De vez en cuándo –o "de sitio en dónde"– la tendencia más o menos universal a hacer el bestia en grupo, abusar del débil, disfrutar con el ejercicio del propio poder y con el sufrimiento ajeno... en fin, ese agradable rasgo, al parecer específicamente humano, –que tan útilmente refuerza a actitudes tan estimables como el patriotismo, o el cumplimiento a ultranza del deber, sin ir más lejos– cuaja en una institución como el Toro de la Vega tordesillano, por poner un ejemplo que creo que se celebra uno de estos días, o como tantas otras simpáticas costumbres que proliferan por todo nuestro querido país, por no hablar de otros. Y entonces parece que es que los de Tordesillas, o los de donde sea, son especialmente bestias.
Toro de la Vega - Tordesillas |
Esta teoría mía de los grumos viene a decir que el reparto de la bestialidad humana es bastante homogéneo, o sea que en todas partes hay más o menos la misma, y que cuando en algún lugar o momento se constata una densidad significativamente superior a la media es que se ha condensado por azar, como se forman los grumos en algunos fluidos –pegotes de puré en las cacerolas, por ejemplo, o atascos de coches en las carreteras–.
El Toro de Vega tordesillano, creo, es uno de estos grumos de bestialidad, del que sus protagonistas no tienen más culpa específica que la que todos compartimos por formar parte del puré. Solo es que es ha tocado a ellos, en virtud de la misteriosa mecánica por la que se forman los grumos, exhibir más visiblemente una de las características que comparten con el resto de congéneres.
Todos estamos del lado del progreso ético, faltaría más, nadie a quien le preguntes dejará de decirte que sí, que la barbarie es algo que hay que combatir, y en cualquier caso que esconder y de lo que avergonzarse, que no hay que exhibirla ni jactarse de ella. Pero en cambio no todos estamos de acuerdo en qué es barbarie. A la ilustración tordesillana el toro de la Vega no le parece barbarie, sino cultura de la buena. A la clase política occidental, por poner otro ejemplo, y a buena parte de sus supporters de a pie, la tortura de la bañera aplicada a musulmanes sospechosos no les parece barbarie, sino eficacia policial contra el terrorismo. ¿Por qué, pueden preguntarse a fin de cuentas los buenos tordesillenses, los muchachos de Obama pueden divertirse a su manera, y nosotros a la nuestra no?
Epílogo con advertencia: si leído esto se le ocurriera a alguno de mis lectores, Dios no lo permita, decir que he hecho una comparación inadmisible entre la tortura de la bañera y el alanceamiento de toros, me obligará a plantearme seriamente la posibilidad de excluirlo de entre los inteligentes comentaristas de este blog por mostrarse deliberadamente obtuso. Advertidos quedan.
Debería haber iconos como en el whatsapp de los telefoninos, para poder aplaudir gráficamente a dos manos.
ResponderEliminar(como si se pudiera aplaudir con una sola mano, qué tontería)
ResponderEliminarGracias, Cigarra, por tus aplausos. (Si son solo con una mano, solo una gracia).
ResponderEliminarAterrado ante la posibilidad de que me excluyas de los comentaristas de tu blog no diré que has hecho una comparación inadmisible. Diré sólo que has hecho una comparación y que los dos términos de la misma, a primera vista (será que hoy estoy especialmente –que no deliberadamente– obtuso) no me parece que sean similarmente pertinentes en cuanto a su encaje con la teoría que explicas (la del grumo, claro). La bestialidad de los guantanameros no deriva, creo yo, del puré en el que se han condensado diversos individuos. Pero dejémoslo.
ResponderEliminarEn todo caso, me gusta tu recurso al grumo, referencia muy gráfica para explicar algo que es, en efecto, específicamente humano: la capacidad de crear cultura, entendiendo ésta como cualquier constructo imaginario, que no sólo se limita a las manifestaciones de nuestra bestialidad. Parece que esa capacidad del homo sapiens se convirtió muy pronto en su principal "arma evolutiva", justamente porque posibilitaba eficaz y flexiblemente la colaboración entre los individuos; es decir, permitía convertirlos en grumos. Hay quienes sostienen que el grumo, el "pegamento social", es necesario. No lo sé, pero lo que sí es verdad es que ha demostrado su persistencia en la historia de nuestra especie, dando origen a que seamos lo que somos.
Hola, Miroslav. Mi teoría del grumo es muy útil, porque puede ser aplicada a prácticamente cualquier fenómeno. Claro que esta adaptabilidad suya casi universal deriva de una conveniente indefinición, -soy el primero en reconocer que debo trabajarla más, de momento está apenas en fase de intuición- que, probablemente, es la que explica que no hayas acabado, me parece, de entender cómo la aplico aquí. A ver si puedo ser un poco más claro:
ResponderEliminarLo que en este caso entiendo que se condensa al azar, formando el grumo de bestialidad conocido como Toro de la Vega, no son los individuos, sino la bestialidad latente en todos ellos -en cantidades variables, pero similares, en su media, a la que ostentan en general los ejemplares humanos de cualquier otra parte del mundo-. Mi teoría es que algún accidente fortuito hace, aquí o allá, que la bestialidad, en vez de fluir del modo corriente en que lo hace en general, precipite en condensados más vistosos, y así tenemos instituciones netamente bestiales que son el resultado casual, grumoso, de la concentración fortuita del mismo nivel medio de bestialidad observable en todas partes.
Claro está que la bestialidad media también puede ser deliberadamente condensada. Guantánamo, por ejemplo, no es fruto de la condensación casual, sino de un proceso deliberado de concentración de bestialidad para su empleo con fines específicos. Se sale de mi teoría del grumo.
La comparación, que efectivamente existe -pero que no considero inadmisible en absoluto, sino muy pertinente- no se refiere al modo en que se ha condensado la bestialidad en uno y otro caso, sino a la naturaleza de las respectivas bestialidades, que me parece sustancialmente la misma. La disposición a hacer daño se manifiesta en grados distintos, según el nivel que alcance en cada individuo concreto (de individuo a individuo sí varía; lo que creo invariable es la media) y según lo permitan las circunstancias. Hay quien da salida a su moderado nivel de burricie despeñando cabras, y quien, para satisfacer el suyo, necesita destripar semejantes. Y hay medios sociales en los que el despeño de cabras es el máximo permitido de bestialidad exhibible, y otros en los que el destripe de semejantes es no solo consentido, sino incluso retribuído mensualmente, por formar parte de las obligaciones profesionales.
No sé si me explico...
En cualquier caso, anuncio solemnemente, lo de excluir comentaristas era pura retórica. La obtusez mental no es delito que deba castigarse, sino defecto que debe, en todo caso, corregirse, y siempre tolerarse. Incluso la deliberada merece más compasión que otra cosa. Nadie será excluído de estos comentarios por dar muestras de ella. Quien desee declarar inadmisible mi comparación, o llevarme la contraria de cualquier otro modo, puede hacerlo sin temor.
ResponderEliminarAsí soy yo.
Tengo la persuasión de que en caso de que exista el buen Dios y llegado el momento en que nos encontremos frente a frente, voy a ser yo, y no él, el que le pida explicaciones. ¿Qué es eso de montar un sistema de supervivencia basado en que los unos devoren a los otros? —Ése es el verdadero pecado original y no otro—, pero así lo ha establecido el Altísimo en su infinita brutalidad ¿quizás para darnos la tarea a los humanos de corregir tamaña obscenidad? Efectivamente: el "Sumo cocinero" está demostrando tener una falta de talento tan grande que los humanos nos hemos visto obligados a intervenir para evitar que le salgan grumos.
ResponderEliminarHola, Atman. Mi anterior comentario declara vigente en este blog la libertad de expresión en términos tan explícitos que no veo ahora modo decente de impedir que tu comentario nos haga derivar, indeseablemente para mi gusto, hacia los pantanosos terrenos teológicos a los que quieres conducirnos. Me ponéis, como decía el del chiste, en un verdadero membrete con vuestra insistencia en sacar a Dios a colación con ocasión y sin ella. Por un lado, ello parece obedecer a una clara voluntad por Su parte de que yo utilice esta minúscula tribuna como medio de evangelización internética, perfectamente ineficaz, desde luego, pero no más que lo son muchos otros de que tengo noticia y que gozan de la bendición y de la activa participación de la Jerarquía. Es como si Dios me dijera, sirviéndose de la voz de mis incrédulos lectores: "Venga, tío, a ver si tanta tontería sirve al fin para algo..." Por otro, mantengo la tonta pretensión de que los comentarios se refieran, en lo posible, al asunto del post, y te confieso, además, que estoy un poco hasta los mismísimos de mi sobrevenido papel de predicador cibernético...
ResponderEliminarEn fin, acato la voluntad divina: ya he dicho muchas veces que en mi opinión Dios puso en marcha este mundo con el Big Bang inicial, en el que se contenían las leyes físicas, rigurosa e ineludiblemente (hasta para Él) lógicas, por las que debía de regirse en lo sucesivo; y que a partir de ese momento, lo que suceda en el Universo es achacable exclusivamente a esas leyes, y a ninguna otra causa...
...hasta la aparición en él del ser humano, también creado por Dios con la fastidiosa particularidad de ser libre, y la no menos incordiante de ser extraordinariamente activo y metijón. Tras esta segunda intervención divina, las culpas deben ser repartidas, según corresponda, entre las leyes físicas y las decisiones humanas libremente tomadas. Dios, en mi opinión, actúa en el mundo exclusivamente a través del hombre, y solo en la medida en que la libertad de este se lo permite.
¿Puedo considerar contestado tu ccomentario con esta breve exposición, y cumplida con ella mi labor de difusión religiosa? Anda, sí...
Lamento haber contribuido a tu sobrecarga teológica, no era esa mi intención sino que así me ha salido mi comentario libremente. Además, supongo, que moralidad y religión están algo más que casualmente emparentadas.
ResponderEliminarSupones bien, lo están. Solo emparentadas, no identificadas, ni consustanciadas, como muchos creyentes y no creyentes parecen creer; pero lo están.
ResponderEliminarUsted me hable de lo que a usted le dé la gana D. Atman, no faltaría más, por Dios (nunca mejor dicho). Mis quejas son también retórica. Me pierde la retórica.
Dicho sin religión, que para el caso es lo mismo. La vida es amoral, como juega el gato maula con el mísero ratón, que diría el tango, o las orcas con las focas, que he visto en algún documental escalofriante. Así también juegan algunos hombres con los animales. Normalmente son hombres sin reparos morales hacia los animales o tan inconscientes al dolor ajeno como lo son los niños cuando investigan sádicamente, jugando, con cualquier bicho que se les ponga a tiro. Afortunadamente a los niños se les puede educar y los adultos tenemos cada vez más información y empatía por las circunstancias de los animales, de forma que cada vez son más las consideraciones y leyes que los protegen.
ResponderEliminarEl "arma evolutiva" de Miroslav es metáfora bastante más inadmisible que la graciosa aunque extensible en exceso del grumo de Vanbrugh, entre otras cosas porque abunda en el lamentable tópico de la evolución como lucha por la vida y supervivencia del más fuerte y bala bla bla, expresiones que Darwin no utilizó (sí el facha darwinismos social que nada tiene que ver) ni son admisibles en teoría evolutiva moderna.
ResponderEliminarVanbrugh, con una minipimer o una buena batidora arreglamos esas condensaciones brutales, ¿no?
Pensándolo mejor no estoy de acuerdo con la metáfora-teoría-imagen del grumo. Me parece resultona pero falsa. Por qué, porque la barbarie en grupo (alanceamientos de toros, linchamientos, violaciones en grupo) requiere la masa para ser ejercida. Nadie sale un buen día de casa, solito y armado con una lanza y salta una valla en una dehesa y se dedica a pinchar toritos bravos…No, necesita al grupo, esa bestia humana que se llama la masa. El grumo pues, es condición previa. Mi conclusión: Tordesillas está grumosa, así no hay quien haga una buena croqueta social. En Tordesillas estoy seguro de que habrá individuos asqueados con esa mala bestia forma de diversión y que estarán más bien discretamente calladitos no vaya a ser que los alanceen a ellos ( o los hostien), pero, insisto, en Tordesillas hay demasiada masa y demasiados pocos individuos que piensen pos su cuenta y –nunca mejor digo- riesgo.
ResponderEliminarQuizás, pero ninguna acaba de funcionar bien. Yo, antiguo como soy, prefiero batir a mano, como mi madre hizo toda la vida la mayonesa.
ResponderEliminarPor un medio o por otro, la disolución de determinados grumos que se producen en determinadas sustancias es tarea muy necesaria, sí.
El grumo es un fenómeno exquisitamente dialéctico, Lansky, a la vez causa y efecto. Los tordesillenses concretos que alancean toros lo hacen porque existe el grumo -la bestialidad cuajó en su día, y el grumo resultante es atractivo y da ocasión- y, viceversa, el grumo sigue existiendo, y hasta crece, por las aportaciones individuales que su existencia y capacidad de atracción suscitan en los tordesillenses realmente existentes.
ResponderEliminarMás que dialéctico, que vale, que también, es en plan científico pedante, una retroalimentación positiva, es decir, un círculo vicioso
ResponderEliminarQuizá mi "arma evolutiva" sea muy poco pertinente como metáfora, aunque me resulta un poco fuerte calificarla como "inadmisible", máxime en el contexto de un comentario a vuela pluma en este blog. Como sea, asumo esta exigencia de rigor y precisión de tu parte, Lansky, aun cuando más de una vez me has replicado, en situaciones inversas, que no estamos en papers académicos. Se ve que depende del tema.
ResponderEliminarEn todo caso, según algunas lecturas que ahora no puedo precisar, nuestra especie desarrolló esa singular capacidad que contribuyó u orientó en un determinado sentido su historia. Que propiamente no sea evolutiva, en la acepción restringida de este vocablo en la biología, no voy a discutirlo; pero evolución tiene un significado más amplio y se trataba de una mera metáfora.
La expresión "supervivencia del más apto" la acuñó Spencer para justificar sus ciertamente fachas teorías sociales mediante una abusiva extensión de lo que Darwin había escrito. Sin embargo –según compruebo ahora–, en la 5ª edición del Origen de las especies el propio Darwin escribió que "la expresión utilizada a menudo por el Sr. Herbert Spencer de la supervivencia del más apto es más exacta, y es a veces igualmente conveniente" (que su término selección natural. Desde luego, con ese "a veces" Darwin no habría incluido nunca la justificación de políticas amparadas bajo la lamentable etiqueta del "darwinismo social".
Y por último, no termino de ver por qué mi probablemente poco afortunada metáfora abunda en el "lamentable tópico de la evolución como lucha por la vida y supervivencia de más fuerte, etc, etc". Te aseguro que ni de lejos pretendía sugerir nada en ese sentido y se me antoja que esas deducciones están más en tu susceptibilidad que en el simple e inocente contenido de mis palabras.
¿Y qué pasaría si un tirador experto provisto de un rifle con mira telescópica (y situado de tal modo que pudiera huir y ponerse en seguro a continuación) le atizase un tiro en la cabeza al Toro de la Vega nada mas empezar "el evento cultural"? ¿Sería considerado un asesino, un enemigo de la cultura, un indeseable social?
ResponderEliminarNo es mala idea, Cigarra. Pero yo preferiría hacerlo subir a un camioncito y llevármelo a una dehesa tranquila, a dos o trescientos kilómetros de distancia. Habría que estudiarlo.
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