lunes, 13 de marzo de 2006

Taxonomía práctica

A mi amigo Justiniano le gusta vestir bien y tiene un montón de ropa. Como es muy ordenado se compró un armario enorme y dedicó un par de días a colocar en él toda su vestimenta. En estos estantes las camisas de vestir, en estos las de sport, en estos otros los polos, en aquellos los jerseys de punto fino y en los de debajo, los de punto gordo. Un cajón para los calzoncillos, otro para los calcetines, otro para los pañuelos y el último para los gemelos, los alfileres de corbata y los relojes. En la barra de esta puerta colgó las chaquetas de punto, las tebas y las americanas, en la de la otra los vaqueros, los chinos, los pantalones de pana y los de vestir y, en la de enmedio, los trajes completos. Estos nichos de aquí para las corbatas y estos otros para los cinturones. Y en las barras de abajo, los zapatos. Era un gozo ver el armario abierto, la verdad, y Justiniano encontraba en un momento cualquier cosa que quisiera ponerse e iba siempre hecho un pincel.

Mi amigo tiene debilidad por el color verde, piensa que le sienta bien y cree que le da suerte. Se compra muchas cosas de ese color y, cuando su novia le regala una camisa o una corbata, también suele tirar al verde. Un día descubrió que tenía muchas más cosas verdes que de ningún otro color. Abría el armario y, de entrada, lo veía todo verde.

Como la ropa estaba ya algo justa en el armario, decidió, en un rapto de personalidad, que el armarito supletorio que se le iba haciendo imprescindible lo dedicaría exclusivamente a las prendas de color verde. Es un color muy significativo para él y no le apetecía mezclar su color personal con los otros, más anodinos, que usa todo el mundo. Así que se compró un armario nuevo y emprendió la reorganización.

Tuvo algunos problemas con unos pantalones que no se sabía bien si eran verdes o marrones, y con tres o cuatro camisas en que el verde predominaba, sí, pero no era el único color. También con un jersey azul verdoso, o quizás verde azulado. Le llevó un buen rato decidir cuáles de todos ellos eran verdes y cuáles no. La siguiente vez que los guardó ya no recordaba qué había decidido, y tuvo que pensárselo otra vez. El jersey, en concreto, es un conflicto. Dice que cada día lo guarda en un armario distinto y nunca sabe dónde buscarlo cuando lo quiere usar. Y con el pantalón y las camisas le empieza a pasar tres cuartos de lo mismo.

El armario nuevo es más pequeño, tiene menos estantes y menos cajones, y no ha tenido más remedio que guardar juntas camisas verdes con jerseys verdes, meter en el mismo cajón calzoncillos verdes y calcetines verdes y colgar los chinos verdes al lado del traje de lana inglesa. Verde. En cambio en el armario grande se le quedaron un montón de huecos, y ha decidido usarlos para colgar allí parte de las prendas de abrigo, que ocupaban mucho en el ropero del vestíbulo.

Las corbatas al principio no dieron problemas, porque eran todas de tonos claramente verdosos y las transportó en bloque al armario nuevo. Pero se me ocurrió regalarle por su cumpleaños, que fue el otro día, una más bien rojiza y se la llevó con las otras, al armario de lo verde. No acababa de gustarle la solución, pero tampoco la iba a guardar suelta.

Y los calcetines, la verdad es que ha encontrado más cómodo guardarlos con los calzoncillos, en el armario pequeño, porque los cajones del grande están más difíciles de usar, ahora que la puerta no se puede abrir del todo porque tropieza un poquito con el armario nuevo. Los mete todos allí, ahora, aunque no sean verdes. Los que le caben, claro, porque el cajón es pequeño. Cuando se le llena, los guarda otra vez en el cajón del ropero grande. Los que menos usa. El único problema es que, cuando quiere un par determinado, siempre acaba teniendo que mirar en los dos cajones. Ha dejado de usar algunos solo por no tener que abrir el cajón donde cree que están. De unos cuantos ha perdido la pareja.

De todos modos está encantado con tener un armario especial para su color favorito. Ha teñido de verde la madera y le queda precioso en el vestidor. A veces no recuerda si la camisa de rayitas verdes y rojas está en el grande, con las camisas, o en el pequeño, con lo verde. Y al jersey gordo de ir al campo, que alterna las franjas marrón verdoso con las verde azuladas y las rojo anaranjadas, últimamente le ha perdido la pista. Me dijo que no lo encuentra en ninguno de los dos armarios. Todavía tiene que mirar si está en el del vestíbulo, con el resto de la ropa de abrigo, o en el que tiene en el cuarto del fondo, donde guarda las botas de montaña, las medias de lana y los chubasqueros. Y las camisas de franela a cuadros. (Menos las verdes).

Bueno, que se le ha descolocado un poco el guardarropa y ahora dice que tiene que volver a hacer orden. Está en ello. Ayer se compró otro armario, precioso, pieza única de no sé qué arquitecto de Turín. Le ha dado por el diseño italiano y lleva un par de meses que no se compra nada de otro sitio. Lo va a poner en la otra esquina y va a empezar a guardar en él toda la ropa de marcas italianas. Qué tío, Justiniano. Qué organizado.

7 comentarios:

  1. No sé por qué pero tu historia de Justianiano me ha recordado a una cosa que escribí hace tiempo que se llamaba "Ruidos personales" y por la que gané un par de premios, a ver si esta tarde te la mando.

    MF

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  2. Cosas como estas la consuelan a una del desorden en el que ¿sobrevivo? Yo no hago distingos: nunca se dónde está nada... si no está en la silla donde amontono lo que acabo de coger de la cuerda. Bueno lo de "acabo" es un concepto un poco amplio, porque en los estratos inferiores pueden encontrarse prendas que nadie ha precisado desde hace quince días o más. De ese modo se puede hacer un estudio estratigráfico de la frecuecia de utilización de la prenda, y, si alguna vez me decidiera a tirar algo (que no creo) podría empezar por lo de abajo, que claramente no debe ser muy necesario, cuando nadie ha tirado de ello en los últimos días. Claro que si lo pienso mejor, en realidad tendría que empezar por tirar casi todo lo del armario del fondo, que si está lleno es porque casi nada de lo que contiene se usa nunca (lo que se usa ya se sabe dónde está: en la percha del baño, en algún respaldo de silla, en un picaporte de puerta, si es una corbata, en una percha puesto a secar en la barra de la ducha...) Pero ¡qué lío ponerse a tirar! ¡eso se debe llevar muchísimo tiempo! Me tienes que dar la dirección de tu amigo Justiniano, a ver si se da una vuelta por mi casa...

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  3. Mi amiga Palmira coloca los jerseys por colores, en tonalidades crecientes: abajo azul oscuro, algo mas claro encima, arriba azul clarito, luego turquesa que sirve de transición al verde, éste conecta con los marrones que pasan a los anaranjados y rojizos... ¡Qué pareja haría con Justiniano!

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  4. Me has hecho cisco: cuando ya estaba seguro de que se aproximaba la explicación a tanta incongruencia, o tal vez la traducción de la parábola a hechos de la vida misma, vas y terminas la historia. Vaya estafa....

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  5. Hijo mío, las parábolas no se explican. El que tenga oídos para oir, que oiga. El que necesite una explicación para entender de qué habla la parábola, no lo entenderá tampoco con explicación. Por otra parte, las parábolas se inventaron para decir a la vez muchas cosas, tantas como los oyentes entiendan en ellas. Cualquier cosa que te sugiera la historia, será verdad. A cualquier otra cosa que tú no entiendas en ella, no le servirá de nada serlo.

    No obstante, y como muestras ser un discípulo tan poco aventajado como bien intencionado, te daré alguna de las infinitas claves que pueden aplicarse a la historia, bien entendido que aplicar cualquier clave a una parábola significa dejar de aplicar todas las demás y, por tanto, empobrecerla y, en la mayoría de los casos, reducirla a una bobada. Que es, en realidad, lo que son buena parte de ellas, y si se presentan como parábolas es para que no se les note.

    Donde habla de armarios, pon tú ordenamientos jurídicos. Donde dice roperos, imagínate códigos y leyes. Cambia el color verde por, pongamos por caso, la violencia de género. Sustituye el diseño italiano por, por ejemplo, la Fiscalía Anticorrupción. (O por el Respeto Interracial). Determina ahora tú mismo quién es Justiniano y qué triste embrollo le espera.

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  6. Parábolas, parábolas...
    ¡Para bolas, las mías!

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  7. Si tuer manillo, o sea, el mío, hubiera caído por casualidad en el Sermón de la Montaña, se hubiera ido a la mitad a buscar una ferretería.

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