jueves, 24 de octubre de 2013

Divagaciones perfectamente asistemáticas en torno a la patria, el estado, la nación, la ciudadanía y cosas así.

Prácticamente todas las invenciones humanas mantienen un potencial positivo y beneficioso mientras señalan una dirección y avanzan en ella; y empiezan a producir consecuencias negativas y dañinas cuando deciden haber llegado a su destino, se instalan en él y dejan de indicar una línea de avance para marcar un punto de llegada. 

La idea de patria y el patriotismo han sufrido una transformación de este género. El patriotismo, que surge de una capacidad humana positiva, la de agruparse en torno a lazos no meramente biológicos, a ideas y a mitos, da cauce en principio, y en tanto que puesta en efecto de esta capacidad, a actitudes positivas y beneficiosas: solidaridad, abnegación, capacidad de interesarse y de trabajar por fines colectivos que exceden de los egoistas e individuales. Luego, con la consolidación de los estados modernos y con su perniciosa y creciente identificación con las "naciones" y los "pueblos" –conceptos románticos, reaccionarios y que, ontológicamente, suponen una inversión de la marcha, ya que vuelven a los lazos biológicos y de sangre, renunciando a la fecunda idea de pacto artificial en torno a ideas– el patriotismo se instala, abandona la dirección avanzando en la cual surgió y se convierte en una actitud dañina, egoista y agresiva. La solidaridad se detiene, se limita y se desvirtúa, el grupo de referencia se cierra y se vuelve hostil hacia el exterior. 

Tengo la impresión de que la palabra "patriota" deja de reflejar el concepto generoso y solidario al que alguna vez –allá por los principios del XIX– se refirió más o menos en el mismo momento histórico en que surge el concepto de "nacionalismo". No me gustan las simplificaciones, pero cometeré una: con el nacionalismo, el patriotismo pasa de ser una actitud progresista a ser una actitud reaccionaria. 

Creo que lo fundamental del nacionalismo está en la idea de la "identidad" nacional. El nacionalista, creo, es un tipo que necesita saberse "nacional" de su nación –español, vasco, croata o zulú– para creer que es alguien. Los adultos emocionalmente equilibrados tienen su identidad personal. Los que, por algún motivo, no han alcanzado ese equilibrio y notan un inquietante hueco en el lugar en el que deberían sentir su identidad, lo rellenan con los comodines de las identidades colectivas. Se definen a sí mismos, reconfortantemente, como católicos, funcionarios, madridistas, catalanes, comunistas... se buscan un grupo que les diga quiénes y cómo son y en el que descansar de la agobiante necesidad de ser uno mismo y estar solo. De todas estas identidades colectivas, la nacional es una de las más populares: no requiere ningún esfuerzo especial, ninguna ideología, ningún conocimiento, ninguna profesión de fe. Está, ya hecha, al alcance de cualquiera que la quiera coger. No es extraño que resulte tan popular y tan bien vista.

En mi opinión la idea de nación, al margen de ese papel de prótesis psicológica para inválidos emocionales, no tiene ninguna otra utilidad positiva. El mundo, de hecho, funcionaría mucho mejor sin ella. Tal y como ahora mismo es pueden ser necesarios –lo son, de hecho, en tanto no inventemos algo mejor– los estados. O alguna clase similar de organizaciones artificiales y regladas de la convivencia, en cualquier caso. Pero las naciones, esas instancias ambiguas, pringosas y tirando a tribales, basadas en lazos más tiránicos cuanto más imprecisos, no solo no son necesarias, sino que constituyen, a mi juicio, un estorbo, una molestia y un peligro. La universal manía de identificar estado con nación y de establecer entre ambos conceptos una relación lo más biunívoca posible es, en mi opinión, equivalente a la obviamente imbécil norma de algún trasnochado equipo de fútbol que solo ficha jugadores de su pueblo o de su región. Pero lo que en fútbol a casi todo el mundo le parece una gilipollez, en política internacional pasa por un ideal razonable y legítimo. (Lo que no deja de ser una más entre las innumerables ventajas que el fútbol presenta sobre la política internacional).

A mi me gustaría que la nacionalidad fuera un dato suprimido del pasaporte, como aquellas "señas personales" que se consignaban antes de que la fotografía las hiciera innecesarias. La "nacionalidad" como característica del individuo debería ser una cuestión tan privada y carente de relevancia administrativa como su religión –y, como sucede con la religión, debería ser posible no tener ninguna– o como sus inclinaciones eróticas. Lo único importante, mientras existan estados y sean necesarios los pasaportes, debería ser qué estado expide el documento, –de dónde es "ciudadano" su titular, quién garantiza sus derechos de tal– pero no cuál sea su nacionalidad.

Por todo lo dicho yo, últimamente, he trasladado mi inquina personal desde la idea de patria, que era quien me la concitaba hasta hace poco, directamente hasta la de nación. He adelantado el frente, vaya, y creo haberme acercado a la raiz del problema. Porque el de nación es un concepto pretendidamente más objetivo y neutro que el de patria, pero eso no lo hace más inofensivo, como tendemos a imaginar, sino, muy al contrario, bastante más peligroso. La "patria" no oculta sus componentes irracionales, subjetivos y emocionales, no engaña a nadie; la nación sí. La patria embiste, pero al menos lo hace de frente; la nación, en cambio, embiste a traición y sin avisar. Se pretende pacífica y neutral, simple dato objetivo o cosa inocuamente existente, pero no lo es. Datos son los territorios, las personas, los idiomas, las culturas, hasta los estados. En cambio la engañosa y ambigua amalgama de todas estas cosas que se nos presenta bajo el hipócritamente inocente nombre de nación no es un dato: es una construcción mental interesada e ideológicamente cargada, que contiene ya, aviesamente disfrazados de inane folclore, de patrimonio cultural o de identidad colectiva todos los elementos irracionales, excluyentes y agresivos que creíamos que solo con la patria empezaban a asomar la oreja. La "Patria" no es más que la nación de cada uno con respecto a ese uno. Por eso, disgustándome, me resulta más tolerable: quien habla de patria, asume explícitamente que para él está cargada de un contenido afectivo e irracional que ni oculta ni niega. Nadie espera objetividad, ni la finge, cuando se habla de patrias. Cuando se habla de nación, en cambio, el contenido sigue estando ahí, pero ya no es abierto ni explícito. La objetividad sigue siendo imposible, pero ya es posible fingirla y creerla, "hacer como si" habláramos en términos racionales. Y yo, aunque ningún cuchillo me guste, prefiero el desenvainado y desafiantemente visible en la mano, la patria, que el oculto bajo la ropa y tras la sonrisita conciliadora, la nación. Es para mí, además, simple cuestión de coherencia lingüística: no puedo condenar el nacionalismo y absolver a las naciones. A la mierda con el étimo íntegro, sin distingos.

Alguna vez, discutiendo este asunto, se me ha argumentado que, siendo las naciones las creadoras y depositarias de esos patrimonios culturales de los distintos pueblos, y por ello el medio a través del cual accedemos y participamos de la cultura, al repudiarlas estoy propugnando una uniformidad empobrecedora, una especie de cultura universal standard y descafeinada de inglés, cocacola y  burguer. Yo, naturalmente, no creo que sea así. Detesto la uniformidad, tanto que no deseo ni la de los “pueblos” ni la de las personas dentro de cada “pueblo” –concepto este, por cierto, que uso entre comillas a modo de guantes, para no mancharme con él, porque lo considero un poco, pero solo un poco menos pringoso, falaz y peligroso que el de “nación”–. Quiero que ninguna característica: creencia, jodienda, superstición, comida, costumbre, música, idioma o rasgo “identitario” cualquiera que podamos imaginar, me sea ni del todo propia ni del todo ajena, que ninguna sea bandera ni patrimonio ni coto ni bestia negra de nadie y que todas sean gozosa y libre posibilidad de todos. 

Por molestarme las “identidades”, me molestan hasta las individuales cuando se convierten en etiqueta, en tarjeta de presentación, en rutina o en destino, así que pueden imaginarse lo que pienso de las colectivas, las que nos pretenden dar determinadas y preseleccionadas –y no les digo ya si lo que intentan es imponérnoslas– por motivos de nacimiento o vecindad. Detesto, sí, las “identidades” colectivas, y en especial las nacionales, regionales y locales, pero no porque desee la uniformidad, sino porque deseo el libre albedrío y la personalidad individual, que cada uno elija en cada momento los "rasgos identitarios" que le pida el cuerpo, y no los que le “toquen”. El mestizaje, la mezcla, la impureza y la confusión que difunden y enriquecen. Todo lo contrario, pues, de la uniformidad. No solo no acepto que el disfrute de un patrimonio cultural esté sujeto y condicionado a la adscripción a una identidad nacional, de tal manera que renunciar a esta implique renunciar también a aquel; sino que la extendida pretensión de que sea así es, exactamente, una de las principales razones por las que el concepto de "nación" me parece dañino, y el nacionalismo, directamente, una actividad paradelictiva.

33 comentarios:

  1. Absolutamente de acuerdo desde la primera letra hasta el punto final. Y me parece maravilloso que venga una japonesa y gane el concurso de sevillanas de la Feria de Abril ¡ele!

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  2. Soy nacionalista porque procuro el bien para mi Nación. Porque la fuerza, importancia y bienestar de mi Nación es la condición previa para el bienestar de cada uno de los que la integran. Soy nacionalista porque amo a mi país más que a los restantes países y cuido de que este sea capaz de sostenerse frente a ellos.
    Pero para que mi pueblo sea capaz de sostenerse frente al resto del mundo ha de procurarse que el ciudadano nacional que empeña todo su ser por la comunidad y que sin propia culpa llega a estar en situación de penuria, tenga merecido derecho al auxilio por parte de la comunidad, así en consecuencia, soy socialista; algo perfectamente compatible con ser patriota; porque si la Comunidad sucumbe, sucumbe también el individuo, porque no hay nacionalismo sin socialismo, así como no hay socialismo sin nacionalismo.
    Soy nacionalista porque la Nación es el río donde confluyen una serie de afluentes de los que soy heredero y portador: la sangre que fluye por mis venas, el idioma con el que me comunico, la tierra donde he nacido y donde he crecido, y donde quiero que mis hijos crezcan, la historia de esta España mía, Nación milenaria, de la cual soy -y somos- el último eslabón, la idiosincrasia que ha hecho lo que soy.
    Este nacionalismo mío no se acredita en los días de dicha y de esplendor, en los que es fácil y no ofrece peligro hacer alarde de nacionalista. El nacionalismo se prueba y demuestra cuando tu pueblo y tu país es acosado por feroces enemigos, cuando sobre la Patria se extienden, bajas, las negras nubes de la desdicha, y cuando es perseguido y proscrito aquél que mantiene su lealtad para con ella.
    En situaciones como esta, donde la violación a España se convierte en un acto cotidiano, debe el nacionalismo aflorar, puesto que cuando la Nación sufre, nosotros, los nacionalistas, actuamos.

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  3. Gracias, Josefina. Me alegro de que estemos de acuerdo. Ahora debería ir a Japón algún español, a ganar algún campeonato de ikebana. O de sushi. O de harakiri.

    Gracias a ti también, Anónimo, y sé bienvenido. Tu vibrante parrafada es la mejor ilustración de todo lo que hace que el nacionalismo me parezca detestable. Casi demasiado buena, ha habido momentos, mientras la leía, que pensaba que tenía que ser una caricatura y que no iba en serio. Pero parece que, a fin de cuentas, sí.

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  4. ¡Ya te tenía ganas. Te pillé, Vanbrugh!

    En tu contestación al "anónimo nacionalista" has utilizado indebidamente "caricatura" por "parodia". ¡Juas, juas, juas...!.

    "El gozo me rebosa de verme tan hermosa...!" Como cantaba doña Bianca Castafiore, el ruiseñor de Milán.

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  5. Hola, Julián, me alegro de verte.

    No quisiera estropearte el regocijo que, al parecer, te produce la idea de haberme "pillado", pero lo cierto es que no creo que sea así. "Caricatura" está perfectamente usado como yo lo he hecho, en mi opinión. Ya sé que lo que ha hecho nuestro ardiente y anónimo contertulio no es un dibujo, pero todas las palabras, y también caricatura, pueden usarse metafóricamente. Creo que tus incomprensibles "ganas" de "pillarme" te han jugado una mala pasada, haciéndote denunciar como "uso indebido" lo que no es más que un mecanismo elemental del lenguaje, que está en la base misma de la literatura y de la mera expresividad.

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  6. Estupenda disertación, como de costumbre. Me apunto al nacionalismo bienintencionado al que haces mención al principio aunque sé que la tesis de tu post es que ya no puede haber nacionalismos buenos. Consideremos mi nacionalismo, que lo tengo, como una falta leve y no un crimen, también soy fumador entre otros pequeños vicios que es mejor no mencionar. Por último comentar que el nacionalismo está en vías de extinción, lo que me causa cierta tristeza, porque sí que es verdad que con la globalización hay una homogenización extendida a todos los ámbitos, y no es verdad que se pueda conservar la diversidad, ya se están perdiendo idiomas, tradiciones y etnias, de la misma manera que se van perdiendo especies animales y vegetales; pero hay que aceptarlo. El planeta entero es una pequeña coctelera a la que la globalización no deja de agitar, y de esa rica paleta de colores que aún tenemos, resultará un marrón verdoso bastante desagradable, la verdad.

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  7. Hola, Atman. Esperaba tu comentario, la verdad, porque, como quizás recuerdes, eres tú uno de los que en alguna ocasión me han argumentado a favor de las nacionalidades como guardianas de esa variedad que no sé por qué os empeñáis en dar por perdida, o en vías de estarlo. Qué falta de fe en el individuo -que es lo único que de verdad existe y que es, él sí, infinita e inagotablemente variado por sí mismo y sin necesidad de adscribirse a clanes, tribus ni naciones- qué alienación inexplicable la de empeñarse en hacer depositarias de lo más valioso del ser humano realmente existente a unas entidades tan vagorosas y problemáticas, de las que lo mejor que podríamos esperar es que dejaran de existir...

    (De lo que, por desgracia, y en contra de tu opinión, yo no veo la menor muestra, por cierto...)

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  8. La universal manía de identificar estado con nación y de establecer entre ambos conceptos una relación. Y aún más allá,Vanbrugh puesto que los más latosos son lo países (un término más geográfico y por ende teóricamente más neutro)que considerándose 'naciones' no tienen Estado. Ya ves, se cierra el círculo.

    Pero hay algo que a mi me preocupa tal vez más y son las fronteras, el hecho de que un dolar o un euro tengan más libertad para transitar libremente (que se lo digan a los especuladores financieros)por el mundo que un ser humano. Lo penoso es que estudiando la historia y las sociedades tradicionales tribales que aún persisten uno observa que las fronteras siempre existieron (con o sin pasaportes); el efecto frontera (hagamos una ONG que se llame Aduaneros Sin Fronteras o cualquier otro oximorón agradable)genera guerras, desdichas, limitaciones infinitas, mueve el mundo como las membranas y la ósmosis (no lo olvidemos) mueven los metabolitos en las células y la vida; pareciera que no pudiésemos vivir sin ellas, malditas sean. Los humanos que habitan en comunidades pequeñas (tribus ancestral modernos) concsideran al resto de los humanos en tres categorías: amigos (los de la propia comunidad), enemigos (vecinos) y extraños (potenciales enemigos), cuando esa pauta se abandone la humanidad habreá dado un salto moral increible; sólo mis admirados nómadas, que en lugar de fronteras tienen caminos practican la indiscriminada hospitalidad con el extraño y su comunidad lo es en marcha, sin propiedades cercadas, buscando recursos allá donde los allá, como lso marinos de altura. Por eso lso estados, las naciones y los patriotas los persiguen con tanta saña e intentan nacionalizarlos, darles pasaportes y 'naturalizarlos', fijarlos, sedentarizarlos, joderlos

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  9. Sí, Lansky, a esas plañideras "naciones sin estado", cuyos autonombrados portavoces se pasan la vida clamando por uno propio, para ellos solitos, en el que sean ellos quienes manden, es a las que me refiero principalmenre cuando hablo de la manía de identificar estado con nación.

    Y las fronteras, como bien señalan, son la plasmación física del asunto: interminables colas de espera en las aduanas, alambradas que algún desesperado salta para ser acto seguido ametrallado, campos de refugiados, pateras clandestinas, campos de refugiados hacinados, cárceles del tamaño de un país entero... Sufrimiento humano en cantidades inagotables, producido a diario en y por las fronteras, esto es, en y por las naciones y sus benditas identidades.

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  10. Pero, insisto, las fronteras son previas a la nación y al estado, las sociedades tribales también las tienen

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  11. Me explico mejor. Las fronteras son previas a los Estados y naciones, porque jamás los humanos han podido circular libremente por el mundo, como a veces se cree, y están pues ligadas a territorios que se consideran propios del grupo se defienden por sus recursos y por seguridad.

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  12. Bueno, mi hija está intentando hacerse con la cultura china. Por lo pronto ha aprendido a decirle al taxista "pare aquí". Por algo se empieza.

    Es verdad Lansky, el hombre, como otros mamíferos depredadores, está ligado a su terreno de caza y supervivencia, y expulsa a los competidores. Esperemos que alguna vez esté suficientemente civilizado como para dejar de hacerlo.

    Verdaderamente el discurso de Anónimo me deja pensativa: ¿amo a mi pais mas que a los restantes? ¿en qué consiste amar a mi pais? ¿amar a todos sus habitantes sin excepción? Podría hacer una lista bastante larga de españoles a los que no amo en absoluto, es más, preferiría no tener absolutamente nada en común con ellos, ni siquiera la condición de española.

    ¿quiero que mi pais se sostenga "frente" a otros? ¿no sería mejor que se sostuviese "junto" a los demás?

    Estoy de acuerdo en que el ciudadano (nacional o no) tiene derecho al auxilio por parte de la comunidad ¿que hay que hacer cuando el ciudadano experimenta a diario que son sus supuestos representantes nacionales los que le privan cada vez mas de todo auxilio procedente de la comunidad?

    Estaría de acuerdo con eso tan bonito del río donde confluyen afluentes si en lugar de "Nación" dijera "Humanidad". Lo del idioma, la tierra donde se nace, la historia... todo eso sigue siendo fruto de la casualidad. No lo he elegido, no es mérito mío, no me parece motivo de orgullo.

    ¿Hay alguna nación que no sea milenaria? ¿Hay algún grupo humano que haya brotado del suelo, como plantel de setas, antesdeayer, y que no sea el ultimo eslabón de alguna cadena humana que pueda rastrear sus orígenes varios cientos o miles de años atrás hasta Adán, si es preciso?

    Todo esto me recuerda a algo muy chusco que escuche en la radio ayer. Había un músico judío cuya música le gustaba tanto a Hitler que le ofreció la oportunidad de adquirir la condición de "Ario Honorario" ¿¿¿¿¡¡¡¡!!!!???? El buen hombre salío huyendo despavorido y emigró a EEUU, lógicamente. (Creo que se llamaba Imre Kalman)

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  13. Sí, Lansky, me imagino que las dos tendencias opuestas a las que me refiero al principio del post, que dan ambas origen al grupo -clan, banda, tribu, nación-: la solidaria y beneficiosa que lleva a considerar al otro tan importante como a uno mismo y a cooperar con él, y la dañina y agresiva que lleva a acotar el ámbito de la solidaridad y la cooperación y a considerar enemigo al que queda fuera, han coexistido desde el principio.

    El dicurso de Anónimo, Cigarra, es, ya lo dije, francamente esclarecedor. Iba en serio mi agradecimiento, cumple con creces el papel de la ilustración gráfica que cuelgo en otros posts y que no he tenido tiempo ni ganas de colgar en este, de ahí que mi calificación de caricatura, con permiso de Julián, me parezca francamente adecuada. La parte que más significativa me ha resultado es esa en la que, tras proclamarse nacionalista, se declara también socialista, porque establece un paralelismo perfecto con otros grupos de todos conocidos que hacen iguales proclamaciones. Los nacionalistas vascos de Bildu, ETA y compañía, por ejemplo, cualquiera de los cuales suscribiría íntegro el párrafo sin más que cambiar en él "España" y "español" por "Euskadi" -o como hayan dado en llamarlo ahora- y "vasco". Si nuestro ardiente nacionalista español leyera su arenga con este cambio, se sentiría, estoy seguro, profundamente asqueado. Ese asco que a él sin duda le produce el nacionalismo vasco es, exactamente, el que a las personas normales nos producen todos los nacionalismos sin excepción. O sea, el nacionalismo es tan repugnante que repugna incluso a los propios nacionalistas, cuando no se trata del suyo propio. (Viene a ser en esto como los pedos. El nacionalismo como ventosidad. O como los piojos según el proverbio árabe que asegura que "todo hombre cree que sus propios piojos son gacelas").

    Por no hablar, claro, de otros grupos de todos conocidos que fueron los primeros en proclamarse nacionales y socialistas, nacionalsocialistas, para ser exactos. No sé qué pensará de ellos nuestro fogoso contertulio, pero haría bien en meditar un rato sobre el asunto, si es que la meditación entra en sus costumbres, cosa que parece más bien improbable.

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  14. Exacto, Vanbrugh. Es lo que me vino en seguida a la mente leyendo el comentario anónimo : "Nationalsozialismus" y "Heil Hitler".

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  15. Hola, C. C. El problema verdadero muy probablemente esté en que no a todo el mundo debe de provocarle el nacionalsocialismo la misma reacción que a ti, a mí y a las personas normales, en general. Mucho me temo que a nuestro amigo Anónimo, por ejemplo, los nazis, quitando esa costumbre tan escandalosa que tenían de gasear judíos, no le parezcan nada mal. En todo nacionalista hay una querencia, más o menos secreta según el barniz de civilización con que se quiera recubrir, hacia los Nazis, tan buenos nacionalistas ellos, tan patriotas, tan guapos en sus uniformes...

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  16. Aplausos rendidos. Tan bien lo has escrito que nada tengo que comentar a este magnífico post. Tan sólo te diré que en los comentarios te calificas (y a los que pensamos como ti) como "personas normales" por oposición a los que, en mayor o menor grado, mantienen ideas nacionalistas. Si entiendes la normalidad en su acepción estadística, me temo que no somos normales.

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  17. Hola, Miroslav. Gracias por los aplausos. Tienes razón, "normal" es una palabra ambigua y equívoca. Si tiene una acepción estadística -normal = más frecuente- desde luego yo no la uso, ni aquí ni casi nunca, con esa acepción. Normal es... lo que se atiene a las normas. ¿A qué normas? Buena pregunta. A las mías particulares sobre cómo deben ser las personas para parecerme bien, supongo...

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  18. ¡ Vaya ! Por fin te decides a publicar un nuevo texto. Lo he leído por encima y solo se me ocurre comentar por ahora que me dan bastante grima (por no decir miedo) los patriotas de cualquier clase.
    Comentaré más extenso esta tarde o mañana.
    Un abrazo,
    Grillo

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  19. Una de las cosas que admiro de los estadounidenses de a pie o profesionales de la información es que su empeño patriótico les hace destapar la basura oculta para que la verdad reluzca, por el bien común, sin revanchas ni cinismo.

    En cada edificio público, en cada banco, empresa, hogar o en esas caravanas donde viven los menos favorecidos ondea su bandera con orgullo, en un sentido de patriotismo sincero.

    Viviendo un buen tiempo en USA te das cuenta de que eso es así. La inmensa mayoría aman su patria y desean el bien común. Los políticos, financieros, y la 'cumbre' ya son harina de otro costal...

    Recomendaría echar una hojeada al libro de M.A. Murado 'La invención del pasado', donde repasa algunos mitos falsos de esta 'patria' que se llama España.

    Grillo

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  20. Vanb, sin coña ¿has considerado hacerte apátrida?
    Tengo tres amigos que lo son: uno catalán, otro de Málaga. (ambos optaron a serlo porque sí, por cierta forma de congruencia, y un cubano que luego de conseguir la nacionalidad española renunció a ella y a la de refugiado cubano.

    No veo que padezcan infelicidad ni trabas burocráticas en ningún sentido. Trabajan en lo suyo acá o allá, tienen mujer e hijos, y viven tan bien como las demás criaturas.
    Supongo, claro, que no aspiran a cargos políticos ni a ningún funcionariado.

    No sé como va eso. A lo mejor estoy diciendo una gilipollez, (no puede uno ni quiere ser 'listo' las 24...)

    Grillo.

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  21. He cambiado a Windows 6 y ando más perdido que Carracuca: no encuentro mi avatar, no sé cómo borrar el bobo comentario de hacerse apátrida, no tengo a mi copiloto que por fortuna para él anda ocupadísimo con su sociedad y su trabajo, ('Los hacedores', la haré publicidad), no sé cómo publicar dos o tres textos que he escrito este verano, y para colmo de males internéticos al prender esta mañana mi celular veo un aviso de Movistar diciéndome que esta madrugada alguien ha intentado meterse en mi correo electrógeno.. Lo abro y veo 246 e-mailes disparatados, p. ej 'No permitamos la extinción del orangután' - (alégrte Lansky, tienes muchos defensores.)

    Vamos, que no sé si tirarme a la calle en cueros o con un bañador de cuello alto que me hice este verano cuando supe que iba a visitar a mi santa ex que está en la costa desde abril.

    Grillo

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  22. Recuerdo haber leído, primero en un artículo del ABC y luego en la entrada de un blog, que la confusión se originó durante el Romanticismo. Para los romanos, decía el artículo, natio era un grupo de humanos que tenían en común su cultura (lengua, creencias, oficios...) por haber nacido en ella, pero que carecían de estructuras políticas superiores que los unieran. Populus sí era un grupo que tenía su estructura política superior que lo dotaba de sentido. El Romanticismo, basado en supuestos ancestros, dio lugar a esta confusión y a que, como dicen algunos, que la India sea una nación donde se hablan más de ochocientas lenguas.

    Así, el patriotismo, decían en aquel blog, era para los romanos más una fidelidad a la "res publica" que a un señor feudal o a un clan, que a veces es casi lo mismo. Y no deja de tener sentido, porque los romanos se nutrieron culturalmente de los griegos y de los egipcios, entre otros, por lo que se me hace difícil la idea del anónimo de que hay que la Nación es donde afluyen diversas fuentes, porque me da que es al revés y los romanos buscaron hasta debajo de las piedras.

    O eso me parece a mí. Ātman, creo que quieres decir lo que yo decía el otro día en mi blog:

    "Una de las críticas más habituales a la globalización es la idea de que hacen de la cultura el equivalente de una pizza: van rellenando una masa de diversos componentes y lo que te sale al final es algo que puede estar rico, pero que no tiene en sí mucho estilo. Tal cual, a mí esta idea me parece un poco peligrosa porque ha llevado a ciertos rebotes puristas que no me gustan ni un pelo, pero podemos reformularla: un personaje histórico, un libro, un cuadro necesitan ser estudiados dentro de su contexto histórico. Fuera de ese contexto, puede quedar un personaje atractivo, un libro divertido o un cuadro bonito, pero los detalles pueden escaparse fácilmente."

    Pero eso ocurre no porque la globalización sea malvada, sino porque nadie se para hoy en analizar el contexto. Piensa en Los Simpson: a veces, para entender ciertos episodios totalmente, hace falta estar al tanto de una movida yanqui. Pero nadie le quita que sea divertido.

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  23. Hola, Grillo. No tengo el menor interés en ser apátrida. A lo que realmente se puede renunciar es a la ciudadanía de un estado, y yo no quiero dejar de ser ciudadano, con mis derechos y mis deberes de tal. Renunciar a la nacionalidad, en cambio, no quiere decir nada, excepto que le está uno dando demasiada importancia. De la nacionalidad no hay que ocuparse ni para renunciar a ella.

    Esta mañana había cuatro grados de temperatura. Yo me pensaría lo de salir a la calle en cueros.

    Hola, Ozanu. Toda la mitología nacionalista es de origen romántico, sí, eso creo. El alma de los pueblos, las idiosincracias nacionales y todas esas peligrosas gilipolleces son cosa de los románticos. Sentirte comprometido con el bienestar del grupo a que perteneces no tiene nada de malo. Lo malo es complicar ese natural sentimiento de solidaridad con ríos, afluentes, sangres, herencias, idiosincracias e identidades. Y, peor aún, convertir los buenos deseos hacia tu comunidad en pretexto para justificar la agresión y el enfrentamiento cotra lo ajeno a tu comunidad.

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  24. En realidad, Ozanu, nos guste o no, la globalización es un actor imparable que nos ha acompañado y nos acompañará cada vez más en el futuro. Yo creo que todas las cosas que ocurren tienen una finalidad, pero eso de un planeta totalmente dominado por la humanidad, quizás para ser relevados por nuestras criaturas más abyectas: los robots y la inteligencia artificial, me hace dudar de que el buen dios no haya malgastado su tiempo con la creación.

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  25. El supuesto dominio de la humanidad sobre la Tierra me parece ciencia-ficción, ya sea elogio del adorador del progreso técnico (que de ciencias de hecho sabe poco, aunque se aproveche de sus frutos) o crítica de la superpoblación o contaminación, que tampoco son una novedad, como demuestran Stonehenge o el Sáhara. No hay más que ver la que se arma cuando hay un terremoto bien fuerte o cae una lluvia de tres pares de narices. Se nos suele olvidar que este planeta es enorme y que el hombre sólo ha llegado 12 kilómetros profundizando en la misma, y nos suele engañar esa vieja idea de que si se está encima de algo, se "domina" aquello, como cuando se pretendía que en el Olimpo había una cierta panda de rufianes llamados Zeus y los dioses de vida feliz (e hijoputesca, añado yo).

    Siendo ateo, no creo en la teleología. Puedo admitir explicaciones funcionales, que Monod llamó teleonómicas, pero aún así y todo las veo casuales.

    No sé por qué dices que los robots y la inteligencia artificial son abyectos. La única diferencia entre, por un lado, los dispositivos que bajaban al dios en el teatro griego y una tabla de logaritmos y, en el otro, un brazo de montaje de fábrica y un programa de ordenador es que PARECE que trabajan solos, pero actúan sólo si reciben una orden. Aún no he visto el equivalente de Skynet. Y aún así y todo, ¿quién no te dice si acabarían adquiriendo alma y hasta cultura? Puestos a especular...

    Y mira que opino que la globalización puede ser, eso sí, el fin como lo fueron la caída del Imperio Romano o de otros tantos imperios que hicieron catapum, sólo que ahora no habrá bárbaros que tomen la cultura y se transformen en los conquistados.

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  26. Creo que aquí me planto, Ozanu. Y no es por nada, sino porque no sabría cómo seguir, además de sentirme culpable por haber desviado el tema del post.

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  27. En este blog hay cierta tradición de desviar el tema en los comentarios, así que no creo que pase nada. :)

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  28. Ozanu y Atman, no necesito decirles que están ustedes en su casa. Desviarlo es una de las muchas cosas interesantes que se pueden hacer con el tema de un post, y como titular del blog no solo no me molesta, sino que me parece estupendo que se haga.

    Si me permiten terciar, abundando en el desvío del tema -que es una de mis actividades favoritas, así en los temas propios como en los ajenos- como quizás sepan yo soy creyente, pero tampoco creo en la teleología. Por eso me chocó a mí también la afirmación de Atman de que "todas las cosas ocurren con una finalidad", lo que a mi juicio inplica la creencia en... alguien que se propone fines a alcanzar y provoca los acontecimientos que se encaminan a esos fines. Yo, que creo en Dios, creo en un Dios respetuoso de la autonomía de su creación, a la que deja desenvolverse según sus propias normas -leyes físicas, libertad humana-. No creo, por tanto, que nada suceda con otra finalidad que la que se haya propuesto el autor humano de ese algo que sucede, como mucho (y, vista nuestra capacidad de prever y organizar, casi todo suele dar unos resultados bastante distintos de los propuestos); y creo también que, desgraciadamente, la mayoría de las cosas suceden sin finalidad discernible alguna. En resumen, en mi opinión ni la globalización, ni la revolución, ni ningún otro fenómeno son horizontes inevitables y predeterminados. El mundo será lo que libre y conscientemente -en el mejor de los casos- o estúpida e inconscientemente -en el peor y temo que más probable- hagamos de él. Pero todo ello, claro, no pasa de ser una opinión.

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  29. Aunque no soy creyente, comparto el punto de vista cristiano sobre muchísimas cosas, para serlo solo me haría falta la fe, y pienso que, como otras doctrinas, expresa casi a la perfección, aunque no infaliblemente, las cosas importantes que nos atañen. Le faltaría, y eso sería lo moderno, añadir una moralidad ecológica; no comprendo cómo el papa no se escandaliza ante la explosión demográfica o el deterioro medioambiental, por ejemplo. También creo en la libertad humana y que la lucha debe ser precisamente contra aquellos fenómenos que nos empujan a crear unos mundos odiosos y que no aportarían nada a nuestra felicidad. James Cameron con su famosa Avatar (más famosa por la animación de sus personajes que por el trasfondo ideológico) lo dejó bastante claro: Hay que elegir entre las máquinas o la vida, la destrucción medioambiental o el respeto, la fealdad o la belleza… y la elección es bastante obvia, aunque paradójicamente parece tan difícil de asumir.

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  30. No he visto Avatar. En serio. Por lo que he leído (y ya se sabe que los críticos tienen tantos sesgos como los demás), abunda en la imagen de entender el ambientalismo como creer en una Tierra Viva, basándose en los malentendidos causados por la famosa hipótesis de Gaiga de Lovelock; y en inventarse unos extraterrestres que son indios ideales, tendencia ya vista en otras obras. Lo primero, lo siento, me parece prácticamente teología muy mal disimulada y lo segundo es pasar por alto: a) ciertos testimonios arqueológicos de sedentarismo entre esas gentes, a veces abandonados por erosión agrícola y a veces encontrados tal cual, como los habitantes de la costa canadiense; b) relacionado con lo anterior, que los pueblos amerindios eran MUY VARIADOS. Algunos tenían sus clases sociales y los modos de vida entre aquellas gentes van mucho más allá del modelo mostrado en Avatar.

    A este respecto, me he acordado de una cosa: en su día, en bastante páginas de ecologismo un pelín desinformado se dedicaron a copipegar una carta ficticia del jefe Seattle (basada en otra auténtica) donde se hablaba de la extinción del bisonte. La carta era a veces acompañada del retrato de un sioux. Ambos eran disparates, pues el señor Seattle seguramente nunca vio un bisonte ni vivo ni muerto, pues era el jefe de un pueblo de pescadores que tampoco eran sioux. Pues lo que decía.

    A mí lo que me gustaría saber es qué entendemos por máquina, porque el arco o algo tan aparentemente simple como una polea o un vulgar carro lo son. Yo pienso firmemente que, como decía Neil Postman, estamos ante el caso de que la tecnología antigua se hace natural a los ojos de quienes han crecido con ella o la conocen a través de libros y películas. No veo, por otro lado, que sea más bonito el mismo dibujo pintado en la pared de en una cueva que colgado en Deviant Art.

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  31. Llego tarde, para variar. En mi habitación de adolescente -trece o catorce años- tenía colgada de la pared una postal indescriptiblemente ñoña de Charlot con esta inscripción en la parte de abajo: "la fuerza del hombre está en el hombre, no en la pandilla". Cursi a morir, lo sé, pero la lectura de "los clásicos" que vino a continuación ¿qué otra cosa vino a decirme, en resumen, sino eso mismo?. Ese concepto del individuo y la "virtus". Pero claro, cuando andas solo hace frío, ¿verdad, Anónimo?. Qué gustito, por el contrario, el calor del redil, qué seguridad, que hermosas palabras, qué cielo tan despejado...(óle al que inventó lo de la cadena humana en la Diada: sólo los amargados y bichos raros no nos apuntaríamos a algo tan "ilusionante" -palabra para tu diccionario de horrores, Van)
    Volviendo a la adolescencia.Creo que un rechazo tan visceral a la catalogación dentro de cualquier colectivo debe de ser anterior a nuestra capacidad de verbalizarlo...En mi caso me parece que tiene que ver con un padre muy autoritario, que -naturalmente- sólo consiguió hacerme idolatrar la libertad y afinar hasta la paranoia mi cautela ante todo lo que oliera a posible coacción y/o a sentimiento de culpabilidad por no ser como "los míos" desearían que fuera. Es decir, a ver si me expreso bien: la culpa que sientes el día que decides no seguir buscando a toda cosa la aceptación del grupo (primero es la familia, luego vienen los otros). Y no sólo culpa, evidentemente: es que el rechazo llega "subito" y es una cosa muy real y muy fría, repito. ¡Qué distinto cuando te zambulles en tu grupo con los ojos cerrados y ya no tienes que pensar en nada porque ellos te lo dicen TODO, hasta la forma de cortarte el flequillo!....Yo también siento una especie de asco instintivo ante esa uniformidad que describes en el post, y no tanto por sus resultados (reléase comentario Anónimo) como por la sutil violencia, mental y sentimental, que esconde desde la primera linea. No hay medicina que cure ese asco porque a medida que me salen canas me vuelvo más intratable en este tema. Como muchos de vosotros,también yo le doy vueltas una y otra vez. Nada me produce más desazón hoy por hoy que asistir a este "revival" de las identidades colectivas (nacionales, religiosas, ideológicas..). Siempre acaban mal, lo sabemos, lo vemos a diario en la prensa, pero no hay nada que los racionales-no-ilusionantes podamos hacer para evitarlo.
    Bss

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  32. Hola, Barbie, qué buena reflexión la tuya. Mira que hay que ser rarito, sí, para rechazar el cómodo y viscoso calorcillo del útero materno, tan grato y tan gratuito, en el que nunca se está solo ni se llega a ser uno mismo -frío, como bien dices, soledad...- Mira que hay que ser rarito para empecinarse en esa áspera e incómoda manía de ser uno, nada más, y estar solo.

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  33. Por cierto, seguro que conocéis esta canción de Jarabe de Palo. la recordé leyendo al Anónimo patriota:
    www.youtube.com/watch?v=oweQzzQ1j6M

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