domingo, 14 de julio de 2013

Paréntesis estival omisible: hoy disparatamos una vez más sobre... ¡música!

Como puede verse por la fecha de mi último post publicado, no estoy inspirado. Hace tiempo que tengo la cabeza y el tiempo repartidos entre las obligaciones laborales inminentes, que son muchas y variadas, y la cada vez más cercana perspectiva de irme de vacaciones; y como ni mi cabeza ni mi tiempo han dado nunca para gran cosa, lo que queda desocupado de ellos no alcanza apenas más que para algún que otro comentario en entradas imprescindibles de blogs cercanos. De modo que el mío propio yace desde hace tiempo en esa inactividad aparentemente –solo aparentemente– estéril en que tiende a caer, piensan algunos, con excesiva frecuencia. Y como en cosa de dos semanas me iré y ya no tendré internet disponible hasta primeros de Septiembre, he decidido publicar un post de relleno, una recuperación de cosas escritas hace años en el blog de Cigarra, en las que por primera vez expuse algunas de las manías musicales que luego he desarrollado un poco más en alguno que otro post de por aquí. Viene a ser lo que ahora llaman una precuela –palabro espantoso pero útil–, como una de esas novelitas antiguas y fallidas que los escritores consagrados sacan del cajón cuando sus editores los achuchan con la necesidad de aprovechar la notoriedad para vender cosas nuevas. Con la diferencia de que yo no soy escritor, ni consagrado, ni tengo notoriedad, ni editor, ni vendo. Pero ya me entienden.

(De paso, lo que sigue les servirá para apreciar el magnífico estilo de Cigarra, y así constatar que lo de disparatar me viene de familia. Las opiniones ponderadas y llenas de mesura no son nuestro fuerte, como probablemente ya hayan sospechado si no es este el primer post que me leen. Hay excepciones, para eso están las familias numerosas: el dottore, por ejemplo, mi hermano pequeño, es circunspecto y sosegado. Por eso no tiene un blog, y escribe –y lee– poco en este. Aunque a veces pienso que es pose, para diferenciarse de los italianos de los que vive rodeado, y dárselas de intelectual. En realidad creo que si se dejara llevar de sus verdaderos impulsos sería el peor de todos).

En fin, aquí tienen el diálogo internético que sostuvimos en su blog hace ya tiempo la distinguida bloguera Cigarra y yo, que constituye una buena muestra de lo que podríamos llamar

Crítica musical de altura

Dice Cigarra en un post breve, pero preñado, como verán, de posibilidades:
Estoy escuchando la radio, me han puesto un fragmento de Wagner y se me han venido a las mientes las sabias palabras del admirado profesor Javier Goldáraz Gainza cuando decía: "¡Cuánto daño hizo el Romanticismo!"
Reconozco que la vida sigue, y que hay música después de Beethoven, pero ¡qué poquita salvaría yo, Dios me perdone!
Richard Wagner , por Sebastian Krüger
A lo cual comento yo:
Tampoco hay que ser así. Siempre ha habido músicos buenos y menos buenos, también antes del Romanticismo. Lo único que pasa es que hasta entonces todos tenían en común un lenguaje amable y muy reglado al que se ceñían escrupulosamente, que en manos de los genios daba obras geniales y en el resto de manos cubría el expediente muy decorosamente. Después el ego de cada cual empezó a desbordar las convenciones comunes a todos y, cuando alguno no daba la talla, se notaba más. El patrimonio colectivo ya no corría con el gasto.
Pero, a cambio, hubo gente como Schubert. ¿Qué me dices de Schubert? Romanticismo puro, y yo no soy capaz de decir más de tres músicos, en toda la historia, que me parezcan mejores que él. (Sí, precisamente. Esos tres. Pero ni uno más). O como Chopin, que suena a tópico, a obviedad consabida y tediosa y a niña cursi tocando el piano, pero tenía cosas muy, muy serias. Escucha de nuevo los conciertos para piano y orquesta de Chopin, o los Impromptus para piano de Schubert, y dime luego si verdaderamente te parece dañino el Romanticismo.

Wagner era un bodrio, en general, lo reconozco. Pero era más nieto que hijo del Romanticismo, y lo que más tenía de bodrio era lo que menos tenía de romántico. La culpa de su bodriez no era del Romanticismo, sino suya específica de él, con la importante complicidad de quien diré luego. Y hasta él tiene cosas que están muy bien. Yo, que felizmente puedo afirmar que no habré oído ni el cinco por ciento de lo que compuso, puedo también decir que el “Coro de peregrinos” de Tannhäuser, por ejemplo, el famoso tema con que empieza la obertura, me parece una música estupenda, que dejaría un buen agujero en la historia musical universal si de repente ya no estuviera.

 
Primeros compases de la obertura de la ópera "Tannhäuser", de Wagner, en los que introduce el tema
del Coro de los Peregrinos. Con todo y ser Wagner, ¡y ópera!, a mí me parece una música excelente

Hasta aquí iba bien, me reconocerán ustedes. Un tanto sobrado con el pobre Wagner, sí, pero le salvo una obertura de ópera y hasta se la alabo. Ahora, la vena tolerante se me acaba enseguida, verán. Sigue mi comentario:
Y como ya me he cansado de decir cosas sensatas y conciliadoras, añadiré ahora que lo realmente dañino para la música no ha sido el Romanticismo, sino la Ópera, y eso sí que le pilla de lleno a Wagner. La Ópera, ese matrimonio morganático que amarida teatro malo con música mediocre; que en el entendimiento de tanta pobre gente pasa por ser algo así como La-Música-Con-Mayúscula, su más alto logro, su qué sé yo qué, es, muy al contrario, un subproducto espurio y viciado desde su mismo origen, que sólo en manos de unos pocos genios, Mozart, por ejemplo, ha conseguido vencer sus limitaciones de planteamiento y producir música buena, de verdad buena. Con la mayoría de sus restantes cultivadores, la música consigue solo muy de vez en cuando alzar la cabeza entre la bambolla de musiquillas, marchetas, números de baile, recitativos y magma pseudo musical en general, diverso y omisible, que constituye el ochenta por ciento de la ópera conocida.
¡La Ópera, por Dios! Sería mejor que no entrara en el tema pero en fin, ya puestos...

Vamos allá:

La ópera es un lamentable contubernio de música y teatro. Lamentable por motivos evidentes:

– Como lo que importa es la música (las óperas son de Verdi, de Mozart, de Puccini... salvo en el caso de Wagner, a nadie le importa un comino el autor del libreto) la historia es mediocre y previsible, y los versos, malos y en italiano. Los intérpretes tienen que ser buenos cantantes, pero eso no asegura que sean buenos actores y sí, en muchos casos, que tiendan a la obesidad y al hieratismo. Y no hay acción dramática que pueda avanzar como es debido si los protagonistas se paran cada dos por tres a explayar por triplicado sus sentimientos en un aria interminable, mientras todos los demás esperan como pasmarotes a que terminen de cantar para contestarlos, abrazarlos, apuñalarlos o lo que proceda. MOTIVO EVIDENTE Nº 1, PUES: LO MUSICAL SE CONVIERTE EN UN ESTORBO PARA LO TEATRAL.

– Como, aún así, hay que contar una historia, la música se ve, a su vez, condicionada por no sé cuántas restricciones extramusicales: hay que encajar en ella una letra, hay que acomodarla a la tesitura y a las capacidades concretas de la soprano o del tenor que estrenen cada aria, hay que respetar el “ambiente” de la historia y no poner tarantelas en la muerte de la protagonista, ni marchas fúnebres en la boda, ni minués franceses en los serrallos turcos... En fin, que la música, que es un instrumento expresivo mil veces más rico y sutil que el lenguaje hablado, capaz de suscitar y expresar emociones y sentimientos indecibles, se ve en la ópera reducida a amenizar historietas, enfatizar pasiones de cartón piedra y acompañar el baile de los figurantes. Un desperdicio criminal. Como si Velázquez se hubiera dedicado a pintar decorados teatrales, o como si utilizáramos el telescopio Hubble para espiar a la vecina mientras se cambia. MOTIVO EVIDENTE Nº 2, POR TANTO: LO TEATRAL SE CONVIERTE EN UNA RÉMORA PARA LO MUSICAL.

Es decir, que, lejos de enriquecerse mutuamente, las dos artes que supuestamente colaboran en la ópera se entorpecen y se limitan la una a la otra. El resultado es un teatro malo acompañado de una música que, si no siempre es mediocre, sí sería siempre mucho mejor sin la obligación impuesta de ceñirse a las necesidades dramáticas.

Naturalmente hay genios de la música que han compuesto óperas y, hasta con todas estas dificultades, han creado músicas sublimes. No digo ya en las de Mozart: hasta en las óperas de Verdi encontramos, si buscamos con buena voluntad, pasajes musicales de gran altura. Pero yo, para oír estos pasajes, prefiero mil veces poner el disco en casa que ir al teatro. Así me evito el espectáculo de los snobs emperifollados, la necesidad de emperifollarme yo mismo y la obligación de escuchar, entre pedazo que me gusta y pedazo que me gusta, los recitativos, los bodrios y los compases de transición y relleno, destinados todos ellos a que pueda el drama recuperar el tiempo que había perdido cuando la contralto dedicó diez minutos a decirnos cincuenta veces lo que, si aquello fuera teatro de verdad, habría bastado con que nos dijera solo una.
El Liceo, Ramón Casas
Eso es lo único bueno de que suelan estar en italiano o en alemán: como no lo entiendo, puedo desentenderme de la letra y escuchar la música dejando que me diga lo que por sí misma dice, y no lo que un libretista obtuso se empeñó en que me tenía que decir.

Que los aficionados me perdonen –o que no, eso, ellos verán– pero creo firmemente que, en buena parte, su afición se debe a una escasa capacidad para apreciar la música en sí, que hace que sólo aguanten dos horas de Mozart, pongo por caso, si se las administran adobadas con historias, decorados, puestas en escena, acrobacias vocales, vestuarios y ambiente glamouroso.

Una cosa es que te guste la ópera, que incluye todo eso como parte principal, y otra muy distinta que te guste la música, para lo que todo eso es un inconveniente, un estorbo y una limitación, en mi modesta opinión.

Cuando digo que me gusta la música clásica, nunca falta un entusiasta que cree convenir conmigo contestándome: “Y a mí, y a mí. ¡La ópera, qué maravilla!” Solo la buena educación me impide aclararles: “No, no. He dicho la música clásica. La ópera, salvo honrosas excepciones, me repatea.”

Me responde Cigarra:
Me vas a tener que perdonar otra vez, y ahora creo que te va a costar mas trabajo, pero últimamente el amigo Schubert no me provoca grandes entusiasmos. Está bien, y como dices, los impromptus para piano son como para gustar, pero no me emociona lo mas mínimo. Ni él, ni ¡oh herejía mayúscula!, Schumann. Ni Brahms, que nunca me acuerdo de que existe, Dios me perdone. El chiquito polaco este, Chopín, si; tiene cosas muy bonitas, y además el piano es un instrumento que casi siempre mejora cualquier cosa que se toque con él. (Hasta que uno de estos románticos empieza a perseguir escalas por el teclado arriba y abajo, que es algo que me pone de los nervios).
"Capriccioso", de Wilhelm Busch
Reconozco que soy un poquito radical en mis expresiones y cuando digo que para mi la música terminó a finales del XVIII estoy haciendo una generalización extremada. Podría hacer una lista larguísima de músicas del XIX y del XX que me encantan y no sólo de los buenos buenísimos indudables, que no olvido que casi todo Beethoven es del XIX; me encantan cosas sueltas como las obras para guitarra de Sor, y las escenas de niños de Schumann, y los cuadros de una exposición de D. Modesto; y me encantan Ravel y Debussy, y Eric Satie, y el adagio para cuerdas de Barber y miles de cosas mas. Pero mudo y absorto y de rodillas, como se adora a Bach y a Mozart, desengáñate que así no querré yo a nadie mas.

Pues si, el coro de Tannhäuser es muy bonito, y en la película de Visconti sobre el Rey Loco de Baviera tocaban una pieza que compuso el Guañer ese (que sonaba todo junto, como decía mi abuelo) para festejar el cumpleaños de su esposa, y recuerdo que me gustó mucho. Pero todo lo demás de ese señor está bien para bombardear con napalm, y poco mas.

Por cierto, cuéntame quién era su cómplice en lo de la bodriez, que me has dejado intrigada.

Ahora bien, cuando hablas de ópera, firmo debajo de todo lo que dices. Ya lo dijo Voltaire: la ópera se ha inventado para camuflar con música las tonterías que uno no se atreve a decir sin ella. No quiero ni pensar las cosas que van a decir de nosotros algunos aficionados que conozco si alguna vez llegan a leer estas líneas, pero sigo estando de acuerdo contigo y con Voltaire.

Y que conste que sigo emocionandome hasta las lágrimas cuando oigo a la pobre Madame Butterfly diciendo "Un bel di vedremo", y que Rigoletto me gusta casi entera de arriba a abajo y que el "Adios a la vida" de Tosca es preciosísimo. Y aprecio en todo su valor la técnica, la gracia y el genio con que Kraus ataca los dos de pecho en la famosa aria de "La filla del regimento". Es extraordinario.

Pero estoy de acuerdo contigo, prefiero ponerme el disco en casa mejor que aguantarme el ladrillo entero vestida con ropa incómoda en un asiento estrecho, entre gente que me incomoda si se mueve y a la que incomodo si me muevo. Y aunque los discos que traen fragmentos de algo no suelen gustarme, me gustan si son de los trozos digeribles de óperas en las que casi todo lo demás es prescindible.

(Hago una excepción: estoy oyendo uno que me han traído los Reyes que se llama "In Paradisum" y trae fragmentos de cosas como el "Stabat Mater" de Pergolesi, o el "Recordare" del Requiem de Mozart, y estoy disfrutando bastante).

Mimi (Anna Netrebko) muere en brazos
de Rodolfo (Joseph Calleja) en el último
acto de La Bohème (Puccini);
Por no extenderme mas, dejaremos para otro día dos cuestiones: la primera es una lectura feminista de las óperas; ¿por qué las heroínas además de ser tontas y desgraciadas se tienen que morir siempre, mientras el canalla del tenor se va de rositas?
 Y la segunda es ¿qué falta hace que la música cuente una historia? ¿No hemos salido ya de la fase ágrafa de la historia en que los mitos se tenían que contar con música para que las generaciones siguientes los memorizasen? ¿No existe la literatura para contar historias? Pues dejen que la música sea sin palabras, que es como más música es, ea.

(¡Que todo esto lo diga una persona que canta en un coro! ¡Hay gente que no hay quien la entienda!)

Y le replico yo de nuevo:
Te perdono, te perdono, no faltaba más. Fundamentalmente porque a quien más daño haces es a ti misma.
“...Son como para gustar...”, dices. Hombre, por Dios. Mudo, y absorto y de rodillas son modalidades adoratrices que prefiero dejar para los amores onanísticos del pobre Gustavo Adolfo. Pero respetando las manías litúrgicas de cada cual en cuanto a la mejor postura para escuchar la música buena, a Schubert hay que oirlo con muy poco menos de unción, entusiasmo y disfrute en general que a Bach, Mozart o Beethoven. Muy poco menos, si no los mismos. Tienes el hándicap, como yo, de haberte criado escuchando “La Trucha” como música de fondo, mientras hacías los deberes o merendabas pan con chocolate, y veo que has sucumbido al evidente riesgo de darla por consabida. Pero si la escucharas de nuevo como si nunca la hubieras oído antes, te darías cuenta de que es uno de los momentos cumbres de la historia de la música.

Llamar a Chopin “el chiquito polaco este” y concederle que tiene “cosas bonitas” es una hábil maniobra para disimular la inmediatamente siguiente, que es asimilarlo a “uno de estos románticos” –¡como si tuvieran en común otra cosa que la displicencia que has decidido dispensarles!– y acusarlos, así, en bloque, de “perseguir escalas por el teclado arriba y abajo”. Esto último puede ser una descripción, más bien torpe, de algunas piezas de Liszt, que tampoco a mí me producen especial entusiasmo; pero hablar de ello como de una manía de los románticos en masse solo revela, perdóname que te lo diga, que los has oído, a todos ellos, poco, con falta de atención y sobra de prejuicios.

(Dicho lo cual te diré que a mi Schumann tampoco me entusiasma –quitando las "Escenas de niños" que forman parte de mi acervo musical desde que descubrí a los seis años el disco de casa que las contenía, magníficamente tocado por... vaya usted a saber quién–, que Mendelsohn me sobra casi entero –bueno, la "Sinfonía Italiana" me gusta por parecidos motivos– y que jamás he compartido la muy común devoción por Brahms. Este último me parece una imitación de Beethoven, a ratos conseguida y a ratos menos, que con frecuencia tiene verdaderos problemas para atinar con la “escala”, quiero decir, con la proporción. O se tira treinta y tantos minutos tratando trabajosamente de construir un tema que se pierde entre el vaivén irresoluto de intentos fallidos, o despacha en cinco minutos tres temas buenos, que desarrollados como Dios manda habrían dado para mucho más y que así no pasan de atisbos frustrados. Lo de “las tres B” es puro oportunismo ortográfico. No les llega, ni a Bach ni a Beethoven, a la suela de los escarpines.)

(Y en cambio Tchaikovsky –al que no sé por qué hay que ponerle tantas letras, total para decir Chaicosqui, que vaya usted a saber cómo se escribe en cirílico– Tchaikovsky, digo, que pasa por ser el más blando, pastelero, facilón y descartable de los grandes músicos del XIX, me está resultando últimamente mucho más apreciable de lo que yo mismo habría dicho hace unos años, cuando participaba de prejuicios muy parecidos a los que tú proclamas. Todo lo amariconado, dulzón y chin chin pún que se quiera, pero un pedazo de músico. Capaz como pocos de inventar lo que, cada vez más, creo que es la madre del cordero, la raiz de la música y su meollo insustituible: melodías. Un músico es un buen músico cuando inventa buenas melodías, haga luego con ellas lo que haga. Y Don Piotr Ilich las inventaba buenísimas. En cambio todas las audacias armónicas, todos los hallazgos tímbricos, todas las orquestaciones, las percusiones, las instrumentaciones y las zarandajas sonoras del mundo no van a ninguna parte si detrás no hay una melodía consistente).

Hala, ya me he despachado yo también. Ya ves que, en el fondo, somos tal para cual.

El cómplice de Wagner en la bodriez es, evidentemente, la ópera. Wagner era bodrio, fundamentalmente, porque escribía óperas, y la ópera es la patria natural del bodrio musical, su oportunidad de oro, su catalizador, su coartada y su escaparate. (Creí que había quedado claro, pero veo –lo venía ya sospechando– que escribo igual que Wagner hacía música, sueno todo junto y no hay quien me entienda). Está claro que, en cuanto a la ópera, pensamos más o menos lo mismo, con la salvedad de que a mí me importa un pito que se muera la protagonista, y lamento solo que sobreviva su cómplice masculino. Por mí podían reventar ambos en el primer acto, llevándose por delante al coro y a los partiquinos, y eso que nos ahorrábamos todos.

Y me parece –ya termino, ya– fundamental la última cuestión que bien apuntas. ¿Por qué tiene la música que contar una historia? Es una manía que me subleva desde que tengo uso de razón. Todas esas construcciones del género: “El pizzicato de los violines es el goteo de la lluvia sobre el maizal. El oboe es el pajarillo que canta. Cuando el pastor bosteza, suena el fagot. El tema del contrabajo es el Conde que se acerca...” me parecen profundamente necias y totalmente antimusicales, y me da igual que sea el propio compositor el que las aliente. Me cago en la música programática con furor intestinal acumulado desde mis lejanos seis años, en que por primera vez alguien intentó “explicarme” alguna música con estupideces parecidas. La música no necesita, ni puede, ni debe ser explicada, ni cuenta más historias que las infinitas, infinitamente diferentes –y todas ellas indecibles si no es, precisamente, mediante la música– que haga crecer en el ánimo de cada uno de sus infinitos oyentes. Si su autor tenía el cretino propósito de que no sé cuál sucesión de notas representara no se qué personaje, o se basó en algún retorcido leitmotiv para componer así y no asá, o adjudicó determinado instrumento a determinada anécdota, es problema suyo. Él debe tener el sentido común de no exhibirnos ni tratar de contagiarnos sus manías, y sus comentaristas el buen gusto de disimularle la debilidad. A mí no es que no me importe nada, es que me molesta positivamente que venga un idiota a reventarme la emoción musical tratando de reducírmela a una torpe historieta. Mal contada, además, porque la música no es el instrumento adecuado para contar historias, ni para pintar cuadros, y pretender dedicarla a eso me parece un crimen de lesa musicalidad.
Hasta aquí llegó el erudito cuanto riguroso intercambio. Ambos debimos de aburrirnos del asunto, o consideramos que habíamos dicho sobre él cuanto debíamos –siendo así que, en realidad, habíamos dicho ambos, como es fácil apreciar, mucho más de lo que debíamos–.

Con todo lo cual les dejo a ustedes, con mi deseo fervoroso de que pasemos todos un buen verano. Hasta la próxima.

46 comentarios:

  1. Solo tengo dos minutos para un minicomentario: ¡Sigues consiguiendo hacerme reir a carcajadas cuando te leo, como sólo lo consiguen los humoristas ingleses!
    (no me acordaba en absoluto de este cruce de opiniones tan sentido y discreto que mantuvimos illo tempore. qué moderados somos siempre cuando nos ponemos a opinar sobre algo)
    Luego mas

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  2. Sin llegar al final, tengo que hacer tres puntualizaciones: la primera es que sé yo de buena tinta que el noble sosiego que caracteriza a mi amigo y tocayo, al que aquí se alude con la denominación de resonancias vagamente malavitose de "dottore", es la manifestación externa de virtudes suyas intrínsecas muy arraigadas y genuinas que siempre le han hecho buscar la ponderación y rechazar el exceso, el grito, el desgarro y garabato mesetarios. La segunda es que la Figlia del regimento se escribe así como acabo de hacerlo yo y no con doble l como hizo Gigarra en uno de los textos aquí reproducidos; la tercera es que entre las arias de opera dignas de ser escuchadas hay que incluir también "Oh, mio babbino caro", si no me equivoco de Rigoletto y que el vulgo ignaro suele simplificar con la lectio facilior "Oh mio bambino caro", lo cual no tiene nada que ver, pues trátase de la hija amante que se dirige al padre con el apelativo afectuoso de "babbino", diminutivo de "babbo", tratamiento familiar de gran difusión en Italia centro-meridional para que los hijos se dirijan a sus padres. Sin quitarle nada a interpretaciones erróneas pero excelentes, que se sirven del termino "bambino", como el play back que ofrece Rowan Atkinson en Las vacaciones de Mister Bean, que me parece una de las más memorables. De donde se deduce que el 99 % de los que van a la opera o la escuchan no se enteran de nada por no saber italiano. Después de esto ya habrán entendido ustedes que el aria no me importaba tanto como el tener ocasión de demostrar mi erudición con estas puntualizaciones.
    Por lo demás me encuentro perfectamente de acuerdo con la mayoría de las herejías expresadas en este post, como se dice ahora.
    Guillermo de Busto

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  3. Será este post una "precuela" pero cuela, cuela. Me encanta cuando te pones "estupendo" que dirían nuestros padres. Como sé que sabes, no es para nada mi estilo, pero reconozco que la forma tajante de expresar tus opiniones y gustos es tremendamente atractiva y convincente. A ver si hay suerte y aparece por el blog algún apasionado amante de la ópera que no se amilane y te afee con argumentos simétricos tu furor iconoclasta.

    No seré yo, desde luego, a quien tampoco le hace tilín la ópera y, además, carece de la cultura que demostráis tanto tú como Cigarra en música clásica. Aún así, no puedo sino coincidir contigo en que el maridaje música-teatro ha resultado un mal invento y comparto tus dos "motivos evidentes". Lo que me pregunto es si esta "evidencia", que basas en que la música nada tiene que ver con contar historias (con lo que también estoy de acuerdo), es consustancial o el resultado histórico de un determinado estilo o enfoque o llámalo como quieras.

    Me explico. En las óperas, ciertamente, "lo musical se convierte en un estorbo para lo teatral", pero sin embargo hay obras escénicas en las que la música es el fundamento protagonista, con excelentes resultados. Estoy pensando, para salirme del ámbito de lo clásico, en algunas excelentes "óperas rock" o los que se dieron en llamar albumes conceptuales por los setenta. Musicalmente (para mí, claro) hay algunas muestras extraordinarias, que disfrutas y te emocionan (como toda música buena) entiendas o no la historia (en inglés, no en italiano). Pero, a la inversa, la historia se enaltece enormemente gracias a la música; digamos que en este caso no se cumple tu primer "motivo evidente".

    En fin, repetir que he disfrutado como un enano de este post. Lástima que hasta septiembre no habrá nuevos. Un abrazo y felices vacaciones (tú que puedes).

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  4. Cigarra: en primer lugar, tengo que pedirte excusas por haber utilizado material que es técnicamente de tu propiedad, aunque lo haya escrito yo, para publicar este post. Y acto seguido, claro, agradecerte el permiso presunto y tu propio material, del que he dispuesto tan alegremente (donde hay confianza, da asco). Me alegro muchísimo de hacerte reír, pero reconocerás que hay tantos o más motivos para el regocijo en el texto a ti debido como en el mío.
    Y me siento muy halagado por la comparación con los humoristas ingleses, que son los únicos, junto con Fernández Flórez, que consiguen que me ría yo a carcajadas con una lectura.

    Guillermo: tu amigo y tocayo, y hermano mío, el dottore -¿qué querrá decir malavitoso? Yo lo de dottore se lo digo sin mala intención...- sé yo de buena tinta que reprime instintos tan tajantes o más que los míos para cultivar esa imagen desapasionada y erudita con que se adorna. Es inútil que lo niegues, lo conozco desde antes que tú. Y lo del desgarro y garabato mesetarios no lo dirás ni por mí ni por él ¿no?, que una cosa es ser vehemente y otra maleducado y antiestético.

    Muchas gracias por la aclaración del Babbino. Pertenezco al vulgo ignaro que se conformaba con la lectio facilior -¡qué cosas tan bonitas aprendo contigo!- y nunca me había preocupado ni tanto así porque, efectivamente, aunque si me esfuerzo puedo comprender medianamente el italiano sencillo, las raras veces que escucho ópera mi esfuerzo se dirige, precisamente, a no entenderlo, por motivos que te quedarán claros si has terminado de leer el post. Fea costumbre la de comentar antes de acabar de leer lo comentado, por cierto, que mal se compadece con el rigor intelectual de los eruditos apacibles y desapasionados.

    Me alegro mucho de que estés de acuerdo con mis herejías. ¿Ves cómo tengo yo razón? No las dices, pero te encanta que alguien las diga. Tranquilo, que aquí estoy yo.

    Miroslav: Tú también aprendes. No solo anuncias matices sino que, a continuación, los formulas. ¡Bravo! (Qué adjetivo tan operístico y tan italiano. Por cierto, en España casi nadie lo usa como adjetivo, sino como adverbio. Gritamos "bravo" lo mismo a un señor que a una señora, que a cien de ellos o ellas. A nadie se le ocurre gritarle "brava" a la Caballé, ni "bravos" -o, más exactamente, "bravi"- a la Orquesta Sinfónica, pero sería lo suyo, y así lo hacen los italianos, propietarios originales de la expresión. Nosotros lo usamos como un equivalente teatral de "muy bien", lo cual creo yo que es un error, añadido al error inicial de usar una palabra italiana, en vez de su traducción. ...¿"Cojonudo", por ejemplo, no sería más apropiado?)

    Yo creo que la evidencia es connatural... a la ópera. La ópera pretende una especie de matrimonio permanente entre música y teatro, y son dos artes imposibles de casar, por evidente superioridad de la una sobre la otra. Por eso hablo de matrimonio morganático. Como creo haber ya dicho en algún otro comentario de algún otro post sobre este mismo asunto absurdo y, por ello, recurrente en mí, las únicas relaciones posibles entre estas dos artes son los rollos relámpagos de una noche, o como mucho de un par de semanas. Igual que una princesa no debe casarse con el palafrenero, porque sería un fracaso; pero sí puede echarse un buen polvete con él, que les deje a ambos el cuerpo arreglado y un recuerdo romántico y luminoso, la música no debe contraer matrimonio (ópera) con su evidente inferior el texto escrito, pero a veces sí tienen un buen idilio, léase una canción lograda. A eso se deberían reducir sus relaciones, en mi opinión. Me temo, por tanto, que no puedo estar de acuerdo contigo en cuanto a las óperas rock y a los álbumes conceptuales. En esas amalgamas de literatura y música a mí siempre me acaba sobrando la literatura, con la única excepción, como digo, de una buena canción.

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  5. Y dicho todo lo que se ha dicho sobre la ópera, a la que ,nos guste o no, han dedicado sus afanes creativos algunos buenos músicos de la historia, ¿ qué habría que decir sobre la zarzuela?. A todas las miserias de la ópera, tan bien descritas por Cigarra y por Vambrough, la zarzuela añade el olor a sobaco y churro sin el menor atisbo de genialidad musical.

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  6. Como siempre "touché". Y ¡claro! yo voy a arrimar mi sardina al ascua (aunque huelgue, deseo aclarar que la frase encierra únicamente una torpe metáfora) para sentenciar, aquí, que si el busilis de la la música estriba en dar con la melodía perfecta (como de hecho así lo creo yo con rotundidad) la llamada música pop se "pasa por el forro" a la clásica. Y así, por ejemplo, hay una gama de melodías mucho más variada, elaborada, compleja... en un único disco de los Beatles o de Burt Bacharach o de Gilbert O'Sullivan, por poner tres ejemplos de músicos contemporáneos sobradamente conocidos, que en toda la obra (a salvo de la Santísima Trinidad a la que aludes) de cualquiera de los restantes compositores clásicos. Unicamente... quizás... a las Cuatro Estaciones le encuentro una versatilidad melódica capaz de competir con los discos de los Beach Boys, The Pearlfishers, Prefab Sprout o Gino Paoli (y te cito otros cuatro ejemplos más de compositores pop, verdaderos "monstruos" en lo melódico, para que te animes a escucharlos ¡YA!).

    Un abrazo, genio. Y sí, en el asunto de la ironía, los british son la pera, tú eres la repera... pero Eça de Queirós es nada menos, y nada más, que la pera limonera.
    Amañando el refrán: "Después de Dios, la guasa de Queirós".

    Sobre la opera. Una parida de mi admirado Perich, otro fiera del pitorreo. Le proponían, al dibujante, una serie de personajes para que los definiera con una única palabra:

    ¿Dalí? Genialidad

    ¿Ghandi? Perseverancia

    ¿Edison? Progreso

    ¿Dr. Barnard? Esperanza

    ¿Montserrat Caballé? Gorda.

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  7. Pues sí, Unknown, todo lo que he dicho de la ópera lo considero predicable de la zarzuela, por los mismos motivos. Pero tengo que hacerte unas matizaciones, cosa a la que últimamente me estoy aficionando.(Las buenas influencias).

    Creo que también a la zarzuela han dedicado sus afanes creativos algunos buenos músicos de la historia. El hecho de que tuvieran que ganarse la vida en la España del XIX hizo que Chapí, Chueca, Bretón o Vives, por ejemplo, se dedicaran a la zarzuela, pero eso no les impidió ser, todos ellos y algunos otros, excelentes músicos, que hasta dentro de sus zarzuelas dejaron algunos pasajes musicales realmente buenos, como ya he dicho que sucede también en la ópera. Incluso yo diría que hay, en algunas zarzuelas, más de un claro atisbo de genialidad musical.

    Algo de olor a churro y a sobaco desprenden algunas, particularmente en las del siglo XX, (¡Don Manolito..!)pero yo no creo que sea consustancial al género, ni inevitable, ni siquiera muy común.

    Y por último, me pasa con la zarzuela que, como tiene menos pretensiones y menos solemnidad que la ópera, como se parece menos a un matrimonio que a una especie de flirteo superficial, veo en ella con mejores ojos la coyunda entre música y literatura. No la apruebo, desde luego, pero me disgusta menos que su más estirada y engreída hermana mayor.

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  8. Hola, Bluff. Eso que dices de que hay más melodía en esos tres músicos contemporáneos (a O'Sullivan lo conozco poco y a Bacharach nada, pero los Beatles me los sé íntegros de memoria) que en toda la obra de cualquiera de los compositores clásicos menos B, M y B es, siento decírtelo tan claramente, un disparate de unas dimensiones tales y de una falta de fundamento tal que solo puedo perdonártelo a tí por el cariño que te tengo. Y no sin exigirte que, antes de atreverte a volverlo a perpetrar, dediques cinco o seis mil horas a escuchar el cinco por ciento que cabe en tan corto lapso de la obra compuesta por, citando solo los más importantes, Palestrina, Morales, Victoria, Byrd, Lasso, des Prez, Cabezón, Gesualdo, Monteverdi, Frescobaldi, Guerrero, Sanz, Praetorius, Lully, Purcell, Corelli, Buxtehude, Biber, Pachelbel, Cabanilles, Haendel, Couperin, Telleman, Charpentier, Scarlatti, Soler, Rameau, Bocherini, Haydn, los diversos Bach hijos y nietos, Glock, Clementi, Hummel, Cherubini, Sor, Giuliani, Weber, Arriaga, Schubert, Bruckner, Rossini, Field, Liszt, Mendelssohn, Chopin, Berlioz, Schumann, Bellini, Verdi, Wagner, Bizet, Donizetti, Brahms, Bruch, Saint Saëns, Dvorak, Glinka, Musorgski, Rimsky-Korsakov, Chaikovski, Strauss, Sibelius, Elgar, Mahler, Grieg, Frank, Puccini, Debussy, Albéniz, Granados, Falla, Satie, y Ravel. Y seguro que me he dejado alguno en el tintero. En cuanto me certifiques haberlo hecho, me pongo yo a escuchar tus recomendaciones.

    Por lo demás, gracias por lo de genio, y muy bueno lo de la guasa de Queiroz

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  9. Siempre ha habido músicos buenos y menos buenos, también antes del Romanticismo. Lo único que pasa es que hasta entonces todos tenían en común un lenguaje amable y muy reglado al que se ceñían escrupulosamente, que en manos de los genios daba obras geniales y en el resto de manos cubría el expediente muy decorosamente Completamente de acuerdo, luego dices: lo realmente dañino para la música no ha sido el Romanticismo, sino la Ópera No me gusta la Ópera, pero no. Son demasiadas oberturas, arias, coros, marchas, solos y demás leches excelsos como para condenarla; a l música para Ópera, digo. Como supuesto espectáculo (jamás vayas a ver ni siquiera a oír una ópera so pretexto de que es un espectáculo completo que aúna el teatro, la pintura, la música y demás farfollas, No) Los autores de libretos, como el libretista de Mozart, eran gente muy curiosota, este escribió unas memorias muy interesantes, por no decir magníficas, pero vamos, me duele en el alma no sólo no poder contradecirle en esencia, solo en mini matices a Vanbrugh, sino reconocer que estoy rendidamente de acuerdo con él. Sólo añadiré por tanto leña al fuego: la famosa frase de Woody Allen de que cuando oye a Wagner le entran ganas de invadir Polonia; es decir, que es un tachán que, como al música militar que nunca nos supo levantar (Brassens mediante) no merece ser música; punto dos, la Ópera es de esos espectáculos totales que uno siempre está deseando que terminen, pero, como toda la gente cabalmente culta sabemos, hasta que canta la gorda no se acaba el odioso tinglado. Finalmente, es muy poco rigurosa, por ejemplo, todo el mundo sabe que los faraones no cantaban en público (“O tu che sei d'Osiride”)¡venga ya!, ni los babilonios. Sólo hay algo peor que una ópera (como espectáculo, digo) y son muchas pelis musicales modernas, como la vomitiva huesis di tori Mismos argumentos para condenarlos que los esgrimidos por el autor de este blog para la Ópera

    Last but not least:
    La chapela (txapela) de Wagner se las trae.

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  10. Lansky, yo no condeno la Ópera, lo que sería inútil y pretencioso. Me limito a disgnosticarla, cosa, bien mirada, igual de inútil y de pretenciosa, pero más acorde con mi talante. Y reconozco que, siendo al fin y al cabo una cantidad considerable de música, sería imposible que no hubiera en ella nada digno de admiración. Eso sí, en un porcentaje abrumadoramente menor que en el resto de la música.

    Por haberlo, lo hay hasta en el huesi de tori. Si te olvidas de la historia, de los macarras portorriqueños pegando saltos y, en resumen, de todo lo que no es la música -si en vez de ver la peli te pones el disco- lo que queda es una música muy apreciable y, en algunos momentos, francamente buena. A mí Bernstein me gusta, qué le voy a hacer.

    Pero estoy por completo de acuerdo contigo en no ir jamás a ver un espectáculo que se anuncie como completo y presuma de aunar música, teatro, pintura y todo lo demás. Cuando cada una de estas artes trata de arroparse en las otras, es que ninguna está muy segura de merecer ser atendida por sí sola. En realidad, yo trato de no asistir nunca a nada que se denomine a sí mismo espectáculo. La palabra misma tiene para mí malas connotaciones, y mi mala entraña me inclina a no mirar lo que se anuncia a sí mismo como algo digno de ser mirado. Yo voy a conciertos, a conferencias, a obras de teatro, a exposiciones. Hasta a partidos de fútbol. Porque me interese la música, o el asunto, o el teatro, o la pintura, o el fútbol. Pero las amalgamas de todo ello siempre me han inspirado antipatía y me han resultado sospechosas, parecen dar por sentado que ninguno de sus ingredientes te interesa lo suficiente y que lo único que quieres es espectar. Pasar el rato. Así que, al que le pase eso, que vaya. Yo prefiero quedarme en casa, con un buen libro y unos cuantos buenos discos (léase, respectivamente, ebook y mp3).

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  11. ¿Bizet? ¿Donizetti? ¿Rossini? ¿Bellini? ¿Verdi?

    ¿Pero no habíamos quedado en que pasabas millas de la ópera? ¿¿??.

    Mira, con tal de incluir nombres, a la hora de defender que los compositores clásicos han gozado de una mayor inspiración para la melodía que los compositores "pop" actuales, incluyes en la lista hasta a Wagner, cuya obra previamente, a lo largo y ancho de casi todo el post, has venido a conceptúar como plúmbea (o algo por el estilo).

    Muchas de las sinfonias de los autores que citas se dedican a repetir "el motivo" "la frase" indefinidamente: ahora sólo con el primer violín y dos cellos; ahora con toda la cuerda, despacito; ahora con los tímbales, más rápido; ahora entrando el viento, a toda pastilla. Y así... la misma concatenación de seiscientas notas (mú chula, eso sí) tropecientasmil veces repetida. Chun-da, chun-da. La música clásica, honrosas excepciones aparte, es la evidente precursora del "bakalao". Chun-da, chun-da. Ahora mú flojito. Ahora mú fuerte. Chun-da, chun-da. Venga, hala ¡Qué no decaiga la cosa!

    ¡Díos mío! Un "Rubber Soul" o un "Revolver" con unos arreglos sinfónicos apañaditos, consituirían, sin duda, al lado de Grieg, al lado de Hölst, al lado de Brahams (te cito a tres compositores que he escuchado con suma atención) una orgía melódica en toda regla. Que luego... el producto resultante... vaya a gustarte a tí más o menos es cuestión distinta.

    Venga... un abrazo, tío.

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  12. No, Bluff, no habíamos quedado en que pasaba de la ópera. Habíamos quedado en que la idea misma de la ópera me resulta nefasta, por los motivos teóricos que expongo, que me parecen indiscutibles y que, en la práctica, provocan que la cantidad de buena música por minuto de audición sea, en la ópera, muy significativamente inferior a lo que es en el resto de la música. Y habíamos quedado también en que, tendré que citarme, ya que no me lees con la debida atención, "naturalmente hay genios de la música que han compuesto óperas y, hasta con todas estas dificultades, han creado músicas sublimes. No digo ya en las de Mozart: hasta en las óperas de Verdi encontramos, si buscamos con buena voluntad, pasajes musicales de gran altura". Y en que "con la mayoría de sus restantes cultivadores, la música consigue solo muy de vez en cuando alzar la cabeza entre la bambolla de musiquillas, marchetas, números de baile, recitativos y magma pseudo musical en general, diverso y omisible". Es decir, que hay una minoría con la que no sucede solo de vez en cuando, y que hasta con la mayoría, aunque solo sea de vez en cuando, a veces sucede. Por eso incluyo en mi relación también a autores de ópera, porque todos ellos, pero especialmente Verdi y Bizet, fueron, hasta escribiendo ópera, excelentes creadores de melodías que, ellos solitos, le dan sopas con onda a Bacharach y a O'Sullivan, y compiten muy dignamente con los Beatles.

    Con el resto de tus consideraciones sobre las repeticiones flojito y menos de una misma frase no haces más que agravar el disparate inicial. Ahondarlo más. Tú verás. Me parece cada vez más urgente que emprendas esas cinco o seis mil horas mínimas de audición de que te hablo, para que tú mismo aprecies la magnitud de tu dislate. (Y, si me permites un consejo, en cambio no escuches a Holst. Es un coñazo y, efectivamente, una vez que vió una melodía se la comió distrídamente, confundiéndola con una hoja de lechuga).

    He estado investigando un poco en Spotify y sí conozco a Bacharach, claro. Un montón de canciones (Raindrops keep falling on my head, I'll never fall in love again, Trains and boates and planes, I say a little prayer y me imagino que muchas más) que, simplemente, no sabía que eran suyas, -confieso que no conocía ni el nombre de este buen hombre- pero que conozco de sobra y que, efectivamente, me parecen estupendas canciones. Pero vamos, de ahí a tu disparatada afirmación...

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  13. Sí, tu no condenas, diagnosticas, que la ópera es una plasta, eso no es condenar, claro que no.

    En cuanto a los huesis de toriBernstein, ¿eh? Pues qué quieres, la famosísima America está muy bien, pero la balada To nigth que se marcan a dúo mi adorada Natalie Wood (que en esta peli está fatal y canta como un gato) y el empalagoso Richard Beymer da ganas de vomitar. Y tampoco le pagaron derechos al libretista, un tal Shakespeare.

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  14. A mí me gusta Tonight, y I feel pretty, y un número que no recuerdo cómo se llama con un oficial de policía. Y María es una bonita balada, y América una pieza magnífica. Hasta Somewhere, que es un poco cursi, es buena música. Insisto, Bernstein me parece muy bueno, y West Side Story una obra excelente, que merece que uno se olvide de Romeo, de Julieta, de Shakespeare, de la Wood y del Beymer, y la escuche como lo único que debería ser: música. Esforzándose, si es necesario, por ignorar el poco inglés que pueda entender. Lo que hago con toda la ópera que me gusta, muy agradecido a que haya tan poca en español.

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  15. A mí no. Casi que prefiero a Wagner ahora que lo pienso (en poca dosis no en una peli de dos horas, eso por supuesto), pero los nibelungos como que me parecen menos gilipollas que los jets y los sharks; supongo que documentarse en cómo funcionan las bandas (gangs y demás) que no es como los vandalillos de instituto, no hubiera sobrado. Y musicalmente, estamos de acuerdo, Bernstein no es Wagner, es mucho peor. Por fin no estamos de acuerdo ¡Qué susto!

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  16. Veo que tus comentarios siguen impregnados de consideraciones extramusicales, sobre los derechos de autor no pagados a Shakespeare, las cualidades vocales de Natalie Wood o la falta de documentación sobre los gangs portorriqueños. A mí todo eso me da igual, no estoy juzgando la película ni la historia, sino la música, estrictamente.

    No sé si es mejor músico Wagner que Bernstein, carezco de habilidad y de conocimientos para ese tipo de juicios, salvo en casos evidentes -Vivaldi mejor que Respighi, Albéniz mejor que Turina, Bach mejor que todos, cosas así-. Ni siquiera he oído lo suficiente de ninguno de los dos para afirmar con certeza cuál me gusta más a mí. Pero de lo poco que conozco de ambos, prefiero a Bernstein con un amplio margen. Qué alivio, efectivamente, disentir por fin en algo como Dios manda.

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  17. Mis consideraciones extramusicales: las cualidades vocales de Natalie Wood, por ejemplo. Curioso, sí.

    Te enseño, te ilustro, no te apures. Si oyes a Wagner te dan ganas de invadir Polonia, bien cierto, pero si oyes a Bernstein no te dan ganas de visitar Nueva York (por si acaso se te aparece el ñoño cantando o te dan un navajazo también), luego ¿quién abre más horizontes musicales y de los otros?. Pero no te apures, gana esta discusión si quieres, yo me voy de vacaciones

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  18. Qué manía. Ni pretendo establecer superioridades musicales -aunque a veces no tenga más remedio que establecerlas sin pretenderlo, la fuerza misma de los hechos- ni pretendo ganar discusiones -aunque a veces... etc, etc-. Me limito a hablar de música. Tú, naturalmente, puedes mientras hablar de cualquier cosa que te apetezca, faltaría más, está usted en su blog.

    Yo tardaré un poco más, pero me iré también de vacaciones en breve. Perspectiva ante la cual todo me parece bien. Hasta la ópera, fíjate tú. Ea, a disfrutar. Un abrazo.

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  19. Lo primero que habría que hacer es dar menos relevancia a esa clasificación maniquea entre música "clásica" y de la otra, que implicitamente presupone que la otra es inferior. La Clásica ha llegado a serlo porque ha pasado el suficiente tiempo como para que se haya depurado y sólo nos haya llegado lo mejor de los siglos pasados. Pero no nos olvidemos de que en gran medida se nutrió de lo que entonces eran músicas populares y que ahora serían consideradas "no clásicas". La mayor parte de los Cancioneros Musicales del Renacimiento, con Juan del Encina como figura señalada,(del que te has olvidado) se basaban en melodías populares y cancioncillas de juglares y trovadores.
    Ahora por ejemplo se considera la música de bandas sonoras de películas como una herramienta secundaria que sirve a una historia y se supedita a ella. En muchos casos es así, pero yo os digo, oh pequeñuelos que me leeis (si es que lo haceis) que los siglos venideros pondrán a gente como Ennio Morricone, o John Williams, o Henry Mancini, (por citar sólo a los que se me vienen antes a la memoria) bastante por delante de pelmazos infumables como Alban Berg, John Cage o Schoenberg.
    Y si no al tiempo.

    Vuelvo al tema de "opera si, opera no" y estoy de acuerdo contigo. La música es un lenguaje maravilloso porque no necesita palabras. Es como un vestido de Dior o de Armani. No le pongas lazos, ni angaripolas, porque te lo cargas. No le metas palabras a la música, porque estorban.
    A no ser que quieras cantar tango, copla española o zamba argentina, en cuyo caso estamos hablando de otra cosa.

    Meditando algo más sobre el asunto, creo que la única música en la que me parece que palabras y melodía se complementan y se potencian debidamente, es en las grandes obras de la polifonía del S. XVI. Tu te pones a escuchar motetes de Tomas Luis de Victoria o de Palestrina, y ahi la música y la palabra trabajan juntas y tienen razón de ser una en función de la otra. Pero es que a Don Tomás Luis sólo se le puede nombrar hincando la rodilla en tierra.

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  20. No me hables tú de manías Mono gramático (título de un excelente ensayo de Octavio paz, llevátelo a Beytruth con el abono a la Ópera y felices vacaciones para tí también.

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  21. Nota para el anónimo del Babbino: Esa famosa aria en la que la soprano (con tendencias autodestructivas como todas las divas de ópera) amenaza con ir al Ponte Vecchio de Florencia y arrojarse al Arno, no pertenece a Rigoletto, sino a "Gianni Schicchi" obra de Giacomo Puccini.
    Que una cosa es que a una no le guste la ópera y otra, mezclar churras y merinas.
    Y por cierto, para llevarme la contraria a mi misma, y no ser coherente ni en mis gustos, he de decir que Rigoletto me encanta, me la sé de memoria de principio a fin, y cuando tuve ocasión de verla entera en el Real hace tres años con Leo Nucci haciendo el papel de Rigoletto disfruté como un guarro en un charco, si se me perdona el delicado símil.
    Si, yo estuve allí cuando hicieron el famoso "bis"
    http://youtu.be/G4zK8Ik7asE

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  22. Hola, Cigarra. Totalmente de acuerdo con tus observaciones de los dos primeros párrafos. Curiosamente esa consideración tuya sobre la música de cine me la hacía yo hace un par de semanas, mientras oía en la radio la magnífica banda sonora de "La Misión", de Morricone. En toda su desperdiciada vida compusieron ni Berg ni Schoemberg nada ni remotamente parecido, pero son ellos los que pasan por "músicos clásicos" -yo les retiraría los dos adjetivos, no solo el de clásicos-, y Morricone poco menos que por un atrezzista un poco especializado. Como bien dices, ya se ocupará el tiempo de establecer quién es clásico, y quién es músico.

    En cuanto a lo de los motetes renacentistas españoles, me lo creo porque lo dices tú. Pero si en vez de señores cantando los interpretaran conjuntos de cuerda, yo no creo que notara la diferencia. Más bien que la notaría... para mejor.

    Este verano he decidido no ir a Bayreuth, Lansky. Le he vendido mi abono a Bárcenas, para que aproveche su inminente puesta en libertad, pero sin dejar de castigarle un poco.

    El anónimo no es tal, Cigarra. Firma debidamente como Guillermo del Busto, distinguido comentarista habitual de este blog.

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  23. ¡ Qué te gusta un CASHONDEO y qué bien te mueves en ese terrerno, tocayo !

    Ya he dicho en anteriores ocasiones que mi cultura musical es de pena, pobrísima - y solo me da un poco de vergüenza..., no tanta como debería, tratándose de ese cabalerrazo español que soy, este señor que soy, que me doblo por el peso de mi señoría, etc.

    'A más a más'... en cuanto he visto el careto de Wagner he dejado el cruce de tu lectura con la de Cigarra para más adelante.

    El caso es que estando en Alemania, con no más de 20 primaverillas, un amigo músico, con todas las ramas o áreas del conservatorio y expertísimo violonista, (que luego fue director geberal de Radio Vaticano) me invitó a ver Der Ring des Nibelungen. Sigo sin perdonárselo aunque hace de esto circa 70 o 90 años.

    Una caló espantosa en el teatro, un silencio sepulcral; me regañaron porque intenté darme un poco de aire con el prospecto.

    Oyes: un horror. Fue la única vez en mi vida que tuve envidia de mis pies, porque se me durmieron.

    Te leeré entero esta noche y seguro que me reiré un montón.

    Mi mayor claim to fame musical fue en la estudiantina del cole. Yo era el que con una armónica hacía bien fuerte los tres FÚM. FÚM, FÚM de los cañonazos de 'El sitio de Zaragoza'. Oyes: me ponía rojo de hacer fuerzas y luego me pavoneaba un montón. En los ensayos los daba fuera de tiempo... pero en cuestión de meses ensayando ya los colocaba en su sitio. Nadie se enfadaba porque ya con 10 o 12 se me veía un porte de caballero respetable...

    Que tengáis un buen veraneo: tranquilos o en familia, con los hombres de la llanura o con los hombrecillos de las cumbres.

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  24. Sigo opinando que la chapela (txapela) de Wagner tiene delito, pero claro es una opinión extra musical, mera y escandalizadamente estética

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  25. Mi señor don Vanbrough: En relación a los motetes renacentistas, hay que distinguir y mucho entre ópera y música vocal, que tendemos a meter en el mismo saco y no es lo mismo ni de lejos. No es lo mismo una diva gorda dando alaridos gimnásticos, que la voz humana manejada como un instrumento musical, sin perder el tiempo en contar historias. He tenido el privilegio de cantar el Requiem de Mozart y la 9ª de Beethoven junto a un coro que no lo hacía nada mal y te aseguro que es una experiencia extraordinaria.
    Aunque sigo prefiriendo, puestos a cantar, la voz "a capella" mejor que con orquesta detrás. Y el mejor, Don Tomás Luis, que gloria habrá porque hizo merecimientos.
    Pero también digo que me tengo que conformar con cantar en un coro porque no sé tocar el clarinete ni el violonchelo. O la trompeta como Maurice André, que debe ser la releche del júbilo.

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  26. "me tengo que conformar con cantar en un coro porque no sé tocar el clarinete ni el violonchelo", pero mujer, cigarrita reinvindique su mote/nick: la voz humana, bien usada, claro,es el instrumento msusical más sofisticado que hay (el saxo en sus variados registros: tenor, barítono, bajo, alto... intenta imitarla pero ni de lejos...); también es cierto que una voz por educada y preciosa que sea no puede imitar ciertos tonos de un violín, pero la inversa igual

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  27. Hola, Grillo, bienvenido a este tu blog.

    Para cachondos, tú, único comentarista que conozco capaz de hilvanar un comentario coherente y más o menos ad hoc sin haber leído el post.

    Nunca he aguantado entera una ópera de Wagner, como para aguantarme las cuatro del bendito Anillo; tengo entendido que en total ocupan quince horas. Oirlas en casa, con un buen whisky y el perro a los pies, debe de ser una prueba dura, pero hacerlo en directo, embutido en tu butaca con la corbata puesta no soy capaz de imaginarlo.

    De tus hazañas escénicas con la armónica ya tenía alguna noticia. No las minimices, que tienen su mérito.

    Ya veo que la boina de D. Ricardo os ha impresionado mucho a Lansky y a tí. Es probable que la usara precisamente para eso.

    Acepto la distinción, Cigarra. Aunque la gorda que da alaridos probablemente piense también que está utilizando su voz como un instrumento musical. (Claro, que eso no quiere decir nada: un violín también se puede usar para pegarle a alguien con él en la cabeza).

    Tanto a tí como a Lansky debo confesaros, con gran vergüenza, que a las voces impostadas, educadas y perfectas de los cantantes 'serios' yo, personalmente, prefiero mil veces una voz humana real, con sus ronqueras, sus matices, sus desgarros y hasta sus fallos. Que entre la Caballé y Violeta Parra, me quedo diez veces con la Parra. Entre Domingo y Elvis, cien veces con Elvis. Y entre Krauss y Gardel, mil veces con Gardel. Manías mías, una vez más.

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  28. La verdad es que disfruto siempre un montón leyendo este blog, tanto por lo que toca al titular como por los comentaristas: se cumple una vez más lo de"Dios los cría y ellos se juntan". (¿no será que filtras los comentarios y eliminas los que no dan la talla?. Con èste lo comprobaremos)

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  29. Me alegro muchísimo de que disfrutes leyendo este blog, Unknown. Para eso se escribe: para el disfrute en primer lugar (cronológico y también lógico) de su autor y, en segundo, de sus lectores. Muchas gracias en mi nombre y en el de todos los comentaristas del blog, tú incluído, naturalmente. Por supuesto que das la talla, si hubiera alguna talla que dar.

    En principio no borro ni suprimo más comentarios que los abierta y gratuitamente insultantes para alguien, los de los llamados trolls, de los que siempre he tenido pocos y últimamente ninguno, toquemos madera. Y aún de estos he dejado alguno por puro afán de presentar y entender el mundo tal cual es, es decir, incluyendo el crecido número de gilipollas que desgraciadamente incluye; y porque, al fin y al cabo, no hacen daño a nadie más que a sí mismos.

    La calidad innegable de los comentaristas no se debe a ningún filtro, pues, sino, probablemente, a eso que dices de que Dios nos cría y nosotros nos juntamos. Por mucho años y usted que lo vea, y gracias también a todos ellos -incluído tú, una vez más- por embellecer y mejorar este blog con sus aportaciones.

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  30. Se me olvidaba; sobre tu frase del frontispicio de tu blog: Buscar la felicidad es perder el tiempo, lo que hay que hacer, ahora mismo, sin más trámites, es encontrarla., te responde por mí Picasso, aunque el hablase de Arte, no de felicidad: Yo no busco, encuentro

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  31. Sobre lo que dices de las voces ' educadas , (para mí las más de las veces impostadas, ritualizadas, exageradas, engoladas), estoy de acuerdo contigo, una Billie Holiday vale por miles de Caballés, y que me perdone mi 'ancestra' Conchita Supervía

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  32. Cuando yo tenía doce años, o así, era un niño bastante repelente. Había aprendido yo solito a tocar la flauta dulce y estaba muy orgulloso. Un amigo me pidió que le enseñara y yo lo intenté, sin gran éxito; a él no se le daba muy bien lo de aprender, y a mí no se me debía de dar muy bien lo de enseñar. Por fin, desesperado, concluí: "Mira, a tocar la flauta no se enseña, se aprende." Y como ya te digo que era bastante repelente -hay quien opina que sigo siéndolo, probablemente con razón- me quedé tan satisfecho con mi frase que aún la recuerdo, y es ella, no la de Picasso, la que ha inspirado la del frontispicio. Que conste mi autosuficiencia en cuestión de paridas, aunque no dejo de apreciar que D. Pablo coincida conmigo en una de ellas.

    El otro día oí por la radio una grabación de tu tía abuela, o lo que fuera. Tenía un cierto timbre gatuno que quizás fuera más culpa de la grabación antigua que de ella, pero cantaba muy bien. Ahora yo, desde luego, me quedo siempre con las voces 'naturales'. Con muy pocas excepciones, solo recuerdo ahora a Victoria de los Ángeles, que canta como los ídem, y a una contralto inglesa antigua que me fascina, Cathleen Ferrer.

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  33. también tenía carita de gato, mírala en Hansel y Gretel, una foto muy conocida

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  34. El deseo de Miroslav de que un aficionado a la ópera se me presentara para darme la réplica se ha cumplido solo a medias. Una buena amiga mía, ferviente 'operera', me ha afeado la conducta por correo privado, que me permito copiar aquí preservando su identidad. (Digo 'solo a medias' porque, como verán, mi amiga no da un solo argumento 'simétrico' a los míos, como requerían Miroslav y el Equilibrio Universal. Pensaremos que es la falta de tiempo la que le ha impedido responder con los suyos a mis argumentos, seremos corteses).

    Dice así mi amiga XXX:

    ...te perdono porque te quiero, pero por nada más. Tiempo hacía que no leía tal sarta de barbaridades todas juntas y con buena prosa...

    Por cierto, deberías aclararle a tu interlocutora que los 2 Do de pecho que tanto alaba en Kraus en el aria de la Hija del Regimiento, no son 2 sino 7....y para eso, Juan Diego Flórez, que además vive y se le puede escuchar en directo...

    En fin, a pesar de todo y de todos vosotros siempre me quedará Puccini, junto a Chopin, Bethoven y tantos otros, porque en algo sí te equivocas, a los que nos gusta la ópera también nos gusta lo que tú llamas música clásica. Y sí, tenemos oído, querido mío, y bastante cultivadillo. Gracias a Dios, somos bastante más amplios de miras que otros.


    ¡"En algo sí te equivocas", adviertan ustedes! ¿Debo entender que en lo que no es ese algo, no me equivoco?

    Pero fui bueno, y le respondí:

    Si algo empañaba mi enfermizo gozo mientras perpetraba las barbaridades que has leído era la idea, que asomaba de vez en cuando a mi mente a pesar de que yo la empujaba con el pie para volver a ocultarla en las profundidades del inconsciente, de que tú pudieras llegar a leerlas. "¡Qué diría XXX si llegara a leer esto!", pensaba de vez en cuando, y sentía una punzada de zozobra. Pero empecinado en el error como estoy, totalmente embrutecido por el hábito del vicio y encenagado en la repugnante charca de mis torpezas, ni siquiera esa consideración, último atisbo de decencia en el marasmo de mi abyección, logró disuadirme de pergeñar y difundir el libelo. Pobre de mí. Menos mal que me perdonas. Qué buena eres.

    Y nos quedamos los dos tan contentos.

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  35. Sigo en el tema (del post) desde mi desconocimiento de esta disciplina artística. Pero opino otra vez porque ya se ha mentado a Alfredo Kraus un par de veces...

    Tú mismo, Van, dices que entre él y Gardel te quedarías con el argentino. Yo también - aunque el tango tampoco creas que me chifla, excepto ver a esas parejas de baile que van por el mundo exhibiendo sus filigranas, aquí tenéis un muestrario http://www.airesdemilonga.com/es/exhibiciones/12

    El caso es que tuve que hablar con A. Kraus un rato antes de rodar para una campaña de apoyo al lanzamiento de Canal Plus donde él slo tenía que decir "Canal Plus" y levantar el dedo gordo.

    Pero qué pesadito era y qué llorica.
    Me cascó un rollazo sobre lo incomprendido que era por el público español y que en su disciplina la gente solo se fijaba en P. Domingo o el otro catalán que luego enfermó.
    Poco más o menos me contó su vida y disgustos, (y yo - ignorante del bell canto - pensaba por dentro, ¿y amí qué me cuenta usted con esos ojitos azules y esos rizos de angelito con bigote?

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  36. Perdón.
    Para mejor comprensión de lo anterior debo añadir que para aquél lanzamiento del C+ vineron al estudio más de un centenar de 'personajes' super conocidos: cntantes, escitores famosos, actores y actrices, futbolistas, folcóricas, algún académico, empresarios relevantes, atletas plusmarquistas, flamencos, presidentes de clubes, toreros figuras del momento, etc.
    El poder de convocatoria de PRISA era tremendo, inimaginable.

    Cada uno tenía que decir una frase cortita recomendando suscribirse al Plus. Si alguno o alguna decía algo muy divertido se le dejaba más de lo 20 segundos que tenían cada uno, y luego se hacía un moyaje rápido, muy picado.
    J.Luis Sampedro, F. Savater y Maribel Verdú estuvieron excepcionales.

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  37. Hola, Grillo. Te haré otra confesión bochornosa, ya puestos: nunca he podido soportar a Alfredo Kraus. Personalmente no sé gran cosa de él, aunque tu historia me confirma en mi idea de que era un tipo antipático. Idea que se debe exclusivamente, fíjate si soy maniático, a su alabadísimo timbre de voz. (Bueno, el bigotillo, y los ojos azules, y su insufrible petulancia al hablar es posible que también influyeran). No sé qué había en su voz que es el único tenor al que reconozco sin la menor duda, porque me produce automáticamente un rechazo puramente físico. Cuando oigo un tenor cuya voz me despierta deseos de insultarle injustificadamente -y no por mala, ni nada de eso; reconozco que cantaba estupendamente- ya sé que estoy oyendo a Kraus. Lo siento, pobre hombre, Dios lo tenga en su gloria. Pero me pasa.

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  38. ¡¡ Eso es Van !!!
    El hombre no hacía más que hablar de su TIMBRE de voz, como si yo tuviera la más remota idea de lo que es ese timbre.
    Por supuesto creo que todos sabemos que las voces tienen su tono, timbre, cantidad, calidad, registro, modulación y varias cosas más; pero yo no sé juzgarlas.

    Sí creo que puedo juzgar la personalidad de una persona sin equivocarme mucho al poco de charlar con él. La calidad humana sale a flote igual que un rostros te dice mucho de la persona que tienes enfrente.
    Supongo que si era creyente el buen Dios lo tendrá bien acogido allá arriba y le dejará 'timbrar' de nube en nube con un coro celestial.
    Ay, el pobre, creo recordar que me contó que tenía una hija ¿Patricia?, a la que le deben estar pitando los oídos, acúfenos.

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  39. http://www.lansky-al-habla.com/2013/07/cerrado-hasta-el-19-de-agosto.html

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  40. Yo tampoco soporto a Kraus y por las mismas razones que comentáis, las musicales y las extramusicales, y aprovechando que XXX no estará ya mirando, prefiero mil veces la voz rota, ronca de juerguista y trompetista sudoroso de Satchmo, también conocido como Louis Armstrong, sin ir más lejos.

    Pero me gusta Krauss, con otra 's', Lawrence, autor de Un universo de la nada, el libro de fisica cosmológica que más me ha gustado desde aquel lejano de Steven Weinberg, Los tres primeros minutos del Universo

    ¿Cómo que no tiene nada que ver? Los dos se llaman Kraus-s

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  41. Una puntualización parateológica, Grillo:Para que Dios acoja allá arriba a alguien, que ese alguien sea creyente NO es condición necesaria. Ni tampoco suficiente. Yo, al menos, sospecho fuertemente que tiene sus propios criterios, entre los que No está el de que el interfecto sea o no sea creyente. Así que espero de corazón que D. Alfredo, creyente o no, fuera, a despecho de mi antipatía -completamente arbitraria e injustificada- lo suficientemente buena gente como para haber alcanzado la bienaventuranza eterna, y allí que nos veamos a su debido tiempo, no hay prisa, y yo le haga la segunda voz. (Sin impostarla, en el Cielo están prohibidas las imposturas).

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  42. ¿He vuelto a perderme? ¿A perder mi avatar?
    (Perdona que tome tu blog como un campo de entrenamiento, Vanbrugh.)

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  43. Creo, como Cigarra, que la culpa no fue del cha-cha-chá (ópera), sino del mentado Wagner y otros de la cuerda, románticos y postrománticos. Wagner y Nietzche, y todo el refrito ideológico que los acompañó, nacidos de esa cosa, “el idealismo alemán”, el subjetivismo, en fin…la muerte de la Ilustración. Si las emociones reclaman su superioridad sobre la Razón –así, con toda su soberbia-, el resultado es que se desmelenan. Sí o sí. De ahí sólo puede salir el historicismo, el neogótico, y por supuesto, el nacionalismo. Y me adelanto a una posible objeción: la música se dirige a nuestras emociones, no faltaba más, y acepto que de forma más certera que cualquier otro arte, pero eso no significa que no tenga un lenguaje racional (su propio lenguaje, no verbal), y que cuanto más y mejor se profundiza en él, curiosamente…más afectado el corazón. Ahora, soltarse la melena porque sí, eso no hay Dios que lo aguante. Siempre que os juntéis para correr a pedradas a Wagner, llamadme.
    La ópera y eso de que la letra es el palafrenero y la música la princesa. Creo que a ti lo que te molesta no es música+palabras, pues eso excluiría toda la musica vocal, lo que no es posible,como tú mismo aclaras parcialmente… No, lo que te molesta, quizá, es música+ relato/historia, en especial si el tal relato es un plomazo como la mitología nórdica, que sólo puede interesar (y poco…) a los filólogos. Vuelvo pues a tu afirmación, dando por buena esta precisión.. A ver, palafrenero y princesa…pues dependerá de la letra (relato) y dependerá de la música. En el teatro griego clásico había música, o eso tengo entendido, pero se ha perdido (y quizá para bien, no lo sé, como la policromía de los mármoles del Partenón). Las palabras de Esquilo y Sófocles, sin embargo, perduran y nos siguen siendo útiles…Y más. La ópera primitiva me gusta mucho. Es una suerte que hayan empezado a grabarla y regrabarla (quizá va con el espíritu de los tiempos: ese cierto repliegue hacia las “fuentes”). Escucho con frecuencia (pero sin salir de casa yo tampoco) a Haendel, a Gluck, y no me cansan, en especial cuando el relato es un mito clásico, menos pretencioso que los derivados de Orlando el Furioso y demás chocholadas medievales. Esas óperas de ¿1700 a 1750?, las anteriores a Mozart, tenían un encanto que las hace parecer un género diferente a lo que vino después. Mozart las culmina, y después de él…Finito. Coincido con Cigarra, aún teniendo que reconocer que las melodias del “bel canto” (que también se escuchan a veces por casa) me parecen muy dulces y divertidas.
    Y antes de irme a cenar: mi Rigoletto preferido es…el de Krauss…
    Muchos bss si todavía seguís por ahí.

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  44. Hola, Barbie, qué alegría verte por aquí.

    Muy útiles tus puntualizaciones. Todo lo que dices sobre el romanticismo me parece bastante exacto, en particular su ineludible responsabilidad en la aparición de los nacionalismos, y de los restantes irracionalismos, en general. Lo que pasa es que en el terreno específicamente musical a mí no me parece que fuera tan dañino como sin duda lo fue en otros. Quizás Wagner y epígonos sean, efectivamente, la cicatriz más dolorosa que en la música dejó el Romanticismo, y son una cicatriz llevadera.

    Ciertamente, lo que más me irrita es que se pretenda de la música que cuente historias o que pinte cuadros. Los propósitos líricos los llevo algo mejor, aunque nunca se insistirá demasiado en que ella tiene su propio lenguaje incontrolable, y querer que se ciña a un soneto, por bueno que sea el soneto, es como poner rodrigones a la selva amazónica.

    Ciertamente mi metáfora de princesa y palafrenero es fea y clasista. No entremos, si no quieres, en cuál de las dos artes es superior y cuál inferior y dejémoslo solo en que cada una tiene su vida independiente, su estilo y su círculo, y no funcionan juntas cuando pretenden una coyunda más duradera y estable que los satisfactorios revolcones que son las buenas canciones.

    Probablemente lo que hace que nos guste más (a mí también) la ópera barroca que la posterior es que su planteamiento estaba mucho más cercano al de estos revolcones sin compromiso. Y a que, es bastante evidente, a los dos (a los tres, creo que Cigarra estará de acuerdo, si lee esto) nos gusta más el lenguaje neoclásico, mesurado y racional, que el desmelene romántico.

    Un beso, ilustre ilustrada.

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  45. Me parece que ellos, de Monteverdi a Gluck, darían su aprobación: "revolcón musical",¡buen término para definir sus obras!.
    Besos mil y felicísimo verano, a ser posible en el norte.
    ( Fdo: su ilustrísima)

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  46. El Jueves me voy al Cantábrico. Sueño con ello. Creo que será, efectivamente, un verano felicísimo.

    Échale un vistazo a lo de Miroslav, donde he dado rienda suelta a mis sentimientos antirrománticos, aprovechando que allí no se habla de música y no hay schuberts ni chopins de por medio.

    Otro beso, guapa.

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