domingo, 10 de junio de 2012

Burocracia creativa

 A Miroslav, con mis mejores deseos para la salud de su cuerpo y de su alma.

Durante mi mal empleada juventud me ocurrió tenerme que hacer cargo de la Secretaría municipal de tres pueblecillos toledanos, en las estribaciones sur de Gredos. Entre los tres no llegaban a los mil habitantes.Yo trabajaba tres días a la semana en el mayor de ellos, de unos seiscientos habitantes, y dedicaba un día a cada uno de los otros dos. 

Nadie que no haya llevado la Secretaría de un Ayuntamiento es capaz de imaginarse el sinfín de cuestiones distintas, sin más relación entre sí que referirse todas a la vida -o a la muerte- de los vecinos, que constituyen la tarea habitual de los funcionarios municipales. Ni el cajón de sastre que puede ser la tarea del Secretario cuando "los funcionarios municipales" son, estrictamente hablando, él. En el pueblo "mayor" había un administrativo bastante eficaz que cooperaba muy eficientemente al grueso de la tarea, pero en el más pequeño de los tres mi único colaborador era un alguacil (O'Donnell de nombre de pila, universalmente conocido como Odonel. Nunca logré averiguar por qué) amable e incapaz de usar ni una máquina de escribir, que encendía calefacciones, abría y cerraba puertas, ordenaba carpetas, hacía fotocopias, cogía el teléfono,  me daba conversación, me instruía sobre los principales acontecimientos de la vida local -es conveniente mantenerse informado, aunque solo sea para saber de qué hablar en el bar- me acompañaba a tomar café o cañas y, con todas estas útiles funciones, daba por agotadas sus posibilidades profesionales. En estas condiciones la verdad es que se aprende mucho, no solo de las numerosísimas y diversas cuestiones de las que uno tiene que ocuparse, sino, sobre todo, del modo más eficaz y menos estresante de hacerlo, y de tomarse la vida, en general.

Entre las dieciocho mil puñetillas que cumplimentar, que se añaden a las tareas propiamente secretariales -contabilidades, actas, esas cosas municipales y espesas- es necesaria una criba cuidadosa puesto que, en siete horas semanales, es bastante complicado llevarlas todas al día. Así, por ejemplo, cuando la Tesorería de la Seguridad Social reclama que se le envíe mensualmente un estadillo de fallecidos en el pueblo a fin de asegurarse de que no se le están pagando pensiones a ningún difunto, y aunque el principio general le parezca a uno muy respetable,el caso es que, por unas cosas o por otras, nunca se encuentra el momento de rellenar el estadillo en cuestión y dejar tranquilo al infeliz funcionario provincial encargado de recopilar esta información. Hay que tener en cuenta que los organismos que pretenden minucias semejantes de los pobres Ayuntamientos son del orden de quince o veinte y, no pudiendo complacer a todos por obvios motivos de tiempo, se impone una rigurosa selección, basada en los criterios de quién da más lata y quién puede hacer algo molesto en represalia por tu incumplimiento. El Director Provincial de la Seguridad Social daba poca lata, y sus posibilidades de reacción a la inactividad municipal se limitaban a la amable quejumbre interadministrativa, de modo que el pobre era atendido solo muy de cuándo en cuándo. Hay que tener en cuenta también que, en aquel remoto pueblecillo, sus escasos habitantes, por no hacer, casi ni morirse hacían.

El organismo en cuestión se asentaba en Toledo, en una vía llamada Callejón del Moro, y quien en él tenía encomendada la misión de escribir las cartas cometió la imprudencia de abreviar esta dirección en el encabezamiento poniendo "Cjón. del Moro". Esto, mira por dónde, le valió por mi parte una atención con la que probablemente no contaba, porque me disparó la inspiración y, en una pausa del duro trabajo diario,  tratando de introducir un poco de poesía en la seca prosa administrativa habitual, le escribí esta interesante misiva:

Cógeces del Tajo, a .. de ... de 19.... 

En respuesta a su escrito del pasado 5 de Septiembre, por el que solicita de este Ayuntamiento el envío mensual de los datos de las personas fallecidas durante el mes anterior, significo a vd. lo siguiente: 

En el membrete de dicho escrito figura como dirección postal de ese Organismo la calle "Cjón. del Moro". Esta expresión, a primera vista enigmática, ha suscitado en mí las cavilaciones que paso a referirle, en la seguridad de que, compartiéndolas y, por así decir, meditando ambos al unísono, obtendremos consecuencias fructíferas para el buen desempeño de nuestras tareas administrativas. 

Comprobado en varios diccionarios que la palabra Cjón no existe, se impone la interpretación, abonada por el hecho de que vaya seguida de un punto, de que se trate de un apócope o abreviatura de alguna otra palabra. La que inmediatamente se viene a las mientes es, sin duda estará de acuerdo conmigo, la muy recia e hispánica de cojón. Otras alternativas, como cejón, o cajón, además de resultar menos atractivas, parecen tener menos fundamento. En efecto, cejón, aumentativo de ceja, no es palabra de uso habitual, y, por otra parte, no alcanza a entenderse por qué, caso de existir un moro con una gran ceja, (¿solo una?) iba a dedicársele a tal pilosidad nada menos que una calle de la Capital de la Comunidad Autónoma, sede en su día de la monarquía visigoda, asiento siglos después de la Corte Imperial y ciudad de las más antiguas e importantes, si no la más, de estos Reinos. 

Cajón, si bien es palabra más usual, presenta problemas similares. ¿Qué condiciones extraordinarias tendría que reunir una gran caja propiedad de un árabe para que se perpetuara su memoria introduciéndola en el callejero de esa histórica ciudad? 

Sin duda hay respuestas posibles para estas preguntas, pero cualquiera de las que se me ocurren resulta menos fascinante que las que pueden explicar que el nombre de la calle celebre un testículo de uno de nuestros vecinos del Sur. Esta posibilidad sí que abre perspectivas llenas a la vez de verosimilitud y de encanto. 

¿Cabe, por ejemplo, nada más natural que que el pueblo de Toledo, orgulloso del tamaño y la singularidad de las gónadas de uno de sus vecinos de estirpe arábiga, resolviera dejar constancia perenne de ellas por medio de su nomenclator urbano? 

Con los ojos de la mente nos adentramos en el ambiente misterioso y lleno de encanto de la Toledo medieval, recorremos las callejuelas laberínticas en las que durante siglos han convivido en armonía ejemplar los seguidores de las tres grandes religiones monoteístas y descubrimos en una de ellas -precisamente en la que actualmente alberga al Organismo que vd. tan dignamente dirige y quizás ¿por qué no? emplazada incluso en el mismo lugar- la vivienda de un fiel de Mahoma, al que bien podemos llamar, pongamos por caso, Abdullah. 

Observamos algún revuelo ante la casa: cierto número de chiquillos desharrapados se agolpa en el arco de piedra que da paso al zaguán umbrío, al que se asoman para lanzar regocijados gritos y retroceder luego, con expectación temerosa. Y ¿qué es lo que dicen en su desacompasada cantinela? Aguzamos el oído, y entre la confusión de voces impúberes, alcanzamos a distinguir una frase, cien veces repetida: "¡Abdullah, enséñanos el güevo!". Se advierte que para los rapaces aquello es un juego cotidiano, casi un rito, pudiéramos decir, que cumplen con cierta periodicidad, quizás a diario, en los muchos ratos de ocio que sus quehaceres infantiles les consienten. 

Surge, por fin, en la puerta, la figura del buen Abdullah, que, envuelto en su caftán - si es que esta prenda de hermoso nombre pero de naturaleza y forma para mí imprecisas en este momento es apropiada para envolverse en ella; si no es así, dejémoslo en su albornoz- increpa a los muchachos, tratando de ahuyentarlos con aspavientos, gritos y muecas de gran ferocidad. Mas todo en vano. La chiquillería se aleja un tanto, sí, pero para formar un corro vociferante y huidizo, que, taponando la callejuela y provocando que algunas comadres asomen a sus ventanucas, continúa exigiendo al infeliz musulmán la exhibición de parte tan íntima de su anatomía. 

Al fin Abdullah se resigna a aceptar que, como tantas otras veces, el acoso que así le incomoda y pone en evidencia no cesará hasta que la horda pueril alcance la visión anhelada; y mascullando una oscura maldición andalusí, se remanga las faldamentas y muestra a los espectadores alborozados, entre sus dos piernas flacas y algo renegridas, un testículo, un único, sí, testículo: pero de un esplendor y tamaño tales que fácilmente se admite que pueda, solo con él, sustituir, y con ventaja, a la pareja que el resto de los varones cobijamos en similar parte. Un momento enmudecida por el asombro y la maravilla, pronto vuelve la infantil hueste a prorrumpir en su bullicio, pero esta vez acompañándolo de una dispersión veloz, a impulsos de la excitación, por el dédalo de callejas adyacentes. Reacomoda Abdullah la vestimenta, reniega entre dientes y vuelve a sumirse en las profundidades oscuras de su morada. 

 ¿No es fácil, no es hermoso, no es casi necesario (con esa inexorabilidad con la que se imponen las evidencias) admitir que pueda y deba ser la reiteración de escenas como la descrita la que ha dado origen al nombre que conjeturo para la vía donde se ubican las oficinas de su digna dirección? ¿No sobresale esta entre las otras hipótesis explicatorias con la misma dignidad y el mismo brillo con que el único Cojón del Moro se significaría entre los más modestos y habituales, si bien mejor acompañados, cojones de sus convecinos, caso de que estos se hubieran visto igualmente requeridos a exhibirlos coram populo

Y si así es, y no puede ser de otro modo, ¿por qué disimular nombre tan evocador con el empleo soso y pudibundo de esa abreviatura y ese punto, que privan al Cojón de su sonoridad máscula y arrogante y lo convierten en un vulgar apócope fácilmente atribuible a cualquier tontería, como, por ejemplo "callejón"?

Hágame caso, Sr. Director, y, lejos de avergonzarse del nombre rotundo que ostenta la calle donde sus méritos le llevaron a dirigir provincialmente ese Instituto de gran utilidad social, lejos de velarlo tras tímidos puntos y pacatas abreviaturas, exhíbalo vd. con el mismo orgullo con que Abdullah ostentaba su glándula portentosa, consciente de que, al hacerlo, rendirá vd. merecido homenaje a la larga historia de tolerancia de esa ciudad, a la virilidad de las razas que desde siglos inmemoriales la pueblan, al ingenio de sus habitantes y a la sonoridad, reciedumbre y precisión conceptual de la hermosa lengua castellana, que Gabriel Celaya celebrara en sentidos versos. 

En cuanto al resto de su escrito, debo comunicar a vd. que el corto número de habitantes y relevancia escasa de este municipio no justifican que dedique a su gestión administrativa más que unas pocas horas a la semana, tiempo durante el que, entretenido como estoy con otras cuestiones, no me es posible cumplimentar esos papeles de que me habla con la prontitud que vd. desearía. No pierdo, ni debe vd. tampoco perder, la esperanza de que, cuando las circunstancias lo permitan y encuentre la adecuada disposición de espíritu, pueda ocuparme de ellos a lo que espero será su entera satisfacción. 

En espera de ese momento, queda de vd. afmo. 

EL SECRETARIO 

Honorio Jiménez Retuerto 

Como puede suponerse empañé el cristal de la verdad en lo tocante a detalles como el nombre del pueblo y el del Secretario, y ello porque mi natural modestia me aconsejó permanecer en un discreto anonimato. Cógeces del Tajo nunca existió, aunque bien podría, porque es un nombre muy bonito; y el de Honorio, se comprende, es solo un astuto seudónimo que espero no correspondiera a nadie existente, porque no me gustaría que nadie se llevara los méritos que solo a mí corresponden. 

Nunca, claro está, tuve respuesta a esta carta -¿dónde me la hubieran podido enviar?- y aún hoy me pregunto qué cara pondrían en la Dirección Provincial de la Seguridad Social al recibirla. Fue una bengala en la noche, sin posible respuesta ni más objetivo que la satisfacción de dispararla. Tengo la esperanza de que le alegrara un rato la vida a algún funcionario tan aburrido como yo mismo, y espero que hoy se la alegre otro poco a ustedes, mis estimados lectores. Especialmente a mi querido y doliente Miroslav, al que tenía prometido contarle la historia.

20 comentarios:

  1. Buenííísimo!

    "La que inmediatamente se viene a las mientes es, sin duda estará de acuerdo conmigo, la muy recia e hispánica de cojón".

    Ahí lo bordas, Vanbrugh. La arrolladora y urgentísima aparición del "cojón" en escena, casi consigue que los corn flakes salgan disparados por mi nariz en foma de metralla. Porque... sí... a estas horas me has pillado cenando.

    Eres el número uno escribiendo así. A ver cuando te pones y te largas una novela cómica entera. Lo más difícil que hay. Ni Ninfas, ni Rayuela ni Colmenas que valgan. Escribir una buena novela cómica es lo más difícil que hay. Y tú, puedes hacerlo.

    Un abrazo. El espíritu de Blandings (aderezado con un trufado intensamente berlanguiano, bien es cierto) ha vuelto para alegrarnos a todos. Venga a seguir enterándonos, en jornadas venideras, de nuevos sucedidos atinentes a Don Honorio Jimenez por boca del mismo.

    Y a Miroslav desearle una pronta y feliz recuperación.

    ¡Un abrazo para todos!

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  2. ¡Absolutamente brillante, genial! Me he carcajeado hasta las lágrimas leyendo esa carta y te agradezco mucho que hayas satisfecho mi curiosidad.

    Tan sólo un pero y es que tenías que haberla enviado sin "empañar el cristal de la verdad". Siendo entonces bisoño en la burocracia administrativa, puedo entender que temieras que cayeran sobre ti consecuencias desagradables. A estas alturas imagino que coincidirás conmigo en que nada malo te habría pasado. O sea, que el riesgo, si no nulo, era mínimo y, desde luego, completamente despreciable frente a poder conocer las sin duda sorprendentes y feraces cosechas que habrían de seguir a tan ingeniosa semilla lanzada a ese callejón (perdó, cojón) toledano. Dices que todavía hoy te preguntas qué habrá pasado; yo, en tu caso, me estaría dando de cabezazos contra la pared. Mejor dicho, no lo estaría haciendo porque estoy seguro de que habría firmado la carta, habría sido incapaz de resistirme.

    Genial, insisto. Ah, y gracias por tus deseos (y los de Julian) por mi recuperación. Lo cierto es que ya estoy, a mi juicio, perfectamente. Confío en que los análisis de sangre que me han de hacer mañana a primera hora lo confirmen y mis guardianes me den el alta. Un abrazo.

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  3. Gracias a ambos, Julián y Miroslav. Creo que los dos exageráis en vuestras alabanzas, pero me alegro mucho de que os haya gustado. Es una chorrada, pero me divertí mucho escribiéndola e imaginándome las reacciones en la oficina de destino. Enormes tentaciones tuve, efectivamente, de mandarla con nombres reales, del pueblo y mío. Estoy seguro de que a los de la Seguridad Social les habría hecho gracia -aunque no habrían dejado de insistir en que, ya que tenía tiempo para escribirles tonterías, lo aprovechara también para confeccionarles las listas de muertos que me pedían-; a quienes no estoy tan seguro de que la cosa les hubiera caído bien es a mi alcalde y concejales. Los munícipes de pueblecillos pequeños tienen una visión tirando a solemne y algo agobiante de sus funciones, y cualquier cosa que a sus ojos las desmerezca corre peligro de sonarles a burla o a desprecio. No era cosa de destruir su fe en la seriedad del secretario, que tanta tranquilidad les daba a ellos y a mi, aunque por distintos motivos.

    (Ya te he dicho otras veces, Julián, que para escribir novelas hace falta, creo, algo más que buenas ocurrencias de vez en cuando y cierta facilidad de pluma, que es todo lo que yo tengo. Tu insistencia me halaga mucho, pero no me engaña...)

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  4. Voy a disentir:

    Hacer leña del árbol caído, alancear moros muertos y convertir en chivo expiatorio a un pobre funcionario que se permitió incurrir en un vicio que detestas: las abreviaturas..creativas. ¿te parece caritativo? ¿Y escoderte tras un pseudónimo so pretexto de modestia?

    Y no, no deberías usar el pseudónimo de Honorio, sino el de Melchom, Moloch, Nickar, Nybbas, Orobas, Paimon, Picollus, Pruflas/Busas;Rahovart, Ribesal, Ronwe, Scox o Stolas

    Por otra parte, daños y víctimas al amrgen, la carta es tronchante, aunque dudo que para el destinatario lo fuera también. Y me llama la atención que la guardases hasta ahora. ¿O la has vuelto a improvisar?

    Me alegro que estés mejor, Miroslav. Bicho malo…

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  5. Cuando tengo una pena, cuando algo así como una mala digestión o cualquier otro pesar ensombrece mi vida, vuelvo a este texto felicísimo que conocí en la época de su creación (¡yo también fui joven algún día!) y recupero la paz del espíritu y la "joie de vivre" que diría el mismísimo Bertram. MIentras se puedan leer cosas así, será más llevadero que nos quiten moscosos y las demás puñeterías que se les vayan ocurriendo a los que "jobiernan".
    Gracias, oh Vanbrugh

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  6. Sí, Lansky, la verdad es que mi conducta es vergonzosa y no tiene excusa. Por eso me avergüenzo de ella y la he mantenido oculta durante todos estos años. Me ha impulsado a sacarla a la luz, al fin, esa vanidad mal entendida que tantas veces acaba perdiéndonos a los delincuentes.

    Mi cultura teológica no puede compararse con la tuya, claro, pero intuyo que esa relación de pseudonimos que me propones no es la alineación de la selección lituana de fútbol, sino una nómina de esbirros de Satán, o cosa parecida ¿me equivoco?

    Yo soy casi como Gómez de la Serna: escribo casi todo lo que se me ocurre, guardo todo lo que escribo -y ahora que tengo un blog, acabo publicándolo en él- y, en algo teníamos que diferenciarnos, no veo ni una peseta por nada de todo ello, publicado o no.


    Muchas gracias, Cigarra. Efectivamente, si los funcionarios no hacemos por volver nuestra dura vida un poco más soportable, no parece que nadie vaya a hacerlo por nosotros...

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  7. Gracias, Vanbrugh. Haré como Cigarra y guardaré ese texto para volver sobre él como antídoto al mal humor. Lo del empleo "soso y pudibundo de la abreviatura y el punto" es brillante. Bueno, toda la carta, incluyendo ese cabroncete final: no pierdo, ni debe usted perder la esperanza...

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  8. Te confieso, Preocupín, que esa última frase que señalas es mi favorita de toda la carta, y que el resto es, casi, casi, solo el pretexto para poderla escribir. Gracias a ti por tu perspicacia.

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  9. Y la mía, la mía también. Por cierto, ¿sabes que hay un vino de somontano que se llama 'Cojón de gato'?, sin abreviaturas por fortuna, 35 euros la caja de seis botellas. No está mal en relación al precio. Lo malo es 'pedirlo en el restaurante ante una dama con la que se quiera quedar bien en plan fino: "traigame un cojón de gato del 2009" (¿No te vale con los tuyos de los 50...?)

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  10. Lo intento de nuevo, ¿qué habré hecho mal en esta ocasión para que se haya perdido mi comentario?

    ¡ BRAVO !

    Una carta muy inspirada y divertida. Me parece estupendo eso de buscar los tres pies al gato y enviar una misiva tan enjundiosa a quen corresponda.

    Creo que te pega mucho, tanto de jovenzuelo como ahora. Creo que casi siempre está muy bien lo de poner algunos puntos (cachondos) sobre ciertas ñies.

    Estoy con Lansky: yo habría firmado la carta con mi nombre. Quizás en ese riesgo de ser despedido o enviado a otro destino en el quinto cono estaría el plus de osadía, sumado al caso.

    Soy Grillo y voy a intentar comentar aún con mi avatar...

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  11. Aaaah, Vanbrugh, no te conocía este humor tan fino. Yo también casi me ahogo de la risa, y, apenas me había serenado un poco, Lansky con su "cojón de gato" me dio el golpe de "gracia".

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  12. ¡Bieen, Grillo! ¡Has conseguido ser tú mismo! Todo un logro, sí señor.

    A los funcionarios no se nos puede echar tan fácilmente. Mi Alcalde se habría mosqueado un poco y no me habría mirado con los ojos de antes, como mucho. Más desagradable para él que para mí, en realidad, pero hay que ser considerado con las autoridades locales y no hacerles sufrir más que lo estrictamente indispensable.

    En fin, que me alegro de haberos hecho reir un rato, a ti y a C. C. Gracias por vuestros comentarios.

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  13. Me ha gustado mucho la carta y me he reñido con ganas, pero debo decir que Odonel me ha tocado el corazón. He conocido a algunos como él en todos estos años funcionariales y siempre he agradecido encontrarme a ese tipo de personas sencillas y solícitas que hacen el trabajo más llevadero y con las que, paradogicamente, he hecho siempre mejores migas que con mis propios compañeros de profesión, casi siempre engreídos y con insoportables aires de superioridad. Recuerdo en concreto a uno que criaba palomas mensajeras y que, muchos lunes, me contaba las hazañas conseguidas en las distintas competiciones en las que las hacía participar. Y sí, mis charlas con él sobre colombofilia, arte que al principio me importaba un comino y luego me pareció fascinante, eran de los mejores ratos, tan agradable y buena persona era el hombre. Eso sí, lo del trabajo le costaba una barbaridad, pero nunca me importó.

    Me adhiero a los fans que te piden una novela. Sabeos que puedes.
    Muchos besos.

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  14. Ay Vanbrugh, qué pena....Todo el mundo celebra tu escrito, pero yo, que también lo hice hace ya muchos años, como Cigarra, no puedo hoy sino lamentar tu incipiente decadencia que te fuerza a tirar de fondo de cajón para tratar de mantener el nivel de tu blog. Es duro ¿verdad? sentir que uno ya no puede, que el temor de defraudar a la audiencia tenazmente conquistada te atenaza y te quita el sueño. Pero ¡ánimo!, resiste, espacia más tus posts para poder recuperarte un poco. Los que hemos llegado a cierta edad, te comprendemos.
    Ricardo

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  15. este último comentarista...es tan sutilmente cabrón que parece...un allegado, como un marido o un hermano, incurriendo en el tópico

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  16. Hola, Alas, qué bien verte por aquí. Me alegro de que Odonel te haya llegado al corazón, porque a mí me pasa lo mismo. Entre los alguaciles de ayuntamientos pequeños he encontrado algunas de las mejores y más interesantes personas que nunca he conocido.

    USTED NO SE PREOCUPE, RICARDO. USTED AHÍ, TRANQUILITO, QUE ME SIGUEN QUEDANDO COSAS QUE PUBLICAR. HALA, TOME USTED EL SOL Y NO PIENSE COSAS FEAS, QUE LE SUBE LA TENSIÓN.

    Perdona las voces, Lansky, pero es que cada vez oye peor, el pobre. ¿Sutilmente cabrón, dices? Yo no le veo mucha sutileza, la verdad...

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  17. los alguaciles de pequeños ayuntamientos
    los perros abandonados
    los niños con mocos
    los burros pacientes
    el mundo rural español
    entrañable

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  18. Sacado de un cajón o de un cojón, a mí me da igual. Aquí estoy en la biblioteca para imprimir esta joya y poder releerla con calma en el papel.

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  19. Bombín es a bombón
    como cojín es a X,
    a mí me importa tres X
    que me cierren la edición

    (La codorniz tras un cierre adminsitrativo pro censura franquista)

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  20. "Bombín es a bombón lo que cojín es a X.
    X no lo escribimos porque podrían cerrarnos la edición; cosa que nos imortaría tres X".

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