martes, 2 de abril de 2013

Manías léxicas


Particulares - Nunca

Palabras cretinas .- No sé si a ustedes les pasa, pero a mí hay palabras que debieron de mirarme mal la primera vez que me las crucé, me entraron por el ojo izquierdo y desde entonces me caen irremisiblemente gordas, sin ningún motivo que pueda defender decentemente. No las uso jamás y me producen una especie de respingo interior cada vez que me las encuentro usadas por otro.

Una página del Heimskringla, colección
de sagas de las de verdad.
Me pasa con saga, por ejemplo. Las sagas eran hasta hace unos años unos inofensivos poemas épicos de la Islandia medieval de los que, como mucho, uno oía hablar en las clases de literatura del bachillerato. Y nada más. Pero por algún camino misterioso la palabra se ha convertido de repente en una especie de comodín ambiguo y de amplio espectro, un impreciso sinónimo a la vez de serie, dinastía, familia, colección... Y así ahora si la familia Pérez da tres funambulistas de cierto renombre, nadie la libra de ser, a todos los efectos, la saga de los Pérez. Si una novela cuenta las aventuras de un padre y a continuación las de su hijo, deja de ser una simple novela para convertirse en una saga familiar. Si, obtenido un éxito con el primer relato protagonizado por el detective Fernández, a su autor le da por escribir el segundo, lo que está escribiendo, quiéralo o no, será la saga de Fernández... No se me ocurre qué definición de saga mínimamente coherente y compatible con todos estos dispares empleos podrían dar sus entusiastas usuarios, y lo más probable es que a ellos tampoco;  pero esta dificultad no parece suponerles ningún obstáculo para emplearla a troche y moche, al revés, se diría que los estimula. Debe de sonarles bien, o de parecerles culto, o algo. Yo confieso que a mí me pone bastante nervioso.

Me pasa con otras. Con decantar, por ejemplo, que de ser una cosa que se hacía con el vino para quitarle los posos se ha convertido en una fórmula casi ineludible para referirse a la elección. Antes uno opinaba, prefería, decidía, escogía, elegía, se inclinaba por; ahora se decanta. Todo el mundo. Menos yo, que sigo reservando la palabra para las raras veces en que separo dos líquidos de distinta densidad.

O con inmerso, palabra que cada vez que me la encuentro me deja con la misma duda: ¿qué hay que hacer para llegar a estar inmerso, inmergirse?

O con implementar, de la que no solo nunca he llegado a saber qué quiere decir, sino que sospecho seriamente que lo que pasa es que no quiere decir nada.

O con la analítica que te ordenan los médicos cuando lo que en realidad quieren es que te hagas unos análisis. Me hace el mismo efecto que si, para pedirte que le alcances un mapa, alguien te dijera: ¿me acercas la cartográfica, por favor?

O con poderosamente, el adverbio de uso más restringido y especializado que conozco. ¿Alguien lo ha visto alguna vez acompañando a otro verbo que a llamar la atención? Yo, jamás. Ninguna otra cosa más que llamar la atención se hace poderosamente. Ahora bien, no hay apenas atención que cuando es llamada, no lo sea con asistencia del adverbio en cuestión. ¿A ustedes no les llama la atención? ¿No les llama poderosamente la atención?

En fin, me pasa, como ven, con bastantes palabras, y eso que no he citado más que las que recuerdo en este momento, y que casi seguro me he dajado más de una en el tintero. Son manías, lo comprendo, completamente irracionales y arbitrarias, y que no puedo argumentar seriamente. Lo más que puedo decir en su defensa es que reservar nuestra hostilidad irracional para las palabras que nos parecen cretinas nos da un cierto margen de tolerancia para con los cretinos de carne y hueso.

Aunque ahora que lo pienso esto último no es aplicable a la que más me irrita de todas: reto. Cada vez que oigo a alguien hablar de sus objetivos como de retos comprendo que, sépalo o no, la cuestión a que se refieren esos objetivos le importa mucho menos que él mismo, su capacidad de alcanzarlos y su necesidad de demostrar esa capacidad. Alguien habla, por ejemplo, del reto de acabar con el hambre en el mundo y lo que le oigo yo decir, en estricta aplicación del significado objetivo de la palabra reto, es que lo que le interesa no es tanto que llegue a no haber nadie que se muera de hambre como ser él quien lo consiga. ¿Por qué, si no, lo llama reto y no, como sería lógico, tarea, proyecto, propósito, meta, objetivo, necesidad, deber, obligación..?


Soy muy maniático, lo comprendo, y en cuanto aparece en el discurso la palabra reto –que, con este uso, es para mí el prototipo de palabra cretina, proyectando su potente foco sobre el ego de quien la usa y supeditando a él cualquier cuestión que no sea su admirable capacidad de enfrentar y superar retos, no puedo evitar pensar que probablemente sea un poquito cretino también él.


* * * * *


Grave problema traductor: de tú, de usted o 'señor' a secas.- He aprovechado esta Semana Santa para volver una vez más a Bertram Wooster. (Si no lo fueran todas, las vacaciones serían la mejor época para leer o releer a Wodehouse, una vacación en sí mismo). Pero esta vez lo he tenido que dejar a medias, porque he dado con una detestable edición de los setenta que andaba perdida por mis estantes, creo que de Bruguera pero no quisiera difamar a nadie, en la que, amén de otras anomalías más o menos sobrellevables, Bertie tuteaba a Jeeves. Y eso ya sí que no se puede sobrellevar en absoluto.

En inglés no existe la distinción entre 'tú' y 'usted'. Cabe interpretar esto como que todo el mundo se tutea, o como que todo el mundo se habla de usted. Dado que el 'you' que usan para la segunda persona del singular es el mismo que usan para la segunda persona del plural, yo me inclino por la segunda opción, es decir, que se hablan todos de 'vos', lo que tanto en el castellano antiguo como en el francés actual es el tratamiento de respeto, equivalente a nuestro 'usted' (no así en el argentino moderno, en el que el 'vos' es un tuteo de confianza).

Jeeves y Wooster dibujados por Peter Gray
Pero la cuestión no es esa, claro, sino que la distinción entre los modos verbales más respetuosos y formales y los más familiares y confianzudos, que en francés y en castellano estriba en la persona verbal que utilizas al dirigirte a tu interlocutor, en inglés se basa en otras convenciones'Yes, I do', 'Sir', empleo de tratamientos, uso del apellido en vez del nombre de pila, etc– pero no por ello deja de existir. Y los anglohablantes bien educados, como las personas bien educadas en cuaquier otro idioma, para dirigirse a la servidumbre emplean siempre estos modos más formales. Si a Bertie Wooster, que tendrá otros defectos pero está muy bien educado, se le pasara siquiera por la cabeza dirigirse a Jeeves de otro modo que del más respetuoso y formal, Jeeves se despediría en el acto, y haría muy bien. Eso es lo que tendría que haber hecho el editor con el traductor, despedirlo, en cuanto leyó el primer sacrílego tuteo de Wooster a Jeeves, y eso es lo que hice yo con el libro después de un ratito de tratar de sustituir mentalmente todos los verbos mal traducidos. Era demasiado sobresalto, demasiado esfuerzo, y me echaba demasiado a perder el disfrute lector.

Porque esa es, precisamente, la labor del traductor, encontrar en el idioma de llegada los mecanismos equivalentes a los que el autor usó en el idioma de salida, y no dar por supuesto que han de ser los mismos, y que si en el original inglés no hay distinción entre y usted tampoco ha de haberla en su traducción española. Alguien debería habérselo explicado así al traductor de mi libro.

Y ya puestos, podría explicarle también –a él y a muchos otros, y no solo traductores, porque, por contagio de las películas y de las series mal traducidas del inglés esta tontería del 'señor' empieza a proliferar también en series y películas españolas– que ese 'Sir' que en inglés usan los subordinados para dirigirse a sus jefes, en español muy rara vez debe ser traducido por 'señor'. De hecho, solo en el caso, ya casi solo histórico, de criados que se dirijan a sus patronos, y aún así, sin abusar, y solo si la historia transcurre hace más de treinta o cuarenta años. (Aquí mi traductor no peca, o lo hace solo por ligero exceso: por cada dos 'Sir' del original él debería haber dejado un solo 'señor', como media). Lo correcto, en la mayoría del resto de casos, es no traducirlo, suprimirlo, directamente. Quien en inglés llama a alguien 'Sir', en español debe, sencillamente, hablarle de usted.

Al menos en el español de España –y enuncio aquí una regla que no he visto nunca formulada en ninguna parte, pero que me parece de innegable vigencia– el vocativo 'señor', a secas, sin ir seguido de un cargo o de un apellido, se usa estrictamente para cuatro cosas:
  • Para invocar a Dios al rezar.
  • Para llamar a voces la atención de un transeúnte al que se le acaba de caer la cartera.
  • Para dirigirte al Rey, si te ves en trance tan penoso y no te apetece decir esa ridiculez de 'majestad'.
  • Para apostrofar a los desconocidos cuando regañas con ellos.
 Y pare usted de contar. En España no llamamos a nadie 'señor' más que en estos cuatro casos, y ni en uno más.

Y ni en uno más, insisto. Tampoco a los militares se les llama 'señor', aunque quede tan bonito en las películas de marines. Esa necia fórmula, 'Sir, yes, Sir', con la que al parecer deben responder a sus mandos los miembros de la infantería de marina de los EEUU, no puede ser traducida, lamentablemente, más que con la correspondientemente necia 'Señor, sí, señor'; y tal circunstancia ha generalizado la idea de que semejante gilipollez pueda ser usada también en otros regimientos de otros países. Afortunadamente, no es así. A los mandos del ejército español se les llama mi sargento, mi capitán o mi general, si uno es militar bajo sus órdenes, o sargento, capitán o general, a secas y sin posesivo, si uno es su superior o su igual. Y si uno está en el caso mayoritario de no ser militar, con el 'usted' van que chutan, como los médicos, los mendigos, las amas de casa y los funcionarios de correos. Y los ayudas de cámara.

Todo esto es español básico, creo, no hace falta haber estudiado nada especial para saberlo, basta con hablar español todos los días. Con saber español, vaya. Pero los traductores se caraterizan, y eso con suerte, por conocer el idioma del que traducen. El idioma al que traducen, por lo que se ve, ni con suerte.

50 comentarios:

  1. A nivel léxico y posicionándome en tu planteamiento debo admitir que tu análisis me llama poderosamente la atención por lo que me voy a decantar en dicho sentido

    (¿Otra vez justificandome que no soy un robot?, ¡pero sí lo soy!)

    ResponderEliminar
  2. Discúlpeme, señor, pero tras su comentario me veo inmerso en una situación de cierta perplejidad: ¿en qué sentido, exactamente, se decanta usted? Le ruego implemente las medidas necesarias para sacarme de esta duda, de modo que pueda yo afrontar el reto de responderle cumplidamente.

    En otro orden de cosas, pido disculpas por el filtro antispam. Acabo de quitarlo. Como he estado cosa de diez días alejado de Internet, sus pompas y sus obras, creí conveniente implantarlo, para no encontrarme a la vuelta cosa de ciento cincuenta comentarios robóticos. Aún sin los mensajes que cada uno de ellos habría originado, durante mi ausencia mi cuenta de correo ha acumulado otros cincuenta y tantos mensajes no deseados...

    ResponderEliminar
  3. ¡Jajajajaja! ¡Ni siendo hermanos estaríamos más de acuerdo!
    ¿Qué me dices de lo "políticamente correcto"?
    De los traductores, recuerdo el que perpetró la traducción de un libro de Carl Sagan en el que el autor describía la superficie terrestre como un palimpsesto, escrito una y otra vez por los movimientos geológicos, y el traductor uso la palabra "palinsecto" (?) y se quedó tan oreado. (yo, como cigarra que soy, se que el "palinsecto" es un insecto que ni siquiera existe)
    Como soy muy mía, escribí a la Editorial a decirselo, pero como si les hubiera cantado.
    El libro es "Sombras de antepasados olvidados" Ed. Planeta, 1993, y los traductores son Miguel Muntaner y Mª del Mar Moya. Ni siquiera siendo dos acertaron a darse cuenta de lo asnos que eran. Tal para cual. Todo el libro estaba traducido a tenor de semejante perla.

    ResponderEliminar
  4. Hola, Cigarra. Lo políticamente correcto es una categoría excesivamente ambigua para mí, en la práctica he visto que casi todo el mundo califica peyorativamente de 'políticamente correctas' las convenciones que no comparte y que desea estigmatizar. Y no conozco a nadie que use el concepto de modo no peyorativo, es decir, que defienda lo políticamente correcto. Solo he visto que se llame así a lo que no gusta, sin mayor rigor.

    Pobres traductores. Los hay excelentes, y su trabajo, cuando es así, es impagable, pero casi no hablamos de ellos. Es cierto que, además, los hay malísimos, y que sus cagadas, las numerosas de estos y las escasas de aquellos, resultan muy vistosas y fáciles de ridiculizar.

    Lo que a mí me llama la atención es que la enorme mayoría de los errores de traducción no se deben tanto a ignorar el idioma de partida como a usar francamente mal el de llegada.

    ResponderEliminar
  5. Bueno…
    Me decanto, no sin espanto,
    me implemento, esto es un cuento,
    estoy inmerso, sólo es un verso
    que no una saga, aquí la caga
    el que la caga

    ResponderEliminar
  6. Vuelve en tí, Lansky, vuelve en tí...

    Díos mío, sabía que no tenía que haber escrito este post, el pobre no ha podido resistirlo...


    ResponderEliminar
  7. Divertido y muy cierto.

    Yo encuentro que también se ha malogrado lo 'parafernalia'.

    Siempre se usó mal 'lama máter'. 'Tal futbolista es el alma máter del equipo'... y me lo imagino dándole pecho a los otros.

    ResponderEliminar
  8. Sí, 'parafernalia' también ha ampliado abusivamente su significado original. Pero, vaya usted a saber por qué, a mí no me cae mal. La uso, de hecho -y probablemente la use mal- sin problema alguno.

    Y lo del 'alma mater' es realmente traicionero. La gente tiende a creer que ese 'alma' tiene algo que ver con el alma, y claro...

    ResponderEliminar
  9. Creo, y es la primera vez que me ocurre al leer tu blog, que no te expresas bien: comienzas diciendo que hay palabras que te miran mal, que no te caen bien. Pero luego, en el desarrollo del texto, queda claro que lo que te molesta realmente no son esas palabras, sino el uso incorrecto que de ellas se hace. Todas las palabras que citas a mí me parecen muy dignas. Las pobres palabras no deben cargar con las culpas de los malos hablantes.

    Ricardo

    ResponderEliminar
  10. Bueno, no en todos los casos es incorrecto el uso que a mí me molesta. (Suponiendo, claro, que 'ser incorrecto' no deba definirse, precisamente, como 'molestar a Vanbrugh').

    La RAE, por ejemplo, admite que uno de los significados de 'saga' sea el de "relato novelesco que abarca las vicisitudes de dos o más generaciones de una familia". Quien la usa así, por tanto, la está usando bien, pero a mí me molesta lo mismo.

    Para que me moleste 'inmerso' no hace falta tampoco que se use mal, es una palabra que me cae gorda bien o mal usada.

    Y 'decantar' por "inclinarse, tomar partido, decidirse" es también perfectamente correcto, y a mí me resulta, sin embargo, perfectamente irritante.

    'Implementar' tiene su definición en el DRAE, y a mí me saca granitos tanto cuando se usa de acuerdo con ella como cuando no.

    'Analítica' es, según el DRAE, un análisis clínico, y como si no: a mí me sigue pareciendo una chorrada enfática.

    'Poderosamente' es un adverbio de lo más legítimo. Estúpido, según yo, pero objetivamente legítimo.

    Hasta de 'reto' dice la RAE que es un "objetivo o empeño difícil de llevar a cabo, y que constituye por ello un estímulo y un desafío para quien lo afronta", es decir, el uso de esta palabra que hace que quien lo practica me parezca a mí un cretino es absolutamente correcto y admitido.

    O sea que, contra lo que dices, prácticamente todos los usos que digo que me caen gordos son correctos. Hasta la ampliación del significado de 'saga' a otros casos que el de novela con varias generaciones de protagonista sigue un mecanismo habitual en los cambios semánticos, la analogía, de modo que, si los nuevos significados a que da lugar no están reconocidos, entran por lo menos dentro de un uso más o menos metafórico y literario del idioma que generalmente no solo admitimos sino que hasta celebramos.

    Mi animadversión no tiene nada que ver con que sean correctos o no, por último, no solo por lo que queda dicho, sino porque hay, en cambio, muchos usos claramente incorrectos de muchas palabras que a mí no me molestan y en los que incurro sin problemas.

    Conclusión: lo que afecta a estas palabras no es una cuestión de incorrección, sino algo mucho más grave...

    ResponderEliminar
  11. [Off the record:
    Varias veces veo que mencionas a Woodehouse y que te tronchas con las cosas del mayormo Jeeves. Tan popular es en toda Inglaterra que - al menos que yo sepa - en Londres hay una lavandería llamada 'Jeeves' en pleno Kensigton/Chealse, un barrio muy chic.
    Nada, un comentario lateral.]

    ResponderEliminar
  12. ACABO DE DEMOSTRAR QUE NO SOY UN ROBOT Y ESTOY MUY CONTENTO

    ResponderEliminar
  13. No sabes cómo lo celebro, Anónimo. ¿Era un reto, para ti?

    ResponderEliminar
  14. Te diré, querdio amigo Van, que a mí me ha costado cierto trabajo 'descifrar' a veces las palabras que demuestran que no somos un robot, porque las letrillas o los números no los distingo bien porque se montan unas sobre otras

    ResponderEliminar
  15. A mí también me cuesta, Grillo, y creo que a todo el mundo. En realidad la diferencia debe de estar en que nosotros conseguimos descifrarlas algunas veces, y los robots nunca.

    En cuanto a Wodehouse (con una sola 'o', por favor) no sé si te has dado cuenta de que el nombre de este blog es un homenaje al título de una de sus novelas, la que más me gusta. De Bertie y Jeeves, claro. Si tuviera que elegir un libro para la isla desierta, me llevaría ese.

    ResponderEliminar
  16. Es muy interesante y esclarecedor lo que explicas sobre las traducciones, y me ha hecho recordar algo que me irrita bastante: cuando en una traducción de Rudyard Kipling, el autor de la versión en español traduce “India” en vez de “la India”. Supongo que hoy está mejor vista la primera opción porque es eso que se ha dado en llamar políticamente correcta, pero Kipling no es precisamente un escritor al que enmendarle la plana en ese sentido.

    ResponderEliminar
  17. Un tanto manioso sí eres, aunque yo creo que has razonado perfectamente tus motivos, y nada tienen de irracional. Más bien recomiendas el uso de otras palabras perfectamente válidad en el mismo contexto. Como químico, te doy toda la razón en el uso de analítica, que de hecho es la rama de esa ciencia que estudia cómo se analizan las sustancias.

    En inglés, tú es "thou", y hoy en día sólo se usa, creo recordar, en algunas zonas de Escocia y de Irlanda, especialmente en aquellas donde hay bilingüismo con lenguas que distinguen entre tú y vosotros, y en la edición del Rey Jacobo de la Biblia. Este último hecho ha provocado que en inglés a Dios se le hable, a veces, en un pronombre obsoleto.

    Yo creo que el remate de una mala traducción es encontrarse "mister". Como dice un conocido, ¿por qué no hacer lo mismo con las obras polacas, o rusas, o lo que sea? Seguro que nos reiríamos un montón. Y todavía podemos alegrarnos de que el inglés tenga unas relaciones más o menos parecidas al español porque si te vas al japonés...

    * No he podido evitar buscar el uso de thou, y resulta que los cuáqueros la usaron para reforzar el sentido de hermandad.

    ResponderEliminar
  18. Las traducciones, malas o menos malas, también crean escuela, por ejemplo, hablando de Kipling y desde los primeros traductores al castellano que tradujeron 'jungle' por 'jungla', ya nadie la traducirá por la más corriente de 'selva', salvo en el título del famoso libro a veces. Pero desde el punto de vista de la ecología vegetal jungla y selva son lo mismo: la genérica denominación de los bosques tropicales. Etc.

    ResponderEliminar
  19. Hola, Antonio. No sabía que 'India' fuese más correcto políticamente que 'la India', y te confieso que no entiendo por qué es así. Pero estoy de acuerdo contigo en que tratar de imponerle corrección política a Kipling es como el paradigma de la mala traducción. Y sí, es sorprendente lo que pueden llegar a irritar y a estorbar la lectura pequeños detalles de este tipo. Muchas veces he acabado corrigiéndolos a lápiz sobre el texto cada vez que aparecían, como única vía de dar salida al cabreo creciente que me producía encontrármelos vez tras vez.

    Hola, Ozanu. Soy maniatiquito, sí, lo reconozco. Pero en fin, creo que las manías de este tipo son inofensivas, mientras las sepamos reconocer y asumir como manías. Es curioso lo que cuentas del 'thou', segunda persona del singular que parece haber sufrido el mismo proceso que el 'tú' en Argentina, por ejemplo. El hecho de que se conserve en algunas oraciones para dirigirse a Dios tendrá, se me ocurre, la paradójica consecuencia de que en los oídos actuales suene litúrgico y ceremonioso un pronombre que, originalmente, era familar y confianzudo.

    ResponderEliminar
  20. Ya lo creo que crean escuela, Lansky. Ahí tenemos, sin ir más lejos, a ese siniestro 'Gran Hermano', que debe su nombre, me imagino, a una mala traducción del 'Big Brother' -Hermano Mayor- de Orwell, en '1984'.

    ResponderEliminar
  21. ¡Y ahora desaparezco de todos los enlaces, el tuyo incluido!

    ResponderEliminar
  22. Grillo, en Madrid abrieron una tintorería que se llamaba "Jeeves" y debió tener algún conflicto con los derechos de autor, porque le obligaron a cambiar el nombre a "James". Para eso sirven las entidades gestoras de derechos. ¡ya ves tu! ¿no se darán cuenta de que estaban haciendo publicidad gratuita del personaje?

    ResponderEliminar
  23. Cada loco con su tema… Yo me referiré a dos palabras que hacen un uso mundano y sacrílego de su verdadero significado para mí más profundo. La primera es “mantra” que se suele usar como una afirmación que uno se repite a sí mismo para autoconvencerse de algo, cuando en yoga se utiliza como un ritual para vaciar la mente y no para convencerse de nada. La otra es “subconsciente” que es una referencia peyorativa al inconsciente, pues no hay ninguna razón que nos lleve a pensar que la “no consciencia” es inferior o esté por debajo de la consciencia, sino que al revés y no pocas veces, lo inconsciente se halla por encima, y muy por encima, de la pobre y limitada consciencia.

    Al menos he encontrado un quinto uso para tu regla sobre Señor, y es cuando se utiliza para felicitar o darle la razón a alguien: ¡Sí señor!

    Es verdad que el uso del vocabulario da muchas pistas sobre cómo es esa persona, pero pienso que no deberíamos ser tan estrictos sino más bien indulgentes, y quedarnos con lo que el otro ha querido comunicar a su manera y de la forma en que dios le ha dado en entender sin pretender que deba pensar y expresarse como lo haríamos nosotros.

    ResponderEliminar
  24. Hola, Atman. Coincido progresivamente con todas tus observaciones.

    Progresivamente:

    En lo de mantra te doy un poco la razón: es cierto que su significado original y 'sacro' -para el que lo sea- es el que dices, pero a mí no me parece mal, sino muy dentro de los mecanismos por los que el idioma crece y se afianza, que haya ampliado su significado, sobre todo en ámbitos, como el occidental, en los que su 'sacralidad' pilla culturalmente más lejos, para referirse a las frases que se repiten por cualquier otro motivo distinto dl de alcanzar el satori, o como se llame lo que los mantras originales pretenden alcanzar.

    En lo del subconsciente te la doy un poco más: es verdad que el concepto freudiano original era 'inconsciente', y que no hay más motivo para pretender que esté 'por debajo' de lo consciente que un tópico 'topológico', según el cual tendemos a situar lo que no 'se ve' por debajo o detrás de lo que sí.

    Te la doy un poco más aún con lo de 'Sí señor'. Cierto, es un uso muy común de ese vocativo. No lo añado a mi regla porque prácticamente ninguno de sus usuarios lo empleamos conscientes de que el 'señor' sea un vocativo dirigido a nuestro interlocutor, sino como una simple interjección -como lo prueba el que muchas veces también digamos'sí señor' cuando estamos hablando con una señora-. Y, sobre todo, porque encuentro que mi regla de los cuatro casos me ha quedado muy redonda, y no me apetece cambiarla.

    Y te la doy casi del todo en lo de que debemos ser indulgentes con el léxico del prójimo y dejar que hable a su manera. De acuerdo por completo. Te prometo que no juzgo mal a nadie que hable de sagas, ni diga inmerso ni implementar, ni se decante, ni al que algo llame poderosamente la atención. Ni siquiera a los médicos que me comentan mi analítica. Me reservo, eso sí, el derecho de sospechar que los que llaman retos a sus objetivos sean un poco cretinos, pero solo lo sospecho, y solo en ese caso. Para un maniático como yo es más o menos razonable ¿no?

    ResponderEliminar
  25. "Thou" tiene, en efecto, una sonoridad litúrgica. A veces, las traducciones vierten este sentido ceremonioso como "vos", que es una contradicción etimológica, ¡pero bueno!

    Más que por corrección política, Antonio, será por la inevitable tendencia, comentada en el enlace siguiente, de eliminar los artículos delante de los nombres de países. Que hubo un tiempo en que se decía "el Congo" y "la China", como en "naranjas de la China".

    http://www.larealidadestupefaciente.com/2012/10/la-reina-calientapllas-juego-virgin.html

    ResponderEliminar
  26. Ozanu, acabo de leer el enlace y los comentarios, y me permito preguntar cómo se traducen del inglés o del francés los nombres de calles o de plazas: ¿Place de la Concorde o Plaza de la Concordia? Supongo que la forma correcta es la primera (y con mayúsculas), porque no suena nada bien algo como Calle Baker en lugar de Baker Street.
    (Curiosamente, en francés se les sigue poniendo el artículo a los países.)

    ResponderEliminar
  27. Será una contradicción etimológica, Ozanu, pero a mí me parece un ejemplo de buena traducción. Si en inglés thou es un pronombre antiguo y en desuso que alguna vez se ha empleado para dirigirse a Dios, lo lógico es traducirlo en español por un pronombre antiguo y en desuso que alguna vez se ha empleado para dirigirse a Dios: vos. Eso, a mi juicio, es traducir bien.

    Las opciones son tres, en realidad, Antonio: Baker Street, Calle Baker y Calle del Panadero. Place de la Concorde, Plaza de la Concorde y Plaza de la Concordia. Yo creo que la opción correcta es la segunda. 'Street' y 'Place' son nombres comunes y deben traducirse. 'Baker' y 'Concorde', aquí, son nombres propios (de calle) y no deben traducirse. Vamos, digo yo.

    ResponderEliminar
  28. La verdad es que yo ya sólo leo libros en versión original. Puedo, afortunadamente, leer bien en inglés y leo en inglés lo que antes tenía que leer traducido. Tal posibilidad ha supuesto una revolución en mi cerebro de lectora y me ha convertido, al mismo tiempo, en una "petite maniática". Como resultado ya no leo apenas traducciones, sólo si el autor es italiano o francés, ya que las traducciones al castellano de estas dos lenguas suelen ser bastante aceptables ( pero no leo autores alemanes, ni nórdicos, ni checos, ni rusos, ni japoneses... au revoir Murakami) Soy un poco extrema lo sé, pero es que me he topado con tan malas traducciones que ya no cambio leer en el idioma original por nada. Como resultado ahora leo autores en lengua castellana como nunca. Me he convertido en consumidora de versión original hispana.

    Yo no aguanto la palabra "adolecer", ni "gestionar" "voy a gestionártelo" Pero, en general, mis manías van por otros derroteros.

    Coincido con Grillo en que tu post es de lo más divertido.

    ResponderEliminar
  29. Hola, Emma. Me alegro de que te haya divertido mi post, la verdad es que también yo me he divertido escribiéndolo.

    Te envidio la capacidad de leer el inglés en versión original. A mi me lleva media hora por página y me cansa un montón. El francés sí lo leo bien -aunque hay diferencias sorprendentes: a Proust lo leo casi de corrido, y Yourcenar, en cambio, me cuesta casi tanto como el inglés-.

    Discrepo en lo de que las traducciones del francés suelen ser aceptables; las que yo he leído, en general, son mucho peores que las del inglés. Salvo honrosas excepciones, lo normal es que se pueda adivinar que son traducción del francés con leer una página, tan peculiares son algunas de las estructuras de este idioma y tan poco frecuente que sus traductores acierten a trasladarlas a un español que suene natural y 'no traducido'. Tengo la impresión, absolutamente profana e intuitiva, de que estando el inglés mucho más alejado del español que el francés, es, en cambio, mucho más semejante a él, más 'paralelo' y más fácil, por tanto, de traducir.
    Y, sin saber italiano, me pasa algo parecido con él: noto si un texto está traducido del italiano, en muchos casos, con leer un par de páginas.

    'Adolecer' a mí me molesta cuando se usa mal, lo que es bastante frecuente. Cuando se 'adolece de calidad', como si fuera un sinónimo de 'carecer', en vez de adolecer de falta de calidad, que es el uso correcto. Y 'gestionar', la verdad, ahora que lo dices, es que es un horror, sí. Lo habría incluído en mi post, si me hubiera acordado.

    Yo soy una especie de maniático universal, hay pocos derroteros en los que no tenga alguna afianzada manía.

    ResponderEliminar
  30. jajajaja
    A mí me divierten y me gustan los maniáticos. Me parece gente "con sustancia"

    Beso

    ResponderEliminar
  31. Las malas traducciones se notan ya en las muy primeras páginas; yo sistemáticamente abandono la lectura de ese libro para no estar cabreado a cada instante.
    Por otro lado, los traductores están mal pagados para el mérito que tienen y el tiempo que les lleva hacerlo bien, documentándose mucho a veces para 'entender' una sola página o el entorno de una acción.

    Siendo sincero del todo yo solo leo bien, muy bien, en español (o castellano.) Uno se puede defender con inglés, francés o aleman también, pero solo a niveles de supervivencia: un artículo en prensa o algo sencillote. Creo que me perdería casi un tercio de lo bueno leyendo en sus respectivos idiomas a Proust, a J. Yoyce o a Goethe. Nada.

    Me complace mucho ver que TODOS o casi todos tenemos manía a ciertas palabras, no sólo porque su mal uso nos haga detestrlas, como habéis comentado, sino porque sí. A mi me repatean muchas por las buenas, por lo que significan.

    Por cierto a un hombre, futbolista o lo que tenga de lider se le llama ánima máter.

    Sorry, me se escapó una o de más en Wodehouse.
    Qué bobos, Cigarra, los que hicieron cambiar el nombre de la tintorería Jeeves en Madrid.

    ResponderEliminar
  32. Antonio, en realidad suele depender de la tradición. Algunos lugares, como el Palacio de Versalles, la Plaza del Vaticano o el Támesis son demasiado célebres como para que no existan traducciones. Lo que criticábamos en aquella página era que algunos, llevados por una manía algo confusa, se empeñan en que, como decía, Nicolás Maquiavelo se llame ahora Niccolò Machiavelli. Verdad es que nunca habrá un principio de adaptación coherente (Giovanni Boccaccio, por ejemplo, no se adapta), pero dejar nombres originales puede ser peor (K'ung-fu-tzu por Confucio, sin ir más lejos) por falta de costumbre.

    ResponderEliminar
  33. ¡Implementar! ¡Por fin! Empezaba a creer que era el único que odio esa palabra.

    ResponderEliminar
  34. Me decanto por pensar que Vanbrugh es una traducción mal implementada de Carlomagno

    ResponderEliminar
  35. Desde luego que eres un maaníatico léxico, lo cual es bastante inofensivo e incluso, como apuntas, puede contribuir a encauzar las intolerancias de forma menos dañina (aunque también, me permito aventurar, puede generar el efecto opuesto: que manías hacia palabras conduzcan a rechazos hacia quienes las emplean). Ahora bien, también tienes la tendencia de "legitimar" tus manías en base a argumentos, de modo que "casi" las presentas (a veces, eh) como, más que manías, consecuencias "normativas", aunque, desde luego, de aplicación estrictamente personal (no digo en absoluto que pretendas imponerlas). Y a veces ese ejercicio tuyo se me antoja como un poco de malabarismo argumentativo del todo innecesario, precisamente porque las manías, si lo son, deben nacer y permanecer en el ámbito del mero automatismo a-racional, de la compulsión instintiva. Es como si, aunque admitas que son manías y justifiques tu derecho (faltaría más) a tenerlas y su inocuidad, te sintieras al mismo tiempo algo culpable y hubieras de "dignificarlas" cambiándolas de categoría.

    De hecho, justamente porque tus manías son las tuyas personales, lo cierto es que la mayoría de las palabras que citas en este post a mí no me desagradan (no les tengo manía), si bien tampoco son de las que uso habitualmente (que también son "manías" de contrario sentido las de usar siempre o demasiado ciertas palabras). Curiosamente, descubro que el uso habitual de saga proviene de las famosas sagas islandesas, cuando pensaba que estos poemas medievales se llamaban así porque eran sagas.

    Implementar ciertamente me disgusta mucho y he de confesarte que, aunque no por iniciativa mía, ha sido una palabra que hemos tenido que usar en estos dos últimos años para denominar una de las fases del proceso metodológico que hemos establecido para llevar a cabo un complejo trabajo en equipo. Sin embargo, lo cierto es que no encontré ninguna otra que expresara lo que necesitábamos ("poner en funcionamiento" que, en nuestro caso se refería al momento en que se articulaban los elementos de la base de datos geográfica del PGO). Porque, aunque fea, sí que significa algo.

    ResponderEliminar
  36. Todas las palabras feas significan algo, aunque sólo sea pobreza léxica o mal gusto del hablante/escribiente

    ResponderEliminar
  37. Menudo análisis psicologógico le ha hecho Miroslav a Vanbrugh. Le ajonda en la personalidad.

    Estoy de acuerdo con Miros en eso de cogerle manía a las personas que dicen palabras que te disgustan. A mi, por ejemplo, ya me empiezan a caer un poco mal esos que dicen 'Fulano es una persona muy cercana' o 'muy entrañable'.

    Otra palabra que me disgusta es CATALEJO. Suena mal, suena antigua y me hace pensar en 'catar de lejos'
    COMEZÓN es rara. Suena a comer pezón.

    La verdad es que este post se presta a muchísimos comentarios.

    ResponderEliminar
  38. Hola, Jordi. Implementar me parece una palabra artificial, y ni consultándolo en el diccionario consigo hacerme con sus significado y su uso exactos. ¿Quién implementa qué? ¿Cuándo? ¿Por qué? ¿Qué pasa después de que algo sea implementado que no pasaba antes?

    Son preguntas retóricas, en realidad no deseo saberlo. No es una palabra que piense usar, y no creo que me interese ningún discurso en que aparezca.

    Me dejas algo sobresaltado, Lansky. ¿Por qué de Carlomagno?

    Miroslav, salvo en el caso de ‘reto’ –y aún en este, poquito e inofensivamente- mi rechazo de algunas palabras no acarrea el de quienes las usan. Todo lo más, me lleva a no hacer gran caso de lo que dicen. Es muy poco probable que cuando alguien tiene ocasión de decir ‘implementar’ o ‘la analítica’, por ejemplo, esté hablando de nada que me interese a mí.

    No trato de legitimar mis manías, solo de explicarlas. En primer lugar, a mí mismo. Que no sean justas o razonables no significa que no tengan una causa, y esa causa es la que indago y trato de poner en claro. Naturalmente, con cierta predisposición a favor: son mis manías, les tengo apego. No estoy en absoluto de acuerdo, y me extraña que lo estés tú, con tu afirmación de que pueda haber, malabaristas o no, argumentaciones que sean innecesarias. Argumentar no es, creo, innecesario en ningún caso. Porque creemos eso, pienso, escribimos en nuestros blogs. O quizás es innecesario en todos los casos, no solo en el de las manías, pero la consecuencia sigue siendo la misma.

    Así que creías que las sagas finlandesas se llamaban así porque pertenecían a la categoría general de 'sagas', un caso más, como la del detective Fernández o como la familia Pérez. No se me había ocurrido esta lamentable, pero ahora veo que lógica, consecuencia del uso indiscriminado de la palabreja. Me imagino que le pasará a más gente. Me acabas de dar un nuevo motivo para detestarla.

    ResponderEliminar
  39. Como me imputa Grillo, mi comentario no era más que la interpretación personal de los que creo que son los mecanismos psicológicos que subyacen en tu tendencia a argumentar sobre los orígenes y causas de tus manías. Impresión mía que, desde luego, es aventurada, puede estar totalmente errada e incluso podrías considerar impertinente (aunque sepas que no hay ninguna mala intención).

    Dicho lo anterior, queda claro que disientes de mi interpretación ya que consideras que no tratas de legitimarlas sino sólo de explicarlas (tus manías). Vale, desde luego estás mucho más autorizado que yo en cuanto a identificar lo que haces, pero aún así he de confesarte que me queda todavía una cierta sospecha de que te mueves en esa frontera difusa entre lo que es explicarse el porqué de algo y justificárselo, debido a que de tus explicaciones resultan tus manías, como ya dije, unas manías muy congruentes, tanto que hasta me parece forzado llamarlas así. Admíteme si te place esta sombra de duda; ya sabes que me cuesta la fe ciega.

    En cuanto a tu proclama de la no innecesariedad de la argumentación, me parece que lo traes a colación fuera de contexto. Tienes razón: tampoco yo estoy de acuerdo con que no sea necesario (o al menos con que no sea pertinente) argumentar. Pero es que me refería a que argumentar las manías (que significaría dar razones de ellas) es innecesario cuando esa argumentación parece ser justificativa (lo cual, ya, tú niegas). En todo caso, argumentar sobre lo que sea, incluso respecto de las manías, sea necesario o no, siempre me parece de lo más conveniente y entretenido, tanto para el argumentador como para el interlocutor, pues a éste le permite hacer lo mismo. Es más, como sabes, tengo debilidad por las argumentaciones, por muy bizantinos que sean sus asuntos.

    ResponderEliminar
  40. Lo que está claro es que este post no pasa desapercibido.

    ResponderEliminar
  41. Hola, Números. Intuyo que la palabra desapercibido no goza de tu aprobación. Confieso que yo la uso sin problemas y no me despierta especial prevención. Quizás quieras explicarnos un poco más los motivos de la tuya, si es el caso.

    ResponderEliminar
  42. COMPROBADO. Ayer en la radio sallía hblando un tío que, por lo visto, se había ido caminando por la Antártida 60 días. Pues muy bien (cada uno se entretiene como quiere). PERO hete aquí que entonces suelta la siguiente lindeza "para lograr mis retos tuve que gestionar bien los riesgos...". ¡Tate!. Y entonces empezó la retahíla de sandeces sobre su rica vida interior, el descubrimiento de uno mismo en medio de la nada, el valor del sacrificio, etc etc.
    Añadiría a la lista: el sustantivo "mascota" (¿¿¿???) y el adjetivo "sostenible" (en tiempos, yo misma lo usé; ahora abomino de él).

    ResponderEliminar
  43. Hola, Barbie. Llevo tiempo dándole vueltas a un post, que no creo que nunca llegue a escribir, sobre la mística deportiva de la autosuperación, el sadomasoquismo y otras dolencias psíquicas emparentadas. Siempre me ha dejado perplejo que cosas que son generalmente reconocidas como aberraciones cuando se hacen por mera afición erótica o con pretexto de algún sucedáneo de la fe religiosa, pasen en cambio por estupendas y sanísimas si se hacen en nombre del siniestro lema olímpico "citius, altius, fortius" o de alguna otra gilipollez supuestamente deportiva del mismo género. Son probablemente el caso que mejor ilustra los motivos por los que detesto la palabra reto.

    Muy buena tu aportación de la palabra mascota, entra con todos los honores en mi lista. No sé cuándo me irrita más, si cuando se refiere a los animales de compañía -y no digamos ya si en vez de comprarlos se los 'adopta'- o cuando se refiere a los repelentes muñequillos que parece ineludible inventar cada vez que hay un acontecimiento multitudinario. Y la sostenibilidad, si no la incluí fue porque la daba por consabida. Es uno de los latiguillos más imbéciles de los últimos años. Alcanza el colmo, creo, aplicada a la arquitectura. Imagínate un edificio que no fuera sostenible: evidentemente, no se sostendría.

    ResponderEliminar
  44. yonotengoningúnprimoquesellamejavier14 de abril de 2013, 10:43

    Paralela a la pareja analítica/análisis vive normativa/norma, aún más injustificable: porque así como podría pensarse que al usar analítica se piensa en "prueba analítica", ¿qué pasa con los que, para aludir incluso a una línea, dicen que "la normativa" prescribe esto o lo otro? ¡Hay que matarlos!
    Otra bobada que está empezando a ponerse de moda: cambiar de asunto (o no) introduciendo un supercursi "dicho esto". Pero lo que menos aguanto, y llueve por todas partes, es la manía de de anteponer a cualquier nombre "lo que es", "lo que son": voy a comerme lo que es un helado antes de entrar en lo que es el cine con lo que son mis amigos. Y otra (y la última, porque veo que he entrado en una espiral de violencia): "en plan"+nombre, vg.: te lo digo en plan amiga. ¡Ay, Señor, Señor...!
    PS.: Me ha encantado oír la preciosa canción "Nunca", de Particulares, ¡y no incurre en ninguno de los feos vicios que tú y tu corte de frikis hemos mencionado!

    ResponderEliminar
  45. Lo más curioso es que ese misticismo deportivo sólo se da para algunos juegos y otros no. Si, por ejemplo, un tipo es campeón del tute, del póker, del Tetris o del Street Fighter III: 3rd Strike (que los hay), será tan sólo un tahúr y/o un friki, más o menos simpático según el caso, pero no pasará de ahí. No obstante, si cogemos a otro obseso, pero de otra actividad como sea correr, nadar o jugar a la pelota, será no ya un héroe, sino poco menos que un dios con derecho a pontificar sobre lo que le venga en capricho.

    A esto, se me podrá decir con toda la razón del mundo que uno que se da un garbeo por la Antártida está expuesto a más riesgos que en cualquiera de los casos expuestos, que como mucho se exponen a quemarse las pestañas y las yemas de los dedos. Cierto, pero no hay que confundir la justa admiración hacia una proeza con la devoción a un sujeto tan humano como cualquier otro. También, que para realizar esas proezas hay trabajo, como el que hay detrás del que es capaz de reconocer cuántas posibilidades tiene el adversario de tener escalera de color según las cartas de uno mismo.

    Lo que me lleva al detestable uso de la palabra "ídolo" como sinónimo de persona admirada. Por supuesto, también "estrella".

    ResponderEliminar
  46. Hola, Yonotengoningunprimo, veo que has modificado levemente tu nick. Originalmente el primo que no tenías no se llamaba Vanbrugh, ahora parece que ya no se llama ni Javier...

    Si, lo de la normativa es del todo paralelo a lo de la analítica. A veces me parece detectar una tendencia de todo el español que ahora se habla a sustituir palabras que se refieren directamente a cosas concretas -análisis, preceptos- por otras que se alejan de ellas y se limitan a aludirlas, englobándolas en conceptos abstractos -analíticas, normativas-. Es como si todos nos hubiéramos vuelto ponderados y cautelosos y prefiriéramos evitar el contacto directo con la realidad metiéndola en envases informes y ambiguos, que intentan volverla inofensiva y neutra a cambio de enmascararla y hacerla irreconocible. No sé si es mera pedantería o, directamente, miedo. Estamos haciendo un idioma francamente perifrástico, más bien ininteligible y bastante insoportable. La fórmula estúpida a que te refieres, 'lo que es', me parece responder a este mismo síndrome del envoltorio.

    (Hablo, claro, en plan profano, de lo que es el habla de la mayoría de la gente...)

    Vergüenza me da decir que Particulares ha sido un descubrimiento muy reciente. Me ha encantado. Seguiré colgando cosas suyas por aquí de vez en cuando.

    ResponderEliminar
  47. Se te podrá decir eso, Ozanu, pero a mi juicio no con toda la razón del mundo. La manía de considerar que el riesgo es un valor... ¿Qué gano yo -ni él, ni nadie- con que el paseante de la Antártida corra riesgos, y desde qué punto de vista estos riesgos vuelven más valiosa su supuesta proeza que la del campeón de un videojuego? Cuando este último mete la pata, empieza una partida nueva y todos tan amigos. Cuando la mete el místico de la tundra antártica, hay que gastarse una pasta y poner en peligro vidas humanas para irle a sacar del atolladero en que él solito se metió sin que nadie se lo mandara...

    Ese género de proezas no me producen la menor admiración, y que, encima, tras ellas haya mucho trabajo solo me las presenta como más imbéciles e injustificables todavía.

    Insisto, el masoquismo deportivo no me parece menos lamentable y dañino que cualquier otra clase de masoquismo, no veo ningún motivo para admirarlo y sí muchos para abominar de él.

    ResponderEliminar
  48. ¡Escribe ese post, Vanbrugh!. Daría muchísimo de sí (basta con leer lo que ya habéis escrito aquí...)

    ResponderEliminar
  49. Estoy muy de acuerdo con Barbie. No sé por qué nunca te atreverías a publicar un post sobre la mística deportiva de la autosuperación, el sadomaso y demás dolencias psíquicas.

    Sería interesante, divertido y seguro que recibirás mucha suerte de comentarios, la mayoría favorables, de acuerdo con tus opiniones.

    Qué tío; qué poderío. La cantidad de cosas que se te ocurren.

    ResponderEliminar
  50. Muy a propósito:

    http://entretenimiento.es.msn.com/tv/muere-una-joven-de-18-a%C3%B1os-en-la-versi%C3%B3n-china-de-splash

    ResponderEliminar