente desproporcionado que yo y tantos otros ciudadanos, y la ciudad misma, podamos ser violentamente desposeídos de algo que era importante para nosotros por el solo criterio, todo lo artístico que quieras, -más peligroso cuanto más artístico, de hecho- de unos pocos; y que uno solo pueda deshacer, sin consulta y sin apelación, en seis meses, lo que entre todos se ha construido durante largos años, y que a todos pertenecía. No sé de ningún otro caso de propiedad colectiva -el paisaje urbano lo es, o lo debería ser- en que pueda darse una situación comparable, y estoy seguro de que si lo hubiera, tú serías el primero en deplorarlo y denunciarlo. No creo siquiera que sea tu condición de arquitecto la que te impide verlo así; Atman, por ejemplo, no lo es y parece compartir tu opinión. Creo, más bien, que es consecuencia de unos cuantos mitos que cada vez considero más nocivos y peligrosos, precisamente por lo extendidos que están y por su aura respetable, intelectual y hasta progresista: el del Arte en primer lugar, seguido de cerca y en estrecha complicidad por los de vanguardia, rompedor, creatividad, innovación... Respetabilísimos todos ellos para quien pinta cuadros en su galería, escribe libros en su editorial o toca música en su sala de conciertos, pero inaceptables, a mi juicio, para quien hace sus experimentos "artísticos" con la ciudad de todos.

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  65. Escribí el anterior comentario en respuesta al último de Miroslav y sin haer visto los de Atman y C.C. Esta viene a corroborar mi postura pidiendo, muy sensatamente, consultas democráticas para este género de actuaciones. Me parece lo menos que se puede exigir, aunque, sinceramente, si un referendum autorizara la demolición de la Catedral de Burgos, yo tampoco la aceptaría. Lo malo es que la situación actual equivale a que se la pudiera demoler no ya sin referendum, sino por el simple capricho genial de un arquitecto y la dejación criminal de un concejal de urbanismo... En cuanto a Atman, celebro ver que nuestras posturas se acercan...

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  66. Verosímil quiere decir que pensar que Moneo y la mayoría de los arquitectos que reciben el encargo de proyectar un edificio que va a adquirir una función monumental en el espacio urbano ponen toda su buena voluntad en lograr lo más adecuado para ese lugar parece más próximo a la verdad que pensar, en cambio, que lo único (o prioritario) que pretenden es dejar constancia de su "genialidad artística". 

    En todo caso, no necesitas convencerme de que la ciudad es un bien colectivo; de hecho, como sabes, mi vida profesional está dedicada a defenderla en tanto pública. Pero no es fácil dar con las soluciones para evitar las "agresiones" edificatorias, aunque éste calificativo es siempre discutible, por más que llegues a considerar el Kursaal como un "atentado objetivo" (hablo de memoria, que en la i-pad es complicado pasar del procesador de textos al navegador). Por ejemplo, la solución que propone C.C. (y que yo he defendido en otras épocas) ya se observa en algunos sitios: los edificios emblemáticos han de pasar el visto bueno de la ciudadanía antes de construirse. Pero, como tú mismo temes, puede que el Kursaal hubiese pasado la prueba. Sólo se me ocurre confiar en una mejora de la educación estética de la ciudadanía.

    Lo que sí es fácil es echarle toda la culpa al arquitecto, que te lleva a deslizarte por una serie de insinuaciones, como si Moneo fuera el culpable de que se hubiera demolido el Kursaal. Cuando llamaron a Moneo ése ya era un paisaje desolador desde hacía bastantes años y la operación se sumaba a otra de recuperación de la playa de Gros (en mi infancia apenas existente en marea alta y siempre con bandera roja).

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  67. Miroslav, acabo de enterarme por tu blog de tu pancreatitis. Ponte bueno muy deprisa.

    No veo contradicción entre las dos opciones de las que hablas en tu primer párrafo: creo que cuando un arquitecto recibe el encargo de proyectar un edificio "monumental" -y todos lo son, en alguna medida, porque todos configuran en menor o mayor medida el paisaje urbano- que pretenda al hacerlo dejar constancia de su "genialidad artística" no le impedirá poner toda su buena voluntad en lograr lo más adecuado para ese lugar. No me parecen cosas opuestas. Naturalmente, aplicará su "genialidad artística" precisamente a lograr lo que él crea más adecuado, ¿a qué, si no? No dudo de su propósito ni de su buena intención, no es ese mi problema.

    Mi problema es que tengo muy constatado que los criterios con los que los arquitectos persiguen y creen alcanzar "lo más adecuado" para un entorno, ejercitando en el empeño su genio artístico, rara vez coinciden con los míos y con los de una buena parte de los ciudadanos; y que, siendo la ciudad el bien público que todos coincidimos en que es, no entiendo por qué deben ser los suyos los que prevalezcan y se impongan sobre cualquier otro, ni por qué no hay previstos mecanismos que al menos intenten impedir o matizar que esto sea así.

    Y mi problema es, también, que no creo que sea casual que rara vez coincidan los criterios de los arquitectos con los de los usuarios de la ciudad. Porque cuanto más artista se considera un arquitecto, y más genial se quiere mostrar, más cuentan en su criterio factores "artísticos" -esos de los que hablaba en el anterior comentario: originalidad, innovación, vanguardismo- que son muy legítimos en otras artes que no se imponen, pero que, para mi criterio de usuario de la ciudad que "padecerá" a la fuerza, no por elección, los resultados de su actividad "artística", resultan no ya irrelevantes, sino directamente dañinos.

    Como copropietario y usuario de la ciudad tengo perfecto derecho, creo, a ser tan vulgar, conformista y trivial como me parezca bien, y a desear que "mi" paisaje urbano se modele con criterios conservadores, y que los nuevos edificios, y más aún, por ser más fuerte su impacto, los monumentales, renuncien a ser "arquitectura de autor" y sean, en cambio, un modesto, práctico y, si se quiere, anodino pastiche de lo ya existente, en beneficio de la armonía y la conservación del paisaje y del ambiente urbano, de eso a lo que en este post venimos llamando genius loci. Tengo, insisto, perfecto derecho a ello, y si ese criterio mío es mayoritario -y creo que suele serlo; pero en cualquier caso, hay que indagarlo- los promotores, los gestores municipales y los arquitectos tienen el correlativo deber de renunciar a sus criterios "artísticos" y "rompedores", de abdicar de su deseo de protagonismo y de ceñirse, como digo en el post, al modesto y útil papel de albañiles ilustrados (J. L. Fernández del Amo dixit) para hacer, discreta y artesanalmente, la ciudad que los ciudadanos -sus propietarios- deseen, y no la que este nuevo despotismo ilustrado considere que debe imponerles.

    En ningún momento creo haber "insinuado" nada, y menos aún que sea Moneo el culpable de que se haya demolido el antiguo Kursaal. El post deja claro que mis recuerdos de este son de mi remota infancia. Pero, en cuanto a desolación, el solar neutro que durante tantos años, tras la demolición del antiguo Kursaal, ha ocupado la margen derecha de la desembocadura del Urumea era mil veces más llevadero y menos agresivo que la mole tambaleada y sucio-amarillenta de Moneo. Y la pequeña desolación transitoria y esperanzada que pudiera transmitir al entorno se ha visto sustituida por una enorme, irreversible y en mi opinión, lamentable desolación.

    Un abrazo. Perdóname la vehemencia, y mejórate.

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  68. Jaaaa, demoler la catedral de Burgos. Qué poca confianza tienes en el buen juicio del pueblo.(je plaisante, bien sûr)

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  69. Llevo treinta y tantos años viendo lo que vota el pueblo, C.C. Y la televisión que ve, y los libros que lee, y, más importante aún, los que no lee. ¿Crees que es como para tener confianza en su buen juicio? Moi, je ne plaisante pas. Malheureusement.

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