miércoles, 4 de mayo de 2011

UN MUNDO INDECENTE

Que te sumerjan en una bañera hasta que creas ahogarte debe de ser francamente desagradable. Seguramente cuando te ocurre pierdes de vista cualquier otra cuestión y deja de preocuparte todo lo que no sea la siguiente bocanada de aire que podrás, o no, aspirar. Como afortunadamente a mí no me ha pasado nunca, estoy todavía en condiciones de especular sobre ciertas cuestiones anejas a esta técnica de interrogación coercitiva (‘tortura’, en castellano antiguo) que a sus víctimas efectivas probablemente les parecerán ya irrelevantes, pero que para las que aún lo somos solo en potencia presentan, creo, un cierto interés.

Debo confesar que, al pánico cerval que me provoca la mera idea de ser interrogado de esta sutil manera, se suma en mi caso otro miedo más metafísico pero que, en mi feliz inexperiencia actual de la angustia provocada por los puramente físicos, se me antoja casi más angustioso: el miedo a que mi interrogador alardee de la técnica aplicada o, al menos, no pretenda esconderla, y admita abiertamente que la ha empleado. Y el miedo a que después nadie diga nada y a que todo el mundo acepte que las dudas sobre lo conveniente o no del uso de esta ‘técnica’ constituyen una ‘cuestión abierta’, y pase a continuación a hablar entusiastamente de lo realmente importante: sus resultados, sobre los que, al contrario, no cabe, al parecer, duda alguna.

Y es, en mi opinión, bastante explicable que este segundo miedo me angustie más que el primero: la probabilidad de que alguien me sumerja en una bañera hasta la casi asfixia para hacerme confesar algo es, creo, sumamente baja. Se trata solo de una posibilidad por ahora remota. Mientras que la probabilidad de que quienes aplican esta tortura (disculpen la palabra, pero siempre me ha gustado el castellano antiguo) no lo oculten, y de que la presenten al mundo como una técnica de indudable eficacia, aunque 'suscite ciertas dudas' morales, o más exactamente, deje 'abiertas' algunas 'cuestiones'; y ello sin que pase nada, es ahora mismo igual a uno. Del cien por cien. Ha pasado ya, quiero decir. No estoy aún sumergido en la bañera, pero sí estoy ya sumergido de lleno en un mundo en el que eso sucede, gobernado además por quienes hacen, o aplauden o admiten que suceda.

A mis cincuenta y pico años me resulta imposible desde hace mucho tiempo ignorar que en el mundo se tortura, y que lo hacen no solo los narcotraficantes, los terroristas y los delincuentes en general, sino también los gobiernos; y no solo los totalitarios, dictatoriales y tercermundistas, sino también los occidentales, democráticos y progresistas. Contra esta realidad innegable, que tengo la debilidad de carácter de considerar atroz e indecente, me cabía hasta ahora el consuelo de que se tratara de una realidad clandestina, vergonzante y consciente de su impresentabilidad e indecencia básicas.

Débil consuelo, me dirán, y bastante hipócrita. Ciertamente es ambas cosas. Pero, débil y fundamentalmente inútil como es para impedir que la gente sea torturada, la noción generalizada de que la tortura es indecente e impresentable, y de que quienes la emplean tienen que ocultarlo y negarlo, y saben que deben avergonzarse de hacerlo, era el último testimonio de que, al menos de iure, nos adheríamos a la decencia. En cuanto a la hipocresía, siempre he pensado que, como dijo La Rochefoucauld, es el homenaje que el vicio rinde a la virtud. Me estremece saber que el mundo en que vivo está gobernado por un vicio que ya no cree necesario este mínimo pero significativo homenaje, y habitado mayoritariamente por súbditos que aceptan dócilmente que así sea. Que vivo en un mundo radicalmente indecente, de facto y también de iure.

En resumen: sabía ya, desgraciadamente, que en el mundo en que vivo es posible violar la soberanía de un país extranjero, vengar los crímenes mediante el empleo de la fuerza, sin jurisdicción legal alguna y sin simulacro siquiera de juicio, disparar a matar a un hombre desarmado aduciendo que se ha resistido, asesinar a terceros inocentes contra los que no se ha formulado ninguna acusación, y todo ello gracias a la información obtenida mediante la tortura. Lo que aún no sabía es que tal cosa pudiera ser presentada como algo de lo que enorgullecerse, y exhibida como un éxito y un mérito; y que los espectadores, en vez de horrorizarse y condenarla, la celebrarían y la aplaudirían con complacencia prácticamente unánime.

Por eso, lejos de pensar que el asesinato de Bin Laden ha hecho que el mundo sea más seguro, como he oído y leído hasta la saciedad, a mi no me cabe la menor duda de que, desde que se ha cometido, el mundo es para mí y para todos un lugar más amenazador, más hostil, más inseguro y más peligroso. Aún. Y, fundamentalmente, más indecente.

25 comentarios:

  1. Exactamente. Lo suscribo todo. Y el pais que lo ha hecho ostenta en su escudo la leyenda "In God we trust" ¿¿¿¿???? ¿En qué se diferencian de los que ellos consideran fanáticos porque dan vueltas en torno de una piedra negra y se autoinmolan en atentados suicidas? ¿Cuándo se van a dar cuenta de que ningún Dios puede querer tener nada que ver en nada así? ¿Que diría la comunidad internacional si un comando de aquí, pongo por caso, descubre la guarida de un etarra fugado y lo ametralla en ella violando el espacio aereo y la soberanía del Estado donde se haya refugiado ese etarra? ¿Se celebraría con champán y cohetes por las calles del mundo civilizado o tendríamos que escuchar dar alaridos a los Tribunales del Derecho Internacional? ¿Hemos perdido el norte o no hemos sabido nunca dónde estaba?

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  2. Por suerte ya empiezan a salir los primeros comentaristas que afirman que la versión oficial de la Casa Blanca (quizá sería más adecuado llamarla "blanqueada", pensando en hipocresías) no se tiene de pie. Creo que pocas cosas me han producido más inquietud y horror en los últimos tiempos que el discursito vespertino con el que Obama invocaba las bendiciones divinas después de anunciar que, efectivamente, mercenarios a sueldo del país que representa habían cometido el enésimo asesinato destinado a quedar impune y a ser celebrado por todo el mundo como una gran hazaña de la civilización occidental, de la libertad y de la democracia. Y no sólo por la repugnancia que es inevitable sentir al oir asociada a un crimen de esa categoría la frasecita "Justice has been done"; ni tampoco por el insoslayable disgusto que cualquier persona decente debería experimentar al ver capitalizar de esa forma el dolor ajeno junto con los más bajos instintos de venganza -oportunamente fomentados por una cuidadosa campaña previa de difusión de la ignorancia y el cerrilismo (campaña que por desgracia funciona ya en Europa con tanta eficacia como lo lleva haciendo muchos años en EEUU), virtudes de las que se suele nutrir esa deleznable forma de locura colectiva que es el nacionalismo y de la que los estadounidenses son campeones- venganza tan a menudo confundida, en este mundo en el que efectivamente parece que la capacidad de distinguir se va perdiendo, querido Vanbrugh, con la justicia. Lo que de verdad me inquieta y horroriza es que en el aire de satisfacción dignamente contenida que ostentaba el presidente americano y en la perfección con la que se había aprendido de memoria y recitaba con gran naturalidad su discursito de títere se me antoja que se trasluce la clara conciencia de la falsedad de todo lo que estaba diciendo. Y que además no le importaba un pito. Que se trasluciera, digo. No le importaba un pito que todos supiesen que era una farsa, había algo del desafío que me parece cada vez más común en los políticos que parecen estar diciendo: "yo sé que lo que digo es una mentira de ocasión, y muy gorda, y sé que todos ustedes o son gilipollas y no lo saben o si lo saben no pueden hacer absolutamente nada más que joderse y aguantarse. Esto es lo que hay, así que agradézcanme que me tome la molestia de dar un barniz de buenas formas a todo este chanchullo del que me beneficio a su costa, imbéciles: podría hacerlo abiertamente y sin tomarme la molestia de fingir nada." La inquietud profunda se podría formular más o menos en muchas preguntas, infinitas preguntas distintas, pero en el fondo late siempre la duda de si ha sido siempre así, si el mundo ha estado siempre en manos de unos cuantos desaprensivos incosncientes y amorales que han hecho su conveniencia y antojo sin preocuparse de nada más; si no es posible ya hacer nada para cambiarlo; si nuestra idea de que antes había una cierta conciencia de lo que estaba bien y lo que estaba mal y así el vicio rendía a la virtud el homenaje de fingirse hipócritamente virtuoso no será más que un pía ilusión.
    Vendrán otra vez los bárbaros y se nos comerán con patatitas y nos lo tendremos muy merecido...

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  3. Yo no creo que sea más hostil, más inseguro, más indecente, etc. Yo creo que es igual de hostil, de inseguro, de indecente que antes de que ocurriera este episodio. Ahora tenemos la certeza de que así es, de que así ha sido siempre y que "la cosa no ha cambiado tanto". Este mundo tiene poco de contemporáneo, seguimos sumergidos en esta eterna edad media de violencia.

    Hemos tenido atisbos de educado comportamiento, hemos sufrido protocolos férreos que amaestraban nuestro comportamiento. Sin embargo ya llevamos un tiempecito donde se desprecia dicha formalidad de comportamiento, así que no me estraña nada que tampoco se disimule el genuino pensamiento.

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  4. Creo que nuestros políticos están cada vez más secuestrados por las opiniones públicas (así funciona “el menos malo de los sistemas políticos”: la democracia), y que es a ellas (a las opiniones públicas) a quienes hay que culpar de éste y de tantos otros desmanes a los que lamentablemente nos hemos ido acostumbrando. En este contexto es la sociedad norteamericana la que pedía venganza (que no justicia) por el 11-S y de hecho, según las encuestas, la popularidad de Obama ha subido automáticamente 9 puntos. Ideologías fascistoides como las contenidas en películas del estilo de “Harry el sucio” no son películas que denuncien la violencia policial, sino que hacen apología de la misma, justificándola por imperativo de las necesidades prácticas… para estos justicieros con licencia para matar, las garantías jurídicas y la presunción de inocencia, no cuentan: “Algunos malos son tan malos que no hay que andarse con miramientos” y el político de turno hace la vista gorda y le da al agradecido “votante” lo que la ciudadanía quiere sobre todas las cosas: Seguridad. Por tanto habría que recordarle a esa ciudadanía lo peligroso que es hacer un análisis excesivamente simplista o visceral, y pedir cosas sin calcular las posibles consecuencias y sus derivaciones.

    "Primero vinieron a buscar a los comunistas, y yo no hablé porque no era comunista. Después vinieron por los socialistas y los sindicalistas, y yo no hablé porque no era lo uno ni lo otro. Después vinieron por los judíos, y yo no hablé porque no era judío. Después vinieron por mí, y para ese momento ya no quedaba nadie que pudiera hablar por mí" — Según la Wikipedia, esta frase es de Martin Niemoeller (pastor protestante, 1892-1984) y erróneamente atribuida a Brecht.

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  5. Querido Vanbrugh me temo que todo lo que comentas sería entendible si viviéramos en un estadio de normalidad permanente. Pero hay pruebas de que no es así. Por ejemplo: hay que ser muy malo, pero que muy malo-malo-malísimo, vamos un verdadero malnacido o hijodeperra para obligar a un Premio Nobel de la Paz a que te torture para que le des información para que pueda asesinar a otro peor aún que tú. Eso es lo realmente imperdonable.

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  6. Después de leer este post, antes siquiera de hacer la mínima reflexión, me han venido dos "sentimientos encontrados". El primero de admiración por lo bien escrito que está y, a la vez, de gratísima identificación con lo que expresas. El segundo de una ligerísima sensación de inutilidad, al comprobar que todo lo que llevo escrito sobre este asunto desde que me enteré de la noticia (lo hacía para dar salida a la enorme indignación que me ha producido) queda magníficamente sublimado en este artículo tuyo. En resumen que, aunque no tenía claro que fuera a publicar lo que estaba escribiendo, tras leerte ya estoy seguro de que no lo haré.

    Y, ¿qué quieres que te diga? Primero, por empezar por lo más anecdótico: absolutamente pertinente la cita de La Rochefoucauld, que hacía tanto que no la oía ¿cómo no me acordé yo? Segundo, que es francamente preocupante, tremendamente grave, el salto cualitativo que supone lo que ha hecho Obama y tan preocupante y grave que parezca que tan pocos compartan esta valoración. Se trata de un salto (hacia atrás) cualitativo, brutalmente cualitativo. Claro que los americanos (y no sólo ellos) llevan mucho tiempo haciendo lo que les sale de los … simplemente porque pueden, pero lo grave es que ahora, por primera vez (al menos que yo sepa) se enorgullecen públicamente de ello, presentan como algo bueno lo que hasta ahora había sido malo. ¿Era peor Bin Laden que los nazis a los que juzgaron en Nuremberg? Y este trastoque perverso de los principios éticos lo hacen porque saben que pueden (como ha dicho el comentarista anónimo) y porque saben que les van a aplaudir. Paren el mundo que me bajo.

    Naturalmente que el mundo después de esto es más inseguro y más peligroso (aunque coincido contigo en que, sobre todo, es más indecente). Te olvidas, Amaranta, cuando no compartes la afirmación final de Vanbrugh, de que si los malvados saben que sus actos no van a ser censurados (incluso lo contrario), desaparece uno de los frenos (nada despreciable) a sus maldades. Si hasta el fiscal de los USA (una persona que hay que esperar que defienda el imperio de la Ley) se atreve a afirmar que lo que han hecho es legal y legítimo. Si tantos "mandatarios" (lacayos pelotas) se apresuran a felicitar a Obama, entre ellos el miserable (y es la primera vez que así lo califico) de nuestro presidente de gobierno (según me he enterado por un comentario de Harazem en el blog de Lansky, que todavía confío en que sea erróneo. Si eso y tanto más ocurre, ¿cómo no pensar que hemos retrocedido en el progreso ético del ser humano hacia un mundo más incivilizado y, por tanto, más peligroso?

    Reivindiquemos los GAL, matemos a los moros.

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  7. Realmente, Vanbrugh, me conforta mucho leer tu blog y sus comentarios, que me ayudan a sobrellevar mejor esta incómoda sensación de no estar generalmente de acuerdo con lo que la mayoría parece aprobar sin vacilaciones.

    La verdad es que todo lo que ha rodeado la muerte de Osama por Obama me ha parecido, efectivamente, feo e indecente. Arrastro una terca tristeza, entre otras cosas porque creo que, paradójicamente, supone la victoria perfecta y póstuma de Bin Laden:efectivamente, ha conseguido aterrorizarnos, que es lo que busca un terrorista, y envilecernos al hacernos como ellos. Yo vivo en Estados Unidos desde 1999 y viví el 11 de septiembre y su impacto en la opinión pública. Recuerdo cómo la gente abiertamente estaba dispuesta a sacrificar libertad y derechos humanos a cambio de una falsa sensación de seguridad. El cinismo de las relaciones internacionales, en que en la ONU todos somos iguales, como en Animal Farm, pero unos más iguales que otros. La hipocresía de defender civiles bombardeando a la familia de Gadafhi. De condenar el ataque a civiles en Libia y no en Siria o Bahrein. De apoyar las nacientes democracias norteafricanas hasta que se les ocurra votar a un partido islamista, como pasó en Argelia o Palestina...En fin, como dijo Séneca, el que quiera vivir entre justos que vaya al desierto...

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  8. La tortura es indefendible en "todos" los casos, por eso para mí es un caso de libro, 'una prueba del nueve' de la decencia y de la linea que separa a los que creemos que nunca cualquier fin justifica los medios que sean, de los que ponen un 'depende' según esos fines.

    Pero cuando esa tortura, al igual que la pena de muerte, se ejerce desde la impunidad del Estado o sus cloacas me parece aún peor.

    Visto lo visto mi opinión es que la Humanidad, como conjunto, ha progresado en lo técnocientífico, pero no en lo ontológico ni en lo ético.

    Por último, la tortura corrompe indeleblemente al torturador, ya no hay vuelta atrás.

    Creo sincera y aterradamente que en determinadas circunstancias podría ejecutar a alguien (quiero decir matar en indefensión a otro para ahorrame morir yo o los míos, no sólo en inmediata defensa propia), pero jamás torturaría, como jamás lincharía en horda, otro asunto que me provoca la máxima repulsión.

    Y luego están los torturadores 'leves' y domésticos, que lo hacen con los que tienen más cerca, conyugue, hijos...todos los días, pero usan la misma coartada que los 'profesionales': lo hacen por su bien.

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  9. Josefina, no sé si hemos perdido el norte o si más bien es que hay demasiada gente dispuesta a creerse que el norte está donde le digan. (Y a linchar, si es preciso, a los fabricantes de brújulas). Esa es la raiz del problema.

    Anónimo, muy buena tu observación sobre el cinismo desafiante de nuestros gobernantes, a los que ya no les importa que sepamos que mienten. Yo sigo viendo un importante salto cualitativo en esta actitud, que nos obliga a renunciar hasta a nuestras pías ilusiones.

    Insisto, Amaranta: que por primera vez un gobierno “civilizado” (el de Israel ya lo había hecho) reconozca haber empleado la tortura sin avergonzarse de ello supone, a mi juicio, un cambio radical a peor.

    Atman, temo que eres demasiado ingenuo si crees verdaderamente que es la opinión pública la que condiciona a los gobiernos. Yo creo que, por desgracia, la cosa funciona casi exactamente al revés. La opinión pública, en la problemática medida en que existe y hace algo, opina y hace lo que quien manda –que tampoco son ya los gobiernos- se ocupa de conseguir que opine y haga.

    Muy cierto, Harazem. Para ser del todo justos habría que conceder a Obama un suplemento de Nobel, en atención al sacrificio extraordinario que le ha costado conseguir el que ya tiene. Podríamos llamarlo el “Super Nobel Kissinger”, por ejemplo. O el “Laurel Guantánamo”. Desde aquí propongo su candidatura, sin esperar a que asesine a Gadafi, ni nada: ha demostrado merecer un nuevo voto de confianza.

    Gracias por tus elogios, Miroslav, que no por desproporcionados agradezco menos. Por si te sirve para reconsiderar tu decisión de no escribir sobre el asunto, te diré que a mí suele pasarme con tus posts lo mismo que dices que te ha pasado a ti con este. ¿Por qué crees que publico tan poco? Porque normalmente tú, Lansky o algún otro ya habeís dicho lo que iba a decir yo, antes y mejor.

    Tienes razón, Raleigh. La peor consecuencia del terrorismo es que acaba convirtiéndonos en terroristas. No hablo de nuestros gobernantes, de los que siento decir que creo que lo eran ya de origen, sino de la dócil muchedumbre de gobernados que celebra alborozadamente uno u otro terrorismo.

    Si, Lansky, también para mí es la tortura la raya que fija el límite entre la decencia y la indecencia. Por eso había dejado en el congelador el asesinato de Bin Laden (uno más, al fin), pero lo he tenido que sacar al oir en la radio que la CIA reconocía sin problemas su empleo de la tortura. Es, de toda esta indecente historia, lo que más radical y significativamente indecente me parece.

    Muchas gracias a todos por vuestros comentarios. Robaré a Lansky una oportuna frase suya dicha en circunstancias similares y sobre este mismo asunto: Una de las satisfacciones de mantener un blog como este es saber por vuestros comentarios que uno no está solo.

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  10. yo vivi de cerca el 11-M5 de mayo de 2011, 4:49

    pues a mí me parece que bien muerto está, y que se joda.

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  11. Gracias por tu interesante aportación, Yovivídecerca... Parece bastante indudable que está muerto y bien muerto, sí. Por eso mismo, dudo que se vaya a joder. Ya lo siento.

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  12. Por lo que he leído, la nueva política de Obama es eliminar selectivamente a líderes terroristas. A pesar de todo, me parece hasta sensato comparado con invadir países. Es decir, con combatir el terrorismo (el asesinato de inocentes para conseguir fines políticos) asesinando a muchísimos más inocentes que los que provoca el propio terrorismo (un soldado que defiende a su país de una invasión es tan inocente como un civil). Creo que esta política es la que esperábamos muchos después del 11-S. Por supuesto el responsable de todo ello es Bush, que también es el que ha hundido la economía mundial (imprescindible a este respecto el documental Inside Job). Creo que Bush pasará a la historia como el Hitler del siglo XXI.

    Acabo de descubrir tu blog y me ha encantado. Ya está en mis favoritos. Gracias.

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  13. Hola, Anónimo de las 16:42. Bienvenido y gracias por tu comentario. Es lo malo de gente como Bush, si, que hacen buenas, por comparación, a gente como Obama y a hazañas como la de Abottabad.

    Pero aquel siniestro imbécil, sin embargo, nunca llegó a jactarse de lo útil que le había resultado torturar. A mí este, que iba de bueno, empieza a darme aún más asco.

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  14. Ayer precisamente me llamaron "paleta" por opinar algo, mucho pero expresado, pero con el mismo trasfondo exactamente. Estaba esperando este post ya que es la stuación más clara de doble moral que hemos vivido recientemente y no podías dejar de denunciarlo. Gracias por poner en palabras lo que se me pasa por la cabeza. Besitos tito. Clarimocho

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  15. A mí también me ha producido admiración leer la entrada, por lo bien escrita y por lo sensato y lúcido de las reflexiones.
    Lo que dice Atman de “Harry el sucio” me hace recordar que muchos críticos de cine demasiado optimistas, ingenuos o tramposos sostienen que la película de Don Siegel no sólo no hace apología de la violencia, sino que la denuncia al mostrarla en toda su crudeza. Quizá fuera más prudente decir que es una buena película al margen de la ideología que contenga.

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  16. Clarimocho, gracias por tu confianza -infundada, he estado a punto de no escribir nada sobre el asunto: me indigna demasiado.- Si pensar por tu cuenta y con decencia es ser paleta, reivindica la paletez. Pero deberías evitar a quien te lo haya llamado. La estupidez es altamente tóxica.

    Antonio, yo también creo que las películas, y los libros, son buenos o malos, al margen de su ideología. Pero el pretexto de denunciar la violencia 'en toda su crudeza' para exaltarla y regodearse en ella me tiene un poco harto, y confieso que me predispone en contra.

    Gracias a ambos.

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  17. Pues yo insisto que no es un cambio a peor, es una realidad. Un cambio a peor sería que por primera vez en la historia un país civilizado utilizase la tortura, lo reconociese o no. Ese es el punto que indica la decadencia de un país. Pero eso no podría darse en nuestros días, en nuestros días lo único posible es un cambio a mejor, quiero decir que un país civilizado decidiese por primera vez en nuestra historia poner en práctica todo aquello que está garantizado en las constituciones.

    Yo es que no entiendo en qué empeora nuestras vidas al ciudadano de a pie, al que está alejado de la política y de los choques de poder, en nada. Quiero decir que estamos tan desprotegidos ahora que antes, en lo que atañe a la posibilidad de que pudieramos ser víctimas de nuestro propio estado. Lo que verdaderamente nos protega al ciudadano de a pie, a ese que tanto se rasga las vestiduras porque esto es una indecencia, es que al Estado le importa un pimiento nuestra existencia y nunca vamos a ser su objetivo.

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  18. Mira Amaranta: efectivamente, que la CIA haya reconocido por primera vez que emplea la tortura; y que lo haya hecho sin avergonzarse de ello sino, al contrario, alardeando de que gracias a su uso se ha conseguido lo que mayoritariamente se considera un éxito de la civilización contra la barbarie; y que las opiniones públicas y los portavoces institucionales del mundo civilizado hayan recibido la información sin un mal pestañeo y sin que parexca afectar en nada a lo contentos que, en general, se manifiestan por el feliz resultado de la operación en conjunto, tortura incluída, no empeora en nada nuestras tranquilas y anónimas vidas de ciudadanos de a pie. Seguimos teniendo la misma probabilidad que antes, francamente baja, de ser torturados. Si a tí eso te deja tranquila, aprovecha y disfruta de tu tranquilidad, que nunca se sabe lo que durará y ojalá que sea mucho. Y si en algún rato de despiste te da por pensar en otros ciudadanos del mundo tan anónimos e inocentes como tú y yo, pero que han tenido la mala suerte de nacer en paises musulmanes, por ejemplo, o tercermundistas en general, no sufras tampoco demasiado por ellos, porque también sus probabilidades de ser torturados, mucho más altas que las nuestras, por cierto, siguen siendo las mismas que antes de que la CIA y Obama decidieran evitarse la molestia de seguir fingiendo que trataban de atenerse a una mínima decencia en el ejercicio de sus fundamentalmente indecentes trabajos. Tienes razón, nada ha cambiado, ni va a cambiar de inmediato... en la práctica, ni en nuestra agradable práctica cotidiana ni en la desagradable práctica cotidiana de la inmensa mayoria de habitantes del mundo.

    Solo que a algunos neurasténicos con mucho tiempo de sobra nos parece que esta aceptación oficial y pública de que ya es admisible y hasta deseable, o por lo menos eficaz, lo que hasta ahora se tenía por inadmisible, malo y vergonzoso, nos parece, como bien explica Miroslav, un paso irreversible, una frontera no franqueada hasta ahora y sin marcha atrás, un cambio cualitativo de consecuencias incalculablemente malas. Manías nuestras. Si tienes la suerte de no compartirlas, aprovéchala y sé feliz.

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  19. Me pasaba hace 30 años y me sigue pasando: cada vez que abres la boca explicas lo que pienso con un arte y una elegancia que ya quisiera yo. Gracias. Hilari

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  20. Muchas gracias, a tí, hilari. Eres demasiado amble, me temo, pero yo te lo agradezco mucho.

    ¿Hace treinta años? Dame una pista, hombre. (¿O mujer?) De verdad que no tengo ni idea de quién eres.

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  21. Bueno Vanbrugh no es tanto el hecho de que me deje tranquila, como el hecho de pensar en qué ayuda mi intranquilidad a los que han nacido en países musulmanes, y eso sin entrar en si realmente esta gente, quiere nuestra ayuda. Que precisamente ellos están así porque a los "decentes occidentales" les ha dado por pensar que dada su falta de derechos nosotros tenemos derecho "a intervernir". Si intervienes faltas a tus promesas decomocráticas y si no intervienes lo que menos puedes hacer es estar intranquilo por ellos.

    Aquello de que no se puede estar en misa y repicando, que tú muy bien sabrás.

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  22. Pues a mi todo esto del Sr. Laden me sigue sonando al titulo de aquella pelicula: El hombre que nunca existió.

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  23. Amaranta, te confieso que no te sigo el razonamiento. Solo trataba de explicarte por qué a algunos perturbados nos parece un paso atrás irreversible, y una indecencia monstruosa, que la tortura haya cobrado legitimidad y presentabilidad en el mundo civilizado, y haya dejado de ser un recurso clandestino y vergonzoso. El resto de tus consideraciones, la verdad, temo que se me ha escapado.

    Anónimo, todo puede ser. Hay versiones, que no parecen especialmente paranoicas, que apuntan a que Bin Laden murió de una grave enfermedad poco después del 11 S, con conocimiento del Gobierno de EEUU, y que toda esta movida no es más que una escenificación y oficialización de su muerte, convenientemente capitalizada como paletada de cal de Obama, para compensar las más bien simbólicas de arena que hasta ahora le caracterizaban. Todo puede ser, y quizás nuestros hijos o nuestros nietos sepan algún día la verdad. Sea mentira o no su reciente asesinato, lo indudable es que toda la operación ha sido diseñada, declaraciones de la CIA sobre la tortura incluidas, para dar carta de legitimidad definitiva a la barbarie de matón de EEUU, que se ha cansado de tener que andar escondiéndose y quiere imponer sus "reglas" también en la teoría, y no solo en la práctica, como hasta ahora.

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  24. Prisión iraquí Abú Ghraib, Guantánamo,policía alemana "caso Metzler", Israel GSS, Reino Unido con los sospechosos del IRA, GAL en España...Y no recuerdo más...
    No sé donde estaban en ningún caso los Tribunales de Derecho Internacional,ni el de Derechos Humanos.
    Solo un caso más hasta que lleguen los bárbaros...

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  25. Hice ya un comentario y vuelvo para releer este impagable post y para confirmar que este blog añade a sus propios méritos, el valor añadido de tener unos comentaristas tan brillantes. Gracias al primer Anónimo, MIroslav, Lansky y otros.

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